GLADIATOR

(Gladiator, 2000)

 

MÚSICA: Hans Zimmer y Lisa Gerrard

 

Universal/Dreamworks SKG (USA). DIRECTOR: Ridley Scott. PRODUCTORES: Douglas Wick, David Franzoni, Branko Lustig. GUION: David Franzoni, John Logan y William Nicholson, basado en una historia de David Franzoni. FOTOGRAFÍA: John Mathieson. MONTAJE: Pietro Scalia. INTÉRPRETES: Russell Crowe, Joaquin Phoenix, Connie Nielsen, Oliver Reed, Derek Jacobi, Djimon Hounsou, Richard Harris.

 

SINOPSIS

Año 180 d.C. Después de derrotar a los bárbaros en Germania, el General Máximo (Russell Crowe) es el favorito del emperador Marco Aurelio (Richard Harris) para sucederle en el poder, pero el celoso Cómodo (Joaquin Phoenix), hijo del emperador, asesina a su padre y ordena la muerte de Máximo y su familia. El General salva la vida, pero se convierte en esclavo e inicia una carrera como gladiador con el objeto de acercarse lo suficiente al nuevo emperador y conseguir la venganza.

 

LA PELÍCULA

Audaz y exitosa recuperación del género “de romanos” por parte del director Ridley Scott. Rodada en Inglaterra, Marruecos y Malta, no sólo triunfó en las taquillas sino también en los oscars de Hollywood, con 12 nominaciones que se saldarían con cinco estatuillas, incluídas las de Mejor Película, Mejor Actor y Mejores Efectos Especiales. Los ordenadores se ocuparon de recrear Roma, tres cuartas partes de su Coliseo, sus ejércitos e incluso la sangre que salpica los combates.

 

BANDA SONORA

Aunque ya llevaba varios años creando bandas sonoras, el alemán Hans Zimmer se dio a conocer cuando consiguió una nominación por su trabajo en Rain Man (Barry Levinson, 1988). Posteriormente otros títulos como Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1990), Llamaradas (Ron Howard, 1991) y sobre todo el oscar por El rey león (Roger Allers y Rob Minkoff, 1994) le proporcionaron fama, una posición privilegiada en la industria (acabaría siendo director de la división musical de la Dreamworks) y multitud de seguidores, en una brillante carrera que alcanza uno de sus puntos culminantes en Gladiator.

Zimmer y Ridley Scott ya habían coincidido en Black Rain (1989) y Thelma y Louise (1992), cuando el compositor ya creaba obras mixtas de orquesta y sintetizadores. Para un proyecto de la envergadura de Gladiator se creó un conjunto más complejo, añadiendo instrumentos tradicionales y voces.

Lisa Gerrard ya había firmado junto con Pieter Bourke la banda sonora de El dilema (The insider) (Michael Mann, 1999), pero era también la vocalista del grupo “Dead Can Dance”. Su incorporación a Gladiator se produjo una vez iniciado el proceso de creación, a raíz de la presencia de un CD del grupo que alguien escuchaba en los estudios. Atraído por la voz de la cantante, Zimmer propuso contactar con ella, y la relación entre ambos resultó tan positiva (ambos se consideran “almas musicales gemelas”) que la colaboración que tenía que durar cuatro o cinco días resultó ser de varios meses y provocó la co-autoría de la banda sonora.

Desde el comienzo de la película oimos la voz de Gerrard. Antes de la gran batalla inicial en Germania, el General Máximo visualiza mentalmente los campos de trigo de Hispania, en alusión a su granja y la paz familiar que ansía; es un poético tema que aparecerá posteriormente cuando Máximo vuelva a pensar en su familia y hable de ella con Marco Aurelio o con el esclavo numida Juba (Djimon Hounsou). Cuando el protagonista llega a su granja y comprueba el asesinato de su esposa e hijo, cae  de rodillas y llora ante ellos, momento impactante en el que también la voz de Gerrard acompaña el dolor del héroe.

La aportación más famosa de la co-autora es la canción “Now We Are Free” (“Ahora somos libres”, en alusión a las palabras que Juba pronuncia en el desenlace), melodía que incorpora el tema principal y que supuso la estrella de la grabación para la promoción de la película y la banda sonora. En el desenlace se introduce cuando Máximo cae al suelo, y enlaza las últimas imágenes con los créditos finales, proporcionando un final musical optimista.

En cuanto a los temas de acción, destaca sobre todos el de la batalla inicial, una extensa pieza de diez minutos que, al igual que la escena, supone un arrollador torrente de acción sonora. La imagen de Máximo cabalgando frente a las legiones romanas preparadas, al son del solemne tema principal, confiere a la escena un carácter épico y anuncia al espectador un espectáculo. Una vez iniciado el combate se desencadena una sucesión de frases musicales de gran intensidad, que en el DVD de la película Zimmer explica haber concebido como un vals de ritmo acelerado. Sobre este tema pronto se alzaron voces que lo relacionaban excesivamente con “Los Planetas” de Gustav Holst, a lo que el compositor respondía en el segundo volumen de la edición discográfica, afirmando haber usado “el mismo lenguaje, el mismo vocabulario, aunque no la misma sintaxis”, y aludiendo también a los clásicos Mussorgsky, Walton y Stravinsky como otras fuentes de inspiración. Polémicas aparte, es un subrayado acertado para la batalla, aunque queda en un segundo plano ante el ruido de los gritos y los efectos sonoros; sólo cuando los romanos vencen a los germanos, la música pasa a un primer plano y pone paz ante la mirada cansada del emperador.

