Jamie Lee Curtis comenzaría su carrera cinematográfica con La noche de Halloween (Halloween), el clásico de terror dirigido por John Carpenter.

Carpenter no habla mucho de los resortes dramáticos y visuales que lo mueven. Pero nada en su cine es gratuito o fruto de la casualidad. John Carpenter es un inteligente manipulador de su público: totalmente a merced del cineasta, cada plano, cada secuencia, nos dan la sensación de que en el universo de horror y locura de Carpenter no hay espacio para la salvación, para la esperanza. «La idea de que los espectadores proyecten sus fantasías en la pantalla es, para mí, el secreto del cine. Así pues, me involucro emocionalmente con los personajes de mis películas. Intento sentir como ellos, plasmando en imágenes aquello que los turba, aquello que les inquieta... y sorprenderlos. De este modo, más allá de la ficción, puedo moldear a mi antojo los sentimientos y sensaciones de la audiencia».

A finales de 1977, Carpenter fue contratado por Irwin Yablans, un productor para Compass International Ltd., quien había esbozado una idea para una nueva exploitation movie: «Me encontraba en Milán y, de repente, pensé que podíamos hacer algo sobre una “canguro”. Algo sobre un grupo de jovencitas a las que aterrorizaríamos. Hay un denominador común aquí, pensé, ya que todo el mundo ha sido canguro al menos una vez, o ha tenido una. Así que llamé a John, le expuse la idea y le entusiasmó». Más tarde, Carpenter retomó la conversación, aunque ya por entonces había perdido algo de entusiasmo respecto a la idea original. No fue hasta que Yablans le presentó un segundo tratamiento de la historia cuando el realizador advirtió el potencial latente en el proyecto: «Empezaba con un distribuidor diciéndome: “Me gustaría una película sobre un chico que asesinara “babysitters”. Lo titularíamos The Babysitter Murders. Como yo me encontraba sin empleo, acepté sin poner objeciones. Pero entonces Carpenter intervino: “Situemos la película en la noche de Halloween porque Halloween es una época ideal, la del Bogeyman (personaje terrorífico del folklore americano, equivalente a el “Ogro” o “El Hombre del Saco”)”. Pensé que era realmente una buena idea».

Carpenter aceptó escribir el guión de La noche de Halloween con Debra Hill. Comenzó a rodarse con un presupuesto de 300.000 dólares.

El guión giraba en torno a un perturbado mental llamado Michael Myers que, tras evadirse del sanatorio en el que se hallaba recluido, se encargaba de sembrar el terror entre las canguros de su ciudad natal en la noche de Halloween. Hill asumió la escritura del primer esbozo, atendiendo sobre todo a lo concerniente a las adolescentes babysitters. Carpenter fue el autor del segundo tratamiento, en el que incluyó todo el material que había recopilado acerca del psicólogo que quería dar caza al asesino, a quien consideraba como el Mal en persona.

A petición de sus hermanas, entusiastas de Asalto a la comisaría del distrito 13, Donald Pleasence aceptó interpretar al médico –después de que Christopher Lee rechazara el papel-. Si el film antes mencionado pretendía ser un tributo al cine de Howard Hawks -en especial a Río Bravo-, La noche de Halloween quería impregnarse del estilo de los thrillers de Alfred Hitchcock, por lo que Carpenter y su coguionista decidieron bautizar al psicólogo que sigue el rastro del maníaco con el nombre de Sam Loomis, el mismo del personaje interpretado por John Gavin en Psicosis, y a una de las enfermeras del manicomio Marion –como la Janet Leigh asesinada en la ducha del Motel Bates -.

En el papel de la protagonista, la joven Laurie Strode, Carpenter eligió a una adolescente Jamie Lee Curtis –de diecinueve años de edad-, hija, no por casualidad, de la musa acuchillada en Psicosis. Antes de que La noche de Halloween la catapultara al estrellato, la joven actriz sólo había intervenido en una teleserie, como uno de los personajes habituales. Después del film, Curtis se convirtió en la reina del nuevo terror juvenil, con papeles destacados en películas como La niebla o Prom Night (1980).

