3 / “Un poco de gracia, un poco de
encanto, un poco de las excentricidades de Marlon”
Cuando
usted era un muchacho que crecía en Nebraska, ¿se podía imaginar que acabaría
de propietario de una isla de los mares del Sur?
BRANDO Esto
lo conocí a los doce años. Si hacía cinco asignaturas, suspendía cuatro; sólo
cuatro, y las suspendía todas; si hacía tres, aprobaba dos. De modo que me
enviaban a —¿cómo se llama?— una sala de estudio. Me iba a leer libros a la
biblioteca. Solían tener números atrasados de National Geographic.
Siempre sentí afinidad hacia este lugar. A lo largo de los años, leí sobre él.
Luego, en 1960, vine aquí. No sentí una gran sorpresa, era como una
confirmación de lo que conocía, o de lo que pensaba que era.
¿Cómo
descubrió Tetiaroa?
BRANDO Un
día estaba en lo alto de una colina, con un amigo, y yo miré y estaba ahí
delante. Y yo dije: “¿Qué es eso?” Y alguien dijo: “Tetiaroa”. Y yo dije: “¿Qué
es eso?” “Una isla”. “¿Quién vive ahí?” “Una anciana llamada Sra. Duran”. “¿Se
puede visitar la isla?” “No, no se puede”. De modo que busqué alguien que
conociera a la señora y me llevara en una barca. Hablé con ella siete horas.
Estaba ciega y llevaba allí veinticinco años. Una mujer admirable, a la que
valía la pena escuchar. Aún lamento no haber tomado nota de sus historias. Me
contó todo tipo de historias, la mayor parte sobre el antiguo Tahití, cómo era,
y sobre la Polinesia francesa. Tenía cuarenta gatos y perros y un gran
cementerio para ellos. Paseaba por la isla siguiendo un alambre, ligaba un
trapo en el alambre y caminaba. Luego cuando llegaba al árbol en que estaba
clavado el alambre, quitaba el trapo y caminaba un poco más. Era una persona
alegre y radiante. Y yo le dije: “Si alguna vez quiere vender la isla, me
gustaría que pensara en mí”. Y ella respondió: “Bueno, si ese día llega, lo
haré”. Y llegó el día en que lo hizo. No sé por qué me escogió a mí. Aunque a
mí me había gustado la isla y ella sabía que yo me ocuparía y la protegería.
Bueno, no sé si lo sabía, pero al menos ella pensaba que yo lo haría.
¿Tuvo
algún momento de duda a la hora de comprar este atolón?
BRANDO Ninguno.
Pensé que era una gran oportunidad. Debes tener un permiso para comprar tierras
aquí; tan sólo la puedes comprar a otros extranjeros. Hice la solicitud para
comprar las tierras y me reuní con el gobernador. Le dije: “¿Puede pensar en
algún motivo por el cual no me den la aprobación?” Y él contestó: “No, Sr.
Brando, nos hace felices tenerle a usted en nuestra comunidad, nos encanta que
usted se convierta en el propietario de Tetiaroa”. Un día antes de que él
abandonara su oficina para regresar a Francia para siempre jamás, y convertirse
en un burócrata en cualquier lugar, me mandó un telegrama que decía: “La
autorización para comprar Tetiaroa le ha sido denegada”. Me imaginé que se
había acabado. Cuando se lo dije a la Sra. Duran, ella me dijo: “Está claro,
tiene que seguir insistiendo”. Posteriormente, descubrí que había muchas
complicaciones desagradables detrás del caso. Había gente interesada que quería
la isla y habían encontrado la manera de que se me rechazara. Así que fui a
París. Allí tenía amigos que conocían a gente del gobierno y me los
presentaron. Les dije lo que quería hacer, y ellos estuvieron de acuerdo. Y
conseguí la autorización para comprar.
Bien,
desde luego, es un lugar perfecto para realizar esta entrevista: sin teléfonos
que molesten, sin visitantes imprevistos, ni interrupciones.
BRANDO Aquí
es una vida muy elemental. Tenemos el cielo, el mar, los cangrejos, los peces,
el sol... lo básico.
Durante
la mayor parte de su carrera usted ha evitado conceder cualquier tipo de
entrevistas largas. ¿Qué hago yo aquí?
BRANDO Normalmente,
no lo haría, no estaría haciendo esta entrevista. Si no fuera por el hecho de
que Hugh Hefner es un tipo que puso cincuenta mil dólares para que Russell
Means saliera de la cárcel de Dakota del Sur.
