1.-  INTRODUCCIÓN

           

           

“Los cines facilitan la extrañeza de confundir el ocio con la vida” (Luis IZQUIERDO).

           

 

El cine, arte y espectáculo, es un inmenso caleidoscopio donde, a partir de un análisis profundo y crítico, puede vislumbrarse el devenir de la sociedad contemporánea. En él se han (re)creado historias del pasado, del presente y aún del futuro, que le han convertido en testigo y testimonio de las más diversas concepciones que, sobre el hombre y su mundo, ha generado la propia realidad social del ser humano.

 

            Esta realidad ha influido en el arte cinematográfico, tanto a la hora de crear el fondo de las historias y a sus personajes, como en el instante mismo de encontrar una cierta forma de sintetizarlos en la pantalla. Pero el  binomio sociedad – cine es de sentido bidireccional, porque, efectivamente, la imagen dinámica también influye, casi siempre de manera sutil e imperceptible, sobre nuestras particulares formas de concebir la realidad que nos envuelve.

 

La relación cine – educación ha sido, en general, de incomprensión mutua. La institución escolar ha ignorado, cuando no desdeñado, la importancia del lenguaje audiovisual y sólo le ha dado cabida testimonial en sus programas, aún a pesar de que el consumo de estos materiales por parte de los alumnos ha ido aumentando de manera inexorable.  Después, una vez fuera de duda esa realidad, se ha puesto el grito en el cielo y se ha culpado a los medios de comunicación audiovisuales de una buena parte del llamado “fracaso escolar”. Se suele decir, por ejemplo, que el niño y el adolescente (como si al adulto no le sucediese también) quedan inermes ante el bombardeo de las muy sugerentes y estudiadas imágenes que les llegan a diario, porque no poseen el suficiente bagaje para poder realizar un análisis crítico y reflexivo de las mismas. Sin embargo, ya a comienzos del siglo XX, cuando el cine acababa de nacer y aún le faltaba el aditamento del sonido, algunos estudiosos y teóricos del medio, como Balázs (1978), llamaban a que, así como en las escuelas se estudia literatura y pintura, se enseñase también a ver y juzgar una película. Si algún día el cine entra de verdad en las aulas como un instrumento didáctico relevante, y no como lo ha hecho hasta ahora a niveles meramente ilustrativos, se conseguirá evitar que quede relegado únicamente a su dimensión de espectáculo, saldrán a la luz las obras de los grandes “pensadores de imágenes” y será posible su análisis y estudio. Así, la “memoria” del cine podrá ser rescatada y no quedará, como sucede ahora, sepultada en los estantes de filmotecas y cinematecas.

 

            De otro lado, tampoco los cineastas, en su acercamiento a la realidad educativa, han conseguido transcribir fielmente en la pantalla, salvo contadas y honrosas excepciones, el entorno escolar y a sus protagonistas. Diversas razones han pesado en que estos resultados fuesen generalmente negativos. Una de las causas fundamentales ha sido, en mi opinión, el sometimiento a unas rígidas convenciones cinematográficas, sobre todo las derivadas del mundo hollywoodiense, que suelen repetir, hasta la náusea, situaciones y personajes, casi siempre a partir del maniqueo esquema de “buenos” contra “malos”.

 

Sin embargo, cine y educación comparten varios elementos básicos. Como se sugiere en el título mismo de este libro, la enseñanza, en su forma tradicional, se “proyecta” sobre una pantalla negra llamada pizarra, mientras que el cine se “escribe”, de forma dinámica, sobre una pizarra blanca denominada pantalla. Además, el proceso de enseñanza – aprendizaje posee intrínsecamente, como el cine y el teatro, un cierto carácter de representación. En OLEANNA (Oleanna, 1994) de David Mamet, John, el profesor protagonista, interpretado por William H. Macy, al referirse al hecho educativo, le dice a su alumna: ”La educación es un ritual”. Efectivamente, el maestro, casi siempre que imparte una clase, está, de alguna manera, interpretando un guión previamente pensado y estudiado.

