Dentro de Matrix

Pedro Berruezo

David Catalina

Colección Cult Movies 1

 

GÉNESIS DEL PROYECTO

 

Resulta muy sencillo hablar de Matrix como una obra de autor (de autores, más bien). Los hermanos Larry y Andy Wachowski dirigieron, escribieron y produjeron una película que se revela desde sus primeras imágenes como fruto de unas obsesiones muy personales. Los hermanos Wachowski, nerds con talento, freaks creativos, geeks con cosas que contar, renuncian al mismo tiempo a la autoría absoluta de su segunda película como directores, y se niegan a que en los créditos aparezca ese “A film by...” antecediendo el título que algunos adjudican a sus obras con tanta alegría. Sin embargo, no hay nadie tan responsable del éxito de Matrix como los hermanos Wachowki.

 

Comienzos entre viñetas

El más absoluto de los misterios rodea la vida íntima de Andy y Larry Wachowski. En la web oficial de Matrix no se puede leer sobre ellos más que esto: “Larry & Andy Wachowski han trabajado juntos durante treinta años. Su película más reciente, Lazos ardientes, que escribieron y dirigieron, está protagonizada por Gina Gershon, Jennifer Tilly y Joe Pantoliano. Poco más se conoce sobre ellos”[1]. Misteriosamente sencillo. ¿Se trata sólo de simple modestia? Su timidez compulsiva, o su reticencia a conceder entrevistas y dar más explicaciones de las necesarias sobre sus películas les ha proporcionado una (merecida) fama de celosos en extremo con su trabajo y su intimidad.

Larry Wachowski nació en 1966. Andy, en 1968. Ambos en Chicago, Illinois. Hijos de Ron, un empresario especializado en importación de maquinaria, y de Lynne, una enfermera de acentuados intereses artísticos (pintaba, según declaraciones de los hermanos, una especie de exploraciones expresionistas de su infancia), recibieron todo el apoyo de su familia cuando decidieron dejar el Emerson College de Boston, donde estudiaban, para escribir cómics y ganarse la vida trabajando como pintores o carpinteros. Su mayor trabajo hasta la fecha en ese campo sigue siendo la construcción de una casa para sus padres.

De sus aficiones infantiles se conoce, por supuesto, su desmedida afición por el cine: “Nuestros padres nos llevaban regularmente al cine desde muy pequeños. A veces los domingos veíamos tres películas seguidas. Ir al cine era la mejor manera de mantenernos callados. Fantasía es la primera película que recordamos haber visto. La Guerra de las Galaxias la vimos cientos de veces. Y Psicosis nos marcó mucho, sobre todo la secuencia de la muerte de Martin Balsam cayendo por la escalera. Mi madre nos la prohibió, pero convencimos a mi abuela para que nos la dejara ver”[2].

La personalidad de los hermanos difiere, a pesar de la cercanía de edades e intereses. Se dice de ellos que cambian de humor constantemente, y que tanto pueden estar profundamente concentrados y silenciosos como ser extremadamente abiertos y bromistas. Sin embargo, coinciden en todo. Keanu Reeves asegura que  “puedes ir a cualquiera de ellos y hacer una pregunta, y la mayoría de las veces te responderán lo mismo. Son independientes y a la vez, están unidos” [3]. En cuanto a la personalidad de cada uno, parece ser que Larry es quien aporta una faceta más clásica a las películas: filosofía, historia, sociología... quienes le rodean afirman que se pasa el día leyendo, aprendiendo e investigando. Andy tiene una personalidad (aún) más reservada, y parece ser el experto en cómics, videojuegos y cultura pop.

A finales de los ochenta, Larry leyó la famosa autobiografía del rey de la serie B de los cincuenta y sesenta Roger Corman: cómo hice cien films en Hollywood y nunca perdí ni un centimo (How I Made a Hundred Movies in Hollywood and Never Lost a Dime, Roger Corman y Jim Jerome), en la que el mago de los presupuestos ridículos cuenta todas las triquiñuelas que inventó para sacar a flote proyectos insalvables, y animó a su hermano a que lo leyera también. Como tantísimos cineastas del último cuarto de siglo XX han reconocido –Robert Rodríguez y Quentin Tarantino en cabeza-, la inspiración proporcionada por el librito fue inmediata: cualquiera puede hacer películas, aunque lo único que se tenga sea voluntad. El primer fruto fue un sangriento guión para una película de terror de bajo presupuesto, Carnivore, acerca de caníbales que devoran a personas de la alta sociedad, en lo que podría ser una versión serie Z de la ya bastante zetosa Cómete al rico (Eat the Rich, 1987). Andy afirma: “El guión era muy perturbador. Se lo enseñamos a gente en Hollywod que dijo ‘Es una mala idea. No puedo rodar esto. Yo soy rico’”[4].