Otras secuencias de acción tienen también temas muy adecuados que funcionan perfectamente, como la huida de Máximo cuando los legionarios están a punto de ejecutarlo, la “batalla de Cartago” en el Coliseo de Roma, o el intento de huida final por parte de Máximo con ayuda de sus compañeros gladiadores, y que resulta un intento frustrado por la guardia pretoriana. Temas adecuados, con mayor o menor protagonismo según la intensidad de los efectos sonoros, pero que no constituyen piezas principales de una banda sonora que es más intensa en su faceta intimista, cuando se aproxima al interior de los personajes.

La estancia de Máximo como esclavo y gladiador en Zucchabar da pie a temas de carácter más étnico, definidos por el propio Zimmer como “algo tribal, sucio, polvoriento”. Aparte de la percusión, para estas escenas el compositor pensó desde el principio en el “duduk”, antiguo instrumento armenio similar a un clarinete, interpretado por Djivan Gasparyan, un armenio que entonces contaba con 72 años, y que en su país era toda una institución por su dominio del instrumento.

Resulta especialmente brillante el paso de las imágenes de Zucchabar a Roma. La imagen de Máximo y Juba en la arena bajo el sonido percusivo y étnico da paso a imágenes de nubes, y en un imaginario viaje aéreo llegamos a Roma y asistimos a la triunfal llegada de Cómodo; en esa transición la música pasa de lo étnico, lo “polvoriento”, a la grandeza y la limpieza de Roma, expresada por Zimmer con evidentes tonos wagnerianos. El avance de Cómodo ante los ciudadanos y las imágenes de las legiones recordaron al músico los documentales de Leni Riefenstahl, y según afirma en el DVD “me puse mi sombrero alemán sin ningún pudor y me lancé a este territorio de Wagner”. El resultado es magnífico. Cercano el final, otra pieza de aires wagnerianos acompaña al emperador y al gladiador en su ascensión desde los sótanos del Coliseo hasta la arena, donde tendrá lugar la lucha final entre ambos.

A lo largo de la película el tema principal destaca los mejores momentos del héroe, como cuando el grupo de gladiadores consigue el triunfo en la “batalla de Cartago”, ganándose al público. A continuación el emperador Cómodo baja a la arena para conocer al “hispano”; al comprobar que se trata de su enemigo Máximo, la sorpresa y la rabia de Cómodo provocan un subrayado tenso y contenido, y cuando el fervor del público le obliga a levantar el pulgar salvando al héroe, el tema principal cristaliza el triunfo momentáneo. En otra escena, Máximo lucha con el gladiador gigante galo, pero la música no interviene dejando oir las espadas y el rugido de los leones; la música entra cuando se hace evidente la victoria de Máximo, pues lo importante no es la lucha en sí, si no la posterior decisión del protagonista de dejar con vida a su oponente a pesar del pulgar hacia abajo del emperador; Máximo deja caer el hacha al suelo ante el sonido del tema principal y la ovación del público.

El conjunto de la banda sonora se muestra sólido y de gran calidad. Para su creación se dispuso de seis lujosos meses, y se percibe más como una gran obra de equipo coordinada por Zimmer y redondeada por colaboradores habituales suyos (Klaus Badelt y Jeff Rona) y otras aportaciones de prestigio como las de Gerrard y el citado Gasparyan, o las de Heitor Pereira en la guitarra (que se encarga de recordar el origen hispano de Máximo) y Maurice Murphy en la trompeta.

Un excelente trabajo que Zimmer afirma haber realizado muy a gusto, y que no obtuvo el oscar en beneficio de Tigre y dragón de Tan Dun, pero en cambio resultó la banda sonora más vendida del año; sus ventas provocaron la aparición de un segundo volumen discográfico que con el título de “More Music From Gladiator” presenta más temas, nuevas mezclas de la canción “Now We Are Free” y varios temas sintetizados de los múltiples que se concibieron y que acabarían descartados o re-orquestados; también incluye diálogos de la película, pero que ni siquiera responden al pasaje musical que tienen de fondo, en una muestra de que lo importante era editar un nuevo disco, rellenándolo con un punto de vista muy subjetivo.

La carrera de Zimmer ha seguido cosechando éxitos como Pearl Harbor (Michael Bay, 2001), El último samurái (Edward Zwick, 2003) y El rey Arturo (Antoine Fuqua, 2004) y nuevas colaboraciones con Ridley Scott, como Hannibal (2001), Back Hawk derribado (2002) y Los impostores (2003).