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Espresso: “An American crime”, la historia de un maltrato
10 de Junio de 2008

Querido primo Teo:

Últimamente estas muy relacionado con los Asesinos en serie con el repaso que les estas dando. Una buena galería de tipos que navegan entre la obsesión, la psicopatía más enfermiza, la insatisfacción y baja autoestima además de, en muchas ocasiones, una sexualidad mal entendida. Todos ellos tienen como elemento común el listado de víctimas que convierte a un criminal en un asesino en serie. Hoy no entramos en uno de ellos, ya que la mujer que nos ocupa (no van a ser únicamente los hombres las máquinas de matar) sólo cometió un asesinato, pero ese fue tan cruel, premeditado y sórdido que acaba de inspirar una película que se estrena esta semana, “An American crime” película que viene avalada por el Festival de Sitges.

EssAnAmericancrimeEllenPageCatherineKeener.jpg

El director Tommy Haver se inspira en uno de esos hechos que parecen destinados a quedar de puertas para adentro de no ser por algún elemento del destino que ayuda a sacarlo a la luz. Ocurrió en 1966 y el escenario fue el sótano de una casa de un pueblo de Indiana. Allí apareció el cadáver de Sylvia Likens, una joven de 16 años que fue torturada por Gertrude Baniszewski, una ama de casa madre de seis hijos que retuvo a esta chica y le profirió una lenta agonía permitiendo la vejación de la chica por parte de sus hijos, además del silencio de algunos vecinos que sospechando lo que ocurría no se decidieron a dar la voz de alarma.

EssAnAmericancrimeSylviaLikens.jpgSylvia Likens y Jenny, su hermana menor, fueron dejados al cuidado de Gertrude Baniszweski mientras sus padres se ausentaban para trabajar en las ferias estivales en Florida. Las dos niñas ya conocían a los hijos de Gertie, quien ganaría unos muy necesitados 20 dólares a la semana por esa molestia. En el verano de 1965, Sylvia, de 16, y Jenny, de 15 años, se mudaron con Gertie y su prole en el 3850 East New York St., en la pacífica ciudad de Indianápolis, Indiana. Sylvia era una chica agradable y callada a quien todos querían. En seguida cooperaba y ayudaba con el planchado y los platos. Jenny también era una adolescente bastante callada. Había nacido con la pierna izquierda encogida. Más allá de su discapacidad, se las arreglaba para bailar y montar en patinete.

Gertrude tenía la paranoia de que Sylvia era una prostituta y excusándose en ese motivo golpeaba a Sylvia a la menor ocasión, a pesar de que las primeras semanas la convivencia fue relativamente plácida. Poco a poco, la madre de familia fue cogiendo una manía atroz a la chica con la que pudo desplegar todas sus frustraciones ante la pasividad de la chica. Gertrude incitaba a sus seis hijos y a los jóvenes de su barrio a burlarse de Sylvia y a abusar de ella. La ataban y luego la golpeaban. También la increpaban y la quemaban con cigarrillos.
Especialmente cruel era el trato que daba a Sylvia uno de los hijos, Coy Hubbard, quien tenía 15 años, pesaba 85 kilos y medía casi dos metros. Le gustaba practicar judo y le encantaba lanzar a la chica por el aire como su mejor “sparring”. En el sótano de los Baniszewski, había un viejo colchón, que, se suponía, le proveería a Sylvia un suave aterrizaje. Coy, normalmente, calculaba mal, y Sylvia aterrizaba con un crujido en el piso de cemento. Todo el mundo se reía. Nadie, incluyendo a Jenny, hizo nada al respecto. Después de todo, el único adulto cuidándolos era Gertie, y ella quedaba deleitada con esas prácticas. En una ocasión, Richard Hobbs dejó inconsciente a Sylvia durante tanto tiempo que todo el mundo pensó que se había muerto.

Se convirtió en un juego horroroso orquestado por una mujer diabólica que estaba descargando las desgracias de su vida en una chica joven. En muchas ocasiones, era arrojada escaleras abajo al sótano, lo que era la sórdida cárcel en la que quedaba recluida la chica. Los chicos la sumergían en baños extremadamente calientes. Cuando era sacada, su cuerpo estaba rojo por el calor. Una vez se desmayó y fue arrastrada fuera del agua por el pelo. Sylvia, ahora cubierta por quemaduras de cigarrillos y otras heridas causadas luego de ser lanzada por el aire y arrastrada por el piso de cemento, sufrió como una de las hijas le pasaba sal por las heridas.

En su último día, Sylvia estaba prácticamente incoherente. Tenía moretones por todo el cuerpo. y Gertie decidió que debía mojarla con la manguera. Una manguera de jardín fue llevada hasta el sótano. Todo el mundo se rió mientras el agua salpicaba sobre el demacrado cuerpo de Sylvia Likens. Ella no se movió. No pudo hacerlo. Estaba muerta. La inconsciencia de unos asesinos cegados por su juego macabro provocó que ellos mismos se descubrieran al llamar a la policía con el fin de que reanimará a la chica, convencidos de que con un boca a boca se restablecería.
El 26 de octubre de 1965 el cuerpo de sin vida de Sylvia fue hallado en el sótano de la casa de Gertrude. Estaba recubierto de quemaduras de cigarrillo. En su abdomen estaba tallada la frase "Soy una prostituta y estoy orgullosa de serlo". Gertrude mostró a la policía cartas en donde Sylvia detallaba su conducta de prostituta. Mas tarde, la policía descubrió que Sylvia habia sido obligada por la fuerza a escribir tales cartas. Los oficiales y médicos expertos concluyeron que el de Likens fue el peor caso de abuso físico que habían investigado en la historia del Estado de Indiana.

EssAnAmericancrimeRecorteperiodicocasoLikens.jpgLa conducta llevada a cabo por Gertrude Baniszewski fue achacada a un trauma arrastrado desde la infancia. Su padre había fallecido cuando ella tenía 11 años, dejando a su madre con seis niños para criar. Cinco años más tarde, a los 16, Gertie dejó el colegio y se casó con John Baniszewski de 18 años. Gertie y John terminaron con el matrimonio tras 10 años. Ella se tomó el tiempo para casarse con Ed Gutherie, pero esta unión sólo duró tres meses. Gertie se dio cuenta de que había cometido un error. Luego cometió nuevamente otro. Se casó nuevamente con su primer marido, John, y tuvo dos hijos más ( ya tenía cuatro) antes de divorciarse de él por segunda vez en 1963.
En 1965, Gertie tenía 37 años y se veía como una persona de 50. Fumaba como una chimenea, sufría de asma, y tenía una batería de otros dolores. Su única entrada económica consistía en lo que podía extraer de los padres de sus hijos. Para llegar a fin de mes, generalmente, planchaba y los días pasaban monótonos y sin alicientes hasta la llegada de Sylvia, que se convertiría en un juguete macabro en la que la familia basaría el poder con el que nunca habían dominado sus propias vidas.

Gertude Baniszewski fue hallada culpable de asesinato en primer grado y sentenciada de por vida en la cárcel en la Prisión de Mujeres de Indiana. Obtuvo su libertad condicionalel 4 de diciembre de 1985, tras pasar 20 años en prisión.

Trailer de “An American crime"

Tu primo.
Coronado

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