Incluso en el entorno disoluto de un
estudio de Hollywood, Gloria Swanson se tenía a sí misma por una señora. Una
señora moderna, por supuesto, queriendo esto decir que le podía hacer gracia un
chiste ocasionalmente subido de tono, pero seguía siendo una señora, a cuyo residuo
puritano le espantaba la cruda vulgaridad. En el plató con Billy Wilder,
Swanson siempre tuvo que poner a prueba su amplitud de miras.
Wilder
disfrutaba pasándose de la raya. Sabía sin duda que podía sobresaltar a Swanson
con sus maliciosas embestidas. Dado que el guión de El crepúsculo de los dioses
no contenía mucho que fuera abiertamente escandaloso, Wilder cargó el filme de
sugerencias obscenas. ¿Por qué, por ejemplo, consiente Max en conseguir un
joven gigolo para Norma Desmond, su ex esposa? ¿Es que quizá observa a través
de los enormes agujeros que han quedado al quitar las cerraduras de todas las
puertas? Además, la presencia servil de Max en la mansión de la Desmond sugiere
su placer de sujeción a la hembra dominante. Hay incluso un guiño de Wilder
hacia la necrofilia cuando Norma, una futura Salomé, expresa deseo por la
cabeza del Bautista en una bandeja: «Besando sus labios muertos y fríos».
Bestialismo,
una de las pocas posibilidades sexuales consideradas todavía chocantes,
debieron de divertirle a Wilder hace medio siglo. Era algo que se había
practicado en Hollywood, al menos si uno hace caso de ciertos rumores
babilónicos, pero es posible que el director fuera el pionero al presentar en
la pantalla el romance entre especies diferentes. Para la gente con poca
imaginación, tal afirmación es bazofia, ya que nunca vemos a Norma y al
chimpancé besuquearse o hacerse carantoñas. Para Wilder, sin embargo, la
sutileza convertiría el supuesto tabú en algo divertido: los que cogieron el
chiste no estaban dispuestos a dar pistas. Apuntando al más bajo denominador
freudiano, Wilder ponía a Norma Desmond elogiando al animal muerto con este
apasionamiento: «Le gustaba estar cerca del fuego y atizarlo con un palo».
El
chimpancé muerto costó veinticinco dólares por dos días. Aunque el cadáver era
una reproducción de cera, Swanson decía que era “disecado”. La cuenta por el
pequeño ataúd blanco del chimpancé llegó a sumar los 150 dólares.
Cuando el director
artístico solicitó instrucciones a Wilder sobre el entierro del mono de Norma
Desmond, Wilder respondió: «Que resulte como el entierro que pudiera tener un
simio típico de Hollywood». La razón por la que a Joe Gillis se le permite la
entrada en la casa de Norma es porque ésta y Max le confunden con el empleado
de la funeraria. Gillis: «Más tarde, para aliviar la tensión, llegó con el
ataúd el hombre que esperaban. Fue un momento solemne. Debía haber sido un
chimpancé muy importante. Quizá el biznieto de King Kong».
El enterrador del mono, visto unos
pocos segundos en un plano largo, intervino en 1.100 películas a lo largo de su
dilatada carrera. Hoy nadie recuerda su nombre.
Franklyn
Farnum (1876-1961) comenzó como boy en musicales en Boston en 1906. Lo hizo en
operetas y comedias musicales de Broadway antes de marcharse a Hollywood en
1914. Allí, en los primeros westerns de dos bobinas, su nombre provocó el tipo
de magia asociado con Tom Mix y William S. Hart. Por aquella época llegaría a
colocarse en Times Square un cartel con su efigie.
Pero
“El Sonriente Franklyn Farnum”, como fue conocido en la cumbre de su fama,
tomaría un camino diferente al de Norma Desmond. Cuando le abandonó el
estrellato, buscó empleo de figurante trabajando en más de mil filmes y durante
varios años mantuvo el cargo de presidente de la Asociación de Figurantes.
Según algunas fuentes, intervino en Sansón y Dalila y en Eva al desnudo.
Al filmar las escenas del mono, en
los primeros días de rodaje, Wilder esperaba a que Swanson estuviera
desprevenida. Entonces le decía cosas como: «Gloria, recuerda que Norma ha
tenido un idilio con el mono». Y más tarde: «No lo olvides, el mono es tu
amante». Unas tomas después, cuando el brazo peludo del mono cae inerte de su
lecho: «Bien, te quedaste sin amante. Acabaste con él». Preparando rodar la
escena cuando Max y Norma entierran al mono: «Por favor, recuerda que tu amante
está en el jardín».