Mientras, los hermanos se hacían un nombre dentro del mundo del comic guionizando historietas muy puntuales para Marvel. Por ejemplo, Larry Wachowski aparece acreditado (aunque en realidad era un trabajo a cuatro manos) como guionista de los números 3 al 9 de Ectokid[5], últimos de esta serie. Se trataba de un cómic que partía de una idea original de Clive Barker: Dex (nombre que proviene de “ambidiestro”) Mungo es un adolescente negro de catorce años que tiene la capacidad de ver, con su ojo derecho, el mundo tal y como lo percibimos las personas corrientes. Con el ojo izquierdo ve las cosas con diferencias muy sutiles: como si los edificios estuvieran hechos de coral o de una extraña sustancia inorgánica. Y los habitantes de esta realidad adyacente, claramente, no son humanos. Resulta curioso que los Wachowski se toparan, en una fase tan temprana de su carrera, con un trabajo que partiera de una temática tan afín a la película que más adelante lanzaría sus carreras. Destaca en la efímera colección la curiosa historia de amor entre los padres de Dex, una humana y un fantasma que le concibieron como un puente entre ambos mundos, Realidad y Ectosfera. O tropas de policías espirituales que ven aberrante la condición de Dex de puente entre dos realidades que no deben tocarse.

También bajo el sello de Clive Barker se editaron el resto de los trabajos de los Wachowski para Marvel. Para empezar, guionizaron cuatro historias de la colección que Marvel dedicó a Hellraiser[6] bajo el sello Epic (en el que se reservaban a los respectivos autores de los cómics sus correspondientes derechos de autor). Se trataba de una colección de pequeños volúmenes que indagaban en la fascinante mitología creada por Clive Barker en la película del mismo nombre, construida en torno a los difusos límites entre el placer y el dolor. Como decía el propio Barker en la introducción a estos cómics, cuando una creación, como son los cenobitas, se hace tan popular que pasa al imaginario colectivo, resulta interesante contemplar qué versiones y perversiones llevarían a cabo otros creadores con esos personajes. Cada volumen contenía cuatro o cinco historias de equipos creativos variables y de resultados irregulares, pero casi siempre interesantes, dado lo perverso e inquietante del material de base. Los Wachowski guionizaron las partes 2, 10 y 12 de un arco argumental de dieciocho partes (¡!) independientes llamado The Devil’s Brigade, publicadas en los números 8, 12 y 13 de la serie. Las historias se titulaban, respectivamente, Inside the Laager, Black and White y The Final Solution y fueron ilustradas por Joe Barruso, Denys Cowan y Russ Heath. Además, guionizaron (aunque como de costumbre sólo aparece acreditado Larry) otra historia más, Closets, que ilustró Miran Kim y que apareció en el octavo número de la serie. Finalmente, se encargaron de todo un especial, Hellraiser Spring Slaughter[7] en el que tres personajes unidos por una fe quebradiza o inexistente se enfrentan a las huestes infernales de Leviathan.

Y más Clive Barker en esta extraña fase como guionistas de cómics de los Wachowski, y acerca de la que casi no se han pronunciado: el número 17 de la serie Nightbreed (NOTA: Varios autores, “Nightbreed”. Marvel Comics. 25 números. 1990-1993. Publicado en España por Planeta de Agostini), de título Midnight Snack. La serie estaba basada en la segunda película como director de Clive Barker, Razas de Noche (Nightbreed, 1990), un curioso delirio visual que extremaba los conceptos de la belleza y la fealdad interiores y sus contrapartidas externas. Los cómics tendieron a hacer más terroríficos, esenciales y explícitos los horrores propuestos en el film, y la colección cerró tras 25 números y un especial, cuando Clive Barker dejó de ser un autor de moda.

 

Apuntando maneras: Asesinos

Los esfuerzos acabaron dando su fruto, no obstante. Como todo el mundo parecía coincidir en que el guión de caníbales comerricos era demasiado, partieron para su segundo guión de una idea algo más accesible. El resultado fue el texto que acabaría dando como fruto Asesinos (Assassins, 1995). El productor italiano Dino de Laurentiis lo compró, y fascinado con la peculiar descripción de personajes que los hermanos habían tomado prestada del cine oriental en su variante heroic bloodshed, les pidió más ideas, más textos, otro guión. Los Wachowski lo habían escrito –era el texto de partida para Lazos ardientes-, pero al tener un contenido más personal se negaron a venderlo si no lo dirigían ellos mismos. Andy explica cómo reaccionó De Laurentiis ante la idea: “Nos preguntó de qué iba y le explicamos el argumento completo de Lazos Ardientes. Escuchó y dijo, con un seco acento italiano: ‘La primera mujer, ¿es lesbiana?’, y dijimos ‘Sí’. Y entonces dijo: ‘Y la segunda mujer, ¿es lesbiana?’. Asentimos con la cabeza, pensando que sentiría rechazo por la idea. Pero, juntando sus manos, dijo ‘¡Tenemos un trato!’”[8].

