Chaplin estaba en posición de tener a un montón de
quinceañeras. Se casó con otra en
1924: su nombre era Lolita MacMurray, aunque se lo cambió
a Lita Grey. Tuvieron dos
hijos antes de que la incompatibilidad les separase. Y si
hay algo que puede robar el tiempo a un artista son los hijos. Tienen un gran
tirón sentimental. En tanto que un triunfo sexual puede desvanecerse: Chaplin
no tuvo tiempo ni espacio para siquiera mencionar a Lita Grey en su
“Autobiografía”.
Charlie no era cruel ni poco galante, sino un gran
mujeriego. Como un hombre del
pueblo, por así llamarle, prefería a las chicas guapas. Un
hombre puede desfilar arriba y
abajo gritando «United Artists» o incluso «la hermandad del hombre» mientras en secreto busca la singularidad de la Mujer.
Más tarde, con una
confusión muy cómica como resultado, Chaplin se adhirió a algo así como la
unidad de todas las almas y los hombrecillos de la Tierra. «¡Comunismo!»,
dijeron algunos, sin ver que Chaplin haría o diría cualquier cosa siempre que
pudiese salirse con la suya, lo cual no es la peor definición de la genialidad.
Cuando United Artists se formó, los valientes socios
contribuyeron con $100.000 cada uno a modo de capital necesario para establecer
una empresa de distribución. También acordaron un porcentaje de distribución
del 20% a nivel nacional y del 30% para el extranjero. Esto suponía decir que
el 35% que cobraba la Paramount por la distribución
nacional era una explotación. Pero, ¿quién conocía los
números lo bastante bien para
estar seguro?
Hasta el día de hoy, el porcentaje de distribución es el
Bunbury de enormes sumas de dinero y el sistema de contabilidad es amplia y
plácidamente considerado como
un robo legalizado.
Una parte de la historia de la industria de Hollywood
podría hacernos pensar que largas y solemnes deliberaciones llevaron a decidir
que el pago apropiado por vender, anunciar o introducir una película en el
sistema era el 20% de sus ingresos en taquilla. Pero sospecho que ese número
redondo se decidió rápida, arriesgada e ineptamente y que sobrevivió durante
décadas sin ser revisado.
Otro aspecto del trato de United Artists era que los
primeros socios -y cualquier otro
que pudiese ser considerado merecedor de su compañía más
tarde- eran responsables de
financiar sus propias películas. Este es otro eslabón esencial de la ecuación, o de la cadena de producción.
No se puede pasar más de una tarde en Hollywood sin
escuchar varias versiones del dicho de que, hagamos lo que hagamos, que no sea
con nuestro propio dinero. Porque el dinero puede perderse muy rápidamente. Por
lo tanto, nos ponemos en la posición de pedir dinero -como anticipos, o
préstamos, o lo que sea- a varias fuentes dentro y fuera de la industria.
Por otra parte, la determinación de pagar una cosa con su
propio dinero es un atributo esencial de la condición de autor. Ese es el acto
supremo de egocentrismo, del mismo
modo que es el riesgo que puede separar un nivel de
capitalismo de otro. Y si es nuestro
dinero, no tenemos que perder el tiempo fingiendo escuchar a
nadie más, por no hablar
de revisar el guión, el reparto, el calendario o el montaje
final. Más que cualquiera de
sus socios, Chaplin había conocido la pobreza, pero nunca
trabajaba sin tener la certeza
de que los fondos eran suyos. Se preocupaba inmensamente
por muchas cosas, incluyendo cómo representar las escenas, pero nunca pareció
inquieto o desanimado preocupándose por su dinero. Dudo de que el cine haya
tenido nunca un creador con tanta seguridad.
Chaplin se convirtió, casi inmediatamente, en el principal
activo y en el mayor problema
de United Artists. Lo primero de todo, su anterior contrato,
con First National, y su
creciente parsimonia, significaba que no hizo una película
para UA hasta 1923, Una
mujer de París. Su contrato con First National era de un
millón de dólares y un bonus de
$15.000 por ocho películas en 18 meses. Esto suena a
sustancial degradación. Pero el
millón era por esas ocho películas, y Charlie y First
National iban al 50% en los beneficios.
En cuanto a cómo hacerlas, Chaplin era libre como un
pájaro: «Puede tomarse el
tiempo que le parezca necesario para la calidad de sus
películas. Tiene libertad para escoger
sus historias. No le agobian con telegramas y conferencias
telefónicas...»
Las películas que hizo para First National incluyen Armas al
hombro (1918), El chico
(1921) -su primer largometraje- y El peregrino (1923). A.H.
Giannini y el Banco de
América (anteriormente el Banco de Italia) le prestaron
$250.000 para ayudarle a hacer
El chico. La película costó $1,5 millones, un tercio de lo
cual salió del bolsillo de Charlie.
Fue un éxito monstruoso, con una recaudación de más de $5
millones, suficiente para
darle a Charlie unos beneficios de unos $2 millones.
Observemos hasta qué punto el
gran éxito popular de El chico se debe a la historia de un
huérfano que tiene éxito (Chaplin
nunca estuvo más cerca de ficcionalizarse a sí mismo). Y todo lo que la UA podía hacer era observar compungida el filón, y esperar a que Chaplin se pusiese al día con su contrato.