2.1.2. La casta vida de los
solteros
Pero
la inquietud de la Oficina Breen por la vida sexual de los americanos no sólo
se limitaba a los que se encontraban al solaz de la institución familiar. Si
los esposos, como consecuencia de su juramento de fidelidad, debían estar al
margen de cualquier tentación exterior, los solteros no estaban menos
condicionados en sus comportamientos y manifestaciones sexuales. La pasión
común a todos los seres humanos debía ser objeto de un especial tratamiento.
Según rezaba el articulado del Código Hays, los
momentos de intimidad, de amor, de pasión entre dos seres humanos no debían ser
representadas en los filmes, a menos que fueran esenciales para el desarrollo
del argumento y, aun así, este ardor amoroso debía ser mostrado de tal manera
que no estimulase las más básicas reacciones del espectador:
«Las escenas de pasión deben ser tratadas con el
conocimiento honesto de la naturaleza humana y de sus reacciones normales.
Muchas escenas no pueden ser representadas sin provocar peligrosas emociones
por parte de los inmaduros, los jóvenes y las clases criminales»49.
Además, los redactores del texto consideraban que, incluso
dentro de los límites del amor puro, existían algunas cuestiones que podrían
suscitar este tipo de reacciones entre el público menos preparado. Sólo así se
entiende que los censores se mostrasen tan intransigente ante cualquier
manifestación, no ya sexual, sino simplemente amorosa, entre un hombre y una
mujer.
a) Los
sinuosos caminos de la tentación
Los
censores eran conscientes del poderoso influjo y la enorme capacidad de
sugerencia que tenía la palabra en la imagen cinematográfica. La Oficina Breen
siempre se mostró alerta, con el ojo avizor ante el doble sentido, la
utilización de metáforas y el empleo de insinuaciones en los diálogos
redactados por los guionistas de los estudios. Casi siempre el principal motivo
de amonestación eran las referencias, más o menos explícitas, a cuestiones de
carácter sexual. De este modo, frases como «Nick y yo vamos a discutir de
biología»50 o «Puede que usted sólo estuviera cortejándome»51 resultaban para los censores demasiado
sugerentes y ofensivas.
Pero sus desvelos se extendían también hacia aspectos menos
evidentes, pues para estos hombres la tentación acechaba en los rincones más
inimaginables. Cualquier gesto, cualquier actitud de los personajes era
examinada con atención por los encargados de velar por la sensibilidad moral de
los espectadores. Se trataba de constreñir al mínimo requerido, las expresiones
de los sentimientos en la pantalla y, al mismo tiempo, evitar una lectura
demasiado imaginativa de las imágenes por parte de los espectadores.
Las caricias, las miradas y los abrazos eran manifestaciones
de ternura que estaban rigurosamente vigiladas. Los amantes cinematográficos se
podían acariciar, se podían mirar, se podían abrazar, pero siempre que ello no
fuese la consecuencia lógica de una relación sexual “ilícita” entre ellos o la
expresión de un deseo lujurioso desatado. El sutil lenguaje de los ojos también
estaba sujeto a posibles objeciones; en Una aventurera en Macao, por ejemplo,
Joseph I. Breen recomendaba que «Halloran no mirase
de forma maliciosa, impúdicamente el vestido ajustado de Julie
y que Rachel, en la escena 155, no entrecerrase
imperceptiblemente sus ojos»52. Los abrazos, como ya hemos señalado con
anterioridad, estaban sujetos a una estricta “ley de la verticalidad”. Las
parejas podían demostrar su amor de esta manera, pero siempre y cuando no
estuviesen dispuestas horizontalmente. No importaba el lugar. Ya fuese una
cama, el suelo o la arena de la playa, lo fundamental era la posición de los
personajes en el momento de efectuarse el encuentro físico entre ambos, lo que
resultaba demasiado insinuante para la Oficina Breen. Si en el guión se les
describía retozando, amorosamente, sobre cualquier superficie, esto era
suficiente para que el estudio fuese conminado, educadamente “persuadido”, a
modificar la escena para evitar males mayores.
Otra de las vías de perdición era el baile. Los intérpretes
no debían nunca mostrarse bailando con movimientos que pudieran resultar
ofensivos para el espectador. Si el personaje interpretado era una bailarina
profesional en un local nocturno, debía tenerse un especial cuidado en la
confección de su vestuario y su coreografía. A pesar de las advertencias a
extremar la cautela en este aspecto, esto no evitó que, por ejemplo, las copias
de la película Historia de un detective, distribuidas en el Estado de Nueva
York fueran mutiladas por las juntas de censura local, suprimiendo «todos los
planos de la bailarina que mueve indecentemente su vientre, mientras Moose y Marlowe la observan»53. En el
guión del filme Armored Car
Robbery, el personaje de Ivonne estaba originalmente
caracterizada como el de una bailarina de striptease.
«Creemos que el sentido de la historia –señalaba Breen en su informe– no se
pierde si esta chica fuera otra clase de artista más admisible. Si ustedes
están empeñados en mantenerla como una artista de revista, será preciso cuidar
celosamente su vestuario y sus bailes, con el fin de evitar cualquier posible
ofensa. En cualquier caso, no podemos aprobar ningún tipo de movimiento en la
danza que sugiera, ni tan siquiera remotamente, un striptease.
Esto es absolutamente esencial»54.
b) Besos
robados
Ya
se hizo referencia a que incluso el beso, la manifestación más genuina del
cariño, del amor, estaba debidamente controlado. Se entendía que tanto los
besos como las caricias eran el prólogo de una posible relación sexual que
siempre era preferible no sugerir. Es curiosa, en ese sentido, la constante
preocupación que los censores mostraron ante la práctica habitual dentro de la
narrativa cinematográfica a concluir las secuencias amorosas con fundidos en
negro o encadenados. Hasta ahora se había creído que ésta era una forma que los
cineastas tenían en su mano para eludir la censura y expresar, aunque sólo
fuera metafóricamente, la existencia de un contacto más íntimo entre una
pareja. Sin embargo, si algo nos ha quedado claro es que los censores eran
conscientes del uso y el sentido que se daban a este tipo de recursos
narrativos. Y prueba de ello es que en filmes como Estambul, Capitán Ángel,
Encadenados, Crack Up, La huella de un recuerdo, The Woman on
the Beach, Noche eterna y
Los amantes de la noche combatieron con celo la posible utilización de los
fundidos para despertar, en la mente de los espectadores, significados ocultos
que no habían sido expresados explícitamente en la pantalla.