¿Por
qué estaba Means en la cárcel?
BRANDO No
me acuerdo, ha estado entrando y saliendo de la cárcel muchas veces. Le
detienen por escupir en la acera o por tener las manos en el bolsillo, por
merodear, por cualquier cosa. Hugh puso cincuenta mil dólares, y se comprometió
con la situación de los indios. Sé que lo hizo porque creyó que era correcto.
No fue algo que hiciera por una especie de antojo. Se trataba de un gesto de
confianza. Se lo agradecí mucho y le dije que me gustaría escribir un artículo
si era de interés para la revista, y él dijo: Sí. Luego se me propuso hacer una
entrevista, no me iba a quedar quieto por eso, y dije que claro. Aunque estuve
algún tiempo luchando conmigo mismo para averiguar cuáles iban a ser las reglas
del juego.
Y
cuando descubrió que no habría reglas del juego, ¿no lamentó haber dicho que
sí?
BRANDO He
lamentado la mayoría de entrevistas. Porque no escriben lo que dices o te ponen
fuera de contexto, o lo yuxtaponen de tal manera, que no es un reflejo de lo
que has dicho. Y luego, puedes decir algo de un cierto modo, con una sonrisa,
pero cuando aparece impreso no hay sonrisa alguna.
Eso
se puede indicar siempre entre paréntesis. Aunque cuando usted hace una rara
aparición pública, como hizo en televisión hace algunos años con Dick Cavett,
no prodigó muchas sonrisas. Ante Cavett usted insistió testarudamente en pasar
una hora y media con un solo tema, los indios, lo que parecía ponerle a él muy
nervioso.
BRANDO Sí.
Él siguió planteándome preguntas, me hizo incomodar. En aquella época, Dick
tenía problemas con los índices de audiencia. Es un buen entrevistador:
brillante, ingenioso, inteligente, y crea opinión. Pero en mi caso no lo hizo
bien, porque yo era intransigente e intratable y no quería contestar lo que
creía que eran preguntas idiotas. Lo que hizo que el programa fuera aburrido.
No
fue así cuando los hermanos Maysles filmaron su documental —“Meet Marlon Brando”—
con usted ante la prensa.
BRANDO Yo
estaba borracho. Fue de lo más divertido. Querían sacar una película de allí.
Nunca la vi. Aunque, la experiencia más descorazonadora fue en la BBC. Fui a un
programa que se titulaba algo así como Tonight. Estaba muy nervioso.
Todo lo que hizo el presentador fue realizarme preguntas sobre Superman:
cuánto dinero había ganado y cosas así. Y él dijo: “¿Estaba listo para ponerse
su vestido para Superman?” Y yo respondí: “Bien, Wounded Knee ocurrió en
1973”. No quería quedarme callado en ninguna de las preguntas de mierda, aunque
a la vez quería ser atento. Hicieron un montaje, de modo que yo no decía nada.
Realmente parecía un idiota.
Luego bajé para hablar con siete periodistas
del Times de Londres, de todos los periódicos. Estuve tres horas
hablando con ellos de los indios norteamericanos. Todos publicaron fotos mías
con mi vestido de Superman y sólo hablaron de eso. Luego, de vez en cuando, en
la última página: “y... bla bla bla bla bla los indios norteamericanos.” Me
sentí horrorizado. No podía creer que la calidad del periodismo estuviera así,
y que todos pasaran tanta hambre como para ir por la pasta hasta ese extremo. Y
que la BBC hiciera eso. Fue asqueroso.
Aunque
no muy sorprendente. Estar frente a usted para que hable sobre los indios no es
una gran exclusiva periodística, ¿verdad? No es para denigrar lo que tenga que
decir sobre el tema, pero el hecho es que cualquiera que le entrevista quiere
obtener más de usted, que no un único tema social.
