3 / “Un poco de gracia, un poco de encanto, un poco de las excentricidades de Marlon”

 

 

Cuando usted era un muchacho que crecía en Nebraska, ¿se podía imaginar que acabaría de propietario de una isla de los mares del Sur?

BRANDO  Esto lo conocí a los doce años. Si hacía cinco asignaturas, suspendía cuatro; sólo cuatro, y las suspendía todas; si hacía tres, aprobaba dos. De modo que me enviaban a —¿cómo se llama?— una sala de estudio. Me iba a leer libros a la biblioteca. Solían tener números atrasados de National Geographic. Siempre sentí afinidad hacia este lugar. A lo largo de los años, leí sobre él. Luego, en 1960, vine aquí. No sentí una gran sorpresa, era como una confirmación de lo que conocía, o de lo que pensaba que era.

¿Cómo descubrió Tetiaroa?   

BRANDO  Un día estaba en lo alto de una colina, con un amigo, y yo miré y estaba ahí delante. Y yo dije: “¿Qué es eso?” Y alguien dijo: “Tetiaroa”. Y yo dije: “¿Qué es eso?” “Una isla”. “¿Quién vive ahí?” “Una anciana llamada Sra. Duran”. “¿Se puede visitar la isla?” “No, no se puede”. De modo que busqué alguien que conociera a la señora y me llevara en una barca. Hablé con ella siete horas. Estaba ciega y llevaba allí veinticinco años. Una mujer admirable, a la que valía la pena escuchar. Aún lamento no haber tomado nota de sus historias. Me contó todo tipo de historias, la mayor parte sobre el antiguo Tahití, cómo era, y sobre la Polinesia francesa. Tenía cuarenta gatos y perros y un gran cementerio para ellos. Paseaba por la isla siguiendo un alambre, ligaba un trapo en el alambre y caminaba. Luego cuando llegaba al árbol en que estaba clavado el alambre, quitaba el trapo y caminaba un poco más. Era una persona alegre y radiante. Y yo le dije: “Si alguna vez quiere vender la isla, me gustaría que pensara en mí”. Y ella respondió: “Bueno, si ese día llega, lo haré”. Y llegó el día en que lo hizo. No sé por qué me escogió a mí. Aunque a mí me había gustado la isla y ella sabía que yo me ocuparía y la protegería. Bueno, no sé si lo sabía, pero al menos ella pensaba que yo lo haría.

¿Tuvo algún momento de duda a la hora de comprar este atolón?

BRANDO  Ninguno. Pensé que era una gran oportunidad. Debes tener un permiso para comprar tierras aquí; tan sólo la puedes comprar a otros extranjeros. Hice la solicitud para comprar las tierras y me reuní con el gobernador. Le dije: “¿Puede pensar en algún motivo por el cual no me den la aprobación?” Y él contestó: “No, Sr. Brando, nos hace felices tenerle a usted en nuestra comunidad, nos encanta que usted se convierta en el propietario de Tetiaroa”. Un día antes de que él abandonara su oficina para regresar a Francia para siempre jamás, y convertirse en un burócrata en cualquier lugar, me mandó un telegrama que decía: “La autorización para comprar Tetiaroa le ha sido denegada”. Me imaginé que se había acabado. Cuando se lo dije a la Sra. Duran, ella me dijo: “Está claro, tiene que seguir insistiendo”. Posteriormente, descubrí que había muchas complicaciones desagradables detrás del caso. Había gente interesada que quería la isla y habían encontrado la manera de que se me rechazara. Así que fui a París. Allí tenía amigos que conocían a gente del gobierno y me los presentaron. Les dije lo que quería hacer, y ellos estuvieron de acuerdo. Y conseguí la autorización para comprar.

Bien, desde luego, es un lugar perfecto para realizar esta entrevista: sin teléfonos que molesten, sin visitantes imprevistos, ni interrupciones.

BRANDO  Aquí es una vida muy elemental. Tenemos el cielo, el mar, los cangrejos, los peces, el sol... lo básico.

Durante la mayor parte de su carrera usted ha evitado conceder cualquier tipo de entrevistas largas. ¿Qué hago yo aquí?

           

BRANDO  Normalmente, no lo haría, no estaría haciendo esta entrevista. Si no fuera por el hecho de que Hugh Hefner es un tipo que puso cincuenta mil dólares para que Russell Means saliera de la cárcel de Dakota del Sur.