Es cierto, por otra parte, que la representación de los
besos entre los personajes no estaba desterrada de los filmes, pero sí se
precisaba la forma correcta de darlo y recibirlo. Desde 1934, los besos en las
películas americanas no podían ser nunca apasionados, ni lujuriosos; no debían
prolongarse durante mucho tiempo y, en ningún caso, debía sugerirse que, en el
curso de los mismos, los labios de los amantes habían permanecido abiertos. La
Oficina Breen hizo severas amonestaciones a este respecto a no pocos guiones de
los films noirs producidos por la RKO. A modo de
recordatorio, casi rutinario, los censores advirtieron una y otra vez a los
responsables de estas producciones del estudio cuáles eran las condiciones en
las que estas escenas con besos debían ser rodadas, advirtiéndoles que de no
hacerlo se podía llegar a denegar a la película el visto bueno de la Oficina de
Censura. Algo así le ocurrió a la RKO con su película Noche eterna para la que
se condicionaba la obtención del correspondiente certificado de aprobación a
que «la escena del beso entre los protagonistas se cortase justo después de
haber finalizado el beso, eliminando la acción donde el chico empuja hacia
abajo la cabeza de la chica»55.
También se vigilaba estrechamente a los personajes que
intervenían en este tipo de acciones, si uno de ellos era casado y se quería
mantener la situación dentro de la trama, entonces el otro personaje implicado
debía mantener una actitud de dignidad. En They Won’t
Believe Me, su guionista había concebido una escena
donde Larry, el esposo adúltero, trataba de besar a
su amante. «Verna no debe –se aconsejaba desde la
Oficina Breen–, ni por un segundo, responder a los besos de Larry.
Estaríamos conformes si se indicase que él trata de forzarla a hacerlo»56.
c) Territorios
prohibidos
Los
personajes que aparecían en la pantalla cinematográfica tenían ciertas
limitaciones con respecto a sus movimientos. No todos los lugares posibles eran
siempre los más apropiados para sus encuentros o, al menos, no podían hacerlo
en todas las ocasiones y sin que se reuniesen unas determinadas condiciones. En
las visitas a las viviendas de hombres o mujeres solteros siempre debía quedar
claro que no se perseguía intimar “inmoralmente”. Así, en Stranger
on the Third
Floor se conminaba a que «Todas las escenas (119 y
siguientes) entre June y Michael, en el apartamento
de éste, deben ser interpretadas cuidadosamente para eludir cualquier
insinuación de que ninguno de ellos tienen, en mente, la posiblidad
de mantener una relación sexual»57. Y en Noche eterna se señalaba que «no debe
haber ningún género de dudas acerca de que el motivo por el que Joe acude a la
habitación de Charlene no tiene un ilícito propósito
sexual»58.
También se mostraba preocupación por lo que ocurría dentro de la habitación,
los diálogos en estas situaciones eran observados con detenimiento. Por
ejemplo, en relación a las páginas 55, 56 y 57 del primer borrador para Follow Me Quietly, se hacía notar
que la «[...] conversación que Grant mantiene con Helene
en su dormitorio resulta demasiado sugerente en términos sexuales y nos parece
inadmisible. El diálogo debe ser revisado de tal manera que no se pueda
inferir, de ninguna reacción de Helene, que Grant
está tratando de seducirla»59. En ocasiones, la Oficina Breen ofrecía
alternativas, un tanto peculiares, para diluir cualquier tipo de sospecha en
torno a este clase de encuentros en la intimidad. Una forma bastante curiosa
era la de sugerir que la pareja no estaba totalmente a solas. «Tal y como está
redactada, esta escena en la que Devlin entra de
puntillas en la habitación de Alicia es inadmisible porque denota una excesiva
familiaridad. Si se quiere mantener esta escena, sugerimos que se indique que
ha sido una doncella quien le ha permitido entrar en la habitación»60.
En el espacio geográfico de los hogares existían territorios
prohibidos y otros que, aunque podían llegar a ser mostrados, estas
presentaciones estaban sometidas a unas determinadas condiciones. El Código Hays justificaba estas limitaciones, aduciendo que ciertos
lugares estaban tan íntima e inevitablemente asociados con la vida sexual o con
los pecados de la carne que debían ser cuidadomente
restringidos en la pantalla. Dos fueron los principales caballos de batalla de
la censura en este terreno con respecto a algunas películas negras de la RKO,
los dormitorios y los cuartos de baños. La representación de los dormitorios
era una cuestión peliaguda y, dentro de ellos, el elemento primordial de
preocupación para los censores fue, por supuesto, la cama. Los personajes, por
ejemplo, no podían sentarse en una cama sin hacer. A fin de acomodarse a los
requerimientos de la censura británica, las películas americanas adoptaron el
uso de camas individuales para las parejas que dormían en una misma habitación,
afectando esta convención incluso a los matrimonios más ejemplares. Esta norma,
que no estaba recogida en el Código Hays, sin embargo
se convirtió en una advertencia habitual en los informes que, con respecto a
este tipo de escenas, solían emitir los censores. «Estas escenas en el
dormitorio de Kathie –se decía con respecto a Retorno
al pasado– se podrían aprobar a condición de que quede claro que ella duerme
sola. Será necesario, por tanto, que haya una única cama individual en la
habitación y que se rehuya cualquier sugerencia de que Whit
está compartiendo el mismo dormitorio»61. En el guión para Los amantes de la
noche existía una escena en la que los jóvenes amantes, Bowie
y Keechie, aparecían juntos en una misma cama y que
tuvo que ser suprimida para evitar una mutilación directa sobre la película en
su carrera comercial por el amplio mercado británico, que –no debemos olvidarlo–
entonces abarcaba todo un imperio.