 

DINO DE LAURENTIIS

Paradigmático ejemplo de productor italiano todoterreno, extremadamente longevo además –nació en 1919-. Su sola mención hace sonar campanillas en la cabeza de cualquier cinéfago curtido en el cine comercial más absurdo de los ochenta, y se ha convertido en sinónimo de explotación, presupuestos contenidos, ideas peregrinas y, casi siempre, diversión sin prejuicios. Los inicios de su carrera no hacían presagiar estos derroteros, produciendo con sólo veinte años el clásico neorrealista Arroz amargo (Riso Amaro, 1948) y películas de Fellini como La Strada (Íd., 1954) o Las Noches de Cabiria (Le Notti di Cabiria, 1957). Poco después de romper su relación con el director italiano, De Laurentiis se lanzó en plancha a la explotación, produciendo películas baratas, rentables y variadas, llegando a crear un gigantesco estudio en Roma, Dinocitta. Algunas de las películas más interesantes de este periodo son los clásicos del fantástico alternativo Barbarella (Íd., 1968) o Diabolik (Íd., 1968). A finales de los sesenta se desplazó a Estados Unidos y produjo películas para Hollywood, pero siempre con ese retintín puramente italiano caracterizado por los presupuestos reducidos y el aire explotador de éxitos anteriores. Es el caso de El justiciero de la ciudad (Death Wish, 1973), Mandingo (Íd., 1975), King Kong (Íd., 1976) o Huracán (Hurricane, 1979). Los ochenta se abren con la increíble Flash Gordon (Íd., 1980), que fija el tono para títulos cada vez más insensatos y caros –Conan el Bárbaro (Conan, the Barbarian, 1982) y secuela, Conan el Destructor (Conan, the Destroyer, 1984), Manhattan Sur (Year of the Dragon, 1985)- que culminan con el monumental fracaso de Dune (Íd., 1984). Desde entonces sigue en la brecha, perdiendo y ganando dinero a rachas más o menos equivalentes, fiel a sus géneros favoritos, produciendo con su inconfundible estilo de superproducción demencial, y demostrando que su apellido sigue teniendo un significado: El cuerpo del delito (Body of Evidence, 1993), Asesinos, Breakdown (Íd., 1997), Hannibal (Íd., 2001) o El Dragón Rojo (Red Dragon, 2001) son algunas de ellas. Actualmente trabaja en la producción de The Lecter Variation, que repasará la vida del célebre psycho-killer desde la infancia hasta los veintitantos; Macaulay Culkin dará vida al joven Lecter. Genio y figura, ya decimos...

 

Mientras, el rodaje de Asesinos seguía adelante. Acabó entrando directa en las grandes ligas hollywoodienses, con un reparto formado por estrellas: Sylvester Stallone, Antonio Banderas y la emergente Julianne Moore. Fue producida, junto a De Laurentiis, por Joel Silver -gracias a Asesinos los Wachowski entraron en contacto con el productor- y dirigida por Richard Donner, y el resultado no convenció a los hermanos. De hecho, intentaron eliminar su nombre de los créditos -en los que aparecen junto a Brian Helgeland, futuro guionista de L.A. Confidential (Íd,. 1997) y director de Payback (Íd., 1999), contratado para reescribir el guión de acuerdo a los deseos de los productores-, pero legalmente no podían.

 

JOEL SILVER

Curtido productor cien por cien hollywoodiense que puede considerarse, en buena medida, tan responsable del éxito de Matrix como los propios Wachowski. Su confianza ciega en el talento de los hermanos y el apoyo financiero que ha dado en todo momento a la creatividad desbordante de los directores le convierte en un profesional de innegable olfato comercial. Tampoco hace falta recordar que, en términos de superproducciones, el productor puede llegar a tener un peso creativo muy importante, lo que hace que decir que hay películas “de Jerry Bruckheimer”, “de Golan-Globus” o “de Dino De Laurentiis” sea mucho más justo que mencionar el nombre de los directores. Ahora se habla de Matrix, pero pocos recuerdan que la primera película de acción contemporánea, la que transformó por completo las reglas del género y que reflexionó como pocas sobre el espectáculo como arte y narración, La jungla de cristal (Die Hard, 1988), fue una de sus primeras y más celebradas producciones.