¿Por qué estaba Means en la cárcel?

BRANDO  No me acuerdo, ha estado entrando y saliendo de la cárcel muchas veces. Le detienen por escupir en la acera o por tener las manos en el bolsillo, por merodear, por cualquier cosa. Hugh puso cincuenta mil dólares, y se comprometió con la situación de los indios. Sé que lo hizo porque creyó que era correcto. No fue algo que hiciera por una especie de antojo. Se trataba de un gesto de confianza. Se lo agradecí mucho y le dije que me gustaría escribir un artículo si era de interés para la revista, y él dijo: Sí. Luego se me propuso hacer una entrevista, no me iba a quedar quieto por eso, y dije que claro. Aunque estuve algún tiempo luchando conmigo mismo para averiguar cuáles iban a ser las reglas del juego.

Y cuando descubrió que no habría reglas del juego, ¿no lamentó haber dicho que sí?

BRANDO  He lamentado la mayoría de entrevistas. Porque no escriben lo que dices o te ponen fuera de contexto, o lo yuxtaponen de tal manera, que no es un reflejo de lo que has dicho. Y luego, puedes decir algo de un cierto modo, con una sonrisa, pero cuando aparece impreso no hay sonrisa alguna.

Eso se puede indicar siempre entre paréntesis. Aunque cuando usted hace una rara aparición pública, como hizo en televisión hace algunos años con Dick Cavett, no prodigó muchas sonrisas. Ante Cavett usted insistió testarudamente en pasar una hora y media con un solo tema, los indios, lo que parecía ponerle a él muy nervioso.

BRANDO  Sí. Él siguió planteándome preguntas, me hizo incomodar. En aquella época, Dick tenía problemas con los índices de audiencia. Es un buen entrevistador: brillante, ingenioso, inteligente, y crea opinión. Pero en mi caso no lo hizo bien, porque yo era intransigente e intratable y no quería contestar lo que creía que eran preguntas idiotas. Lo que hizo que el programa fuera aburrido.

No fue así cuando los hermanos Maysles filmaron su documental —“Meet Marlon Brando”— con usted ante la prensa.

BRANDO  Yo estaba borracho. Fue de lo más divertido. Querían sacar una película de allí. Nunca la vi. Aunque, la experiencia más descorazonadora fue en la BBC. Fui a un programa que se titulaba algo así como Tonight. Estaba muy nervioso. Todo lo que hizo el presentador fue realizarme preguntas sobre Superman: cuánto dinero había ganado y cosas así. Y él dijo: “¿Estaba listo para ponerse su vestido para Superman?” Y yo respondí: “Bien, Wounded Knee ocurrió en 1973”. No quería quedarme callado en ninguna de las preguntas de mierda, aunque a la vez quería ser atento. Hicieron un montaje, de modo que yo no decía nada. Realmente parecía un idiota.

  Luego bajé para hablar con siete periodistas del Times de Londres, de todos los periódicos. Estuve tres horas hablando con ellos de los indios norteamericanos. Todos publicaron fotos mías con mi vestido de Superman y sólo hablaron de eso. Luego, de vez en cuando, en la última página: “y... bla bla bla bla bla los indios norteamericanos.” Me sentí horrorizado. No podía creer que la calidad del periodismo estuviera así, y que todos pasaran tanta hambre como para ir por la pasta hasta ese extremo. Y que la BBC hiciera eso. Fue asqueroso.

Aunque no muy sorprendente. Estar frente a usted para que hable sobre los indios no es una gran exclusiva periodística, ¿verdad? No es para denigrar lo que tenga que decir sobre el tema, pero el hecho es que cualquiera que le entrevista quiere obtener más de usted, que no un único tema social.