Quizá por otras razones, la utilización de los cuartos de
baños como decorados cinematográficos también fueron vistos con cierta
aprensión por los censores. Se podían utilizar, pero siempre con decoro y buen
gusto. En The Devil Thumbs a Ride no se aceptó la
utilización de eufemismos para hacer referencia a uno de los usos para los que
están destinados estos recintos: «Las frases –se señalaba en el informe
remitido a la RKO– “¿Dónde están los geranios?” “¿Geranios?” “Oh... al fondo a la derecha” son inaceptables como
alusiones al retrete»62. Tampoco se admitió para el filme Hunt
the Man Down
lo siguiente: «Con respecto a las palabras subrayadas en el siguiente pasaje
del diálogo de Eddie: “Perdóneme, Sr. Bennett, pero necesito salir a un lugar donde el aire sea
más fresco”, en esta acción no se debe indicar que está entrando a una toilet, ni tan siquiera a un lavabo. Podría ser [en cambio]
una oficina [...]»63. El retrete era un elemento completamente tabú, no se podía
mostrar en plano, como tampoco se podía insinuar, de ninguna manera, ni
siquiera por medio de sonidos fuera de campo, su existencia en los WC del mundo cinematográfico. Otro espacio conflictivo
dentro de los cuartos de baño era la ducha. La ducha era, casualmente, casi
siempre utilizada por mujeres y esta circunstancia se identificaba con la
presencia del “turbador” desnudo femenino. Por eso se advertía de la necesidad
de extremar el cuidado en la filmación de estas escenas para evitar suscitar
cualquier emoción morbosa en el espectador. En algunos casos, los censores
desaconsejaron a los responsables de la producción que el protagonista
masculino entrase en el cuarto de baño mientras su pareja estuviera duchándose,
en otros determinaban previamente y sobre el papel el modo en que la escena
debía ser filmada: «En la acción de Johnny
sosteniendo a Paulette bajo una ducha de agua fría, la puerta debe estar
abierta de tal manera que se pueda ver que ella está completamente vestida»64.
d) Los
peligros del desnudo y el vestuario
La
imagen del cuerpo desnudo, tanto si era mostrada explícitamente como si se
sugería a través de siluetas o transparencias, no podía revelarse jamás en una
película. El Código Hays era bastante terminante con
respecto a esta cuestión. Esta prohibición estaba justificada en los siguientes
principios generales:
«1. El efecto que la desnudez o semidesnudez ejerce
sobre los hombres o mujeres normales, y mucho más sobre jóvenes y
personalidades inmaduras, ha sido abiertamente reconocido por legisladores y
moralistas.
2. Por tanto, el hecho de que un cuerpo desnudo o el
semidesnudo pueda ser bello, no implica que su uso sea moral en una película.
Así, además de su belleza, debemos tomar en consideración el efecto que un
cuerpo desnudo o semidesnudo provoca en un individuo normal.
3. La utilización del desnudo o semidesnudo para darle
mayor atractivo a una película podemos incluirla dentro de las acciones
inmorales. Es inmoral la reacción que suscita en los espectadores normales y
corrientes.
4. Un desnudo nunca puede ser permitido alegando que es
necesario para la trama. Semidesnudez no debe ser consecuencia de exposiciones
[del cuerpo] excesivas o indecentes.
5. Las siluetas y los materiales transparentes o
translúcidos son, con frecuencia, mucho más sugerentes que la presentación
directa [de un desnudo]»66.
A la luz de estos fundamentos, los censores prohibían
terminantemente que los actores y actrices apareciesen desnudos o semidesnudos
en la pantalla, así como tampoco podían ser utilizados niños sin ninguna clase
de vestimenta. Ninguna situación justificaba la desnudez de los personajes. Ni
en la ducha, ni en la cama, ni en una sesión de masajes era posible mostrar o
tan siquiera sugerir la desnudez de los intérpretes. En las referencias a las sinuosidades
del cuerpo femenino, aun cuando se hicieran a través de simples gestos, debía
tenerse cuidado en no ser procaz u ofensivo. Ninguna
excusa se consideraba válida para justificar la exposición de una porción
excesiva del cuerpo humano desnudo en una película. Si existía alguna duda
acerca del modo en que iba a ser filmada una determinada escena o si ésta, por
la situación descrita en el guión, presentaba peligros, la Oficina Breen
rápidamente advertía a los productores acerca de los mismos: «Larry no debe quitarse la camisa en la escena 154, por
cuanto que en la escena 155, se le va a mostrar con Velma
en sus brazos. Si [sólo] se quitara el abrigo y la corbata, [la escena] sería
del todo satisfactoria»66.
Pero los censores no sólo se mostraron recelosos ante la
posibilidad de la desnudez física de los protagonistas de los filmes, sino que
incluso llegaron a prohibir cualquier tipo de representación plástica o
fotográfica de la desnudez. Un desnudo podía ser bello en el campo de las
artes, pero en el ámbito cinematográfico su poder, a juicio de la Oficina
Breen, iba mucho más lejos de los ojos y de la razón. Así, se prohibió la
utilización de esculturas desnudas en Noche en el alma, de obras pictóricas
conteniendo figuras humanas ligeras de ropa en Crack Up
y The Woman on the Beach,
y de fotografías indecentes en Encuentro en la noche.
Como consecuencia lógica de esta obsesión compulsiva por el
desnudo, la Oficina Breen extremó su vigilancia de los vestuarios,
especialmente los femeninos, diseñados en cada una de estas producciones.
