CapIII

 

LA BIBLIOTECA EN EL DESIERTO

Esto dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel:

Toma estas escrituras, esta escritura de compra sellada,

y esta otra escritura abierta, y mételas en una vasija de

barro para que puedan conservarse mucho tiempo.

Jeremías 32, 14

A principios del invierno de 1947, tres beduinos Ta’amireh

estaban apacentando sus rebaños al norte de unas ruinas

llamadas Qumrán, a lo largo de la costa del Mar Muerto en

Israel, cuando uno de ellos se encontró con un alijo de obras

escritas que se habían mantenido ocultas durante unos 2 000

años.

Según este cuento popular, Mohammed adh-Dhib era un

chico obediente que mientras estaba buscando un animal

extraviado de su rebaño, encontró unas grandes vasijas de

arcilla que contenían antiguos pergaminos. Una versión alternativa

cuenta que era un hombre joven de unos veinte años,

y que sencillamente mataba el tiempo lanzando piedras en

una pequeña grieta. Las cosas se pusieron interesantes cuando

oyó el chasquido de la cerámica. Más tarde, en una entrevista

grabada con John Trever (el primero que fotografió los pergaminos),

adh-Dhib describiría lo que vio después de bajar a

 

la estrecha cámara que guardaba la primera y más completa

colección de Manuscritos del Mar Muerto.

Cuando los rayos dorados del sol naciente empezaron a

iluminar la cueva, Mohammed divisó diez grandes tinajas de

barro. Levantó la tapa de una de ellas y encontró tres pergaminos.

El pastor salió de la cueva y le enseñó uno de los pergaminos

a su primo Jum’a que estaba con el rebaño. Volvieron a

la cueva a inspeccionar su nuevo hallazgo. En total había siete

pergaminos en muy buenas condiciones de conservación. Es ese el momento que la mayoría de los relatos tocan muy por

encima ignorando un detalle intrigante.

Llevados por su curiosidad, y probablemente tras encontrarse

con una difícil tapadera, los dos jóvenes procedieron a

romper una de las vasijas, derramando lo que más tarde describieron

como «tierra roja».

Esto lleva a preguntarnos, ¿por qué alguien se tomaría la

molestia de almacenar tierra en una vasija de barro cerrada

junto con libros sagrados?

Trataré esta cuestión en otro capítulo.

Mohammed adh-Dhib, junto con Jum’a Muhammed y Khalil

Musa, esperaron hasta primavera para ofrecer sus misteriosos

hallazgos a un carpintero de Belén, Ibraham Ijha. Pero este

aficionado al comercio de antigüedades no estuvo interesado.

Pasó otro mes antes de que los pergaminos llamaran la

atención de Khalil Eskander, más conocido como Kando el

Zapatero. Tras una serie de pasos infructuosos, finalmente los

pergaminos encontraron una parte interesada, un monje ortodoxo

sirio conocido como Mar Athanasius Samuel.

Se llegó a un trato con el monje. Kando le vendió cuatro de

los pergaminos por el irrisorio precio de lo que habrían sido

alrededor de 97.20 dólares. Esa suma fue entonces compartida

con el beduino, tal y como se había pactado. Aquellos días, el

hijo de Kando afirma que su padre se quedó con una de las

vasijas originales y la enseñaba con orgullo en la tienda familiar

de antigüedades del este de Jerusalén.

Otro comerciante de Belén, Faidi Salahi, adquiriría después

otros dos pergaminos. Posteriormente el monje sirio ofreció su

valiosa compra a una serie de expertos que consideraron que

estos objetos eran algo de poco valor.

A finales de noviembre, el Profesor Eliezar Sukenik, fundador

del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de

Jerusalén, se enteró de la existencia de los pergaminos. Examinarlos

obligaba a Sukenik a viajar a Belén, lo que resultaba

una empresa arriesgada para cualquier judío. Se esperaban

hostilidades en cualquier momento por la inminente decisión

de Naciones Unidas de dividir Palestina. Los militantes entre

la población árabe estaban descontentos con la perspectiva.

La mayoría de los relatos hablan del valiente Sukenik, disfrazado

con un kafiyah, yendo en autobús a Belén donde pudo

verificar que los pergaminos eran auténticos.

