La casa de Joan se transformó en una suerte de estudio, donde la estrella podía representar a sus anchas el papel de la queridísima Mommie para mayor placer de fotógraos y revistas de fans. El espacio más amplio, diseñado para ella por Haines, era el que Joan llamaba «mi taller» y tenía estricto carácter privado. Resplandeciente de luz, de cromo y cristal, parecía un quirófano, pero de hecho era su vestídor. Tenía mesas de masaje, un secador de pelo que desaparecía en la pared, una extensa barra circular para colgar la ropa, cómodas de vidrio y suficientes estantes como para sus doscientos pares de zapatos. Haines halía creado para ella un sistema de iluminación deliberadamente cruel -esa áspera luz focal que encienden en los bares cuando quieren echar a la clientela a la hora de cerrar-, de tal manera que, si su maquillaje era correcto allí, podría pasar bajo cualquier tipo de luz. Muchas de las horas íntimas más placenteras de Joan transcurrian en su taller.