LA VANGUARDIA

Fellini vuelve a Barcelona

Un delirio felliniano envolverá Barcelona durante varios meses. Es un homenaje a quien, hace ahora 20 años, al llegar a esta ciudad dijo creer entrar en una de sus películas

NÚRIA ESCUR - 28/11/2004


Que Barcelona es ciudad felliniana por excelencia, incluso antes de Fellini, está demostrado. El hermanamiento entre el universo felliniano y una zona inhóspita de la ciudad, especialmente esas calles del Barrio Chino -hoy Raval- que han sufrido cambios urbanísticos, sus garitos, sus prostitutas y sus chulos, sus aguardientes y sus rincones tan sucios como humanos, lo fascinante y lo miserable, es una alianza que cuenta con años de historia.

Estos días anda Barcelona sumergida en plena moda Fellini. Desde el pasado 3 de noviembre y hasta el 12 de marzo del 2005 se celebra Riscoprire Fellini, una actividad organizada por el Instituto Italiano di Cultura de Barcelona. A punto de vivir unos meses de intenso homenaje al director (Rímini, 1920-Roma, 1993) valga la evocación de los encuentros y desencuentros entre un hombre complejo y un paisaje urbano que le fascinó.

La culpa fue de Jordi Grau. El día en que este director de cine decidió publicar Fellini desde Barcelona (Ed. Àmbit), se vió asaltado, perseguido y arrastrado por la idea de que si Fellini hubiera estado en Barcelona sin duda hubiera filmado Las noches de Cabiria en la calle de les Tàpies. Y así se lo hizo saber. Barcelona estaba hecha para él.

Años después reconocería Grau, rememorando su infancia, que "las prostitutas que yo veía de pequeño en mi barrio, y que me atraían tanto como me repelían, presionado por un ambiente de fanatismo y credulidad católica, no tenían mucho que ver con las que retrataba Fellini, ya que él las veía desde dentro de los cristales del bar, desde el mismo interior de sus sujetadores".

Prostíbulos y dedicatoria
A pesar de todo, se alegraba Grau de haber ingeniado aquella frase, "porque dio origen a la experiencia de comparar nuevas ciudades con sus costumbres, miedos, deseos y vivencias". Por eso cuando en 1985 invitaron a Fellini a presentar este libro, el hombre aterrizó en Barcelona a la voz de una advertencia que se convirtió en leyenda: "Entrar en Barcelona ha sido como entrar en una de mis películas". Fue entonces cuando le regaló a Grau un libro -Los grandes prostíbulos del mundo- con una gráfica dedicatoria: "Jorgito, vamos a la cama". Sería la primera y única vez que Fellini pisaría Barcelona a pesar de tantas cosas como en su imaginario le unían a ella.

La ciudad con Giulietta
Se sabe que Fellini paseó por la Filmoteca y la Boqueria, que tomó helados en La Jijonenca, bebió en el Raval y fabuló con sus carnales mujeres como buen mentiroso profesional que era. Fellini estuvo aquí con su mujer Giulietta Masina (Bolonia, 1921-Roma, 1994); Giulietta, que un día sería Cabiria y Ginger y Gelsomina; Giulietta, que tendrá por amante fílmico a Vilallonga, invitado a la Setmana Internacional de Cinema por el maestro José Luis Guarner. Guarner, cuya última crónica periodística, cosas del destino, fue una bellísima necrológica de su amigo Fellini en 1993. Tres días después moriría el crític.

Barelona le devuelve su devoción al padre de Y la nave va, de La Strada, de La ciudad de las mujeres... y durante cuatro meses tejerá una ambiciosa selección de retrospectivas, proyecciones, melodías, cómics originales del propio Fellini, filmes documentales. Un itinerario que culmina con un escenario para especialistas, el Congreso Internacional Segni, disegni, sogni: l´universo poetico di Fellini.

Daniela Aronica, responsable del Centro di Studi sul Cinema Italiano, mujer que casi todo lo sabe del monstruo del cine, reconoce que este baño felliniano que está sufriendo Barcelona es fruto de un personal sueño de Ennio Bispuri, director del Instituto Italiano di Cultura de Barcelona. Él, que ha dedicado dos libros a Fellini y la investigación de toda una vida, que paseó con Fellini por calles de Roma, vagabundeando como dos vitelloni.Y con él intercambió decenas de cartas. Es el más íntimo responsable del homenaje. Para Aronica, jamás habrá hecho mayor homenaje a Fellini, "ni vivo ni muerto. ¿Sabe que hay jóvenes que todavía no han visto sus películas?".

El anonimato que encontró en el barrio chino barcelonés fue algo que a Fellini le reconciliaba con la especie humana. Él, que mantuvo siempre una relación apasionada con lo sórdido -"lo único real"- y que recordaba a Anna Magnani como una mujer extraordinaria porque, a su muerte, los gatos callejeros de Roma guardaron luto por ella, reconoció desde el cariño y el sarcasmo que algunas calles de Barcelona parecían salir de sus propias fantasías. Hoy no las reconocería.