 

En el binomio cine – educación existen, fundamentalmente, tres posibles campos de estudio:

·        La enseñanza del cine como medio artístico (su lenguaje, su técnica, su historia, etc.).

 

·        La utilización del cine como recurso didáctico.

 

·        La visión que el cine ha dado, en sus películas, del mundo educativo. 

 

Los dos primeros campos de estudio cuentan con numerosos y acreditados trabajos, sobre todo derivados del campo educativo. Los estudios acerca del tercero son escasos, están más dispersos y, sobre todo, han encontrado grandes dificultades para conciliar los aspectos puramente fílmicos de las películas analizadas con la dimensión educativa reflejada en ellas. Este ensayo intenta captar la imagen que el cine ha proyectado en torno al mundo de la educación, teniendo presente que cualquier tema analizado con base en un medio artístico como el cine debe realizarse a través, no sólo de personajes y argumentos, sino también de la técnica y el lenguaje cinematográfico empleados. De indudable importancia es, así mismo, un conocimiento profundo de la historia del cine, pues un elemento crucial del análisis deriva, casi siempre, de la evolución temporal que el tema de estudio haya sufrido en su traslación a la pantalla. Por eso, las películas que se reseñan, con mayor o menor énfasis, en las páginas siguientes, son totalmente heterogéneas en cuanto a ubicación temporal, geográfica o de género. Incluso, bastantes de ellas no transcurren en el mundo educativo, pero se hace preciso mencionarlas por distintas causas, en cada caso:

 

1.      Alguno de los personajes protagonistas es un docente, aunque (casi) no lleguemos a verle ejercitando su profesión. Sin embargo, el análisis del mismo a través de la acción y/o diálogos puede revelarnos más sobre la concepción fílmica del autor acerca de la escuela y su mundo que otras obras inanes que transcurren casi exclusivamente en el entorno educativo.

 

2.      Encontramos interesante una breve secuencia de un film donde el docente ejerce de personaje secundario.

 

Aunque no me había planteado, en un principio, ninguna restricción de orden temporal en la elección de las películas que sirvieran de soporte al trabajo, finalmente he dejado fuera las obras del denominado cine “silente” (no me gusta demasiado la acepción bastante más conocida de cine “mudo”), fundamentalmente por dos razones: la primera, y más importante, es la práctica inaccesibilidad de estas películas, con la excepción de los grandes clásicos; la segunda es que no existen filmes interesantes sobre el tema, debido quizá al hecho de que la educación tradicional se ha basado casi siempre en intercambios (o monólogos) de tipo oral.

 

En esta elección, no existe tampoco, inicialmente, ninguna cortapisa de tipo geográfico. Es decir, se considera que toda obra cinematográfica, de cualquier nacionalidad, es susceptible de análisis para el enriquecimiento del objeto de estudio. Pero, por desgracia, esto es pura entelequia, porque las películas que se estrenan en las pantallas españolas son, en su mayoría, estadounidenses. Por tanto, una buena parte de las películas analizadas son de este país.

 

En algunas de las fuentes bibliográficas consultadas se realiza, de una u otra forma, una reseña histórica de las películas relacionadas con el mundo de la educación. En buena parte de las mismas, como es el caso de Edelman (1983), el primer filme que se cita, cronológicamente, es ADIÓS MR. CHIPS (Goodbye, Mr. Chips, 1939) de Sam Wood.