BRANDO  Sí, pero qué ambición tan miserable. Sé que si usted quiere ir un poco en esa dirección, seguro que la entrevista tendrá más éxito, porque la gente la leerá, será un poco más provocadora e inusual: pase el dedo bajo el auténtico Marlon Brando, lo que piensa en realidad y todo eso. Pero yo no voy a echarme a los pies del público estadounidense para invitarles a entrar en mi alma. Mi alma es un lugar privado. Y tengo algo de rencor por el hecho de vivir en un sistema, en el que tienes que hacer eso. Me veo a mí mismo haciendo concesiones porque, normalmente, no hablaría de nada de eso, no son más que chismorreos. Ni es absorbente, ni significativo, ni importante, no tiene nada que ver con lo que son nuestras vidas. Son conversaciones de comida para perros. Pienso que el tema de los indios es lo bastante interesante para que no tengamos que hablar de otros temas. Aunque tengo la vaga impresión de que usted sabe dónde reside la esencia de una entrevista comercial, y que una buena historia comercial no sería necesariamente una que no mencionara a los indios norteamericanos en absoluto. Para mí, es la única parte que importa.

Pero usted es consciente que son las otras partes las que nos importan. Su pasión está con los indios, pero su habilidad, si le parece, es como actor.

BRANDO  Supongo que tengo un rencor ardiente por el hecho de que cuando la gente te conoce, piensan que están ante un actor cinematográfico que es una celebridad gilipollas, en vez de una persona, alguien que tiene otro punto de vista, u otra vida, o que le preocupan otras cosas. Esta parte idiota de la vida debe ir por delante de las cosas como si fuera de una gran importancia.

Pero una entrevista entera que sólo trate de los problemas de los indios se convertiría en inevitablemente aburrida.

BRANDO  Me gustaría ser capaz de aburrir a la gente con el tema de los indios... ya que empiezo a creer que es verdad, que a todo el mundo le aburren estos temas. Nadie quiere pensar en temas sociales, en la justicia social. Y esos son los grandes temas a los que nos confrontamos. Ése es uno de los dilemas de mi vida. A la gente no le importa un comino. Pregunte a la mayoría de jóvenes sobre lo que pasó en Auschwitz o sobre la forma en que a los indios norteamericanos se les asesinó como pueblo y territorio, hasta más no poder, no saben nada sobre el tema. Y no quieren saber nada. La mayoría de la gente sólo quieren su cerveza o su culebrón o su canción de cuna.

Sea como sea, puede estar seguro que hay muchas personas que, como mínimo, están interesadas en lo que tenga usted que decir, para tomar un ejemplo al azar, sobre el hecho de que Marilyn Monroe expresara antaño el deseo de representar a Lady Macbeth en su Macbeth, o de lo que usted indudablemente dirá sobre las injusticias sociales del pasado y del presente.

BRANDO  Mire, usted va a ser el árbitro de lo que es importante y de lo que crea que son los ingredientes de la particular salade niçoise que debería ser esta entrevista; va a tener un poco de gracia, un poco de encanto, un poco de las excentricidades de Marlon, vamos a levantar la tapadera aquí y vamos a subir el dobladillo del vestido, y luego hablaremos sobre los indios. Pero hay cosas que usted conoce bien y es consciente de que son importantes. La cuestión de los alimentos es una de ellas, la UNICEF es otra, las agresiones humanas es otra, la injusticia social en nuestro propio patio trasero es otra, la injusticia humana en cualquier parte del mundo. Esos son temas que tenemos, con los que nos enfrentamos nosotros mismos y los demás, y que tratamos con ellos. Quizá lo que yo pueda decir sobre el particular carezca de sentido, o no sea más que un dato, o que no ofrezca ninguna solución, pero el hecho es que, si todos nos ponemos a hablar de ello y lo examinamos, en vez de escuchar mis opiniones sobre la interpretación, que son absolutamente irrelevantes, quizá se podría hacer algo.

  Cuando digo irrelevantes, desde luego que son importantes para ganar dinero, y escribir un artículo que atraerá a más lectores. Tienes que tener algo así como una especie de instinto cómplice con los lectores, para que si toman la primera página y leen sobre lo que yo opino de lo que piensa Marilyn Monroe de mí, el Rey Lear de su Ofelia, o algo tan absurdo como eso, o si ella tenía una bonita figura y ¿qué piensa usted de las mujeres que utilizan pesas para desarrollarse los senos? —exagero para que esté claro— después la gente leerá eso, y luego quizá vayan un poco más allá y lean algo sobre los indios que no sabían.

Bueno, finalmente aquí llegamos a un punto de acuerdo. Tiene toda la razón. ¿Sabía usted que Marilyn le consideraba como su actor preferido?