Al
principio, Swanson sonreía. Después reía cortésmente, ya que adoraba a Billy
Wilder y encontraba divertidos la mayoría de sus chistes. Hasta que un día el
director usó la palabra. En un momento de distracción llegaría a indicar:
«Bien, una vez más, Gloria, muéstranos todo tu pesar. Al fin y al cabo Norma
Desmond se estaba follando al mono».
Al
oír tal cosa, la sonrisa de Gloria Swanson quedó congelada en su rostro,
apareciendo en su lugar una mueca de terror.
Naturalmente, ella nunca comentaría la
anécdota, pero fue un chiste muy usado por Wilder. En la década de los ochenta
declaró en una entrevista: «Alguien me preguntó recientemente si el mono era
realmente el amante de Norma Desmond antes de que William Holden ocupara su
lugar. Y yo respondí: “Sí, desde luego así es, pero fíjese, fui muy discreto.
Usé un chimpancé pequeño en vez de un enorme orangután”».
Según
cuenta otra fuente, el chiste sexual del simio alcanzó su clímax en los
noventa. En la fiesta en honor de Andrew Lloyd Webber, con motivo del estreno
de la versión musical de El crepúsculo de los dioses, «todo el mundo se
comportaba de lo más cortés y educado, cuando una señora preguntó: “Billy, ¿por
qué el espectáculo empieza así con un mono?”. Y Wilder respondió con cara de
palo: “¿Es que no lo ha entendido? Norma Desmond se follaba al mono antes de
que Joe Gillis apareciera en escena”. A Nancy Reagan, que se encontraba cerca y
pudo oír la conversación, por poco le da un desmayo».
En
su apogeo, la Paramount, se había caracterizado por ser el estudio que contaba
con «historias, directores y estrellas de estilo europeo y por realizar
productos dirigidos a los lectores de sofisticadas revistas de alta sociedad».
Billy Wilder ayudó a erosionar la pulcritud estilística del estudio e, incluso
antes de que El crepúsculo de los dioses se estrenara, el chiste del mono pasó
por manos más vulgares. En el filme de la Paramount My Friend Irma Goes West,
rodada después de El crepúsculo de los dioses pero estrenada en julio de 1950,
un mes antes que el filme de Wilder, Corinne Calvet interpreta a una estrella
de Hollywood cuyo “compañero de viaje” es Pierre, un chimpancé que, vestido con
un atuendo de imitación de piel de leopardo, da un jugoso beso a Calvet en la
mejilla (por cierto, el mono era el mejor actor en esta comedia de Martin y
Lewis).
De
la Paramount se extendió la moda de los monos, haciendo que tales animales
fueran personajes divertidos en películas como Me siento rejuvenecer (Monkey
Business, 1952) de la Fox y Bedtime for Bonzo de la Universal, en la que hay un
profesor (Ronald Reagan) que cuida a un chimpancé como a un hijo para un
experimento en genética. Bonzo Goes To College, una secuela de 1952, ya no fue
protagonizada por Ronand Reagan.
El objetivo de toda esta digresión
sobre monos en el cine es porque, mientras los directores y guionistas del
montón los usaban para las comedias burdas, sería un típico toque Wilder el
poner a un mono muerto como ironía y como patetismo de lo macabro.
Una vez que
Joe Gillis se ha instalado como gigolo de Norma Desmond, encuentra poco en qué
ocuparse después de desempeñar sus deberes oficiales. Gillis comenta en off:
«Cuando pensaba que me estaba aburriendo, me preparaba una representación: la
Revista de Norma Desmond. Su primer número era siempre el de las bañistas de
Mack Sennett».
En su historial, Norma Desmond
figuraba como una de las bañistas de Sennett («Todavía puede verme en la fila:
Marie Prevost, Mabel Norman [...]. Mabel siempre me estaba pisando»), pero
Gloria Swanson no lo fue nunca. Le irritaba que tanto periodistas como fans lo
creyeran así, suponiendo frívolamente que, como había posado para fotos
publicitarias usando uno de los de los trajes de baño de moda por aquel
entonces, había sido también una corista de la playa. «Nunca en mi vida fui una de las bañistas –aseguró
Swanson–. Sí que hice comedietas para Sennett, aunque jamás trabajé en nada
chabacano hasta mi última película con él, por eso lo dejé.» La irritación de
Swanson procede del convencimiento de que, dado que había sido una intérprete
habitual de Sennett, fuera degradada al ser confundida por una cara bonita más
en trajes de baño tan pasados de moda.