Aficionado al cine desde la infancia, produjo unas cuantas películas de Burt Reynolds para Lawrence Gordon y fundó su propia compañía, Silver Pictures, en 1980. Tras el castañazo inicial de Xanadu (Íd., 1980), su carrera como productor despega con Límite: 48 horas (48 Hrs., 1982), de Walter Hill, junto a Richard Donner, uno de sus directores fetiche. A partir de ahí, contados fracasos comerciales -aunque curiosamente, siempre acompañando a películas muy, muy especiales y disfrutables, como Las aventuras de Ford Fairlane (The Adventures of Ford Fairlane, 1990), El gran Halcón (Hudson Hawk, 1991) o la propia Asesinos- y muchísimos éxitos, que le acaban convirtiendo en un nombre infalible: Depredador (Predator, 1987) y secuela, el trío iniciado con La jungla de cristal, la serie de Arma Letal (Lethal Weapon, 1987), Demolition Man (Íd., 1987), o El último boy-scout (The Last Boy-Scout, 1991)-. Se intérpretó a sí mismo (más o menos) en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit?, 1988) y, tras una segunda mitad de los noventa bastante dubitativa, acompañando a la crisis creativa del cine de acción norteamericano, llegó el éxito de Matrix. Silver fue uno de los primeros en sacar tajada de la orientalización del género –y para qué negarlo, quizás es quien más derecho legítimo tenía a hacerlo-, y lo demuestra en películas como Romeo debe morir (Romeo Must Die, 2000), Operación: Swordfish (Swordfish, 2001) o Nacer para morir (Cradle 2 the Grave, 2002). También, para su productora especializada en cine de terror, ha producido títulos como House on Haunted Hill (Íd., 1999), 13 fantasmas (13 Ghosts, 2000) o Ghost Ship: Barco fantasma (Ghost Ship, 2001)

 

Lo más curioso del caso es que la película no está nada mal. Es extraña, arrítmica, debido posiblemente a las múltiples reescrituras de un guión que se adivina mucho más contenido y abstracto que el que nos permite ver la película. También es un título gris, desganado, sin duda fallido, pero muy interesante, y estéticamente muy acorde con la hasta ahora breve obra posterior de los Wachowski. Cuenta las peripecias de Robert Rath (Sylvester Stallone), un veterano asesino a sueldo que quiere retirarse y cuyo camino acaba cruzándose con el de Miguel Bain (Antonio Banderas), un psicópata con el que comparte profesión, pero no métodos. Rath recibe un último encargo, eliminar a una mujer llamada Electra (Julianne Moore), pero se enamora de ella y decide protegerla de Bain, que recibe el mismo encargo que su rival.

A pesar del verbenero currículum de su director, Asesinos tiene un tono seco, contundente, sin stunts disparatados, que la distancia del cine de género de Hollywood. Tiene en ocasiones la solemnidad de una película de samuráis, lo que encaja con la más que posible intención de los Wachowski de hacer una película de acción orientalizada, cuando la fiebre por el cine de acción de Hong Kong era impensable a nivel masivo. Es patente, por ejemplo, en el honor de los asesinos a sueldo (por ejemplo, cuando Rath da a uno de sus objetivos, un antiguo amigo, la posibilidad de suicidarse) que entronca con la francesa El silencio de un hombre (Le Samouraï, 1967), aunque muy posiblemente el referente manejado por los guionistas es su remake hongkonés, The Killer (Íd., 1989) de John Woo. Más detalles que denotan una influencia oriental: la figura de un maestro y un alumno -también características del cine de acción oriental, como en los títulos clásicos de artes marciales o, sin salirnos de John Woo, A Better Tomorrow (Íd., 1986)-; el comportamiento tranquilo de Rath y su turbio reflejo en Bain; la extrema soledad que rodea a Rath … todo recuerda a una manera de concebir personajes y situaciones impropio de Hollywood. En algunos momentos, de hecho, Asesinos parece un borrador de algunas ideas de una de las mejores películas de John Woo en Estados Unidos, Cara a cara (Face/Off, 1997). Hay varias escenas en la secuencia del enfrentamiento en una casa abandonada que casi se cae a pedazos en las que Donner juega, aprovechando el juego de reflejos que propone el guión, a partir la pantalla, hacer que los personajes se apunten a través de paredes y puertas, que se espíen y hablen aprovechando las irregularidades del terreno…

 

RICHARD DONNER

Irregular director, de estilo clásico y pesado, con una carrera plagada de éxitos y fracasos. Comenzó trabajando como actor en la década de los cincuenta, aunque pronto pasó a la dirección, responsabilizándose de algunos episodios de la mítica serie Twilight Zone (1959-1964) que hoy son clásicos, como Nightmare at 20.000 Feet. Su primer éxito fue la magnífica La profecía (The Omen, 1976), a la que siguió la hoy un tanto estática Superman (Íd., 1978). Los géneros de su filmografía se fueron multiplicando: Los Goonies (The Goonies, 1985), Lady Halcón (Ladyhawke, 1985), Los fantasmas atacan al jefe (Scrooged, 1988), Maverick (Íd., 1994) y Asesinos -produciendo también en la mayoría de los casos-, aunque sus títulos más populares siguen siendo los de la saga Arma letal.

