"Sorry we missed you"

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La web oficial.

El argumento: Ricky y su familia han estado peleando para salir adelante económicamente desde la crisis de 2008. Un día se presenta una nueva oportunidad cuando aparece una brillante furgoneta antigua, ofreciendo a la familia la posibilidad de crear su propio negocio. Sin embargo, la tarea no será fácil, especialmente debido al trabajo de su mujer como cuidadora. Aunque los lazos de la familia son muy fuertes, pronto aparecerán las primeras fisuras...

Conviene ver: “Sorry we missed you” podría considerarse una de las película más redondas del tándem de Ken Loach como director y Paul Laverty como guionistas de entre las que nos han llegado en la última década. Todo a través de una familia que convive con la crisis desde que la burbuja explotara en 2008 siendo la condena definitiva para una clase obrera maltratada tradicionalmente y que ya, en el Reino Unido de los 80, había sufrido los palos del thatcherismo. Lo que iba destinado a ser una familia de clase media, compuesta por el matrimonio, dos hijos y una cómoda residencia con trabajo estable para unos y educación de calidad para otros, queda en nada cuando tienen que malvivir encadenando trabajos basura para llegar a fin de mes y no poder permitirse el vehículo familiar. Algo que sufrirá la mujer cuando tenga que desplazarse en autobús para cubrir las largas distancias que van entre los domicilios de los ancianos y enfermos a los que cuida mientras que, por su parte, él encuentra la oportunidad de trabajar como falso autónomo utilizando una furgoneta y trabajando como repartidor de diversos encargos a domicilio sin cobertura médica y sin contrato de trabajo. Ser el propio jefe, en teoría, pero siendo penalizado por otro cuando no acudes a trabajar por fuerza mayor para el que, además, se trabaja en exclusiva. Curiosa esta polémica figura laboral que Loach y Laverty reflejan con mano maestra y que ha surgido fruto de la codicia de unos y la necesidad de los otros, en definitiva víctimas todos de un sistema laboral endeble y lleno de agujeros en el que se les condena si caen enfermos, no tienen vacaciones pagadas, acumulan horas extras y tienen que hacerse cargo del gasto de sus herramientas de trabajo. El nuevo trabajo de Ken Loach puede desesperar a aquellos que suelan criticar su vertiente de denuncia a la hora de reflejar a la clase obrera pero no se puede negar que sigue fiel a sus ideas y a una personalidad combativa que entiende el cine como mecanismo de denuncia, de rebeldía y conciencia. Y es que, a pesar de ofrecer un cine de marcado carácter británico, siendo inherente en él ambientarlo en ya esos inconfundibles barrios periféricos alejados de toda pretensión turística, su mensaje es más universal que nunca a la hora de narrar el juego que proponen los poderes económicos a la hora de participar en la partida. Ello sin renunciar a los guiños que son marca de la casa como el hecho de que aparezca un perro con tres patas o, por otro lado, se aproveche la mínima para tener una conversación futbolística entre fans de distintos equipos (aquí a colación de esa dualidad cada vez más arraigada entre los dos equipos de la ciudad Manchester). La cinta abruma por su cotidianidad y su denuncia punzante que no entiende de condescendencia y que incluso fuerza el mensaje didáctico con un acto final, quizás, demasiado desesperado a la hora de reforzar lo que pretende que cale en el espectador. Hasta llegar allí se nos ofrece un retrato auténtico, claro y directo que va “in crescendo” y que ofrece un triste mensaje sobre el precio a pagar para seguir formando parte de una rueda de la que puedes quedar excluido. Brillante y potente en su premisa, más cuestionable en algunas de las formas a la hora de subrayarlo, pero que nos gana definitivamente con unas interpretaciones de los cuatro actores que sirve para mostrar el problema desde diferentes posiciones, perspectivas, edades y bagajes y que van desde el padre trabajador y sacrificado, la madre paciente y abnegada, el adolescente perdido en el momento clave para ser un bala perdida o redirigir esa rabia al arte o a algo constructivo y al que ya no se le puede vender el seguir estudiando como una garantía de algo, y la niña que desde su inocencia intenta ser la luz que les haga seguir creyendo que en la vida siempre tiene sentido seguir hacia adelante aunque ella y su hermano asistan condenados a heredar la miseria y deudas de sus padres. Una vez más Ken Loach da su clase magistral, más o menos acertadamente, siendo formulaico o no, pero siempre lúcido, claro y necesario sobre cómo la perversión del sistema ha hecho que el trabajador se explote a sí mismo sin ataduras ni obligaciones para las empresas.

Conviene saber: A competición en el Festival de Cannes 2019 y Premio del Público a la mejor película europea en el Festival de San Sebastián 2019.

La crítica le da un SIETE

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