La imitación de la bañista de
Swanson es buena, pero la que hace de Chaplin es espléndida. ¿Qué otro símbolo
del Hollywood mudo podía haber imitado mejor a Chaplin, la primera
superestrella del siglo xx? Como
afirma el historiador cinematográfico Gerald Mast: «La figura, el rostro y los
símbolos de Chaplin (bombín, bastón, zapatos, bigote) para mucha gente llegaron
a ser más conocidos que cualquier rostro o figura anterior en la historia».
La relación de Chaplin y Swanson se
remonta muy lejos en el tiempo. En 1914, cuando una Gloria de quince años
comenzaba su carrera cinematográfica en el estudio Essanay de Chicago, Chaplin
llegó desde California. Iba para hacer algunas películas cortas y Essanay le
dio carta blanca para que buscara una compañera cómica entre sus chicas.
Décadas después, Swanson escribió: «Me eligió y se pasó una mañana tratando de
enseñarme gracias para hacer con él. Esto consistía en darnos patadas, chocar
con cosas y echarnos uno encima del otro. No dejaba de reírse y de parpadear y
de hablar con una voz dulce y amable, animándome a que me desinhibiera e
hiciera tonterías. Parecía un duende que hubiera venido de otro mundo, pero no
había manera de que le cogiera el tranquillo a sus disparatadas parodias».
Sintiéndose «como una vaca intentado
jugar con un muñeco», Swanson le dijo a Chaplin que no veía humor en las cosas
que éste le pedía hacer. Al día siguiente informaron a la actriz que «al señor
Chaplin le parecía que no tenía una vena cómica lo suficientemente fuerte para
trabajar en sus películas». Independiente y nada fácil de amedrentar, Swanson
estaba «absolutamente encantada y consideró el rechazo como todo un cumplido».
No tenía intención de perder su dignidad, ni siquiera por un papel en una
película. Después confesaría: «Me hubiera sentido mortificada si alguien que me
conocía hubiese visto que un extraño hombrecillo vestido de vagabundo me daba
azotes y me golpeaba con una tabla sin cesar».
En la época en que rodó Juguete del
placer (Manhandled) en 1924, tanto el rostro como la figura de Swanson
llegarían a ser casi tan populares como los de Chaplin. Ensayando la escena de
una fiesta para el director Allan Dwan, Swanson cogió un sombrero hongo de
alguien del equipo y se lo puso. «Entonces –recordaría la actriz–, le quité un
bastón a alguien más y empecé a bambolearme haciendo una imitación de Chaplin.
La gente se rió y aplaudió y Allan Dwan dijo que lo incluyéramos. Al día
siguiente, yo me puse la indumentaria de Chaplin y lo repetimos, y en una tarde
rodamos toda la secuencia.»
Cuando llegó el momento de filmar la
imitación en El crepúsculo de los dioses, Wilder y Brackett sugirieron a
Douglas Fairbanks. Swanson propuso: «¿Por qué no hago la imitación de Chaplin
que hice en Juguete del placer?».
Wilder accedió y el departamento de
vestuario envió cincuenta sombreros hongo para que Swanson pudiera elegir. Al
día siguiente, cuando apareció usando el que había elegido, «Billy Wilder y el
resto del equipo llevaban puestos los cuarenta y nueve que habían quedado».
Pero para el director no había acabado la broma. «Dos días después –continúa
Swanson–, cuando rodamos la escena de Norma y Max enterrando al chimpancé, el
señor Wilder me indicó que retirara el chal que cubría al chimpancé en el ataúd
blanco, y cuando así lo hice, el mono disecado también llevaba puesto un
hongo.»
Swanson consideró su imitación de
Chaplin en Juguete de placer «mucho mejor que la de El crepúsculo de los
dioses, porque me parecía más a Chaplin, en aquella época tenía la cara redonda
y estaba más llenita. No era un rostro alargado como el que ahora tengo»
(Swanson decía esto en 1964). Al parecer, Chaplin estuvo de acuerdo. Swanson le
enseñó una vez una fotografía suya imitándole en Juguete del placer y el cómico
pensó que era ¡Charlie Chaplin!