Al terminar el rodaje de “Con faldas y a lo loco”, director y estrella apenas se hablaban. Cuando el diario “The New York Herald Tribune” entrevistó a Wilder, se quejó abierta­mente de la costumbre de Marilyn de llegar tarde y de su incapaci­dad para recordar los diálogos.

 Cuando le preguntaron si parti­ciparía en algún otro proyecto con ella, Wilder respondió: «He hablado de esa posibilidad con mi médico y mi psiquiatra, y ellos

me dicen que soy demasiado viejo y demasiado rico para pasar otra vez por esto.»

Pero ésta fue una reacción del momento y de la irrefrenable capacidad de Wilder para el “humor ácido”, que podía llevarle a poner en riesgo una amistad antes que callarse una respuesta rápida e ingeniosa, por hiriente que pudiera ser.

Con el paso del tiempo y el enorme éxito de “Con faldas y a lo loco”, la película norteamericana más taquillera de la primera mitad de 1959, Wilder elogió las dotes de Marilyn Monroe y ella dijo que sería un privilegio volver a trabajar con él.

Ese invierno Marilyn telefoneó a Wilder desde Nueva York, con la intención, como ella le comentó al compositor de la música de la película, de hacer las paces con él. No se sabe qué fue lo que le hizo cambiar de opinión en el último momento porque la esposa de Wilder atendió la llamada y recuerda la conversación:

 

-Hola, ¿ Audrey?

-Hola, Marilyn!

-¿Está Billy?

-No, aún no ha llegado.

-Bueno, cuando lo veas, ¿querrás darle un mensaje de mi parte?

-Por supuesto.

-Bien —dijo Marilyn, e hizo una pausa—. ¿Querrás decirle... pronunciaba las palabras lenta y reflexivamente—, querrás decirle que se vaya a la mierda?

 (Otra ligera pausa, y en un tono de voz más suave Marilyn concluyó…)

-Y mis mejores saludos para ti, Audrey.

 

Pero Wilder no le guardó rencor. Sabía que «Cualquiera puede recordar un diálogo, ¡pero es necesario ser un verdadero artista para salir al plato sin saber el diálogo y, sin embargo, hacer la interpretación que ella hizo!.

Aunque nunca dejó de recordar la incapacidad de Marilyn en sus momentos oscuros, para repetir un texto de cuatro palabras ante la cámara sin cometer un error. Recurría a una secuencia famosa por ese motivo:

 

-Where is the Bourbon?.

Tuve que filmarlo ochenta veces -dijo Wilder en una de sus últimas entrevistas donde se hablaba sobre el asunto. En otra entrevista anterior el número habían sido 63 veces.

Wilder sabía que era uno de los principales responsables de la “mala fama” de Marilyn respecto a su memoria y su inseguridad. Pero también contó secuencias de las que se habla menos y en las que ocurrió todo lo contrario.

“Teníamos que rodar una escena complicada con mucho diálogo al aire libre. Era la escena en la que la Monroe conoce en la playa a Tony Curtis como supuesto millonario del petróleo. La escena de la concha. La rodamos en Coronado, en la playa de San Diego, unas cien millas al sur de Los Ángeles. Y la dificultad adicional era que en los alrededores había un aeropuerto de la marina del que, con una determinada periodicidad, despegaban jets, haciendo un ruido terrible y había que aprovechar las pausas de los despegues para rodar. Así que pensé que teniendo en cuenta su falta de disciplina y su inseguridad con los textos, y a la vista de lo complicada que era la escena, debería emplear cuatro días hasta tener la escena tal y como yo la quería.

»Nada que ver con la realidad. Interpretó y recitó el texto sin el más mínimo error. Después de la primera vez habíamos terminado. Aunque se trataba casi de dos páginas de diálogo. En lugar de cuatro días, el rodaje de la escena no duró ni veinte minutos”.