BRANDO  No sé cómo responder a la pregunta. [Irónicamente] “Oh, bueno, qué bien, por Dios, no sabía que a Marilyn le gustara en cuanto a eso. (...) Vale, bueno, ella era una actriz admirable, desde luego que me habría gustado...,” no puedo responder a eso, estoy harto de esa mierda.

¿Puede responder a lo que le sucedió a ella?

BRANDO  No, no quiero hablar sobre eso, no es más que parloteo, chismorreo, mierdoso... es destripar un fantasma... la opinión de Marlon Brando sobre la muerte de Marilyn Monroe. Me horroriza. Lo que ella dijo sobre mí y lo que yo pueda decir sobre ella, sólo conduce a la nada más absoluta.

No necesariamente. ¿Y si el asunto nos conduce al tema del suicidio? ¿Y si lo que yo intento, en realidad, es poder preguntarle si a usted le ha pasado alguna vez por la cabeza...?

BRANDO  “Y si”; no era eso, no era “Y si.”

¿Cómo lo sabe? Usted no sabe la dirección que pueden tomar estas preguntas.

BRANDO  Ahora me está ofreciendo su yeshiva bocher, ¿sabe usted de qué se trata?

Es yiddish.

BRANDO  Su yeshiva bocher es yiddish. Esto son dos judíos bajo el puente de Williamsburg. Es el equivalente de los cristianos discutiendo por cuántos ángeles bailan en la cabeza de un alfiler.

De acuerdo, ya hemos establecido su desgana para hablar de personajes que no tienen que ver con el tema, y el deseo manifiesto por mi parte de no intentar robarle cosas, sino de enfrentarle con preguntas que quizá no quisiera que se le plantearan. ¿Podemos seguir?

BRANDO  No le estoy calumniando por sus esfuerzos, porque lo que usted hace, lo hace muy concienzudamente y con buen gusto. Lo que estoy diciendo es que hay preguntas que buscan el dinero. Las que tienen la mejor recompensa son las más controvertidas, las más sorprendentes, las más llamativas. La idea es captar un panorama brillante, que nadie haya visto todavía, para que usted tenga algo extraño que ofrecer, que vender. No creo en lo de lavar mi ropa interior sucia ante todo el mundo, y las confesiones de las estrellas cinematográficas no me interesan. Mike Wallace tenía un programa, era uno de los asombrosos, hace algunos años. Invitaba a gente para que hablaran sobre sí mismos. Y sólo mediante la conversación, ellos lo vomitaban todo sobre la cámara, sobre él, y la mesa, y en sus mismos regazos, y nos hablaban de sus problemas con el olor corporal, la bebida, o de su incapacidad para entablar una relación sexual satisfactoria con el canguro, que tenían de mascota. Yo me quedaba apabullado. Estaba fascinado con ese programa. Él era maravilloso: es muy experto, le gusta jugar el papel del reportero brillante e incisivo. Es un reportero de investigación muy bueno.

  Hay un mar de gente que adoran hablarte de sí mismos, y no paran, todos esos pedazos de información poco apetitosos, su carácter exhibicionista, y no pueden dejar de hablar de sí mismos. Veo esos programas de televisión y me quedo impresionado por esas personas que no paran de hablar de lo suyo, de sus familias, las esposas, o los problemas que tienen. Hubo un tipo que habló de la operación que le habían practicado en el pene [Ríe]. Me quedé pasmado.

  De todas maneras, lo que la gente tiene ganas de hacer ante un público es desconcertar. No entiendo por qué lo hacen. Supongo que les hace sentir menos solos. Siempre lo encuentro desagradable y es algo que no me gusta hacer. ¿Ha leído alguna vez los retratos de Hollywood de Lillian Ross en el New Yorker? En su mayoría, eran citas de lo que decían las celebridades. Sólo con las palabras, ya se ponían la soga al cuello.

Eso es lo que muchos críticos dijeron de usted cuando Truman Capote le hizo un retrato en The New Yorker, durante el rodaje de Sayonara, hace veintidós años. ¿Fue ese artículo el que le decidió a no conceder entrevistas?   