Muchos de los informes que se recibieron en la RKO en relación con la
producción de sus films noirs incluían una
advertencia, casi rutinaria, en la que, con estas palabras, se conminaba a los
responsables de la producción a tomar toda clase de precauciones «en la
selección y rodaje de los trajes y ropas de sus actrices. Según el Código de
Producción es preceptivo que las partes íntimas del cuerpo –especialmente el
pecho de las mujeres– tienen que estar siempre y absolutamente cubiertos»67.
Los censores se emplearon a fondo, con especial ahínco y
diligencia, con los trajes de noche, los pijamas, la lencería y los bañadores
utilizados por las mujeres que participaban en estas películas. La profundidad
de los escotes estaba estrechamente vigilada. Los trajes de noche jamás debían
ser «indebidamente reveladores»68. Los pechos debían quedar ocultos por completo
por el vestido y el material con el que esté confeccionado: «Debe ser lo
suficientemente opaco para que no se transparente ninguna [otra] parte de su
cuerpo»69.
Tampoco los pijamas reunían todas las condiciones de seguridad para la Oficina
Breen y, si aparecían descritos en los guiones, recomendaba que el personaje
«llevara también una bata»70.
En general, el bañador no era una prenda prohibida, pero sí
sujeta a ciertas restricciones. Los intérpretes podían aparecer en traje de
baño siempre que no fuera demasiado corto y que la exposición del cuerpo
femenino con esta prenda durase muy poco tiempo en pantalla: «Por favor, haga que
se ponga una bata de playa lo antes posible»71. Mayor conflicto se originaba cuando
eran dos, un hombre y una mujer, los personajes que llevaban bañadores.
Entonces no se permitía ningún tipo de contacto físico entre los personajes y,
si existía una relación sentimental entre ellos, era obligatorio el uso del
casto albornoz para ambos o, al menos, sí de forma inexcusable para la mujer.
De esta manera, se evitaba que en las muestras de cariño en la playa o en una
piscina se mostrase a «dos personas, casi desnudos, abrazándose y besándose»72.
2.1.3. Actitudes sexuales non
sanctas
Según
el apartado tercero, sección sexta, del Código Hays:
«Las perversiones sexuales o cualquier sugerencia de las mismas están
totalmente prohibidas»73. Más adelante, el texto señalaba que con respecto al amor
impuro, el amor que la sociedad ha considerado siempre como incorrecto y que ha
sido condenado por la ley divina, debían tenerse en cuenta los siguientes
criterios con respecto a su representación cinematográfica: no debía mostrarse
como un hecho atractivo, correcto o tolerable; tampoco podía ser utilizado como
objeto de comedias, ni como un elemento que provocara la risa, la pasión o la
curiosidad morbosa del espectador y, en cualquier caso, nunca debían
presentarse sus conductas y procedimientos con detalle.
a) Homosexualidad
y lesbianismo
Este
tipo de conductas sexuales permanecieron durante mucho tiempo lejos de las
pantallas americanas. La prohibición de que determinados personajes pudiesen
ser caracterizados como homosexuales o lesbianas hay que entenderla en el marco
de defensa a ultranza de un determinado modelo familiar, donde el sexo cumplía
una función perfectamente definida por la sociedad. Si cualquier actividad
sexual al margen del matrimonio se entendía como altamente peligrosa para la
estabilidad del núcleo sobre el que se sustentaba la sociedad, las relaciones
entre personas de un mismo sexo era algo inconcebible. Tampoco se admitía la
posibilidad de que un hombre pudiese actuar o comportarse de forma “excéntrica”,
contrariando el “instinto” determinado por su sexo. A principios de los años
cuarenta, la RKO trató de abordar la adaptación de la novela “Thieves Like Us”,
obra que más tarde sirvió de base a Nicholas Ray para su película Los amantes de la noche. En aquella
primera aproximación realizada por el guionista Rowland
Brown, en un diálogo que cruzaban el protagonista
principal y su compañera, se hacía una alusión directa al travestismo que fue
rápidamente expurgada por la Oficina Breen. Concretamente, aquel pasaje de la
conversación entre los jóvenes amantes decía lo siguiente: «Lo sé, pero ¿sabes,
Keechie?, hay hombre en el mundo que van por ahí
vestidos todo el tiempo como si fueran mujeres. Las personas no son buenas, Keechie. En absoluto»74.
A finales de los años setenta, Richard Dyer
en un interesante artículo publicado en la revista Jump
Cut donde analizaba la relación que, a su juicio,
existía entre homosexualidad y cine negro argumentaba que «si bien es cierto
que sólo en una minoría de films noirs aparecen
personajes gays, sin embargo su ausencia de otra
clase de filmes y la precaución con que fueron representados incluso en el film
noir, sugiere que estos personajes constituyen un
rasgo definitorio del cine negro en su conjunto»75. La existencia del Código Hays condicionó sustancialmente la aparición de personajes
homosexuales en la producción americana de la época. No nos atrevemos a afirmar
con rotundidad que su presencia constituya uno de los elementos característicos
del cine negro, pero sí que es cierto que, en algunos films noirs,
existen personajes vagamente caracterizados como homosexuales. Y es que cuando
aparecen, lo hacen de una forma tan sublimada que, en la mayoría de los casos,
pasan completamente desapercibidos. Por eso, para Dyer,
lo que resulta significativo de la iconografía de estos personajes en el cine
negro es que «no es explícitamente sexual. Los gays
son, de este modo, definidos por todo menos por lo que nos hace realmente
diferentes»76.
En tres proyectos de film noir de
la RKO (Sospecha, Nocturno e Historia de un detective) existieron, en los
primeros momentos de la elaboración del guión, personajes secundarios que
fueron concebidos como homosexuales y que, debido a la presión de la Oficina
Breen, sus perfiles fueron diluyéndose hasta quedar prácticamente desdibujados.