El 29 de noviembre, Sukenik tomó prestados los manuscritos

para llevarlos a casa y examinarlos. Eran El Libro de Isaías,

Los Himnos de Acción de Gracias, y La Guerra de los Hijos de la Luz

Contra los Hijos de la Oscuridad. Esa noche, mientras examinaba

sus trofeos, el profesor escuchó en la radio el anuncio del voto

mayoritario en Naciones Unidas que permitía la división de

Palestina. Esta votación trascendental conduciría a la creación

del moderno Estado de Israel. Escuchar esta noticia mientras

tenía en sus manos estos preciados, y durante muchos años

perdidos, pergaminos era una coincidencia increible y tuvo su

efecto en Sukenik.

Poco a poco comenzaron a escucharse rumores sobre este

extraordinario descubrimiento entre otros círculos de expertos

de la región. La prensa internacional recogió finalmente

la historia de los pergaminos en abril de 1948. Semanas más

tarde, esa noticia fue rápidamente eclipsada por un acontecimiento

mucho mayor.

El 14 de mayo de 1948, el Alto Comisario Británico partió

del puerto de Haifa, mostrando así los últimos coletazos del

control de Su Majestad en la Tierra Prometida. Era el final del

Mandato Británico en Palestina. A las 4 de la tarde del mismo

día, David Ben-Gurion leyó la Declaración de Independencia

de la nación. Sólo dos horas después, Estados Unidos reconocía

a Israel como estado soberano[15].

Con el nacimiento del moderno estado de Israel llegó su

primera lucha por sobrevivir. Los enemigos de Israel lanzaron

bombas al amanecer del día siguiente. La guerra de la independencia

había empezado oficialmente. Defendiendo a la

joven nación como Director General de Personal del ejército

israelí estaba Yigal Yadin, hijo de Eliezar Sukenik. Como su

padre, Yadin entraría más tarde a formar parte del grupo de

los arqueólogos más prestigiosos del país.

Israel sobrevivió a la embestida de cinco naciones árabes y se

centró en construir una democracia en Oriente Medio. Tras la

guerra, volvió el interés por los descubrimientos de Qumrán.

Pero en enero de 1949, ninguno de los que habían estado involucrados

en el descubrimiento inicial de los pergaminos revelaría

la ubicación. Un observador belga de Naciones Unidas,

el capitán Phillipe Lippens, estaba profundamente interesado

en el paradero de la cueva original y consiguió avivar el interés

de los británicos. Les convenció para que contactaran con el

jefe de la Autoridad Jordana en Antigüedades. Pronto, llegó

un pequeño equipo para echar un vistazo. La mayoría de los

relatos atribuyen al capitán Akkash al-Zebn el mérito de localizar

el lugar ahora conocido como Cueva Q1.

La primera temporada de excavaciones arqueológicas

empezó cerca de Khirbet Qumrán dirigida por Gerald Lankester

Harding, un inglés que había sido director del Departamento

Jordano de Antigüedades desde 1936. También estaba

el padre Roland de Vaux de la École Biblique, una escuela

arqueológica cuya sede se hallaba en el antiguo monasterio

dominicano de St. Stephen en Jerusalén. De Vaux finalmente

dirigiría al Equipo Internacional del Manuscrito.

Según se iba avanzando en las excavaciones, se fueron

encontrando otros manuscritos en otras cuevas. Este caótico

depósito de conocimiento finalmente arrojaría cerca de 850

pergaminos.

 

Placeres mundanos

 

Casi desde el principio se aceptó que los diversos escritos

fueran una especie de biblioteca olvidada. Si es así, entonces

estos manuscritos deberían representar lo que hay en cualquier

estantería de biblioteca: copias y originales de libros y

documentos. Como en cualquier biblioteca, distintas obras

podrían ofrecer el mismo contenido y habría libros de distintas

épocas.

Esta última idea fue rápidamente descartada por el Equipo

del Manuscrito. Ellos consideraron, de forma injustifi cada, que

la mayoría de los pergaminos databan aproximadamente de la

misma época, y que eran obra de un único grupo de escribas.

También se aceptó sin discusión que aquellos que hicieron los

pergaminos habitaban el asentamiento de Qumrán cuando

Roma gobernaba Judea.

De forma sorprendente, fue el Profesor Sukenik el que ofreció

por primera vez la teoría de que la autoría de los pergaminos

se debía a una secta llamada los Esenios. Aunque no

hay ningún indicio de la palabra esenio en ningún pedazo de

pergamino encontrado en toda la árida y polvorienta región

de Judea, la École Biblique aceptó lo que aún sigue siendo

una teoría. Ellos y sus seguidores creen que es evidente que

los autores de los Manuscritos del Mar Muerto fueran Esenios,

 

y que además también fueran los primeros cristianos. Sin

embargo, cuando yo escribo estas palabras, más de cincuenta

años después de esos hechos, ese debate sigue vivo, así como

aquel sobre quién residía realmente en Qumrán. Una teoría

sugiere que son los restos de una villa romana, mientras que

otra mantiene que era un puesto de avanzada militar.