BRANDO  No. Lo que tardé mucho en darme cuenta es que el dinero era la motivación principal de cualquier entrevista. No necesariamente de manera directa, pero sí indirectamente. Somos personas ligadas al dinero y todo lo que hacemos tiene que ver con él, más o menos. Nuestros proyectos y actividades tienen que ver con el ingreso y el movimiento del dinero. Soy una mercancía aquí sentada. Nuestra reunión tiene que ver con el dinero. Usted gana dinero, su editor gana dinero, y supongo que yo, de alguna forma, gano dinero. Si no hubiera dinero implicado, usted no estaría aquí sentado haciéndome preguntas, porque no cobraría por ello. Yo no estaría respondiendo las preguntas si no hubiera implicado algún tipo de consideración monetaria. No es que lo consiga directamente, sino que estoy pagando una deuda, por así decirlo. La gente busca las preguntas de dinero, las respuestas de dinero, y esperan una pequeña flexión de tributo en la conversación. Se ve cuando hablas, prestan mucha atención a determinados temas.

¿Se sintió así con Capote?

BRANDO  No, él es un escritor demasiado bueno como para escribir charlatanerías sensacionalistas. Aunque él podría desviar o arreglar... todo el mundo editorializa. Es inevitable. Me gustó la crítica de Kenneth Tynan de A sangre fría, que tituló “A dinero frío”. Era un buen libro, pero si Capote podía atraer a trescientas personas a una fiesta, ¿por qué no les convencía de luchar contra la pena de muerte? Porque habría arruinado cinco años de investigación y su libro.

En el curso del tiempo, Capote, no ha se mostrado muy amable cuando escribe o habla sobre usted. Piensa que sigue inventando su inquietud por diversas causas sociales como una forma de autodramatización y una manera de aliviar un impreciso sentido de inutilidad y de culpa. ¿Hay algo de eso?

BRANDO  Eso es una invasión de la privacidad. Quiero decir que hay algo de obsceno en confesar tus sensaciones y sentimientos para que todo el mundo los vea. Y, de todas maneras, ¿a quién cojones le interesa?

No se enfade; usted sabe que a la gente le interesa.

BRANDO  No me enfado. Pero pienso que a la gente no le interesa. La gente es curiosa. Y la comercialización y la banalización de la curiosidad de la gente, es algo de lo que no quiero formar parte.

Entonces, ¿qué cree que le interesa a la gente?

BRANDO  No les interesa nada.

¿Cuál es la diferencia entre interesada y curiosa?

BRANDO  La curiosidad es algo rápido y superficial, el interés significa que tienes un ensimismamiento duradero con algo, que estás metido realmente en ello.

¿Y no cree que nadie tenga ese tipo de interés duradero con usted?

BRANDO  No.

Pero la gente lo tiene.

BRANDO  ¿Cómo lo sabe?

¿Por qué estoy aquí? Si usted fuera Engelbert Pumperdink...

BRANDO  Ya ha hecho su “múmero”... [Se pone a reír]. (...) Usted no sabe decir Engelbert Humperdinck y yo no sé decir “dinero”.

Si usted fuera Bobby Darin...

BRANDO  Está muerto.

O Wayne Newton o cualquier otro, dudo que yo estuviera aquí. Hay algo sobre el hecho de que sea usted que diga “interés”. Y parte de eso es “Interés duradero”. Gente que quiere saber quién es usted. ¿No lo ve así? Tiene que verlo, incluso aunque no quiera ocuparse de ello.

BRANDO  No. Antes que nada, usted sabe perfectamente bien que usted no entrevista a estrellas cinematográficas en paro y gente que no pueden conseguir un empleo. A mí me pasó que tuve suerte y  un par de éxitos y, recientemente, algunas películas polémicas, pero no hace tanto tiempo yo estaba en las últimas. Siempre me ha ganado la vida, pero nadie... nadie me... llamaba. Supongo que si no hubiera tenido éxito en un par de películas, en las que interpreté diversos tipos de personajes por diversos tipos de dinero, usted no estaría aquí sentado.

¿Y usted no cree, que incluso cuando está en las últimas, como usted dice, que...

BRANDO  He estado en las últimas varias veces.

¿Y nadie le ha querido entrevistar entonces?

BRANDO  Lo ves en la cara de las azafatas del avión, lo ves cuando vas a alquilar un coche, lo ves cuando entras en un restaurante. Si has hecho una película de éxito, entonces te saludan, en algunos lugares, con un despliegue completo de los treinta y dos dientes, y si estás algo apagado te dicen: “¿Todavía hace películas? Recuerdo aquella cinta, bla bla bla”. Y así va la cosa. La cuestión de todo esto es que la gente se interesa por gente que tiene éxito.

