La mujer que el mundo conocía bajo el nombre de Jean Harlow se llamaba en realidad Harlean Harlow Carpenter, nacida en Kansas City en 1911. De todas las estrellas de la MGM, seguramente era la que había aprendido el oficio empezando desde más abajo. Se abrió paso trabajando de extra (aparece en algún lugar en la escena del club nocturno de Luces de la ciudad, de Chaplin, y se la puede ver en alguno de los cortometrajes de Laurel y Hardy).

 En sus primeros papeles con frase, como en Ángeles del infierno, de 1930, se muestra como una auténtica aficionada cuyo único rasgo distintivo es una figura espectacular, puesta de manifiesto de manera flagrante por la ausencia de ropa interior.  Pero al cabo de solo unos pocos años en la MGM, Harlow llegó a ser una actriz cómica con un desparpajo maravilloso y especializada en el papel de fulana de buen corazón; al menos era una actriz muy competente. Aquello era consecuencia en parte de la experiencia de haber trabajado con directores de primera categoría, como George Cukor, y de haber tenido que elevar su caché para competir con las estrellas coprotagonistas, todas ellas profesionales consumadas.  Todos sus compañeros de trabajo adoraban a Harlow; era divertida, nada pretenciosa e invariablemente considerada con todo el mundo. Su talón de Aquiles era un gusto catastrófico por los hombres, que abarcaba desde el director de fotografía Hal Rosson, mucho mayor que ella, hasta el productor de la MGM Paul Bern, que tal vez era homosexual y quizá se suicidó a los pocos meses de casarse con Harlow. Douglas Fairbanks hijo contaba una anécdota desgarradora de una comida en la que su amigo Bern le informaba con orgullo de su compromiso mientras Harlow jugueteaba por debajo de la mesa con los pies con Fairbanks.71  La misteriosa muerte de Bern, sobre la que se dictaminó oficialmente que fue un suicidio, fue aceptada tal cual por la mayor parte de sus amigos. Edward Bernays, padre de las relaciones públicas modernas y primer mentor de Bern, no puso en duda el dictamen oficial porque creía que Bern estaba «tan enamorado de su madre que le parecía que cualquier relación con una mujer que terminara en matrimonio suponía para él, desde el punto de vista psicológico, una relación incestuosa».  Harlow era una mujer cuya belleza no se le había subido a la cabeza, no era en absoluto sofisticada. Cuando le estaban tomando las medidas en Magnin para confeccionarle el vestido de novia para la boda con Bern no acababa de decidirse y determinó comprar tres vestidos distintos. El problema surgió cuando, como era bien sabido, se negó a llevar ropa interior, y el vello púbico se veía con las tres opciones. El costurero de Magnin se sintió obligado a señalar»Y eso fue todo.»  La mujer que el mundo conocía bajo el nombre de Jean Harlow se llamaba en realidad Harlean Harlow Carpenter, nacida en Kansas City en 1911. De todas las estrellas de la MGM, seguramente era la que había aprendido el oficio empezando desde más abajo. Se abrió paso trabajando de extra (aparece en algún lugar en la escena del club nocturno de Luces de la ciudad, de Chaplin, y se la puede ver en alguno de los cortometrajes de Laurel y Hardy).

 En sus primeros papeles con frase, como en Ángeles del infierno, de 1930, se muestra como una auténtica aficionada cuyo único rasgo distintivo es una figura espectacular, puesta de manifiesto de manera flagrante por la ausencia de ropa interior.  Pero al cabo de solo unos pocos años en la MGM, Harlow llegó a ser una actriz cómica con un desparpajo maravilloso y especializada en el papel de fulana de buen corazón; al menos era una actriz muy competente. Aquello era consecuencia en parte de la experiencia de haber trabajado con directores de primera categoría, como George Cukor, y de haber tenido que elevar su caché para competir con las estrellas coprotagonistas, todas ellas profesionales consumadas.  Todos sus compañeros de trabajo adoraban a Harlow; era divertida, nada pretenciosa e invariablemente considerada con todo el mundo. Su talón de Aquiles era un gusto catastrófico por los hombres, que abarcaba desde el director de fotografía Hal Rosson, mucho mayor que ella, hasta el productor de la MGM Paul Bern, que tal vez era homosexual y quizá se suicidó a los pocos meses de casarse con Harlow. Douglas Fairbanks hijo contaba una anécdota desgarradora de una comida en la que su amigo Bern le informaba con orgullo de su compromiso mientras Harlow jugueteaba por debajo de la mesa con los pies con Fairbanks.71  La misteriosa muerte de Bern, sobre la que se dictaminó oficialmente que fue un suicidio, fue aceptada tal cual por la mayor parte de sus amigos. Edward Bernays, padre de las relaciones públicas modernas y primer mentor de Bern, no puso en duda el dictamen oficial porque creía que Bern estaba «tan enamorado de su madre que le parecía que cualquier relación con una mujer que terminara en matrimonio suponía para él, desde el punto de vista psicológico, una relación incestuosa».  Harlow era una mujer cuya belleza no se le había subido a la cabeza, no era en absoluto sofisticada. Cuando le estaban tomando las medidas en Magnin para confeccionarle el vestido de novia para la boda con Bern no acababa de decidirse y determinó comprar tres vestidos distintos. El problema surgió cuando, como era bien sabido, se negó a llevar ropa interior, y el vello púbico se veía con las tres opciones. El costurero de Magnin se sintió obligado a señalar este extremo, pero Harlow desechó sus comentarios con un gesto. «No te preocupes por eso, cariño. Escribiré encima “Bien peinado”.