BRANDO Sí,
pero qué ambición tan miserable. Sé que si usted quiere ir un poco en esa
dirección, seguro que la entrevista tendrá más éxito, porque la gente la leerá,
será un poco más provocadora e inusual: pase el dedo bajo el auténtico Marlon
Brando, lo que piensa en realidad y todo eso. Pero yo no voy a echarme a los
pies del público estadounidense para invitarles a entrar en mi alma. Mi alma es
un lugar privado. Y tengo algo de rencor por el hecho de vivir en un sistema,
en el que tienes que hacer eso. Me veo a mí mismo haciendo concesiones porque,
normalmente, no hablaría de nada de eso, no son más que chismorreos. Ni es
absorbente, ni significativo, ni importante, no tiene nada que ver con lo que
son nuestras vidas. Son conversaciones de comida para perros. Pienso que el
tema de los indios es lo bastante interesante para que no tengamos que hablar
de otros temas. Aunque tengo la vaga impresión de que usted sabe dónde reside
la esencia de una entrevista comercial, y que una buena historia comercial no
sería necesariamente una que no mencionara a los indios norteamericanos en
absoluto. Para mí, es la única parte que importa.
Pero
usted es consciente que son las otras partes las que nos importan. Su pasión
está con los indios, pero su habilidad, si le parece, es como actor.
BRANDO Supongo
que tengo un rencor ardiente por el hecho de que cuando la gente te conoce,
piensan que están ante un actor cinematográfico que es una celebridad
gilipollas, en vez de una persona, alguien que tiene otro punto de vista, u
otra vida, o que le preocupan otras cosas. Esta parte idiota de la vida
debe ir por delante de las cosas como si fuera de una gran importancia.
Pero
una entrevista entera que sólo trate de los problemas de los indios se
convertiría en inevitablemente aburrida.
BRANDO Me
gustaría ser capaz de aburrir a la gente con el tema de los indios... ya que
empiezo a creer que es verdad, que a todo el mundo le aburren estos temas.
Nadie quiere pensar en temas sociales, en la justicia social. Y esos son los
grandes temas a los que nos confrontamos. Ése es uno de los dilemas de mi vida.
A la gente no le importa un comino. Pregunte a la mayoría de jóvenes sobre lo
que pasó en Auschwitz o sobre la forma en que a los indios norteamericanos se
les asesinó como pueblo y territorio, hasta más no poder, no saben nada sobre
el tema. Y no quieren saber nada. La mayoría de la gente sólo quieren su
cerveza o su culebrón o su canción de cuna.
Sea
como sea, puede estar seguro que hay muchas personas que, como mínimo, están
interesadas en lo que tenga usted que decir, para tomar un ejemplo al azar,
sobre el hecho de que Marilyn Monroe expresara antaño el deseo de representar a
Lady Macbeth en su Macbeth, o de lo que usted indudablemente dirá sobre las
injusticias sociales del pasado y del presente.
BRANDO Mire,
usted va a ser el árbitro de lo que es importante y de lo que crea que son los
ingredientes de la particular salade niçoise que debería ser esta
entrevista; va a tener un poco de gracia, un poco de encanto, un poco de las
excentricidades de Marlon, vamos a levantar la tapadera aquí y vamos a subir el
dobladillo del vestido, y luego hablaremos sobre los indios. Pero hay cosas que
usted conoce bien y es consciente de que son importantes. La cuestión de los
alimentos es una de ellas, la UNICEF es otra, las agresiones humanas es otra,
la injusticia social en nuestro propio patio trasero es otra, la injusticia
humana en cualquier parte del mundo. Esos son temas que tenemos, con los que
nos enfrentamos nosotros mismos y los demás, y que tratamos con ellos. Quizá lo
que yo pueda decir sobre el particular carezca de sentido, o no sea más que un
dato, o que no ofrezca ninguna solución, pero el hecho es que, si todos nos
ponemos a hablar de ello y lo examinamos, en vez de escuchar mis opiniones
sobre la interpretación, que son absolutamente irrelevantes, quizá se podría
hacer algo.
Cuando digo irrelevantes, desde luego que son
importantes para ganar dinero, y escribir un artículo que atraerá a más
lectores. Tienes que tener algo así como una especie de instinto cómplice con
los lectores, para que si toman la primera página y leen sobre lo que yo opino
de lo que piensa Marilyn Monroe de mí, el Rey Lear de su Ofelia, o algo tan
absurdo como eso, o si ella tenía una bonita figura y ¿qué piensa usted de las
mujeres que utilizan pesas para desarrollarse los senos? —exagero para que esté
claro— después la gente leerá eso, y luego quizá vayan un poco más allá y lean
algo sobre los indios que no sabían.
Bueno,
finalmente aquí llegamos a un punto de acuerdo. Tiene toda la razón. ¿Sabía
usted que Marilyn le consideraba como su actor preferido?
