Jack, sin llamar la atención, se había convertido en un grande de Hollywood. Ahora tenía un Mercedes 450 SEL de color azul, además de uno de mayor tamaño, el Mercedes 600 rojo. A los amigos que venían a visitarlo desde fuera de la ciudad les prestaba un Cadillac Eldorado de color blanco. Guardaba todo su material móvil en un enorme garaje que las visitas atravesaban para entrar en la casa. De las vigas pendía una pelota de tenis, a modo de guía para no estrellar uno de sus coches contra la pared. En un rincón del garaje se hallaba el ubicuo Volkswagen descapotable amarillo, un recuerdo constante de su pasado. Maxfield Bleu, la exclusiva tienda de ropa masculina de West Hollywood, le hacía los abrigos deportivos a medida. Su ropa reflejaba la grandiosidad de su padre antes de caer en el alcoholismo, hasta el detalle de un par de zapatos de gamuza negra, tipo spectator, de hebilla doble, con adornos de lino gris y pespuntes moteados en blanco y negro, de talla 43. Compraba sueters de Missoni, camisas de Armani (cuello de 40,5 cms), y modernos pantalones de pintor para completar un guardarropa ya muy nutrido. Ahora tenía marchantes en las dos costas, para que buscaran artistas que le interesaran. Añadió a Frederic Remington a su creciente colección de pintura sobre temas del Oeste. En una subasta de arte impresionista celebrada en Sotheby’s pagó 430.000 dólares por “Woman in a Fur”, de Henri Matisse, y empezó a comprar obras de William Bouguereau, el maestro académico francés de final del siglo XIX (y profesor de Matisse), que también era uno de los favoritos de Sylvester Stallone. «Siempre hay esa cosa calvinista de no querer reconocer que algo es bueno por miedo a que nos lo quiten», dijo Jack. «Pero la realidad es que yo prefiero pasarlo bien a pasarlo mal». Sus placeres epicúreos incluían su deporte favorito como espectador. No podía asistir ni a la mitad de los partidos de los Lakers, pero poseía dos abonos de grada baja, cada uno de los cuales costaba 160 dólares por noche. «La diferencia entre sentarse en la cancha a ver un partido y sentarse en la fila 99 es la diferencia entre vivir en las Colinas de Hollywood o de alquiler en las afueras de Nashville», observó Hunter S. Thompson, que era vecino de Jack en Aspen. «Jack, ¿por qué es tan pálido Larry Bird?», le preguntó Anjelica. «Debería tomar el sol». «¿Cómo que por qué es tan pálido? ¿Dónde vive? En Boston, ¿no? ¿En qué época del año es la temporada de baloncesto? En invierno, ¿no? ¿En qué horas del día trabaja? Por la noche, ¿no? ¿Cómo coño quieres que tome el sol? Y además, a mí me gusta como es». Cuando Jack acudía solo al ballet nocturno, no podían faltar sus denuestos a lo Randle Patrick McMurphy o sus insultos a lo Badass Buddusky. Durante la década de los ochenta, los Celtics de Larry Birds fueron los principales rivales de los Lakers. Encabezados por Kareem Abdul Jabbar y Earvin “Magic” Johnson, los Lakers ganaron cinco campeonatos de la NBA, y Jack los vio todos. El presidente de los Celtics, Red Auerbach, juraba que Jack les daba a los Lakers una ventaja de dos puntos cada vez que venían al Boston Garden, porque los oficiales se sentían deslumbrados. Cuando L.A. se enfrentó a Boston durante la fase final, los hinchas del Celtic llevaron camisetas que decían: «Lárgate, Jack» y empuñaron pancartas que decían: «Jack, ahógate en coca». Los servicios de seguridad se negaban a garantizar su integridad. Durante un memorable partido de la fase final, Jack, en su palco vip, se cubrió de gloria: se bajó los pantalones y mostró su culo al estadio. Mientras los hinchas del Celtic coreaban: «Que te jodan, Jack», Nicholson se agarró la entrepierna. «En cierto modo me halaga mucho», dijo. «Oír a un estadio entero corear “Que te jodan, Jack” pensé que me daba derecho a agitar mi polla en sus narices». El baloncesto era, junto a Wilhelm Reich, la forma de terapia preferida de Jack. «Era lo único que le gustaba, y para lo que vivía: el baloncesto», dijo Kareem, que conocía a Jack desde que Kareem se había incorporado a los Lakers en 1975. «Seguramente, liberaba toda su agresión en la cancha cuando podía. Le encanta este deporte».