El lesbianismo tuvo siempre una presencia menor en el mundo del cine, tal vez
porque la cultura de la homosexualidad femenina ha tenido que luchar, de forma
simultánea, contra la opresión de una sociedad machista y de una concepción
determinada de lo que debía ser lo femenino. La RKO sólo trató de utilizarlo
una vez. En ese sentido, el intento de definir uno de los personajes femeninos
de Sospecha como una lesbiana no logró despistar a los censores y resultó totalmente
infructuoso. «En la caracterización de Phyllis Swinghurst parece sugerirse lesbianismo y, por lo tanto, es
totalmente inadmisible. Será necesario remodelar enteramente el guión es este
punto. En relación con esta cuestión, llamamos su atención sobre las
indicaciones que se hacen en el texto donde se dice que ella viste como un
hombre [...]»77.
No menos condescendiente se mostrarán los censores con
respecto a la homosexualidad masculina. Sobre Charles Shawn,
por ejemplo, un fotógrafo que prestaba su colaboración al detective Warne en su búsqueda de la misteriosa Dolores en Nocturno,
en carta dirigida a William Gordon, Breen le advertía
que, en ningún caso, este personaje debía interpretarse como un «maricón»78. Para
lograr solventar este problema, el estudio decidió suprimir del guión final una
de las exclamaciones pronunciadas por Shawn en esta
escena, donde profería: «¡Mujeres! ¡No sabe lo cansado que estoy de ellas!»79, evitando
de este modo cualquier malentendido o mala interpretación con respecto a su
actitud frente al sexo femenino.
Otro tanto ocurrió con Lindsay Marriot, el sofisticado personaje que moría misteriosamente
asesinado en el curso de la película Historia de un detective, dirigida por
Edward Dmytryk. En realidad, la caracterización de este
personaje venía definida ya desde la novela de Raymond
Chandler que sirvió de inspiración a John Paxton para la creación de
su guión. En “Adiós, muñeca”, el famoso novelista, a través de los ojos de
Philip Marlowe, describía a Marriot
de la siguiente manera:
«De pronto se abrió la puerta silenciosamente, y me encontré
de cara con un rubiales muy alto que vestía traje de franela blanca y pañuelo
de seda malva echado al cuello.
Lucía una flor azul en el ojal de su traje blanco y por
contraste la palidez de sus ojos aún parecía más exangüe. El pañuelo malva,
anudado al desgaire, descubría un cuello de piel lisa y tostada, como el cuello
de una mujer robusta. Sus rasgos algo apelmazados reflejaban sin embargo cierta
armonía. Sería una pulgada más alto que yo, o sea de metro ochenta y cinco
aproximadamente. Su pelo rubio exhibía, quizás de forma natural, tres ondas muy
marcadas que parecían peldaños, o sea no me gustaron nada. Tampoco me hubieran
gustado sin peldaños. Aparte de todo esto, el tipo ya tenía una facha como para
llevar traje de franela blanca, pañuelo malva al cuello y flor azul en el ojal»80.
Probablemente, algunos de los rasgos que definían a este
personaje en la novela fueron conservados por John Paxton en los borradores del guión que, en esos momentos,
todavía se titulaba igual que la novela, “Adiós, muñeca”. Prueba de ello es que
la Oficina Breen, en uno de los primeros informes relativos a este proyecto,
aunque aprobaba en líneas generales la historia del detective Marlowe, llamaba la atención del estudio sobre algunos
aspectos, de índole menor, que podían acarrear ciertas dificultades. Entre esos
pequeños detalles, se encontraba un significativo comentario acerca de este
personaje: «Por supuesto –decía Breen– no debe subsistir nada de la afeminada
caracterización de Marriot»81. Aunque suavizado, en el
guión final de la película, Lindsay Marriot mantenía, de forma diluida, ciertos elementos de su
personalidad: allí se le describía como un hombre joven, alto, elegante, de voz
sonora, afectada y perfectamente modulada, que llevaba un sobretodo, donde
guardaba una pitillera de lujo y que, en opinión de Marlowe,
se movía como «un fornido bailarín de ballet»82.
Mención aparte debemos hacer de Encrucijada de odios. La
novela que sirvió de inspiración a este filme de Edward Dmytryk
tenía como víctima de un asesinato a un homosexual, y no a un judío, «pero como
el filme era también una película con un mensaje social, esto tuvo que ser
modificado: el liberalismo de Hollywood no pudo ir más lejos»83.
La RKO fue consciente del problema y una de las medidas de
precaución que tomó antes de iniciar la producción fue enviar la novela de
Richard Brooks a la Oficina Breen. Previamente,
William Gordon había mantenido algunas conversaciones
con Geoffrey Shurlock, el
hombre de confianza de Breen, y habían acordado, pese a «que la novela, tal y
como está concebida, no es aceptable desde el punto de vista del Código de
Producción»84,
abrir la puerta a la posibilidad de discutir un tratamiento que tenía en mente
uno de los productores de la RKO (casi con toda seguridad Adrian
Scott). La respuesta de Breen al envio de la obra y a
la propuesta del estudio fue fulminante:
«Hemos leído la novela “The Brick Foxhole”, y como usted
entenderá, la historia es total y completamente inadmisible por una docena o
más de razones.
Y, además, no quiero terminar sin decirle que cualquier
película que siguiese, aunque fuera remotamente, las líneas de la novela, no
podría ser aprobada»85.
Ante esta frontal oposición, el estudio optó por paralizar,
al menos por el momento, el proyecto. Pero antes de que la RKO hubiera barajado
la posibilidad de llevar a cabo la adaptación de la novela, ya había suscitado
cierto interés por parte de algunas figuras significativas del mundo de
Hollywood. El autor de la obra, Richard Brooks,
habría de recordar años más tarde los prolegómenos y avatares de la producción:
«[Mark] Hellinger
leyó la novela y me mandó a llamar. En realidad, Bogart
había leído la novela primero. Se la dio a Jerry Wald para que la leyera. Jerry Wald le habló de ella a Hellinger.
Mark era un buen amigo de Bogart.
