"La batalla por los puentes"

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La inmensa mayoría de espectadores que disfrutan con el cine sobre la II Guerra Mundial, sólo disponen de la visión americana de la mayor operación de la Historia. "Un puente lejano" y "Hermanos de sangre" cubren la operación que llevó casi 5.000 aviones sobre Holanda, y lanzó en paracaídas a todo un ejército. Ahora acaba de publicarse una visión inglesa.

Título: "La batalla por los puentes"

Autor: Antony Beevor

Editorial: Crítica

El año pasado saltaron desde aviones al suelo español decenas de miles de personas. Unos 250.000 saltos. En 1918, hace 100 años, el paracaídas era un recurso raro para los pilotos de globos. Las pantallas han grabado en nuestra memoria la imagen de un tapiz de paracaídas contra el cielo. Es una imagen que se hizo realidad durante quince minutos en Septiembre de 1944, cuando cayeron miles de hombres y material en la Holanda ocupada por los nazis. Es el 75º aniversario de aquél error colosal, dignificado por el heroísmo suicida de muchos soldados profesionales y de reemplazo.

En los 70 el libro "Un puente lejano" se convertiría en una de las películas más populares de la época. Spielberg retomó el tema hace unos años en "Hermanos de sangre"; siempre visiones norteamericanas de lo ocurrido. Beevor equilibra la balanza con un punto de vista inglés, sin dejarse llevar por patrioterismo y dando la influencia que merece el peso decisivo y superior del apoyo norteamericano. Beevor coincide con John Le Carré cuando, en su último libro, pone en boca del protagonista una percepción: "...simplemente padecíamos la incurable enfermedad inglesa de querer protagonizar la escena mundial, cuando ya no éramos actores mundiales".

La organización, desarrollo y resolución de un ejército transportado en casi 5.000 aviones, ni antes ni después se reuniría algo semejante, garantizaba a Veebor la atención inmediata de todo aficionado a la Historia. Entreteje con su habilidad habitual los datos históricos recogidos más recientemente con escenas puntuales que nos llevan desde una reunión entre generales, al interior de aquellos aviones, que formaron sobre Inglaterra una nube de 15 kilómetros de frente y 150 kilómetros de longitud.

"En algunos aviones, muchos soldados —normalmente de reemplazo— cantaban «himnos» del arma paracaidista. Con la música de la conocida John Brown's Body (la de los famosos coros «Gloria, gloria, aleluya»), el más célebre era: «Sangra, sangra, de qué forma moriré [...] del asfalto lo recogieron porque estaba hecho puré». Manteniendo la melodía, los norteamericanos cambiaban la letra por «Yo no pienso volver a saltar jamás»".

La derrota aliada no impidió que el cuerpo de paracaidistas saliera de ella con la reputación de ser la nata de los ejércitos... y sus boinas son todavía un icono de calidad militar.

Carlos López-Tapia

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