In Memoriam: Milos Forman, maestría entre la rebeldía inconformista y la genialidad

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Querido Teo:

A los 86 años ha fallecido Milos Forman, uno de los directores fundamentales del panorama europeo que no ha necesitado de una carrera muy extensa en número de títulos para ganarse un hueco con letras de oro en el panorama cinematográfico mundial no tardando en ser adoptado por Hollywood triunfando en los Oscar con dos de sus películas. “Alguien voló sobre el nido del cuco” ganó 5 premios en 1976 y “Amadeus” obtuvo 8 Oscar en 1984. Por ambas cintas, Forman ganó los premios a película y director, volviendo a ser candidato en 1997 por “El escándalo de Larry Flynt”. Por el camino otros títulos icónicos como “Hair” (1979), “Ragtime” (1981), “Valmont” (1989) y “Man on the moon” (1999). Una filmografía llena de personajes extremos, rebeldes y con mentes y motivaciones poco convencionales pero sí inspiradoras para el tiempo del que fueron testigos.

Nacido en lo que era Checoslovaquia el 18 de Febrero de 1932, sufrió la pérdida de sus padres en los campos de exterminio nazi para ya en los 50 involucrarse en el mundo del cine desde el Film Institute de la Universidad de Praga donde comenzó su vena como documentalista que derivaría en largometrajes como “Pedro, el negro” (1964), “Los amores de una rubia” (1965) y “¡Al fuego, bomberos!” (1967), éstas dos últimas nominadas al Oscar de mejor película de habla no inglesa.

“¡Al fuego, bomberos!” fue la primera en color y la última en su país natal antes de su obligado exilio ante la censura de las autoridades que prohibieron el film y que le llevaría a alcanzar la nacionalidad estadounidense en los 70 siendo incluso profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York. "La censura es el peor de los males. Viví bajo un régimen totalitario en el que existía la presión de la censura ideológica. Ahora vivo en un país en el que si existe alguna presión es la comercial. Sin duda, prefiero esta última, al menos en ella deciden miles de personas y no una sola", declaró sobre su exilio.

La película gira en torno al baile anual del departamento de bomberos voluntarios de un pueblo pequeño checoslovaco, y la trama retrata la serie de desastres que se producen durante la noche. La película utilizó pocos actores profesionales y los bomberos retratados fueron interpretados, principalmente, por los propios bomberos de la pequeña ciudad donde se rodó interpretándose como una crítica al régimen comunista.

Con “Juventud sin esperanza” (1971), y contando con producción de USA y Francia, consiguió el Gran Premio del Jurado de Cannes con una cinta en clave de comedia sobre las revueltas estudiantiles al rebufo del movimiento del Mayo del 68 a través de una serie de matrimonios que sufren la huida de sus hijos de casa en busca de nuevos hitos de rebeldía frente al clasicismo aburguesado que representan sus progenitores. Una mirada al desencanto de las familias tradicionales en una USA desencantada fiel precursora de cintas que vendrían décadas después como "La tormenta de hielo" y "American beauty". El guión corría a cargo del propio Forman, John Guare, Jon Klein y Jean-Claude Carrière.

El prestigio ya era un hecho materializándose con “Alguien voló sobre el nido del cuco” (1975), una de las tres películas de la Historia en llevarse los cinco premios principales en los Oscar (película, director, actor, actriz y guión). Con unas interpretaciones superlativas en las que ya quedaba claro el dominio de Forman para dirigir a sus actores en la historia de este delincuente recluido en un centro psiquiátrico en el que se establecen bandos, sometimientos y técnicas médicas de reorganización del comportamiento de una manera totalitaria. El individuo contra el sistema. Así hablaba sobre cómo fue dirigir a Jack Nicholson: "Apenas tuve que hablar con él o dirigirlo, porque los grandes actores son también grandes profesionales. Jack se sintió extraño y me dijo que era el único director que no le incordiaba durante el rodaje".