 

Asesinos no es una película redonda, desde luego. El rechazo de los Wachowski, que afirman no haberla visto entera porque les recordaba a un mal telefilm, posiblemente se debe a que el resultado difiere demasiado del guión original. Entre los peros de la película está la no siempre adecuada interpretación de un Antonio Banderas capaz, eso sí hay que reconocérselo, de tirar de los otros dos vértices del triángulo, encarnados con notable desgana por Stallone y Moore. O la habitual carencia de nervio narrativo de Richard Donner, responsable de la serie de Arma letal, posiblemente las películas de género más aburridas y estáticas del cine moderno. El ritmo flojea, las secuencias de acción tienen ese aburrido y confuso tono realista tan propio de los noventa, hay desperdigados unos cuantos tópicos… pero Asesinos posee también, por encima de todo ello, un peculiar tono onírico –especialmente en su tramo final, fantasmagórico y sugerente-, y algunas ideas de guión más brillantes por lo que sugieren que por lo que cuentan, como la amargura que se adivina en las palabras de Rath al hablar de Bain, posiblemente porque él tenía una personalidad muy similar cuando entró en la profesión. Asesinos es un experimento desviado e incompleto, pero digno de atención.

 

Un debut de alto voltaje: Lazos ardientes

En 1996 debutaron como directores –además de productores ejecutivos y, obviamente, guionistas- gracias a la confianza de Dino de Laurentiis y de Spelling Films, compañía coproductora de la película y propiedad del cada vez menos en boga productor televisivo Aaron Spelling. El resultado fue Lazos ardientes (Bound, 1996). Con un reducido presupuesto de sólo cuatro millones y medio de dólares, la película es un thriller lleno de restregones de alto voltaje y un buen puñado de pecados capitales a flor de piel. Se trata de una revisión irónica y desproporcionada de los códigos de cine negro, sustituyendo a la clásica femme fatale y al fracasado que se deja introducir en un torbellino de calenturas, vanidad y avaricia por un par de ambiciosas mujeres que se sienten (comprensiblemente) atraídas entre sí y deciden estafar a un peligroso jefe de la mafia. Son Corky (Gina Gershon) y Violet (Jennifer Tilly): la primera es una curtida ex-presidiaria que intenta rehacer su vida y trabaja arreglando un apartamento. La segunda se instala en el piso de al lado en compañía de César (Joe Pantoliano), un gángster psicótico que usa el lugar como habitáculo alejado de miradas curiosas donde tramar venganzas, amenazar a pusilánimes y dirigir su peligroso negocio. Pronto, ambas inician una tórrida relación a espaldas de César, y Corky elabora un sencillo, contundente y arriesgado plan para robarle al mafioso dos millones de dólares e iniciar una nueva vida junto a la algo enigmática Violet.    

 

JENNIFER TILLY

Hermana de la también algo perturbadora actriz Meg Tilly, su carrera parece haber sufrido el trayecto inverso a la de ésta. Mientras que su hermana disfrutaba de un moderado éxito en los ochenta con títulos como Reencuentro (The Big Chill, 1983) o Agnes de Dios (Agnes of God, 1985), Jennifer desperdiciaba su talento en productos directos al vídeo, en papeles muy secundarios o en productos interesantes pero que no despegaban de los círculos independientes. Algunas de sus primeras películas fueron El hotel de los fantasmas (High Spirits, 1988), Los Fabulosos Baker Boys (The Fabulous Baker Boys, 1989), o The Doors (Íd., 1991), siempre en papeles de escasa importancia. Precisamente, fue nominada al Oscar a la Mejor Actriz Secundaria por su hilarante intervención en Balas sobre Broadway (Bullets Over Broadway, 1994), que la encasilló, en cierto modo, en papeles de víbora explosiva, ingenua y peligrosa. En esa onda va también la propia Lazos ardientes, Mentiroso compulsivo (Liar, Liar, 1997) o La novia de Chucky (Bride of Chucky, 1998), sus últimos éxitos.