 

                En el cine silente, sin embargo, si se produjeron algunas películas relacionadas, de una u otra forma, con el mundo educativo. Citaré algunas de ellas. Las primeras son, evidentemente, de corte documental, como por ejemplo, COLUMBIA SCHOOL GIRLS (1897), A BOARDING SCHOOL ESCAPE (1898) y FLO´S DISCIPLINE (1911), entre otras. Dentro de la categoría de ficción, hay películas de cine cómico como: THE LITTLE TEACHER (1915) de Mack Sennett, EL ESTUDIANTE NOVATO (The freshman, 1925) de S. Taylor y F. Newmeyer, con Harold Lloyd y EL COLEGIAL (College, 1927) de J. W. Horne, con Buster Keaton de protagonista. Encontramos también alguna comedia clásica como EL PRINCIPE ESTUDIANTE (The student prince, 1927), cuya acción transcurre en la universidad de Heidelberg y que tiene el inconfundible “toque Lubistch” de su director. Y por último, dentro del terreno dramático, podemos citar: THE SCHOOL TEACHER AND THE WIFE (1912) de David Wark Griffith, THE BIG LITTLE PERSON (1919) de Robert Z. Leonard y EL BORRÓN (The blot, 1921) de Lois Weber.   

 

Oliker (1993) divide en cinco períodos la historia de la imagen del profesor en las películas sonoras americanas y británicas:

1.      Los años treinta (la era heroica).

2.      Los años cuarenta (la época de la paranoia).

3.      Los años cincuenta (la época de la irrelevancia).

4.      Los años sesenta (los años de guerra).

5.      Desde 1973 a 1993: la época del educador “duro y en ebullición”.

 

Esta última referencia, equiparando la profesión de docente en la actualidad con la del clásico detective de novela negra, no deja de tener su “gracia”, pues muchas de las películas americanas de estos últimos años, que transcurren en la escuela, muestran un ambiente que puede asimilarse más a los tugurios donde se desenvolvían Sam Spade o Philip Marlowe, que a un prototípico centro de enseñanza.

 

En mi opinión, en la historia del cine en relación al tema que nos ocupa, existen cuatro momentos importantes:

 

·        Año 1939, con la consolidación del modelo de profesor abnegado y “sacrificado”, debido al éxito de ADIOS, MR. CHIPS y que se intenta extender hasta nuestros días: EL CLUB DE LOS EMPERADORES (The emperor´s club, 2002) de Michael Hoffman.

 

·        1955, año del estreno de SEMILLA DE MALDAD (The blackboard jungle) de Richard Brooks, que es el germen del subgénero de alumnos rebeldes o aulas violentas y cuyo modelo, con muy pocas variaciones, sobre todo de índole racista, sigue produciendo un gran número de películas: MENTES PELIGROSAS (Dangerous minds, 1995) de John N. Smith, EL SUSTITUTO (The substitute, 1996) de Robert Mandel y 187, MAS MENTES PELIGROSAS (One eight seven, 1997) de Kevin Reynolds, por poner tres ejemplos recientes.

 

·        Finales de la década de los años 70, con la irrupción de las comedias estudiantiles y vodeviles universitarios que, aunque tenga antecedentes remotos, se consolida en 1978 con el estreno y éxito de DESMADRE A LA AMERICANA (National lampoon´s animal house) de John Landis y GREASE (Grease) de Randal Kleiser.

 

·        Década de los años ochenta, a lo largo de la cual pueden situarse los primeros síntomas claros del derrumbe de las utopías y los deseos de cambio que parecían traer consigo los movimientos estudiantiles de finales de los sesenta. El naufragio de todas las quimeras políticas y sociales de aquella generación ya se dejaba entrever en películas como REENCUENTRO (The big chill, 1983) de Lawrence Kasdan o EL DECLIVE DEL IMPERIO AMERICANO (Le déclin de l´empire américain, 1986) de Denys Arcand, y se ha visto certificado de manera eficaz en la reciente secuela de esta última: LAS INVASIONES BÁRBARAS (Les invasions barbares, 2003), dirigida por el mismo director canadiense, unos años después.