Forman se había demostrado como la mejor elección siendo un proyecto muy personal para la familia Douglas ya que Kirk compró los derechos para protagonizarla pero, al ser demasiado mayor para el papel, dejó a su hijo Michael el papel de productor. Kirk Douglas se dejó llevar por la juventud e ímpetu de un director interesante prometiéndole hacerle llegar el libro de Ken Kesey que debido a la censura en la frontera de aduanas tardaría en ser recibido. Se completaría su época triunfal con “Hair” (1979), que sufrió llegar al cine una década más tarde de su estreno en Broadway y contar con un reparto sin estrellas pero que demostraba el interés del director por la juventud y su capacidad de rebelarse, “Ragtime” (1981), recuperando a James Cagney en el que sería su último papel, y todo un hito como fue "Amadeus" (1984).

8 Oscar avalaron una cinta que, a pesar de tener en su título el nombre del genio de Salzburgo, se centra en la persona que mejor podía comprender (y sufrir) su genialidad, su coetáneo a la sombra Antonio Salieri, el auténtico motor de la película de Milos Forman gracias al texto teatral de Peter Shaffer y la magistral interpretación de F. Murray Abraham. Salieri interpela a Dios, se revuelve contra él, no acepta la arbitrariedad de sus opciones: dar todo a quien no le profesa ningún respeto y negárselo a quien está dispuesto a poner su vida a su servicio. La terrible inquina de Salieri hacia Mozart tiene dos matices interesantes, que hacen más apasionante la tragedia. En primer lugar, Salieri, aunque compositor más eclipsado que mediocre, es suficientemente inteligente para ser consciente de su medianía y acepta el genio ajeno. Y, en segundo lugar, aunque Salieri odia en el músico Mozart cuanto envidia, en todo momento lo admira. De modo que es bien cierto que el tema central de “Amadeus” no es un presunto conflicto entre la mediocridad de Salieri y la genialidad de Mozart (encarnado en la cinta por Tom Hulce que puso de los nervios a los puristas), sino más bien la tragedia de la ambición insatisfecha que representa Salieri, el drama del hombre que no se conforma con un destino inadvertido, pero que, al mismo tiempo, es incapaz de alcanzar la gloria.

Hasta cinco años después de este éxito y noche de gloria en los Oscar, Forman no presentó una nueva película que sufrió precisamente ser la Salieri de su año. “Valmont” (1989) quedó eclipsada frente a un Mozart con nombre de “Las amistades peligrosas” de Stephen Frears, cintas que adaptaban la misma novela de Choderlos de Laclos sobre estos dos cazadores ambiciosos entre intrigas palaciegas, la Marquesa de Merteuil y del Vizconde de Valmont, que verán como el sentimiento más puro puede ser el talón de Aquiles de una vida de engaños, apariencias y banalidades. Definida por el crítico Luis Martínez en El Mundo como "una opereta de decadencias, lujos y paseos a caballo", consiguió una nominación al Oscar a mejor vestuario y aunque quedó eclipsada sí que se puede reconocer su mayor fidelidad al texto.

“El escándalo de Larry Flynt” (1996) aunaba el espíritu de rebeldía de una época como la de los 70, década en la que había estrenado la adaptación del musical hippy por antonomasia, la libertad de expresión frente a la censura más preocupada por la moralina de ocultar más el sexo que la violencia, y el drama judicial en una cinta por la que volvió a ser candidato como mejor director en los Oscar (ganó su tercer Globo de Oro y el Oso de Oro del Festival de Berlín) optando también su protagonista, Woody Harrelson, por primera vez al premio dando vida al responsable del imperio de revistas Hustler marcada por su contenido más cercano a la pornografía que a la sugerencia.

“Man on the moon” (1999) es posiblemente la joya a reivindicar de su filmografía en el momento de éxtasis actoral dramático y miméticamente enfermizo de un Jim Carrey que venía de “El show de Truman” y que se introducía en la esquizofrénica mente del cómico de stand-up Andy Kaufman. Ganó el Oso de Plata del Festival de Berlín a la mejor dirección a la hora de mostrar a ese niño grande marcado por el mundo de las variedades que, tras tocar el éxito con la serie “Taxi”, terminó convertido en un juguete roto marcado por su relación con interesados que intentaban exprimir sus dotes de talento al máximo mientras deambulaba de garito en garito como una triste sombra de lo que prometía ser.

"Los fantasmas de Goya" (2006), ambiciosa producción internacional que quedó en tierra de nadie, cerraba la trayectoria de uno de esos directores de poderoso dominio ante la cámara y cuya huella en el cine ha sido ineludible. Su último trabajo fue el musical codirigido por su hijo "A walk worthwile".

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Nacho Gonzalo

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