(Gladiator, 2000)
MÚSICA: Hans Zimmer y Lisa Gerrard
Universal/Dreamworks
SKG (
Año 180 d.C. Después de derrotar a los bárbaros en Germania,
el General Máximo (Russell Crowe) es el favorito del emperador Marco Aurelio
(Richard Harris) para sucederle en el poder, pero el celoso Cómodo (Joaquin
Phoenix), hijo del emperador, asesina a su padre y ordena la muerte de Máximo y
su familia. El General salva la vida, pero se convierte en esclavo e inicia una
carrera como gladiador con el objeto de acercarse lo suficiente al nuevo
emperador y conseguir la venganza.
Audaz y exitosa recuperación del género “de romanos”
por parte del director Ridley Scott. Rodada en Inglaterra, Marruecos y Malta,
no sólo triunfó en las taquillas sino también en los oscars de Hollywood, con
12 nominaciones que se saldarían con cinco estatuillas, incluídas las de Mejor
Película, Mejor Actor y Mejores Efectos Especiales. Los ordenadores se ocuparon
de recrear Roma, tres cuartas partes de su Coliseo, sus ejércitos e incluso la
sangre que salpica los combates.
Aunque ya llevaba varios años creando bandas sonoras,
el alemán Hans Zimmer se dio a conocer cuando consiguió una nominación por su
trabajo en Rain Man (Barry
Levinson, 1988). Posteriormente otros títulos como Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1990), Llamaradas (Ron Howard, 1991) y sobre
todo el oscar por El rey león
(Roger Allers y Rob Minkoff, 1994) le proporcionaron fama, una posición
privilegiada en la industria (acabaría siendo director de la división musical
de la Dreamworks) y multitud de seguidores, en una brillante carrera que
alcanza uno de sus puntos culminantes en Gladiator.
Zimmer y Ridley Scott ya habían coincidido en Black Rain (1989) y Thelma y Louise (1992), cuando el
compositor ya creaba obras mixtas de orquesta y sintetizadores. Para un
proyecto de la envergadura de Gladiator
se creó un conjunto más complejo, añadiendo instrumentos tradicionales y
voces.
Lisa Gerrard ya había firmado junto con Pieter Bourke
la banda sonora de El dilema (The
insider) (Michael Mann, 1999), pero era también la vocalista del grupo
“Dead Can Dance”. Su incorporación a Gladiator
se produjo una vez iniciado el proceso de creación, a raíz de la presencia de
un CD del grupo que alguien escuchaba en los estudios. Atraído por la voz de la
cantante, Zimmer propuso contactar con ella, y la relación entre ambos resultó
tan positiva (ambos se consideran “almas musicales gemelas”) que la
colaboración que tenía que durar cuatro o cinco días resultó ser de varios
meses y provocó la co-autoría de la banda sonora.
Desde el comienzo de la película oimos la voz de
Gerrard. Antes de la gran batalla inicial en Germania, el General Máximo
visualiza mentalmente los campos de trigo de Hispania, en alusión a su granja y
la paz familiar que ansía; es un poético tema que aparecerá posteriormente
cuando Máximo vuelva a pensar en su familia y hable de ella con Marco Aurelio o
con el esclavo numida Juba (Djimon Hounsou). Cuando el protagonista llega a su
granja y comprueba el asesinato de su esposa e hijo, cae de rodillas y llora ante ellos, momento
impactante en el que también la voz de Gerrard acompaña el dolor del héroe.
La aportación más famosa de la co-autora es la canción
“Now We Are Free” (“Ahora somos libres”, en alusión a las palabras que Juba
pronuncia en el desenlace), melodía que incorpora el tema principal y que
supuso la estrella de la grabación para la promoción de la película y la banda
sonora. En el desenlace se introduce cuando Máximo cae al suelo, y enlaza las
últimas imágenes con los créditos finales, proporcionando un final musical
optimista.
En cuanto a los temas de acción, destaca sobre todos
el de la batalla inicial, una extensa pieza de diez minutos que, al igual que
la escena, supone un arrollador torrente de acción sonora. La imagen de Máximo
cabalgando frente a las legiones romanas preparadas, al son del solemne tema
principal, confiere a la escena un carácter épico y anuncia al espectador un
espectáculo. Una vez iniciado el combate se desencadena una sucesión de frases
musicales de gran intensidad, que en el DVD de la película Zimmer explica haber
concebido como un vals de ritmo acelerado. Sobre este tema pronto se alzaron
voces que lo relacionaban excesivamente con “Los Planetas” de Gustav Holst, a
lo que el compositor respondía en el segundo volumen de la edición
discográfica, afirmando haber usado “el mismo lenguaje, el mismo vocabulario,
aunque no la misma sintaxis”, y aludiendo también a los clásicos Mussorgsky,
Walton y Stravinsky como otras fuentes de inspiración. Polémicas aparte, es un
subrayado acertado para la batalla, aunque queda en un segundo plano ante el
ruido de los gritos y los efectos sonoros; sólo cuando los romanos vencen a los
germanos, la música pasa a un primer plano y pone paz ante la mirada cansada
del emperador.
