"Cine al rojo vivo"
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Algunas de las películas que señalan los cambios sociales en el siglo XX son populares, pero otras han sido olvidadas. La mayoría comparten malas críticas en sus estrenos, buenos actores que no llegaron a nada o actores mediocres que sobresalieron, pero todas levantaron polvo a su paso o al paso de los años. Este libro ha seleccionado unas cuantas y las ha documentado con inteligencia para atraer la atención del público joven que no las valora y del público maduro que las puede rescatar de su memoria.
Título: “Cine al rojo vivo”
Autor: José de Diego
Editorial: T&B Editores
Nota de la Redacción: En “Lady Lou”, Mae West llevó casi doscientas plumas de avestruz y dos mil racimos de abalorios. Los vestidos se ceñían hasta excluir la posibilidad de llevar ropa interior. Una vez se embutía en uno, ya no podía sentarse, y entre tomas tenía que descansar sobre un tablón inclinado. Este es solo uno de los muchos detalles atractivos que salpica el texto, pero lo interesante es recordar el papel que jugaron ciertas películas en otros niveles. “Lady Lou” se convirtió en la más taquillera de 1933 y, en una época en la que la mayoría de las películas duraban menos de siete días en cartelera, “Lady Lou” fue prorrogada en seis mil salas en sus primeros seis meses de exhibición, superando el récord establecido por “El nacimiento de una nación”. El pensamiento conservador y sus organizaciones religiosas acabaron con Mae West
José de Diego nos cuenta la historia de Mae West siguiendo la misma técnica que con otras, recopilando datos, críticas, historias variadas sobre rodajes y personas que calentaron a la industria y a los espectadores rompiendo los límites del sexo y la violencia. En la mayoría de las ocasiones lo hicieron por dinero y vanidad, pero en otras también contenían valores artísticos o dejaban en evidencia contradicciones hipócritas.
El libro selecciona 24 películas que van desde la época muda hasta 1972, sin que aparezcan las razones para haberse detenido hace casi cuarenta años. Todas ellas resultan interesantes para cualquier aficionado, pero lo son más las menos reconocidas.
Como se dice en la introducción: “… trastocan nuestra perspectiva de lo que es la realidad, a veces en sentido literal (los miembros cortados de Blood Feast, el cuerpo rotundo de Bardot), a veces en sentido estético (los lujuriosos colores de La maldición de Frankenstein, en contraste con el horror de la cinta), a veces en sentido psicológico (la sexualidad adolescente de La mujer y el monstruo). Se podrían coger todos los carteles que se hicieron para todos estos filmes y añadir al final: «¡Como nunca los habían visto antes!»”.
Algunas de las propuestas del autor conducen a momentos particularmente interesantes para comprender el mundo que nos antecede, como el capítulo dedicado a la mujer que engañó a sus contemporáneos haciendo buena la esencia del nazismo: “En un momento dado Hitler le hizo una oferta sorprendente: «Cuando lleguemos al poder», dijo, «debe usted hacer nuestras películas». Leni le tomó la palabra. Speer. Goebbels. Riefenstahl. Parece una empresa consultora de Manhattan. Tabiques de cristal, ordenadores Apple, un acuario en alguna parte. Y eso era en cierto modo esta troika espeluznante. Los tres fueron responsables de la creación de la marca nazi. Josef Goebbels era el visionario oscuro, el ministro de Propaganda del Régimen. Su educación y experiencia de periodista le permitían comprender que las imágenes, el cine sobre todo, podían moldear la conciencia del espectador con más eficacia que una burda campaña de eslóganes”.
La impresión final de la lectura es la de estar ante una selección bien meditada, equilibrada y que compensa de sobra el tiempo dedicado. Aquí queda este fragmento extraído de un capítulo. La selección era sencilla, porque cualquier otra hubiera representado bien este libro.