 

De todas formas, igual que puede ser discutible la clasificación de períodos históricos por parte de Oliker, también pueden puntualizarse o debatirse algunas de las fechas señaladas por mí, puesto que:

 

 

-        Antes de SEMILLA DE MALDAD (1955), el cine norteamericano en los años 30 y 40 ya había producido multitud de películas con jóvenes “problemáticos”, aunque la mayoría de las veces se desarrollasen en escuelas “especiales”, llámense reformatorios, por ejemplo CRIME SCHOOL (1938) de Lewis Seiler, con Humphrey Bogart ejerciendo de abogado redentor de los llamados Dead End Kids o en ciudades diseñadas para “muchachos con problemas” como FORJA DE HOMBRES (Boys town, 1938) y LA CIUDAD DE LOS MUCHACHOS (Men of boys town,1941), ambas de Norman Taurog y con el carismático Spencer Tracy como Padre Flannagan, idea esta última ya cristalizada en 1931 en la película rusa EL CAMINO DE LA VIDA (Putyovka v zhizn) de Nikolai Ekk, donde un docente creaba una comuna para reinserción de adolescentes, y que supuso una apasionada demostración de los principios educativos sustentados por el pedagogo soviético Antón Makarenko.

 

-        Las comedias estudiantiles con que Hollywood nos ha obsequiado en los últimos veinte y tantos años, pueden tener su origen en los cortos de Hal Roach, “Our gang” y en algunos títulos de los años 30 y siguientes, por ejemplo, BORED OF EDUCATION (1936) de Gordon Douglas o UN YANQUI EN OXFORD (A yank at Oxford, 1938) de Jack Conway. Hay, además, otra fecha importante a tener en cuenta: se trata de 1968, año en que se produjeron las revueltas estudiantiles en París (el denominado “Mayo francés”). El clima que dio origen a estos sucesos es posible rastrearlo en títulos europeos como IF...(If..., 1968) de Lindsay Anderson o EN EL NOMBRE DEL PADRE (Nel nome del padre, 1971) de Marco Bellochio y también en americanos como FRESAS Y SANGRE (The strawberry statement, 1970) de Stuart Hagman, o en la sátira de Richard Rush, titulada CAMINO RECTO (Getting straight, 1970). Películas como estas fueron seguramente uno de los principales referentes de todos esos filmes de “desmadres”, “movidas”, “porky´s”, “albóndigas”, “novatos”, “locuras” y otras lindezas, que nos llegaron a finales de los años 70. Desórdenes y destrucción a raudales, sexo por doquier y profesores despistados o bufones recorren este otro subgénero de películas, que todavía continúa en auge. Incluso, en los últimos años, se han dado derivaciones del mismo con filmes de terror y/o ciencia – ficción ubicados en institutos y universidades, por ejemplo, THE FACULTY (The faculty, 1998) de Robert Rodríguez, SECUESTRANDO A LA SRA. TINGLE (Teaching Mrs. Tingle, 1999) de Kevin Williamson e incluso alguna aportación española como TUNO NEGRO (2001) de V. J. Martín y P.L. Barbero, cuya acción transcurre en la Universidad de Salamanca.

 

            Consideración especial me merece la filmografía francesa referida al mundo educativo, que recorre aproximadamente el camino que va desde la obra maestra CERO EN CONDUCTA (Zero de conduite, 1933) de Jean Vigo, pasando por el aldabonazo hacia el sistema socioeducativo actual que representa HOY EMPIEZA TODO (Ça commence aujourd´hui, 1999) de Bertrand Tavernier, y que culmina por ahora en el interesante documental SER Y TENER (Étre et avoir, 2002) de Nicholas Philibert. En estas siete décadas de cine francés podemos encontrar representaciones más creíbles de alumnos y profesores en la pantalla de las que suele mostrarnos el cine norteamericano. Con ello, no quiere decirse que los tipos representados sean siempre positivos, pues, por ejemplo, quizá sea “Don Cuadernillo”, interpretado por Guy Decomble, en LOS CUATROCIENTOS GOLPES (Les 400 coups, 1958) de François Truffaut, uno de los docentes más negativos que han poblado la pizarra cinematográfica. Aún en estos casos, los retratos de profesores que hemos podido contemplar en las películas galas suelen aparecer como más cercanos y creíbles que sus homónimos estadounidenses.     