Lo discutieron. Me contó por carta que había leído la novela. No tenía la
intención de hacer la adaptación, pero le gusta la escritura. Si yo tenía la
intención de salir vivo de los Marines, que fuese a verlo y quizá tuviera un
trabajo para mí. Al mismo tiempo, recibí una carta de Clifford
Odets. También él había leído la novela, y quería
convertirla en una obra dramática. Odets vivía en
Hollywood. Fui a su casa. Era un hombre maravilloso [...] Generoso con su
tiempo [...] En cualquier caso, hablamos de ello durante un rato, pero Clifford estaba teniendo problemas de carácter personal
[...]
Clifford me dijo: “No creo que yo pueda encargarme de esto, pero
está aquí, esta noche, un joven que me gustaría que conocieras. Le gusta tu
obra y tiene una idea diferente acerca de ella –eliminar la primera parte de la
novela y hacer sólo la última parte. Quiere hacer un cambio fundamental porque
no puede contar una historia acerca de un homosexual que es asesinado o nada
parecido. [Se trata] de convertir el papel del homosexual en un judío y así
continuar”. Aquel hombre era Adrian Scott. [Persistió
en su propósito y] mantuvo la historia desde 1945 a 1947 [...]. Entonces llegó
Dore Schary a la RKO y, finalmente, decidieron que
iban a realizarla»86.
Efectivamente, Adrian Scott y sus
colaboradores John Paxton y
Edward Dmytryk sabían que la figura de la víctima
homosexual era un verdadero obstáculo para conseguir llevar a buen puerto aquel
arriesgado proyecto. Pero no debemos pensar que la supresión de este personaje
fue únicamente debida a la oposición de la Oficina Breen, porque tampoco los
más directamente implicados en la producción tuvieron jamás la intención de
hacerlo. Les interesaba la historia porque, tras el final de la Segunda Guerra
Mundial, podía ser un excelente modo de recordar al público los horrores
derivados del odio visceral e irracional que se vivía entonces hacia el otro,
el extraño, el extranjero. Y en aquel contexto, la transformación del
homosexual en judío se juzgó como mucho más conveniente:
«Tuvimos que cambiarlo porque la homosexualidad era algo
censurado, no se podía siquiera mencionarla y mucho menos mostrarla. Podíamos
crear personajes afeminados, pero sin indicar que eran homosexuales. La idea de
la transformación fue de Adrian Scott. Queríamos
hacer una película antirracista y, aunque se hubiera podido hacer con un
personaje “gay”, nuestro mensaje no hubiera sido tan efectivo, especialmente en
aquella época, en la que la homosexualidad, no es que no fuera común, pero algo
tabú, secreto. No era algo popular, no se hablaba de ello y la censura nunca
hubiera permitido su utilización [...].
Creo que [el cambio que introducimos] hubiera sido mejor en
cualquier caso, incluso hoy en día. Ahora existen muchos filmes fascinados con
la homosexualidad, pero yo sigo sin entender este tipo de prácticas, no me
gusta hablar de ello, ni verlas en una pantalla. He tenido amigos homosexuales
y nunca me han molestado, pero no me agrada la idea y sé que muchos estarán de
acuerdo conmigo. Y no es que me molesten los individuos, lo que no me agradan
son sus prácticas, de igual manera que no me gustan los bebedores o los
drogadictos. Y yo creo que, aún hoy, en nuestra sociedad, sigue siendo difícil
entender este tipo de cuestiones. En aquella época el espectador podía llegar a
comprender que no se debía odiar a un hombre por ser judío, pero si hubiera
sido homosexual, la reacción hubiera sido muy diferente»87.
No sólo fue diferente la reacción de los espectadores que
dieron un respaldo muy importante a esta película, sino que desde la Oficina Hays, una vez se introdujo este cambio, se adoptó una
posición mucho más flexible.
b) Ninfomanía
y promiscuidad
El
comportamiento sexual de los personajes cinematográficos, especialmente si eran
femeninos, estaba sometido a una estrecha vigilancia por parte de los
encargados de velar por el cumplimiento del Código Hays.
No sólo se perseguía delimitar el tipo de actividad sexual, también su
intensidad. No se concebía que la mujer pudiera tener apetencias sexuales
variadas y que pudiera satisfacerlas con diferentes amantes cada vez. La
ninfomanía, en este sentido, no era aceptable de ninguna de las maneras. La
Oficina Breen trató de poner coto al deseo sexual desenfrenado de ciertas
mujeres. «Será necesario –escribía Breen en relación con Nocturno– reescribir el personaje de Mrs. Billing para evitar la presente sugerencia de que es una
ninfómana. Específicamente, recomendamos que se suprima la línea de diálogo
“¡Un hombre!” y “Bueno, la cuestión es encontrarlo”. También, para justificar
la manera tan directa con la que aborda a Warne,
estaría bien insinuar que ella está borracha. Esto puede obviar una
interpretación mucho más censurable de esta escena. En cualquier caso, tal y
como está descrita ahora, es inaceptable y no podría ser aprobada»88.
Pero la censura no sólo estuvo preocupada por controlar la
intensidad de la lujuria, tampoco se mostró muy dispuesta a tolerar a mujeres
con pasado. Por pasado, claro está, se entendía una colección de amantes más o
menos extensa. La aparición de este elemento en un guión podía llegar a
bloquear una historia que, por lo demás, cumplía con los requerimientos del
Código de Producción. Con respecto al personaje principal de The Velvet Touch,
Valentine, una actriz de teatro de carrera
fulgurante, se señalaba lo siguiente en relación a su caracterización: «No
obstante, este argumento contiene un aspecto que provoca nuestra preocupación y
que deberá ser examinado con atención durante la elaboración del guión final
[...]. En diversos diálogos en los que se relata su pasado, creemos que se ha
ido demasiado lejos, ya que parece como si ella, en su ascenso hasta
convertirse en una eminencia de los escenarios teatrales, hubiera tenido varios
asuntos amorosos un tanto sórdidos y degradantes. A fin de eliminar esta
impresión, creemos que se deberían suavizar estas partes del diálogo»89.