Es posible que fuera ambas cosas en distintos momentos de

la historia, el asentamiento de ciertos grupos de demografía

variante. Es obvio que incluso los beduinos pudieron habitar

allí, utilizando el lugar para dar cobijo a su ganado.

En una clara muestra de lo que la psicología freudiana llama

«proyección», los ascetas de la École Biblique sólo vieron la artesanía

de proto-monjes que, como ellos, se creía que rechazaban

a las mujeres y otros placeres mundanos. La École Biblique

controlaba los pergaminos. Parece que este fue el marco en

el que se desarrollarían las investigaciones de los Manuscritos

del Mar Muerto desde el principio. Años después, escribiendo

para Vanity Fair, Ron Rosenbaum interpretaría la situación de

esta forma:

«Ellos tenían el poder de controlar el acceso a los

textos, estando así al alcance de ellos mismos y de

unos pocos licenciados y acólitos favorecidos a los que

obsequiaban con un preciado fragmento. Este acceso

privilegiado se convirtió en la base de carreras académicas

de toda una vida, y en el origen de un imperio de

eruditos; los pergaminos eran el núcleo de los estudios

bíblicos contemporáneos, por lo que los estudiosos

del pergamino se volvieron poderosos, superestrellas

académicas trotamundos.»[17]

Esta situación persistió durante cerca de cincuenta años hasta

que la publicación de algunos textos clave reveló finalmente el

rico carácter judío de los Manuscritos del Mar Muerto. Hoy, los

manuscritos están divididos en tres categorías generales. El Manuscrito de Isaías expuesto en Jerusalén en el Shrine of the Book, textos religiosos, y una parte de escritos denominados «apócrifos

». Otra parte de las obras abarca aspectos de la conducta

dentro de la comunidad.

Algo que todos estos escritos tienen en común es el carácter

Kosher que los impregna.

Si un judío ortodoxo contemporáneo leyera los Manuscritos

del Mar Muerto, quedaría sorprendido por la continua aparición

de sus creencias y prácticas, que se remontan hasta la

antigüedad. También podría examinar los pequeños tefi llin de piel (filacterias) descubiertos en esas mismas cuevas y vería que estaban construidos del mismo modo que aquellos que se pone para sus oraciones diarias.

Flavius Josephus, un historiador judío que nació el mismo

año que el déspota romano Calígula llegó al poder en Roma,

es uno de los tres escritores de esa época que menciona una

secta judía de nombre Esenios.

Según la descripción de Josephus, estos hombres no tenían

muy buena opinión del matrimonio y veían a las esposas como

un estorbo. A primera vista, esa apreciación sobre las mujeres

parece que era compartida por los autores de los Manuscritos.

Este es el aspecto más incomprendido de estos documentos, a

causa de las numerosas contriciones impuestas a los miembros

masculinos de la comunidad encontradas en escritos sectarios

que tratan de la vida diaria. Pero eso es también lo que uno

encuentra en la Torá.

Pregunta a cualquier judío ortodoxo y te dirá que la mayoría

de los mitzvoth (mandamientos) en la Torá están dirigidos a los

machos de las especies. Se espera menos de una mujer judía

porque ante los ojos del Creador, tal y como se encuentra en

la Torá, ella está hecha para criar y cuidar, y posee una sabiduría

innata. En cambio los hombres tienen que esforzarse para

llegar a ser seres espirituales. Por la misma razón, la mayoría

de las directrices en las Reglas Comunitarias están dirigidas a

la población masculina.

No hay ningún mandamiento en los Manuscritos del

Mar Muerto que ordene ser soltero.

Hay textos que apoyan la ley de la Torá que prohíbe a un

kohen (sacerdote) casarse con un tipo de pareja equivocada.