BRANDO No
sé cómo responder a la pregunta. [Irónicamente] “Oh, bueno, qué bien,
por Dios, no sabía que a Marilyn le gustara en cuanto a eso. (...) Vale, bueno,
ella era una actriz admirable, desde luego que me habría gustado...,” no puedo
responder a eso, estoy harto de esa mierda.
¿Puede
responder a lo que le sucedió a ella?
BRANDO No,
no quiero hablar sobre eso, no es más que parloteo, chismorreo, mierdoso... es
destripar un fantasma... la opinión de Marlon Brando sobre la muerte de Marilyn
Monroe. Me horroriza. Lo que ella dijo sobre mí y lo que yo pueda decir sobre
ella, sólo conduce a la nada más absoluta.
No
necesariamente. ¿Y si el asunto nos conduce al tema del suicidio? ¿Y si lo que
yo intento, en realidad, es poder preguntarle si a usted le ha pasado alguna
vez por la cabeza...?
BRANDO “Y
si”; no era eso, no era “Y si.”
¿Cómo
lo sabe? Usted no sabe la dirección que pueden tomar estas preguntas.
BRANDO Ahora
me está ofreciendo su yeshiva bocher, ¿sabe usted de qué se trata?
Es
yiddish.
BRANDO Su yeshiva
bocher es yiddish. Esto son dos judíos bajo el puente de Williamsburg. Es
el equivalente de los cristianos discutiendo por cuántos ángeles bailan en la
cabeza de un alfiler.
De
acuerdo, ya hemos establecido su desgana para hablar de personajes que no
tienen que ver con el tema, y el deseo manifiesto por mi parte de no intentar
robarle cosas, sino de enfrentarle con preguntas que quizá no quisiera que se
le plantearan. ¿Podemos seguir?
BRANDO No
le estoy calumniando por sus esfuerzos, porque lo que usted hace, lo hace muy
concienzudamente y con buen gusto. Lo que estoy diciendo es que hay preguntas
que buscan el dinero. Las que tienen la mejor recompensa son las más controvertidas,
las más sorprendentes, las más llamativas. La idea es captar un panorama
brillante, que nadie haya visto todavía, para que usted tenga algo extraño que
ofrecer, que vender. No creo en lo de lavar mi ropa interior sucia ante todo el
mundo, y las confesiones de las estrellas cinematográficas no me interesan.
Mike Wallace tenía un programa, era uno de los asombrosos, hace algunos años.
Invitaba a gente para que hablaran sobre sí mismos. Y sólo mediante la
conversación, ellos lo vomitaban todo sobre la cámara, sobre él, y la mesa, y
en sus mismos regazos, y nos hablaban de sus problemas con el olor corporal, la
bebida, o de su incapacidad para entablar una relación sexual satisfactoria con
el canguro, que tenían de mascota. Yo me quedaba apabullado. Estaba fascinado
con ese programa. Él era maravilloso: es muy experto, le gusta jugar el papel
del reportero brillante e incisivo. Es un reportero de investigación muy bueno.
Hay un mar de gente que adoran hablarte de sí
mismos, y no paran, todos esos pedazos de información poco apetitosos, su
carácter exhibicionista, y no pueden dejar de hablar de sí mismos. Veo esos
programas de televisión y me quedo impresionado por esas personas que no paran
de hablar de lo suyo, de sus familias, las esposas, o los problemas que tienen.
Hubo un tipo que habló de la operación que le habían practicado en el pene [Ríe].
Me quedé pasmado.
De todas maneras, lo que la gente tiene ganas
de hacer ante un público es desconcertar. No entiendo por qué lo hacen. Supongo
que les hace sentir menos solos. Siempre lo encuentro desagradable y es algo
que no me gusta hacer. ¿Ha leído alguna vez los retratos de Hollywood de
Lillian Ross en el New Yorker? En su mayoría, eran citas de lo que
decían las celebridades. Sólo con las palabras, ya se ponían la soga al cuello.
Eso
es lo que muchos críticos dijeron de usted cuando Truman Capote le hizo un
retrato en The New Yorker, durante
el rodaje de Sayonara, hace veintidós años. ¿Fue ese artículo el que le
decidió a no conceder entrevistas?
BRANDO No.
Lo que tardé mucho en darme cuenta es que el dinero era la motivación principal
de cualquier entrevista. No necesariamente de manera directa, pero sí
indirectamente. Somos personas ligadas al dinero y todo lo que hacemos tiene
que ver con él, más o menos. Nuestros proyectos y actividades tienen que ver
con el ingreso y el movimiento del dinero. Soy una mercancía aquí sentada.