Las mujeres no debían, en cualquier caso, hacer ostentación
de sus conquistas pasadas. Así, se comprende que para Deadline
at Dawn, por ejemplo, se
recomendase a los productores que, para evitar cualquier insinuación acerca de
la catadura moral de Edna, se procurara no hacer
demasiado énfasis en las fotografías de los distintos novios que se encontraban
en su habitación.
Pero quizá el ejemplo más notable de los excesivos desvelos
de la Oficina Breen por este tipo de caracterizaciones, sea el personaje de
Alicia en Encadenados. Ya se ha indicado que las dudas acerca de los principios
morales de Alicia habían determinado con anterioridad la calificación de
“inaceptable” por parte de los censores que habían revisado el primer borrador
del guión. Muy poco después, en una reunión celebrada entre ambas partes, Hitchcock y Hecht acordaron
introducir las pertinentes modificaciones, de tal modo que, aunque el
protagonista masculino lo creyera firmemente y considerase que no se podía
confiar en ella, no se pudiera inferir en la película que se trataba de una
mujer de moral disipada. «Mr. Hecht
–recogía el informe redactado por Shurlock después de
la reunión– indicó que ahora ellos pretendían que la chica no muriese al final,
sino que se casara y viviera con el héroe. Se les hizo saber claramente que, en
ese caso, sería absolutamente necesario evitar cualquier indicio de
promiscuidad sexual o relajación [moral] en el papel [de Alicia]»90.
Posteriormente, en las sucesivas versiones de Encadenados escritas por Hecht, el mayor elemento de discordia con la Oficina Breen
fue siempre la caracterización de este personaje. Para los censores, en Alicia
todavía se percibían rasgos que denunciaban su total y absoluta falta de
principios morales y éticos. En el informe relativo al segundo borrador del
guión, datado el 16 de junio de 1945, Breen reiteraba una vez más su inquietud con
respecto a Alicia y la imposibilidad de aprobar una película basada en una
historia de esta naturaleza. Y a continuación sugería una serie de correcciones
con el fin de llegar a solventar el problema:
«[...] En la secuencia inicial, podría ser posible que un
agente brasileño asistiese al juicio con el fin de contratarla para realizar un
trabajo de espionaje para el Brasil. Entonces, más tarde se podría indicar que
los brasileños están safisfechos con su actitud
moral, aun cuando hasta el final, cuando termina descubriendo la verdad, Devlin siempre dude de ella [...].
Página 22: Por supuesto, en esta escena donde Alicia mira
hacia la otra cama, no debe existir nada sexualmente sugerente.
Página 28: Sugerimos la conveniencia de que, en este punto,
Alicia rechace las insinuaciones de Devlin, aun
cuando él no la vaya a creer.
También recomendamos que se disminuya el frecuente uso de la
palabra “fulana” cuando se hace mención a Alicia [...]»91.
O bien Ben Hecht y Hitchcock se mostraron bastante remisos a modificar en
esencia la caracterización de su heroína, o bien los cambios introducidos por
el guionista no fueron suficientes para disipar las dudas de la Oficina Breen
con respecto a Alicia. Así, con motivo de la entrega de la primera versión del
guión final, fechado el 18 de septiembre de 1945, los censores insistieron, una
vez más, en la necesidad de reformar el texto con más profundidad,
especialmente en todo lo tocante a la protagonista femenina:
«De nuevo deseamos subrayar el hecho de que antes de que esta
película pueda ser aprobada, será necesario modificar las insinuaciones todavía
presentes en relación a que su protagonista principal es una mujer de hábitos
sexuales relajados. Esta sensación se desprende, no sólo por el hecho de que en
el inicio del filme se sugiere que está viviendo con un hombre, sino por las
numerosas acusaciones e imputaciones que, en tal sentido, le hacen un gran
número de personas a lo largo del guión y que no son negadas.
Como se ha señalado antes, es posible que se ahorrase mucho
tiempo en una nueva redacción, si en determinado punto estas imputaciones
fueran negadas definitivamente por su heroína. Pero, en la medida que no lo
hace en esta versión del guión, se mantiene la sensación de que es una mujer
inmoral.
Página 4 y sgtes.: [Aquí] tenemos
la inevitable impresión de que Alicia y Ernest viven
juntos [...].
Página 23: Llamamos su atención hacia las acusaciones que
hace Devlin, al final de esta página, a Alicia de que
es, como poco, una mujer promiscua y ella no lo niega. Esto es inaceptable
[...].
Página 31: Recomendamos reescribir
esta secuencia con el fin de evitar la impresión de que estos agentes saben que
están contratando a una mujer promiscua. Podría reescribirse
de tal modo que se indicase que deciden contratarla porque saben que Sebastian estuvo una vez muy enamorado de ella, omitiendo
toda insinuación sobre su carácter inmoral [...].
Páginas 71-72: Aquí, otra vez, sugerimos reescribir
el diálogo que comienza con “¿Hasta qué punto se puede confiar en una mujer de
este tipo?”, que tiende, una vez más, a caracterizar a Alicia como una mujer
con un comportamiento moral disipado. También recomendamos que se cambie
definitivamente la línea de diálogo de Devlin: “Una
fulana, lista para morir por su país” [...]»92.
El texto del guión de la película fue reelaborado por Ben Hecht en los meses que siguieron a esta carta. Sólo así se
consiguió que, finalmente, la Oficina Breen diese el visto bueno definitivo al
guión, aunque, como se ha señalado, una vez se presentó el montaje final de la
película se obligó al estudio a suprimir, antes del estreno, algunas de las
escenas que se habían rodado y formaban parte de esta primera versión del
filme.
c) El
oficio más antiguo del mundo
El
Código de Producción establecía la imposibilidad de representar tanto los
ambientes propios de prostitución como la descripción en detalle de sus
costumbres y actividades. Ningún personaje femenino podía ser caracterizado
como prostituta, ni ningún decorado cinematográfico podía ser presentado como
un burdel. Sólo se podía aludir a la realidad de este problema social, de este
comercio sexual, siempre que se ofrecieran, como contraste, modelos de conducta
correctos en la misma película.