El documento conocido como 4QMMT subraya la obligación del kohanim (clero), los Hijos de Aarón, de casarse bajo ciertas

disposiciones:

«Ellos son sagrados, y los hijos de Aarón son (la

mayoría sagrados). Pero sabes que algunos sacerdotes

y (los seglares se mezclan con ellos)... (Y ellos) se unen

con otros y contaminan la semilla (sagrada) (así como)

su propia (semilla) con mujeres con las que les está

prohibido casarse.» 4QMMTT (B79-92)

Ahora compara las líneas de arriba con el mitzvah (precepto

jurídico-religioso) dado al kohanim en el Libro del Levítico:

«No contraerán matrimonio con mala mujer, ni con

vil ramera, ni con la repudiada de su marido, porque

el sacerdote está consagrado a su Dios. Tomará virgen

por mujer; mas no viuda, ni repudiada, ni deshonrada,

ni ramera. Tomará una virgen de las de su pueblo, y

no profanará su descendencia levítica, pues yo soy el

Señor, que le santifico.» Levítico 21, 7-15

Estas leyes eran necesarias porque los kohanim estaban sujetos

a un criterio más estricto que el resto de la comunidad de

Israel. Como se puede ver en una de las líneas de los versículos

de arriba, «…tomará una virgen de las de su pueblo…», los

hombres de la tribu de Leví no estaban autorizados a casarse

fuera de su tribu. Esto era para preservar su linaje y mantenerlo

en su totalidad. Hay sobrada evidencia de que esto se practicó

en cierto momento. Estudios genéticos han descubierto que

los judíos que se atribuyen ser descendientes de la tribu de los

sacerdotes de Leví, tienen todos una marca genética propia

que no se encuentra en otros judíos.

Por muy desarrollado que estuviera en Qumrán el sistema del agua y los baños rituales, tanto en la antigüedad como en la actualidad, un judío ortodoxo debe hacer visitas regulares al mikvah para purificarse por diversas razones. Por ejemplo,

las mujeres judías deben ir al mikvah al menos una vez al mes.

El famoso Documento de Damasco encontrado en el Geniza[25] de El Cairo nos ayuda en aclaraciones complementarias.

La otra denominación dada a este preciado documento es «Fragmentos Sadoquitas», así llamado por las referencias a los Hijos levíticos de Sadoc. La tumba de Sadoc, cripta funeraria de un personaje histórico auténtico de la época del Primer

Templo, aparece mencionada directamente en el Manuscrito

de Cobre.

Los textos Sadoquitas son considerados frecuentemente los

«Primeros Manuscritos del Mar Muerto», ya que fueron descubiertos

en 1897 en el Viejo Cairo, en la Sinagoga de Ben Ezra,

por el Doctor William Bowen de Cambridge. Este lugar es

famoso por haber sido la sinagoga del gran sabio judío Maimónides

(the Rambam). Existe la leyenda de que fue construida

en el mismo lugar en el que Moisés fue sacado del Nilo en

su pequeño cesto rojo. Solomon Schechter llevó la gran cantidad

de literatura judía encontrada en el Geniza a Cambridge,

donde permanece hoy en día.

La importancia del Documento de Damasco es innegable. Las

referencias a los Hijos de Sadoc establecen una sólida conexión

con los Manuscritos del Mar Muerto. Por ejemplo, uno de los

primeros manuscritos encontrados en Qumrán en la cueva 1

también menciona a los Hijos de Sadoc. Es importante recordar

que Sadoc era el Kohen Gadol (Sumo Sacerdote) en tiempos de

Salomón. Según Ezequiel 44,15 la línea sadoquita fue distinguida

y autorizada para dirigir el culto en el futuro templo. Esa

prevista casa de oración para todos los pueblos aparece detallada

en el Manuscrito del Templo encontrado en la Cueva 11.

No quiero ser pesado, pero dado que los Fragmentos Sadoquitas

están ciertamente relacionados con los documentos

encontrados en Qumrán, entonces rápidamente podemos

disipar cualquier idea de que los autores estuvieran en contra

del matrimonio. Y así lo menciona Lawrence Schiffman en su

libro, titulado con gran acierto Reclaiming the Dead Sea Scrolls:

«Por el contrario, los Fragmentos Sadoquitas contienen

muchas indicaciones sobre una sociedad en la que

el matrimonio y la familia eran la norma.

He aquí una de esas indicaciones que Schiffman cita de los

textos Sadoquitas:

«Si viven en el campo de acuerdo con la costumbre

del país, y se han casado y tenido hijos, entonces ellos

estarían viviendo de acuerdo con la Torá.» Fragmentos

Sadoquitas 7, 6-17[27]

Pruebas de la presencia de mujeres y niños en una comunidad

presuntamente célibe en Qumrán; un linaje de sacerdotes

al servicio del Primer Templo; y el descubrimiento del Manuscrito

del Templo. Todas ellas son piezas vitales que alimentaron

mi propia búsqueda, durante décadas, de los tesoros sagrados

meticulosamente grabados en el Manuscrito de Cobre y escondidos

cerca del Mar Muerto, en el Valle de Acor.