Otras secuencias de acción tienen también temas muy
adecuados que funcionan perfectamente, como la huida de Máximo cuando los
legionarios están a punto de ejecutarlo, la “batalla de Cartago” en el Coliseo
de Roma, o el intento de huida final por parte de Máximo con ayuda de sus
compañeros gladiadores, y que resulta un intento frustrado por la guardia
pretoriana. Temas adecuados, con mayor o menor protagonismo según la intensidad
de los efectos sonoros, pero que no constituyen piezas principales de una banda
sonora que es más intensa en su faceta intimista, cuando se aproxima al
interior de los personajes.
La estancia de Máximo como esclavo y gladiador en
Zucchabar da pie a temas de carácter más étnico, definidos por el propio Zimmer
como “algo tribal, sucio, polvoriento”. Aparte de la percusión, para estas
escenas el compositor pensó desde el principio en el “duduk”, antiguo
instrumento armenio similar a un clarinete, interpretado por Djivan Gasparyan,
un armenio que entonces contaba con 72 años, y que en su país era toda una
institución por su dominio del instrumento.
Resulta especialmente brillante el paso de las imágenes
de Zucchabar a Roma. La imagen de Máximo y Juba en la arena bajo el sonido
percusivo y étnico da paso a imágenes de nubes, y en un imaginario viaje aéreo
llegamos a Roma y asistimos a la triunfal llegada de Cómodo; en esa transición
la música pasa de lo étnico, lo “polvoriento”, a la grandeza y la limpieza de
Roma, expresada por Zimmer con evidentes tonos wagnerianos. El avance de Cómodo
ante los ciudadanos y las imágenes de las legiones recordaron al músico los
documentales de Leni Riefenstahl, y según afirma en el DVD “me puse mi sombrero
alemán sin ningún pudor y me lancé a este territorio de Wagner”. El resultado
es magnífico. Cercano el final, otra pieza de aires wagnerianos acompaña al
emperador y al gladiador en su ascensión desde los sótanos del Coliseo hasta la
arena, donde tendrá lugar la lucha final entre ambos.
A lo largo de la película el tema principal destaca
los mejores momentos del héroe, como cuando el grupo de gladiadores consigue el
triunfo en la “batalla de Cartago”, ganándose al público. A continuación el
emperador Cómodo baja a la arena para conocer al “hispano”; al comprobar que se
trata de su enemigo Máximo, la sorpresa y la rabia de Cómodo provocan un
subrayado tenso y contenido, y cuando el fervor del público le obliga a levantar
el pulgar salvando al héroe, el tema principal cristaliza el triunfo
momentáneo. En otra escena, Máximo lucha con el gladiador gigante galo, pero la
música no interviene dejando oir las espadas y el rugido de los leones; la
música entra cuando se hace evidente la victoria de Máximo, pues lo importante
no es la lucha en sí, si no la posterior decisión del protagonista de dejar con
vida a su oponente a pesar del pulgar hacia abajo del emperador; Máximo deja
caer el hacha al suelo ante el sonido del tema principal y la ovación del
público.
El conjunto de
la banda sonora se muestra sólido y de gran calidad. Para su creación se
dispuso de seis lujosos meses, y se percibe más como una gran obra de equipo
coordinada por Zimmer y redondeada por colaboradores habituales suyos (Klaus
Badelt y Jeff Rona) y otras aportaciones de prestigio como las de Gerrard y el
citado Gasparyan, o las de Heitor Pereira en la guitarra (que se encarga de
recordar el origen hispano de Máximo) y Maurice Murphy en la trompeta.
Un excelente trabajo que Zimmer afirma haber realizado
muy a gusto, y que no obtuvo el oscar en beneficio de Tigre y dragón de Tan Dun, pero en cambio resultó la banda
sonora más vendida del año; sus ventas provocaron la aparición de un segundo
volumen discográfico que con el título de “More Music From Gladiator” presenta
más temas, nuevas mezclas de la canción “Now We Are Free” y varios temas
sintetizados de los múltiples que se concibieron y que acabarían descartados o
re-orquestados; también incluye diálogos de la película, pero que ni siquiera
responden al pasaje musical que tienen de fondo, en una muestra de que lo
importante era editar un nuevo disco, rellenándolo con un punto de vista muy
subjetivo.
La carrera de Zimmer ha seguido cosechando éxitos como
Pearl Harbor (Michael Bay,
2001), El último samurái
(Edward Zwick, 2003) y El rey Arturo
(Antoine Fuqua, 2004) y nuevas colaboraciones con Ridley Scott, como Hannibal (2001), Back Hawk derribado (2002) y Los impostores (2003).