He pretendido recordar lo que se sabe históricamente de él y también lo que se ignora, que es mucho más de lo que se conoce. No es una obra para especialistas, aunque ha sido pensada con rigor profesional, sin ánimos panfletarios y hasta con una no oculta simpatía del autor hacia aquel judío inconformista que rompió muchos tabúes de su tiempo y fue condenado a muerte de cruz por el simple pecado de haber provocado, con sus utopías libertarías, a los dos grandes poderes de su época: el religioso y el político. Es un libro con más preguntas que respuestas, con más incertidumbres que certezas. Un libro para ayudar a comprender y a pensar.

Consciente de que se trata, no de un personaje más de la historia, sino de alguien que ha condicionado profundamente las conciencias de más de mil millones de personas que creen en él y en su mensaje, no he querido, sin embargo, ocultar ninguna de las hípótesis más desconcertantes que sobre jesús, sobre su persona y su obra se han hecho y escrito a lo largo de estos veinte siglos. Y eso por puro escrúpulo periodístico.

Sé de antemano que esta especie de crónica podrá al mismo tiempo agradar o irritar a mucha gente. Pude ya comprobarlo con un reportaje publicado sobre el tema en el suplemento dominical del diario El País en la Navidad. de 1999. Me inundaron de cartas: desde las más rabiosas, que condenaban mi osadia al haber afirmado, entre otras cosas, que nadie sabe cuándo ni dónde nació jesús, como tampoco la fecha de su crucifixión, ni qué hizo, o dónde estuvo durante los dieciocho años de su juventud, o quién fue realmente su padre, hasta profesores de Teología que usaron el texto para discutirlo con sus alumnos en el seminario.

Ello se debe a que nos hallamos ante un personaje sobre el que, a pesar de saberse muy poco de él históricamente, se han construido sobre su realidad o mito y sobre la Iglesia que fundaron sus seguidores, inmmensas esperanzas y decepciones, grandes santos y grandes inquisidores. Un personaje ante el que la historia no ha sabido nunca ser indiferente ni ha podido relegarlo al olvido. Entra, por ello, vivo y controvertido en la aventura del tercer milenio.

La gran paradoja del judío jesús de Nazaret es que se trata de un personaje de quien apenas sabemos que existió, pero que al mismo tiempo ha condicionado como ningún otro la vida de Occidente y más alla, hasta el punto que existe un antes y un después de él. jesús, en efecto, partió en dos la historia del mundo.

No deja de extrañar que la vida de un judío que vivió poco más de treinta años en la periferia más lejana del Imperio Romano, cuya epopeya humana prácticamente ignoraron los historiadores judíos y romanos de la época, haya podido dejar tanta huella en los últimos veinte siglos en todos los estamentos de la vida, desde la religiosa a la política, pasando por la cultural y artística, sin olvidar el influjo ejercido en la ética y en las costumbres.

Hoy no existe duda de que la historia de Occidente, y en parte del mundo entero, hubiera sido diferente sin el judío jesús de Nazaret, a quien casi mil millones de creyentes adoran como Dios.

¿Hubiese sido igual el mundo sin él y sin todo lo que se ha construido a su alrededor de poder despótico y de santidad? Sin duda, es dificil imaginar cómo hubiesen sido estos últimos veinte siglos sin la existencia del cristianismo, en lo positivo y lo negativo que esa religión ha creado.

 JUAN ARIAS