 

Capítulo IV

 

UN MANUSCRITO DISTINTO A CUALQUIER OTRO

 

Esa noche dejé al Profesor Baker ansioso por poner

a prueba su máquina con el primer manuscrito…

Habíamos acordado que él debía hacer el primer corte

a la mañana siguiente, pero no me sorprendió escuchar

su voz al teléfono esa noche diciéndome, entre jadeos,

que lo había hecho. El rollo no estaba deshecho en

mil piezas; el primer segmento ahora está a la luz.

Los beduinos recibieron una recompensa de menos de cien dólares por haber encontrado el primer conjunto de Manuscritos

del Mar Muerto. Con la esperanza de conseguir una mejor

recompensa, reunieron renovadas energías para descubrir

más riquezas arqueológicas, alentados por el descubrimiento

de una segunda cueva en Qumrán. La excavación fue dirigida

por Gerald Lankester Harding, Director de la Autoridad

Jordana de Antigüedades, en cooperación con la École Biblique,

el Museo Arqueológico de Palestina y la Escuelas Americanas

de Investigación en Oriente, o ASOR (American Schools

of Oriental Research).

 

Según los informes publicados, el 14 de marzo de 1952

fue localizada una tercera cueva por Henri de Contenson.

La cámara estaba solamente a 9 ó 10 yardas de profundidad,

y justo al norte de la cueva 1Q. Dentro de la derrumbada cámara había docenas de vasijas de barro vacías, huesos y

algunos trozos de pergamino. El 20 de marzo se encontró el

Manuscrito de Cobre en dos partes, una puesta sobre la otra.

Era evidente que esas dos partes habían estado allí desde la

antigüedad porque estaban fijadas a la pared de la cueva por

una piedra grande y redonda.

Este ha sido el único manuscrito de cobre encontrado en

Israel, incluso hasta ahora. Dada su antigüedad, el metal se

había oxidado casi por completo y estaba extremadamente

quebradizo. Cualquier intento de desenrollarlo provocaría

que se hiciera añicos. Se sugirieron diversos métodos para

abrir manuscritos, tales como envolver el objeto en oro puro y

después desenrollarlo.

Finalmente, el equipo decidió esperar hasta que se pudiera

utilizar un dispositivo o plan adecuado para abrir el Manuscrito

de Cobre. Este nuevo hallazgo se pudriría bajo un cristal

en un museo de Jerusalén.

Entra en escena el Profesor K.G. Kuhn, que estaba como

profesor visitante de la Universidad de Heidelberg. Según la

viva descripción de John Allegro, Kuhn pasó horas mirando

fijamente este curioso objeto metálico, tomando notas y

decodificando los caracteres hebreos que parecían mofarse

con palabras como «oro», «plata» y «enterrado». En este

momento, nadie parecía interesado por lo que Kuhn tenía

que decir sobre el manuscrito. Permaneció como un enigma

durante muchos años.

Cuando John Allegro se unió al Equipo del Manuscrito en

Jerusalén, los misterios del Manuscrito de Cobre le atrajeron.

Convenció a Harding de que los recursos necesarios para abrir

el manuscrito se encontrarían en Inglaterra, en el Colegio de

Ciencia y Tecnología de Manchester, donde Allegro solía dar

clases.

En la primavera de 1955, Harding consiguió el permiso para

entregar a Allegro una de las dos secciones enrolladas. Ese

verano, Allegro se había asociado con el Profesor H. Wright

Baker, profesor de Ingeniería Mecánica, y juntos diseñaron

una máquina que examinaría el manuscrito segmentado,

ahora conocido como 3Q15[30]. Antes de cortarlo, lo cubrieron

con un material sintético que lo sellaba para evitar que se fragmentara

alguno de los segmentos.

Después de comprobar la inestabilidad del dispositivo de

Rube Goldberg, Allegro y Baker dieron el trabajo por terminado

por ese día. Pero, tal y como reveló más tarde Allegro

en su libro sobre el Manuscrito de Cobre, parece ser que la

curiosidad de Baker fue más fuerte que él, y esa noche serró

el manuscrito. La máquina había funcionado bien. Más tarde,

cuando la tarea de la sierra casera de cortar pergaminos que

había diseñado Baker hubo terminado, el Manuscrito de

Cobre quedó dividido en 23 segmentos ligeramente ondulados.

Ahora se podían leer los contenidos por primera vez en

dos mil años