En este aspecto, los argumentos del film noir
ofrecieron numerosas oportunidades a los censores para manifestar su frontal
rechazo a todo lo relacionado con la prostitución. Los protagonistas de esta
clase de películas solían ser seres solitarios, noctámbulos, habituados a la
realidad de la vida nocturna de las grandes ciudades americanas. Los ambientes
y locales sórdidos se convirtieron en elementos característicos del film noir: night-clubs, casinos y las
callejuelas de barrios de dudosa reputación pronto se revelaron como los
escenarios iconográficos típicos del cine negro, en territorios perfectos para
los lentos contoneos de las prostitutas, mujeres que cada noche abrían las
puertas del deseo en busca de nuevos clientes. Muchas películas del cine negro
de la RKO trataron de introducir esta clase de personajes en el curso de la
elaboración de sus guiones, pero la Oficina Breen, siempre ojo avizor, se
apresuró a señalarlos y condenarlos, recomendando su inmediata supresión.
No estaba permitida la utilización en los diálogos de los
términos prostitución o prostituta, tampoco se podía recurrir a eufemismos,
tales como hotdame, lady love
o broad, que pudieran insinuar, ni remotamente, tal
condición. Tampoco se toleraron frases como: «Esta noche he estado con un
montón de hombres»93 o «Las chicas en este
lugar habitualmente no suelen ahuyentar a los hombres»94. La representación de los
prostíbulos estaba expresamente prohibida por el Código Hays
y, cuando los guionistas trataron de introducirlos como posibles escenarios de
películas tales como Deadline at
Dawn, Roadblock o Una aventurera
en Macao, fueron conminados por los censores a cejar en este empeño. En la
película Sospecha de Hitchcock, por ejemplo, Breen le
manifestaba su inquietud al responsable en esos momentos del departamento de
relaciones con la PCA del estudio, con respecto a un
pasaje del guión donde se insinuaba la existencia de este tipo de local de
perdición:
«Páginas 171 y 172: El diálogo que comienza con “Bueno,
señora, no era la casa de nadie en particular...” y que termina con “Creo que
sé a que se refiere, inspector” es inaceptable por su alusión a un burdel. Por
favor, reescriba [esta escena] para evitar dar esa
insidiosa impresión. Le espetamos a que en su lugar caracterice este recinto
como un oscuro café, para huir de cualquier indicio actual. [...]
En relación con esto, debe modificar también la frase “...
es una de las chicas jóvenes que pertenecen al establecimiento”. Recomendamos
omitir las palabras subrayadas [...]»95.
Si el uso de palabras que designasen esta clase de
actividades o la representación de los espacios donde se ejercían estaban
totalmente prohibidos, la presencia de las figuras masculinas consustanciales con estos escandalosos ambientes, es decir,
los chulos, eran vistos con particular preocupación por los hombres al servicio
de la Oficina Breen. La caracterización de determinados personajes como
proxenetas o como prostitutas, en cualquiera de sus distintas modalidades, eran
inadmisibles. Ni las actrices principales, ni las secundarias, ni tan siquiera
las extras, podían estar caracterizadas como mujeres de la noche. Los
guionistas debían proceder con cuidado a la hora de reseñar los rasgos
iconográficos más sobresalientes de sus personajes femeninos, porque cualquier
elemento podía levantar las suspicacia de los censores. «La descripción de Mrs. Kellerman [en La ventana]
parece indicar, de forma clara, que se [dedica] a seducir a hombres en la
calle. Tal y como está redactado, esta [impresión] resulta demasiado
inequívoca. Ella no deberá estar vestida o maquillada de tal manera que
aparezca como una prostituta callejera»96. También debían extremar las
precauciones cuando describían en sus textos las actitudes sexuales de estas
mujeres, dado que de ello dependía muy mucho el tipo de objeciones que pudiera
suscitar a la luz del espíritu y la letra del Código Hays.
John Houseman y Nicholas Ray tuvieron, en este
sentido, algunos problemas con uno de los personajes que aparecían en su
película La casa de las sombras, en cuya delineación los hombres de Breen
consideraron que se había ido demasiado lejos:
«Página 26: Estamos preocupados por la caracterización de Myrna. Tal y como hemos interpretado esta secuencia, su
conducta se asemeja peligrosamente a la de una prostituta ofreciendo sus
servicios. Nos referimos al hecho de que invite a su casa a dos hombres sin que
éstos se identifiquen. En segundo lugar, a que le prohíba a Pete que entre a su
dormitorio diciéndole: “Tres son una multitud” [...]. Y además, su
comportamiento al final de la escena 45 y al final de la escena 47, induce a
pensar que está mofándose de Jim para que éste la
trate violentamente, lo cual da un cierto aire de perversión a ese instante.
Le recordamos también nuestra anterior advertencia acerca
del fundido encadenado al final de la página 30. Si esta escena concluye con la
impresión de que Jim está a punto de agredirla
sexualmente, sería inaceptable»97.
Estos “intermediarios” en el comercio del deseo, pese a que
hubo algunos intentos, no pudieron aparecer en los decorados habituales del
cine negro de la RKO. El guión de Estambul fue rechazado, en principio, porque
de algunos comentarios realizados por Haller y otros
personajes caracterizados como turcos, se infería que habitualmente actuaban
como proxenetas161.
Por otra parte, con respecto al guión de The Hitch-Hiker, los censores llamaron
la atención sobre «el diálogo de los Barkers en esta
página y las siguientes [que] parece insinuar que están en el negocio de la
venta de chicas con evidentes propósitos. [...] esta inaceptable cuestión puede
ser fácilmente corregida si los Barkers se refiriesen
al juego, al alcohol, a los bailes o algo similar»98.