Centenario Katharine Hepburn: "Faldas de acero", la escena
14 de Agosto de 2007
Querido primo Teo:
“Faldas de acero” (1956) siempre ha sufrido odiosas comparaciones con el clásico “Ninotchka” de Lubitsch con la que comparte bastantes similitudes. La historia gira en torno a una idealista rusa que acaba en un país capitalista (Alemania occidental) y poco a poco se va dando cuenta de las "maravillas" del sistema económico occidental y de la libertad de la que se disfruta en esos países, una especie de comedia política que en esta ocasión se lleva a la pantalla sin ningún interés ya que además de ser un argumento bastante trillado, el guión de Ben Hecht no está ni a años luz de otros escritos de Hecht inmortales para la historia del cine como “Ha nacido una estrella”, “La diligencia”, “Lo que el viento se llevó”, “Encadenados”, “Recuerda” o “Cleopatra”.
Katharine Hepburn, ya una estrella más que consolidada, tiene en “Faldas de acero” una de sus interpretaciones menos creíbles interpretando a una joven idealista cuando en realidad la Hepburn tenía 49 años.
Su compañero de reparto fue Bob Hope, con el que Hepburn no volvería a trabajar, y con el que no tiene por asomo la química que destiló junto a Cary Grant, Spencer Tracy o incluso Humphrey Bogart. No sólo lo decimos nosotros, ya que en algunas de las biografías de la actriz queda patente que Kate tenía esta cinta en el furgón de cola de su filmografía preferida. Tal vez fue un intento de resucitar ese estilo de comedia propio del cine de la década de los 30 con el que la Hepburn despuntó en su momento y con el que el guionista Hecht se consagró. Estaba claro que ya había pasado la época de este tipo de películas.
“Faldas de acero” (1956) siempre ha sufrido odiosas comparaciones con el clásico “Ninotchka” de Lubitsch con la que comparte bastantes similitudes. La historia gira en torno a una idealista rusa que acaba en un país capitalista (Alemania occidental) y poco a poco se va dando cuenta de las "maravillas" del sistema económico occidental y de la libertad de la que se disfruta en esos países, una especie de comedia política que en esta ocasión se lleva a la pantalla sin ningún interés ya que además de ser un argumento bastante trillado, el guión de Ben Hecht no está ni a años luz de otros escritos de Hecht inmortales para la historia del cine como “Ha nacido una estrella”, “La diligencia”, “Lo que el viento se llevó”, “Encadenados”, “Recuerda” o “Cleopatra”.