 

GINA GERSHON

Dotada de un físico espectacularmente morboso, gracias sobre todo a unos labios que no tienen parangón en todo Hollywood, Gina Gershon se ha convertido en icono lésbico gracias a dos de las películas más altovoltaicas de su carrera -la increíble Showgirls (Íd., 1995) y esta Lazos ardientes-, y gracias también a su físico musculado y poco femenino. Su aspecto es de herencia francesa, rusa y alemana, y debutó en el clásico de la comedia juvenil La chica de rosa (Pretty in Pink, 1986). Tras unos cuantos productos que no terminaban de explotar su febril rostro -Cocktail (Íd., 1988), Danko: Calor rojo (Red Heat, 1988), El juego de Hollywood (The Player, 1992)-, consiguió la fama con la citada película de Paul Verhoeven. Desde ahí, ha ido combinando las producciones más o menos independientes como Touch (Íd., 1997) o Lulu On The Bridge (Íd., 1998) con películas de alto presupuesto, como Cara a cara o Driven (Íd., 2001). A pesar de ello, debido a lo inconformista de su aspecto y su trabajo, parece poco probable que se convierta en una superestrella al uso.

 

Lazos ardientes juega con los tópicos del cine negro más clásico, pero la orientación sexual de sus dos protagonistas -no necesariamente extravagante, pero exótica en un código genérico en el que los hombres son tradicionalmente la especie dominante- permite reformular los tópicos al más puro estilo Wachowski. Tal y como harían, de forma decididamente más agresiva en la trilogía iniciada en Matrix, juegan al respeto y a la parodia, a la cita con conocimiento de causa y al dinamitaje sistemático de las ideas preconcebidas. El estilo es muy similar al que hizo populares a otros hermanos directores con peso en el cine moderno: los Coen. De hecho, Lazos Ardientes recuerda el debut tras la cámara de los directores de Fargo (Íd., 1996), Sangre fácil (Blood Simple, 1984), una mezcla de humor histérico y desenvoltura posmoderna que usaba la puesta en escena y el conocimiento milimétrico de sus referentes en una propuesta que pertenecía temáticamente a un tipo de cine que apenas se filmaba desde hacía treinta años, pero que también poseía un espíritu desvergonzado inconcebible antes de los ochenta.

Pero si Sangre fácil planteaba su ánimo deconstructor a partir de la intriga al estilo Hitchcock, Lazos ardientes prefiere hacerlo en el cine negro más clásico, con una fijación clara en una de las obras cumbres de género, Perdición (Double Indemnity, 1944), de Billy Wilder. Larry Wachowski afirma que “el cine negro permite jugar con el sexo, la comedia y el suspense, tres elementos que nos interesan particularmente. Y eso nos legitimaba para filmar un ejercicio de estilo en toda regla[9]. Imposible ser más claro porque los Wachoski, como los Coen, usan un material previo con la intención de subvertirlo, y Lazos ardientes es una película tan personal en ese sentido como pueda serlo Matrix. No olvidemos que la trilogía que los hizo famosos parte de orígenes muy queridos por los hermanos -cómic, videojuegos, Internet-, sin duda atractivos para las nuevas generaciones de espectadores, pero Lazos ardientes juega en la misma liga: cinéfagos compulsivos, los Wachowski nunca han ocultado su pasión por el cine clásico. Hasta las influencias más pop de la película beben de los clásicos: los directores reconocen la importancia a la hora de definir la estética de Lazos ardientes fue el cómic Sin City[10], de Frank Miller, una actualización, caricaturizada, estilizadísima y blanquinegra... de los tópicos del cine negro.

La modernización que lleva a cabo Lazos ardientes no se limita a la temática. También la puesta en escena es atrevida y agresiva muy al estilo, de nuevo, de los hermanos Coen. Destaquemos el trabajo de Bill Pope, futuro colaborador con los hermanos en Matrix, que estiliza las imágenes hasta el extremo: la cámara atraviesa una pared para mostrar a las protagonistas apoyadas en el muro, dividiendo la pantalla como si el tabique fuera un espejo (imagen curiosamente similar a muchas de Asesinos); la cámara sigue, nudos incluidos, la trayectoria del cable de un teléfono; la ultraviolencia invade la pantalla, pero extremadamente postproducida y manipulada, tal y como sucede en los pirotécnicos pero nada crudos enfrentamientos de la trilogía de Matrix. Destacan en este último aspecto una interminable secuencia de tortura, y la muerte de un gángster frente a una pared blanca que queda completamente pringada de rojo. Los Wachowski consiguen, gracias a esta planificación, convertir en personajes a objetos, movimientos y acciones.

