"522. Un gato, un chino y mi padre"
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El argumento: George convive con una peculiar versión de agorafobia que limita su universo a un perímetro de 522 pasos con respecto a su casa... pero un día su gato, su único compañero, muere y se ve obligada a emprender un viaje singular. Decidida a darle un lugar de sepultura adecuado, instala su “hogar” en una camioneta y emprende un viaje por carretera de regreso a su patria natal, Portugal. Esta aventura revelará que, entre saudade y fados, quizá halle un modo particular de hacer frente a su pasado.
No conviene ver: “522. Un gato, un chino y mi padre” es una road movie vital y personal a través de la historia de una joven que vive recluida en su casa víctima de la agorafobia siendo la muerte de su gato la que le obliga, aunque sea para rendirle el tributo que merece el que ha sido su único compañero, abrirse al mundo. Una cinta íntima sobre el dolor con ritmo y desgarro de fondo propio de ese viaje a Portugal que emprende la protagonista desde Sevilla para reencontrarse con sus raíces y quitarse unos fantasmas y miedos que son los que marcan su vida. Lo mejor es una catártica Natalia de Molina en una cinta endogámica y mucho menos interesante y profunda de lo que el director pretende quedándose en la superficie y en el estereotipo de ese tipo de cine de carretera y manta así como del contraste cultural con una serie de situaciones y fragmentos que, en ocasiones, alcanzan un tono más naif y cercano a la risa floja que del drama y carga de este personaje femenino que tiene en un chino el aliado en un viaje en el que hay irregularidad, caos y en el que el oxígeno de la historia se agota pronto provocando en el espectador la misma angustia que la de la protagonista aunque en este caso sea por ver que la cinta no llega a buen puerto.
Conviene saber: Paco R. Baños dirige y escribe esta cinta que pudo verse en el Festival de Málaga 2019.
La crítica le da un CUATRO