 

            En las páginas que siguen, unas veces se describen secuencias, situaciones, personajes, etc., de las películas comentadas, como punto de partida para que vayan surgiendo temas relacionados con la educación y afloren los diversos estereotipos que se han creado en torno a la figura del profesor. También se da el caso inverso, es decir, se presenta un determinado tema o arquetipo educativo y se comenta en base a películas que tienen que ver con el mismo. De esta manera puede analizarse la posible relación existente entre el personaje docente de ficción y el educador de la escuela real y reflejar también cómo las representaciones del primero pueden influir, de manera casi siempre subrepticia, en el trabajo posterior del segundo. El objetivo último es retratar el entorno educativo fílmico para poder describir los principales tipos y arquetipos que subyacen en las situaciones y personajes representados. Para ello, como puntualiza Carmona (1990:69):

 

 No se trata de transcribir el monólogo que un sujeto (autor) realiza a través del objeto fílmico, sino establecer un diálogo con el objeto mismo”.

 

                Al final de cada una de las secciones de los capítulos 2 y 3, que forman el esqueleto básico del estudio, se hace un examen más exhaustivo en torno a una película que, a nuestro juicio, evoca de forma más significativa el aspecto allí tratado.

 

A lo largo de estas páginas aparecen diálogos o frases de las películas que se comentan. Estoy de acuerdo con Loscertales et al. (1998) en que estos diálogos pueden ayudar en el análisis de los estereotipos sociales acerca de la docencia. Sin embargo, también debo indicar que el uso abusivo de la palabra, en algunas de las películas que se analizarán, ha terminado por lastrarlas de alguna manera, pues, no lo olvidemos, el cine es el arte de las imágenes en movimiento y nos “conmueve” más cuando el director es capaz de comunicar sus ideas, fundamentalmente, con el uso de mecanismos puramente visuales.

 

No obstante, como se irá comentando en su momento, bastantes de las películas que sirven de base a este estudio están basadas en textos literarios, muchos de ellos de corte autobiográfico. Lo más común es que un profesor evoque su carrera docente o algunos momentos significativos de la misma, o bien que un cineasta rememore sus años de infancia o de adolescencia y con ello retrate su escuela y a alguno de los educadores que le tocó en suerte. Como ejemplo prototípico del primer caso tenemos CONRACK (Conrack, 1974), de Martin Ritt, una película basada en una novela de Pat Conroy, donde su autor relata las peripecias que le acontecieron durante un curso que impartió en una remota escuela de Carolina del Sur, a finales de la década de los sesenta.

 

La reciente película MACHUCA (2004) de Andrés Wood supone uno de los múltiples ejemplos del segundo caso, que encontraremos en las páginas siguientes. En ella se evoca la amistad entre dos alumnos de extracciones sociales muy diferentes que coincidieron en un colegio religioso chileno. Uno de ellos aparece como un evidente “alter-ego” del guionista y director. A través de su historia llegaremos a saber lo que significó para estos chicos, y por extensión para la sociedad de su época, el golpe militar de Pinochet en 1973.

 

El cine, como los demás medios de comunicación, crea, y, al mismo tiempo, refleja los principales estereotipos que la sociedad de la época tiene acerca de todas las profesiones. Médicos, abogados, periodistas, militares y profesores quizá sean los roles profesionales que más se han debatido en la pantalla cinematográfica durante sus más de cien años de historia. Pues bien, este texto es el acercamiento de un profesor cinéfilo a las imágenes arquetípicas que el séptimo arte ha proyectado en torno a su profesión docente.