"Sabiduria"

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Michel Onfray es un habitual de France Culture, y no hay librería o biblioteca francesa bien alimentada que no tenga alguno de sus cincuenta libros; no parece haber nada que no despierte su curiosidad ni tema al que no le haya dedicado algunas páginas. Es también un apasionado de la Historia que nos ha hablado desde los libertinos barrocos hasta los ultras del Siglo de las Luces; ahora su libro más reciente se abre con una imagen sobre Pompeya de las mejores que he leído... y no han sido pocas.

Título: "Sabiduría"

Autor: Michel Onfray

Editorial: Paidós

"A la sombra del Vesubio, a finales del año 79 d. C., los campesinos romanos cultivan los campos con animales indolentes, vendimian la uva para producir un vino que sabe a piedra de lava, se les oye reír y hablar en el aire perfumado del otoño, avanzan al ritmo del cosmos, son virgilianos sin haber leído jamás a Virgilio. En las casitas, igual que en las villas lujosas que dan al mar, se come un pan cocido en el horno alimentado con sarmientos, se degustan las sardinas pescadas en el Mediterráneo y aliñadas con el aceite de olivos conocidos.

En Pompeya hay sacerdotes perfumados con incienso y prostitutas que arrastran tras de sí aromas de jacinto, patricios vestidos de lino y plebeyos con músculos de bronce, actores que ignoran la diferencia entre el escenario y la calle, y esclavos que les leen los grandes autores a sus ricos propietarios, comerciantes astutos y matronas que van preparando mentalmente sus platos mientras hacen la compra, gladiadores musculosos untados con aceite y artistas que pintan escenas campestres en las casas de sus clientes, niños que juegan en el foro y extranjeros precedidos por sus perfumes orientales, maestros de escuela aplicados y alumnos distraídos, o a la inversa, amantes que se quieren de verdad y machos en celo que compran los servicios de mujeres venales; hay perros atados con correa que no paran de dar vueltas alrededor de la caseta y panaderos que perfuman el barrio con el olor de sus panes, albañiles que levantan las paredes de las casas cada vez más numerosas de la ciudad y tejedores que ponen la púrpura a macerar para obtener el preciado tinte, escultores que inmortalizan en mármol las figuras de los notables del momento y enterradores que preparan para el gran viaje tanto a cónsules como a comerciantes de lámparas de aceite por fin iguales; pescaderos que hacen el garum, que es la salsa más corriente, poniendo al sol las entrañas saladas de los peces para que se pudran e hilanderas pensativas mientras prestan oído al ruido de los husos; talladores de piedra que reparan el anfiteatro y fabricantes de ánforas de formas oblongas, artesanos que trabajan la arcilla para hacer tejas o ladrillos y armadores que piensan en sus beneficios, banqueros que prestan a los que ya tienen y herreros que conducen el fuego adonde quieren, cirujanos que abren ojos para operar la catarata y arquitectos que dibujan los templos de los dioses, joyeros que hilan el oro como si de seda se tratase y vendedores ambulantes de cerámicas multicolores, médicos que catan la orina de los pacientes y mercaderes con sandalias de cuero que despiden un fuerte olor; bataneros que pisotean telas rojas y amarillas, azules y verdes impregnadas de una orina calentada por el sol que cae a plomo; muleros que huelen a burra y palanquines semejantes a Hércules; criadores de gallos de pelea ávidos de ganancias y taberneros servidores de vino; agentes inmobiliarios haciendo negocios en los baños calientes de las termas y tocadores de tibia, un oboe doble.

Y luego está también el vuelo en zigzag de las mariposas despreocupadas y el bajo continuo de las abejas zumbadoras, los pájaros que pían en los arbustos y los pavos reales que despliegan lentamente sus colas a la luz de la Campania, el ruido del agua derramándose en las fuentes, el roce de los pelos del pincel del pintor que despliega una guirnalda de flores y el perfume de la arena en la palestra. Los ruidos, los sonidos, los perfumes, los colores, las vibraciones de la vida".

Onfray nos describe así un entorno para llevarnos con el hombre más sabio desde Aristóteles y que no tendría igual hasta Leonardo: Plinio. Plinio escribió la primera enciclopedia, la Historia Natural. Su curiosidad abarcó todo lo que dio de sí una vida de romano larga para la época, con todas las posibilidades que daba entonces la riqueza. Su vida estuvo llena de las obligaciones de diversos cargos públicos, lo mató la erupción del Vesubio mientras era el comandante de la flota romana en Nápoles, pero dedicó su "otium", el tiempo libre contrario al "negotium", el negocio, al saber.

Este libro es una invitación a recorrer los caminos de 18 filósofos clásicos en la defensa del conocimiento, como la mayor riqueza que puede alcanzar cualquier humano. Onfray demuestra que hay pocas cosas en el arte del pensamiento que hayan quedado fuera de los intereses de estos 18 hombres.

Tendemos a pensar que la filosofía está arrinconada en la formación actual de muchos jóvenes, y la obsesión de mi generación por la riqueza material parece confirmarlo, pero hay ejemplos cotidianos de que no está muerta, ni mucho menos. Abundan los jóvenes que comprenden o intentan comprender maneras de hallar una alternativa al capitalismo imperante, aunque puedan faltarles herramientas del pensamiento esenciales. En tiempos de populismo y manipulación de las palabras y su sentido, es muy refrescante leer a Onfray y comprobar que no es así. Este libro es una evidencia de que la filosofía sigue tratando de algo tan necesario como enseñar las herramientas para aprender a pensar, más que a cómo pensar.

Para Michel Onfray la sabiduría se encuentra en la Antigua Roma, en la muerte de Plinio el Viejo o en suicidios grandiosos y banquetes de filósofos ridículos; en amistades sublimes y en asesinatos que cambiaron el rumbo de los acontecimientos; en acompañar a Séneca y Cicerón, Epicteto y Marco Aurelio. Es fácil estar de acuerdo con Onfray cuando nos enfrenta a costumbres actuales: «Nuestra época ignora lo que es la valentía psíquica, moral, ética, física, y se refugia en la farmacia ansiolítica para resolver cualquier problema; ha abolido la verdad y da el poder a gentes cuyo oficio es la mentira y el perjurio».

Onfray ofrece respuestas antiguas a preguntas que nos acompañan desde que tuvimos tiempo para dejar de corretear tras la comida. ¿Cómo utilizar el tiempo? ¿Cómo ser firme en el dolor? ¿Es posible envejecer bien? ¿Cómo domesticar la muerte? ¿Deberíamos tener hijos? ¿Qué significa cumplir mi palabra? ¿Qué significa amar con amor o amistad? ¿Podemos poseer sin ser poseídos? ¿Deberíamos preocuparnos por la política? ¿Qué nos enseña la naturaleza? ¿Cómo es una moral del honor? Mientras se espera el final siempre se puede aprender y enseñar a tratar de vivir erguido.

Carlos López-Tapia

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