Larry dice que el guión se centraba originalmente en Violet. “La idea era mostrar a un personaje al que podrías mirar y hacer todo tipo de suposiciones sobre él, y te equivocarías[11]”. Pero pronto la historia giró hacia la exposición de la sudorosa relación entre Corky y Violet. Con todo lujo de detalles. Se convirtió en el principal reclamo comercial de la película, y a pesar de ello, la relación entre las dos protagonistas es algo más que un refrito oportunista de Instinto básico (Basic Instict, 1992), en los que Dino de Laurentiis ya estaba curtido: no olvidemos que había producido la aberrante El cuerpo del delito. Lazos ardientes es algo menos obvia, gracias sobre todo a la sabia decisión de Larry y Andy de no caer nunca en la explotación ramplona de la fantasía heterosexual, a pesar de líneas de guión míticas como “Debes ser muy buena usando las manos”. Lazos ardientes esquiva los tópicos (aunque Gina Gershon ya era un icono gay cuando rodó la película, gracias sobre todo a las escenas de alta temperatura bisexual que protagonizó en el clásico Showgirls) mediante un desarrollo de los personajes que incide en su condición lésbica para dar pie a la historia, no para justificar secuencias eróticas. Como dice Violet, “Sé lo que soy, no necesito un tatuaje en el brazo para demostrarlo”. Larry Wachowsky sabe definir a la perfección el problema del cine gay militante, y de paso destapa la inteligente postura de la película: “Las propias lesbianas protestan acerca de cómo otras lesbianas tienden a rodar películas aburridas, sin sexo, didácticas: son siempre historias acerca del origen de esa condición. Pero en Lazos ardientes no hay historias de orígenes: esas personas, simplemente, son gays”.[12]

A pesar de que la película obtuvo un gran éxito debido a la química, sucia y básica, entre sus dos protagonistas, el proyecto casi no salió adelante porque ninguna actriz de éxito quería interpretar ninguno de los dos papeles. Cuando aún no había un estudio definitivo que se hiciera cargo del proyecto, un productor se ofreció a financiar la película si Corky se convertía en un hombre, algo a lo que los Wachowski se negaron en redondo, convencidos de que, entonces, Lazos ardientes dejaría de ser un proyecto único.

Por supuesto, la MPAA (Comité de Censura Estadounidense) tuvo mucho que objetar a la lubrificante secuencia de sexo entre Corky y Violet. Aunque, como el propio Larry señala, “estábamos muy confiados en que no podía poner objeciones, porque obviamente no podían decir que el problema era que había dos mujeres involucradas. Al final, nos salieron con ese concepto de ‘sexo manual’. Dijeron que el ‘sexo manual’ era demasiado gráfico. Meses después, fuimos a ver Belleza robada (Stealing Beauty, 1996) de Bertoluci, donde ves ese primer plano de la mano de Liv Tyler entrando justo debajo de sus medias”[13]. La legendaria doble moral de Hollywood con los productos independientes o, simplemente, menos acomodaticios concluyó con una calificación “R” –la más alta antes de “NC-17”, sustituta desde hace unos años de la infausta “X”- por “sexualidad, violencia y lenguaje fuertes”.

Cerremos esta cuestión, en fin, con un cotilleo que a la hora de escribir estas líneas no ha tenido confirmación oficial, pero que tiene visos de ser cierto, y que de serlo, es importante para explicar este aspecto de la película, e incluso algunos de Matrix. Se comenta, se dice, se rumorea que Larry Wachowski se habría cambiado de sexo entre el estreno de Reloaded y el de Revolutions. Más rumores: una conocida dominatrix llamada Karin Winslow se ha dejado ver en los rodajes de las dos últimas películas de la serie, y Larry lleva meses tomando hormonas femeninas, tal y como “atestiguan” fotografias del estreno de Reloaded en Cannes las que, es innegable, el mayor de los Wachowski luce cierto aspecto femenino. También según el ex-marido de Karin Winslow –a su vez… ¡transexual!-, Larry lleva años usando ropa interior femenina, y cuando aparte de las hormonas, el quirófano haya hecho su parte del trabajo de transformación, Larry pasará a llamarse Lana. O Laura, o Lara, según otras fuentes. Cuestión peculiar pero que, sin embargo, reforzaría el enfoque alejado de tópicos que se hace de la relación lésbica entre Corky y Violet en Lazos ardientes. También, si se confirmara que Larry tiene tendencias sadomasoquistas, se podrían leer entre líneas secuencias como las numerosas que Corky pasa atada y amordazada. También podríamos encontrar explicación para aspectos de Matrix que han sido analizados hasta la saciedad y que adquirirían de este modo una dimensión más personal: la manifiesta androginia de Trinity y otros personajes femeninos, como Ratón; el gusto por el cuero y la carga sexual que gabardinas y uniformes de este y otros materiales tienen en la trilogía -hay una secuencia en la primera secuela, pura iconografía sado, en la que el guante de látex de Trinity acaricia la mano desnuda de Neo-.