La máscara de Michael Myers escondía el rostro de Nick Castle, posteriormente director de films como Starfighter, la aventura comienza (1983): «John Carpenter y yo fuimos a la escuela de cine juntos y nos hicimos buenos amigos», cuenta Castle. «Estaba intentando hacer mi primera película, así que le pregunté si podía dejarme caer por el plató donde rodaba La noche de Halloween y echar un vistazo. John me dijo: “Ya que vas a andar por aquí, ¿por qué no interpretas al asesino?” Lo primero que pensé fue: ¿Por qué quiere John que yo interprete a un asesino? John me dijo que era porque le gustaba mi manera de andar. Me volvía hacia él y dije: ¿y cómo debo interpretar el papel?, y contestó: “simplemente, camina”. La máscara actuaba más que yo... John me manejaba como una marioneta a lo largo de todo el film..». A modo de anécdota, señalar que el nombre del asesino enmascarado, Michael Myers, es el de un distribuidor de cine londinense que descubrió y arropó al equipo formado por Akkad, Yabblans, Carpenter y Hill después de rodar Asalto a la comisaría del distrito 13.

Después de tres semanas de preproducción, el rodaje de La noche de Halloween empezó en marzo de 1978, y finalizó ¡22 días más tarde!. Filmada en Panavisión, y utilizando la cámara móvil Panaglide -precursora de la moderna Steadycam-, los exteriores diurnos de la película fueron tomados en Pasadena, el lugar donde se localizó la ficticia ciudad de Haddonfield, Illinois, escenario de la masacre de Myers. Aunque los vecinos de Pasadena se mostraron colaboradores con el equipo de filmación, John Carpenter tuvo un único quebradero de cabeza durante el rodaje de exteriores: «¡procurar mantener fuera de los encuadres las palmeras que se alzan en cualquier ciudad californiana! -exclama el director- pero que, de ningún modo, podríamos encontrar en el Medio Oeste..». En cuanto a los interiores o los exteriores nocturnos, se localizaron alrededor de Hollywood. Como era de esperar en un film rodado con escasos medios económicos, las dificultades se sucedieron a lo largo de la filmación. Para empezar, en primavera, estación en la que se rodó, era imposible encontrar calabazas tal y como se utilizan en Halloween, de modo que el equipo creativo tuvo que ingeniárselas para pintar de naranja algunos “sucedáneos” y darles apariencia de perfectas calabazas. Por otra parte, John Carpenter y Debra Hill se encargaron personalmente de buscar la máscara más adecuada para su psychokiller, fría y absolutamente inexpresiva, sin demasiado éxito. Cuando estaban a punto de comprar una careta de payaso –la que llevaba Michael Myers en el primer tratamiento del guión-, Carpenter y Hill dieron con lo que andaban buscando: una máscara que reproducía las facciones de William Shatner, es decir, el famoso capitán Kirk de Star Trek: bastó con agrandar los ojos de la máscara, recortarle las patillas y pintar su rostro de color blanco, para acentuar el aspecto gélido y anónimo de un hombre sin sentimientos ni compasión, personificación del mal. Sin pretenderlo, había nacido uno de los iconos más representativos y terroríficos del género de las últimas décadas...

Sin embargo, cuando John Carpenter presentó a sus productores una primera versión del film, la respuesta que obtuvo fue descorazonadora: La noche de Halloween no asustaría a nadie. ¿Dónde residía el problema? Carpenter halló fácilmente la respuesta: la copia que habían visionado los productores no tenía banda sonora, por lo que el realizador se apresuró a componer la música adecuada...¡en sólo dos semanas! Para ello, se “inspiró” en la labor de Ennio Morricone y Bernard Herrmann, dos de los compositores cinematográficos más admirados por Carpenter. Luego, una vez sonorizada y colocada la música en el film, convocó de nuevo a su exigente público: el experimento resultó un éxito y los ejecutivos coincidieron unánimemente en que acababan de asistir a una de las películas más terroríficas de la historia.

Con sólo 300.000 dólares de presupuesto, La noche de Halloween recaudó durante su primer año de exhibición, sólo en los Estados Unidos, 77 millones de dólares, convirtiéndose así en la película independiente más rentable de la historia del cine -honor que, por cierto, detentó hasta 1990, cuando Las tortugas Ninja, de Steve Barron, con un presupuesto de 1.300.000 dólares superó ampliamente los 90 millones de dólares de taquilla(¡¡¡)-. Pero lo más significativo es que el film de John Carpenter dio origen a todo un subgénero dentro del cine de terror, el psychokiller, llamado también de otras formas más sonoras: slasher (navajero), slice & dice (cortar y picar), stalker (cazador), body count (número de cadáveres) o teeniekill (matanza de adolescentes).

 

 

(Extracto de Antonio José Navarro (Escrito para la revista “Imágenes”) recopilado en el libro de TB Editores”diccionario de películas del cine norteamericano. Antología Crítica”.