Cine en serie: "Blunt talk", a medio camino...

Querido Teo:

A veces la línea que separa la genialidad de la mediocridad es tan fina como aquella que separa lo que nos parece ridículo de lo que es asombroso. Y es que para las sensaciones que me produce una serie siempre han estado basadas en un sistema circular en el que empiezo con la máxima valoración (creo que se merecen la “presunción de inocencia”, las ideas son buenas por naturaleza pero el problema es cómo se ejecutan) y poco a poco voy dando la vuelta viendo cosas que no me gustan o me parece que no tienen sentido. Pero de vez en cuando llego a un punto en el que toda esa sin razón o “cutrismo” o falta de sentido da la vuelta al marcador (creo ya haber hablado de esto alguna vez en otra de mis cartas) y lo que era un 10% en Rotten Tomatoes se convierte en top 10 del ranking IMDB.

“Blunt talk” es una serie difícil de definir. Creada por y para Sir Patrick Stewart en su vuelta a la pequeña pantalla (quién no le recuerda como el capitán de la USS Enterprise Jean-Luc Picard en “Star Trek: La nueva generación”) en algún momento la serie es un ensayo teatral más que un producto televisivo. Absorbido por los eternos monólogos del susodicho actor, el espectador se enfrenta a una historia histriónica sobre excesos y doble moral que precisamente golpean la figura intachable y tranquila del profesor Xavier a la que nos tiene acostumbrados en sus otros trabajos. Aunque esperamos que la gracia de la misma no sea simplemente situar a nuestro actor requiriendo los servicios de una prostituta transexual en un callejón oscuro de las calles de Los Ángeles, te diré que por el momento sólo he visto el piloto y que, por el momento, no pudo decirte si este proyecto se va a quedar en esa anécdota o va a ir a más.

Propuesto en un principio como una serie de 20 episodios, a dividir en dos temporadas, seguramente los nombres que la componen pesen más que la calidad de la misma y consiga mantenerse a flote.

La serie en sí trata del escándalo de un presentador de televisión británico (dicha situación anteriormente citada) y cómo se enfrenta a ella para conseguir hacerse con el prime time nocturno. De carácter muy particular, y rozando el trastorno mental, el uso de drogas y sus manías un tanto paranoicas (el propio lo define sencillamente como “soy británico”) no le ayudarán mucho a recuperar su puesto aunque harán las delicias de los seguidores de Seth MacFarlane (productor de la misma y omnipresente últimamente en la televisión americana, símbolo del humor más vulgar y ramplón) que parece haberle cogido el punto al público de medio mundo y se está haciendo de oro gracias a sus ositos de peluche, bebés y perros malhablados.

Precisamente, y como ya hemos comentado, el gran problema que le veo a la serie es el mismo que puede hacerla mantenerse a flote. La simple excusa de ver a su protagonista en las más variopintas situaciones y rompiendo casi totalmente con todo su curriculum (salvo alguna excepción, sus incursiones en la comedia han sido mínimas y anecdóticas) puede no ser suficiente para que el público le coja cariño al show, sobre todo si tenemos en cuenta que la cuadrilla que le acompaña en pantalla está muy lejos de su nivel o del nivel de otros castings de sitcom como podrían ser el que rodea a Samberg en “Brooklyn nine-nine” o a Selina en “Veep”. Es verdad que ese es el gancho, pero no será suficiente e incluso tiende un poco al ridículo si se machaca en exceso.

Creo que es una de esas series que hay que ver porque su actor lo merece y puede ser un cambio de registro muy importante en su carrera pero que claramente después de cuatro o cinco episodios sabremos si puede mantenerse con una premisa que, en boca de cualquier otro actor y en manos de cualquier otro productor, probablemente no hubiese pasado del primer episodio.

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David Volcano