La película, fuera por los motivos que fuesen, tuvo tanto éxito que, afirma Larry, “después de Lazos ardientes nos ofrecieron un montón de thrillers lésbicos”[14]. El resultado, en sus propias palabras, “no fue exactamente el que pretendíamos... pero casi”.

“Casi” fue suficiente, en cualquier caso. Tras Lazos ardientes hubo algún proyecto abortado, como guiones adaptando dos clásicos muy diferentes del cómic. Por un lado, el caótico e imprevisible Plastic Man[15] del gran Jack Cole, un proyecto de indiscutible dificultad que pretendía financiar Amblin, propiedad de Steven Spielberg. Por otro, V de Vendetta (V for Vendetta, 1988)[16], basado en el cómic de Alan Moore del mismo nombre, y cuya mediocrísima adaptación, se supone que firmada por los Wachowski, circula por Internet desde hace un tiempo. Por suerte, los hermanos se volvieron a poner tras las cámaras para dar vida no a estos proyectos, sino a una película que ellos concebían como arranque de una trilogía que transformaría para siempre el aspecto de la ciencia ficción fílmica.

De una pre-producción infernal a los resultados en taquilla

 

Como todos los grandes viajes, la gestación de Matrix comenzó con un simple primer paso: un amigo les pidió a los Wachowski una idea para un cómic. Lo que surgió de sus hiperactivas cabezas era demasiado grande como para ceñirse a las consabidas veinticuatro páginas mensuales del comic-book americano, por lo que comenzó a expandirse y a tomar forma al margen del papel, hasta sufrir una sorprendente e imprevista metamorfosis: de posible cómic a trilogía cinematográfica. No imaginaban que aquello les iba a suponer cinco duros años de trabajo continuo y contracorriente (sin contar las secuelas), hasta lograr convertir aquellas ideas en imágenes en movimiento. Poco o nada sabían de productores con escasa imaginación visual, o de teóricas cámaras propulsadas por cohetes. Y por supuesto, no eran en absoluto conscientes de que lo que estaban creando iba a convertirse en toda una nueva mitología para la juventud y los adultolescentes del tercer milenio, y en un referente obligado para el cine que estaba por venir, para bien o para mal. Meses después del estreno, y ya con los excelentes resultados en la mano, los Wachowski admitieron su absoluta sorpresa: “Estamos completamente estupefactos por la respuesta de los fans hacia la película”[17].

 



[1] Web Oficial de Matrix (http://whatisthematrix.warnerbros.com).

[2] Web Revista Fotogramas (http://www.fotogramas.wanadoo.es/).

 

[3] Web CBS 2 CHICAGO (www.cbs2chicago.com/national/TheMatrixBrothers-aa/resources_news_html).

[4] Weinraub, Bernard. “In Matrix, the Wachowski Brothers Unleash a Comic Book of Ideas” New York Times, 5 abril 1999.

[5] Varios autores, “Ectokid”. Marvel Comics. 9 números. 1993-1999. No publicada en España.

[6] Varios autores, “Hellraiser”. Marvel Comics. 20 números. 1989-1993. Publicada en España por Planeta DeAgostini y Recerca en tomos recopilatorios no coincidentes con la edición original.

[7] Wachowski, Larry y Pacella, Mark, “Hellraiser Spring Slaughter”. Marvel Comics. 1 número. 1994. No publicado en España.

[8] Smith, Andrew. “The New Coens”. The Guardian, 7 febrero 1997.

[9] Web Revista Fotogramas (http://www.fotogramas.wanadoo.es/).

[10] Miller, Frank, “Sin City”. Dark Horse. Varias miniseries y números especiales, 1993. Publicada en España por Norma Editorial.

[11] Smith, Andrew. “The New Coens”. The Guardian, 7 febrero 1997.

[12] Smith, Andrew. “The New Coens”. The Guardian, 7 febrero 1997.

[13] Smith, Andrew. “The New Coens”. The Guardian, 7 febrero 1997.

[14] Weinraub, Bernard. “In Matrix, the Wachowski Brothers Unleash a Comic Book of Ideas” New York Times, 5 abril 1999.

[15] Cole, Jack, “Plastic Man”. DC Comics. Diversas series desde 1941. No publicado en España.

[16] Moore, Alan y Lloyd, David, “V for Vendetta”. DC Comics. Serie de 10 números. Publicado en España por Ediciones Zinco y Norma Editorial.

[17] Chat With The Wachowski Brothers, 6 de Noviembre de 1999, WEB OFICIAL DE MATRIX http://whatisthematrix.warnerbros.com/.