Bibiana Ripol, periodista de la Editorial, entrevista a Quim Casas, autor de: Películas clave del «western»

 

¿Fueron las películas western las que le llevaron a su pasión por el cine?

En parte sí, la despertaron algunos de los western que veía por televisión en casa de mis padres y los de los últimos cineastas clásicos, que aún pude ver en estreno comercial en salas. Películas como Río Bravo y La diligencia fueron algunas de las que me formaron como espectador, pero combinadas con otras de Ingmar Bergman, de Chaplin y de Godard. En todo caso, los westerns ocupan una parcela más sentimental.

¿Hubiese sido nuestra infancia muy diferente sin las películas de indios y vaqueros?

La de mi generación quizá si, la actual no. Pero también habría sido distinta sin las comedias de Buster Keaton y Jerry Lewis, las películas de Tarzán, las series de televisión como Misión imposible, las novelas de Robert Louis Stevenson o los cómics de Flash Gordon.

¿Cómo ha influido a la sociedad los valores que los western propagaban?

Durante muchos años, en Estados Unidos, los valores que propagaban los western eran los mismos que se estaban experimentando en el momento, ya que el género y la realidad aún podían confundirse. Algunos valores como el trabajo en grupo, la profesionalidad o el esfuerzo de los pioneros son muy propios del western y de la forma de vida americana. El western era casi un género documental.

¿Son en general los western un fiel reflejo de la realidad del momento?

En líneas generales, sí. En los años cincuenta, sobre todo, hay muchas películas del oeste que muestran las tensiones ideológicas de la sociedad estadounidense de aquella época. Y en trabajos posteriores como Sin perdón, de 1992, también.

¿Los western han servido también como denuncia social?

En casos concretos, sí. El racismo, la caza de brujas, los problemas de reinserción social o algunos conflictos bélicos de la historia reciente han tenido eco en las películas del oeste.

¿Qué película considera una obra maestra que ha pasado desapercibida?

Muchas. Pero si hay que citar sólo una, Desafío en la ciudad muerta, de John Sturges.

¿Qué sería del cine norteamericano sin los western?

El western y el musical son los dos únicos géneros puramente norteamericanos. Por lo tanto, son parte esencial de su evolución.

John Wayne ha sido acusado de mal actor, por interpretar siempre el mismo papel de tipo duro, ¿qué opina al respecto?


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Muchos actores se han encasillado en un determinado tipo de personaje. Wayne no era demasiado dúctil, a diferencia de James Stewart, Cary Grant o de Henry Fonda, pero supo trabajar muy bien el tipo de personaje que le ofrecieron cineastas como Fod y Hawks, y a partir de ahí crear su propia tipología, limitada pero efectiva.

¿Qué nuevo modelo defendió Sergio Leone en los western?

La influencia de los clásicos norteamericanos filtrada por la cultura popular europea del momento. Intentó a veces un término medio, siempre con personalidad, virulento y operístico al mismo tiempo. No es lo que más me interesa, pero marco un territorio personal que otros vulgarizaron.

¿Qué ha significado Clint Estwood para los western modernos?

Muchísimo. La modernidad y el clasicismo al mismo tiempo. Mirar hacia el pasado sin perder de vista el presente y el futuro. Mantener vivo el género cuando nadie creía en él. Transformarse como actor, madurar como cineasta.

¿Los héroes de los western eran villanos en la realidad?

Muchos lo fueron en la vida real. El cine los ha dulcificado e incluso banalizado, sobre todo a Wyatt Earp o forajidos como Jesse James y Billy el niño. Pero eso ha ocurrido con todos los géneros.

En un principio el western era considerado como cine poco serio, ¿a qué se debió el cambio de consideración?

La diligencia, en 1939, cambió considerablemente el panorama. Con este film emergió un western adulto, de mayor profundidad psicológica. Después, en los años cincuenta, los western de Ford, Anthony Mann, Delmer Daves o Budd Boetticher certificaron la importancia del género. Ya no eran simples películas de indios y vaqueros, eran a veces retratos oscuros y turbulentos de personajes nihilistas, obsesivos. El western no es un cine tan aventurero y entretenido como siempre se ha querido ver.

El auge del cine negro, ¿arrinconó a los western?

Creo que no. En los cuarenta y parte de los cincuenta convivieron bien. Lo que si es verdad es que el cine negro ha sabido sobrevivir mejor a los cambios de modas, orientaciones y gustos, y hoy sigue siendo un género en activo.

¿Se echará en falta alguna película? ¿Qué criterios ha escogido para la selección?

Creo que no falta ninguno de los western considerados clásicos, decisivos por sus valores intrínsecos o por lo que aportaron en un contexto determinado. Después hay otros que me parecía interesante rescatar de un cierto olvido, filmes poco conocidos o pertenecientes a la serie B menos mitificada. Pero obviamente la lista es limitada y combina lo esencial con el gusto personal. Faltan algunos, seguro, pero no creo que ninguno sobre, incluso auténticas rarezas como Track of the Cat, de William Wellman.

¿Considera que el género western ha llegado a su fin?

En el sistema de producción del Hollywood actual, sí. Siempre habrá gente interesada en hacer filmes del oeste, como Eastwood o Kevin Costner, cuyo último western como director, Open Range, me parece lo mejor que ha hecho en toda su carrera. Pero serán casos aislados. Es así desde finales de los años ochenta, pero siempre aparece alguna propuesta interesante, un poco a contratiempo. De todos modos, lo mismo ocurre con el cine musical.

Ediciones Robinbook.