Nuestra reunión tiene que ver con el dinero. Usted gana dinero, su editor gana
dinero, y supongo que yo, de alguna forma, gano dinero. Si no hubiera dinero
implicado, usted no estaría aquí sentado haciéndome preguntas, porque no
cobraría por ello. Yo no estaría respondiendo las preguntas si no hubiera
implicado algún tipo de consideración monetaria. No es que lo consiga directamente,
sino que estoy pagando una deuda, por así decirlo. La gente busca las preguntas
de dinero, las respuestas de dinero, y esperan una pequeña flexión de tributo
en la conversación. Se ve cuando hablas, prestan mucha atención a
determinados temas.
¿Se
sintió así con Capote?
BRANDO No,
él es un escritor demasiado bueno como para escribir charlatanerías
sensacionalistas. Aunque él podría desviar o arreglar... todo el mundo
editorializa. Es inevitable. Me gustó la crítica de Kenneth Tynan de A
sangre fría, que tituló “A dinero frío”. Era un buen libro, pero si Capote
podía atraer a trescientas personas a una fiesta, ¿por qué no les convencía de
luchar contra la pena de muerte? Porque habría arruinado cinco años de
investigación y su libro.
En
el curso del tiempo, Capote, no ha se mostrado muy amable cuando escribe o
habla sobre usted. Piensa que sigue inventando su inquietud por diversas causas
sociales como una forma de autodramatización y una manera de aliviar un
impreciso sentido de inutilidad y de culpa. ¿Hay algo de eso?
BRANDO Eso
es una invasión de la privacidad. Quiero decir que hay algo de obsceno en
confesar tus sensaciones y sentimientos para que todo el mundo los vea. Y, de
todas maneras, ¿a quién cojones le interesa?
No
se enfade; usted sabe que a la
gente le interesa.
BRANDO No
me enfado. Pero pienso que a la gente no le interesa. La gente es curiosa. Y la
comercialización y la banalización de la curiosidad de la gente, es algo de lo
que no quiero formar parte.
Entonces,
¿qué cree que le interesa a la gente?
BRANDO No
les interesa nada.
¿Cuál
es la diferencia entre interesada y curiosa?
BRANDO La
curiosidad es algo rápido y superficial, el interés significa que tienes un
ensimismamiento duradero con algo, que estás metido realmente en ello.
¿Y
no cree que nadie tenga ese tipo de interés duradero con usted?
BRANDO No.
Pero
la gente lo tiene.
BRANDO ¿Cómo
lo sabe?
¿Por
qué estoy aquí? Si usted fuera Engelbert Pumperdink...
BRANDO Ya
ha hecho su “múmero”... [Se pone a reír]. (...) Usted no sabe decir
Engelbert Humperdinck y yo no sé decir “dinero”.
Si
usted fuera Bobby Darin...
BRANDO Está
muerto.
O
Wayne Newton o cualquier otro, dudo que yo estuviera aquí. Hay algo sobre el
hecho de que sea usted que diga “interés”. Y parte de eso es “Interés duradero”.
Gente que quiere saber quién es usted. ¿No lo ve así? Tiene que verlo, incluso
aunque no quiera ocuparse de ello.
BRANDO No.
Antes que nada, usted sabe perfectamente bien que usted no entrevista a
estrellas cinematográficas en paro y gente que no pueden conseguir un empleo. A
mí me pasó que tuve suerte y un par de
éxitos y, recientemente, algunas películas polémicas, pero no hace tanto tiempo
yo estaba en las últimas. Siempre me ha ganado la vida, pero nadie... nadie
me... llamaba. Supongo que si no hubiera tenido éxito en un par de películas,
en las que interpreté diversos tipos de personajes por diversos tipos de
dinero, usted no estaría aquí sentado.
¿Y
usted no cree, que incluso cuando está en las últimas, como usted dice, que...
BRANDO He
estado en las últimas varias veces.
¿Y
nadie le ha querido entrevistar entonces?
BRANDO Lo
ves en la cara de las azafatas del avión, lo ves cuando vas a alquilar un
coche, lo ves cuando entras en un restaurante. Si has hecho una película de
éxito, entonces te saludan, en algunos lugares, con un despliegue completo de
los treinta y dos dientes, y si estás algo apagado te dicen: “¿Todavía hace
películas? Recuerdo aquella cinta, bla bla bla”. Y así va la cosa. La cuestión
de todo esto es que la gente se interesa por gente que tiene éxito.