Y por gente que será recordada. Que es por lo que estamos hablando.

BRANDO  No lo sé. Pienso que las estrellas cinematográficas son... para una década. Pregunte ahora a los chicos jóvenes quién era Humphrey Bogart o Clark Gable. “¿No jugaba con los Yankees?” “No, no, era un defensa en Cincinnati”.

¿Así que usted cree que la fascinación por alguien como usted es fugaz?

BRANDO  La gente tiene tendencia a mitificar a todo el mundo, sea bueno o malo. Mientras que la historia va pasando se va mitificando. Hay gente que cree que Nixon era inocente, que es un hombre de refinamiento, nobleza, con firmeza de resolución, y que debería ser reinstaurado como presidente, que no lo hizo mal. Y que hay gente que no lo hace bien. Para cierta gente [el activista negro] Bobby Seale era un símbolo depravado y pernicioso de algo que era destructivo para nuestra sociedad, que debía contemplarse con gran cautela y prudencia, un hombre del que no podía surgir nada bueno. Para otras personas, era un poeta, un espíritu aristocrático.

  Lo que cree la gente se lo cree en grado sumo. La gente a la que les gustas, sin haberte conocido jamás, piensan que eres absolutamente maravilloso; y luego la gente también te odiará, por razones que no tienen nada que ver con ninguna experiencia auténtica contigo. A la gente no le gusta perder sus enemigos. Tenemos enemigos predilectos, gente a la adoramos odiar y a la que odiamos adorar. Si hacen algo bueno, no nos gusta. A mí me ha pasado con Ronald Reagan. Para mí es un anatema. Si él hace algo que es razonable, busco la manera de encontrar algo para interpretarlo de forma que no lo sea, y que de algún modo huele a extremismo patriotero.

  La mayoría de gente quiere esas fantasías de los que se merecen nuestro odio; de esa forma nos quitamos mucha rabia de encima; y de los que se merecen nuestra idolatría. Ya sea Farrah Fawcett o cualquier otro, tanto da. Son unidades fácilmente sustituibles, que las puedes sacar de un archivo. Johnnie Ray disfrutó de esa clase de fama y popularidad histérica, y luego, de repente, ya no se sabía nada de él. Hoy en día los Beatles no son nadie especial. Antaño tenían multitudes chillonas que les perseguían, temían por sus vidas, les hacían túneles especiales. Ahora pueden caminar casi por cualquier lugar. Porque la fantasía ha desaparecido. Elvis Presley —hinchado, viejo, un cantante adolescente que de repente atrae gente a Las Vegas— no tiene nada que ver con la excelencia, no es más que un mito. A la gente le conviene creer que algo es maravilloso, y que por lo tanto, ellos son maravillosos.

  Kafka y Kierkegaard son espíritus admirables, llegaron a parajes lejanos de la psique, a los que ningún otro escritor se había atrevido a ir antes; para algunas personas, es lo que cuenta, Franz Kafka, no Elvis Presley.

¿Piensa que todo el mundo tiene héroes?

BRANDO  Tienen que tenerlos. Incluso héroes negativos. Ricardo III: “¿Puedo hacer ésto, y no puedo conseguir una corona?/¡Vaya! Si fuera un poco más lejos, ¡la arrancaría!” Se describe a sí mismo como un cachorro de oso sin lamer que no hace el menor efecto como una hembra. Así que se complace en ello. Dice: “Y porque no puedo tratar con sus leyes suaves... brinco en la habitación de una dama”, o algo así. Dicho de otro modo, por el hecho de que la vida se le negara, haría lo posible por ser malo, haría una carrera de maldad. La peor clase de malvado que puedas llegar a ser: memorablemente malvado, aterradoramente malvado, poderosamente malvado. Si hubiera tenido la oportunidad, podría haber sido poderosamente creativo, poderosamente cariñoso, poderosamente noble. No tuvo la oportunidad porque era retorcido y deforme, y amargado por esa experiencia. Shakespeare lo dice maravillosamente: “Ahora es el invierno de nuestro descontento/Que se torna en glorioso verano por este sol de York.” La gente que utiliza sus energías negativa o positivamente, dichas energías están ahí para ser utilizadas y ellos las aplicarán, de alguna forma.