Y
por gente que será recordada. Que es por lo que estamos hablando.
BRANDO No
lo sé. Pienso que las estrellas cinematográficas son... para una década.
Pregunte ahora a los chicos jóvenes quién era Humphrey Bogart o Clark Gable.
“¿No jugaba con los Yankees?” “No, no, era un defensa en Cincinnati”.
¿Así
que usted cree que la fascinación por alguien como usted es fugaz?
BRANDO La
gente tiene tendencia a mitificar a todo el mundo, sea bueno o malo. Mientras
que la historia va pasando se va mitificando. Hay gente que cree que Nixon era
inocente, que es un hombre de refinamiento, nobleza, con firmeza de resolución,
y que debería ser reinstaurado como presidente, que no lo hizo mal. Y que hay
gente que no lo hace bien. Para cierta gente [el activista negro] Bobby Seale
era un símbolo depravado y pernicioso de algo que era destructivo para nuestra
sociedad, que debía contemplarse con gran cautela y prudencia, un hombre del
que no podía surgir nada bueno. Para otras personas, era un poeta, un espíritu
aristocrático.
Lo que cree la gente se lo cree en grado
sumo. La gente a la que les gustas, sin haberte conocido jamás, piensan que
eres absolutamente maravilloso; y luego la gente también te odiará, por razones
que no tienen nada que ver con ninguna experiencia auténtica contigo. A la
gente no le gusta perder sus enemigos. Tenemos enemigos predilectos, gente a la
adoramos odiar y a la que odiamos adorar. Si hacen algo bueno, no nos gusta. A
mí me ha pasado con Ronald Reagan. Para mí es un anatema. Si él hace algo que
es razonable, busco la manera de encontrar algo para interpretarlo de forma que
no lo sea, y que de algún modo huele a extremismo patriotero.
La mayoría de gente quiere esas fantasías de
los que se merecen nuestro odio; de esa forma nos quitamos mucha rabia de
encima; y de los que se merecen nuestra idolatría. Ya sea Farrah Fawcett o
cualquier otro, tanto da. Son unidades fácilmente sustituibles, que las puedes
sacar de un archivo. Johnnie Ray disfrutó de esa clase de fama y popularidad
histérica, y luego, de repente, ya no se sabía nada de él. Hoy en día los
Beatles no son nadie especial. Antaño tenían multitudes chillonas que les
perseguían, temían por sus vidas, les hacían túneles especiales. Ahora pueden
caminar casi por cualquier lugar. Porque la fantasía ha desaparecido. Elvis
Presley —hinchado, viejo, un cantante adolescente que de repente atrae gente a
Las Vegas— no tiene nada que ver con la excelencia, no es más que un mito. A la
gente le conviene creer que algo es maravilloso, y que por lo tanto, ellos son
maravillosos.
Kafka y Kierkegaard son espíritus admirables,
llegaron a parajes lejanos de la psique, a los que ningún otro escritor se
había atrevido a ir antes; para algunas personas, es lo que cuenta, Franz Kafka,
no Elvis Presley.
¿Piensa
que todo el mundo tiene héroes?
BRANDO Tienen
que tenerlos. Incluso héroes negativos. Ricardo III: “¿Puedo hacer ésto, y no
puedo conseguir una corona?/¡Vaya! Si fuera un poco más lejos, ¡la arrancaría!”
Se describe a sí mismo como un cachorro de oso sin lamer que no hace el menor
efecto como una hembra. Así que se complace en ello. Dice: “Y porque no puedo
tratar con sus leyes suaves... brinco en la habitación de una dama”, o algo
así. Dicho de otro modo, por el hecho de que la vida se le negara, haría lo
posible por ser malo, haría una carrera de maldad. La peor clase de malvado que
puedas llegar a ser: memorablemente malvado, aterradoramente malvado,
poderosamente malvado. Si hubiera tenido la oportunidad, podría haber sido poderosamente
creativo, poderosamente cariñoso, poderosamente noble. No tuvo la oportunidad
porque era retorcido y deforme, y amargado por esa experiencia. Shakespeare lo
dice maravillosamente: “Ahora es el invierno de nuestro descontento/Que se
torna en glorioso verano por este sol de York.” La gente que utiliza sus
energías negativa o positivamente, dichas energías están ahí para ser
utilizadas y ellos las aplicarán, de alguna forma.