PEPI, LUCI Y BOM Y OTRAS CHICAS DEL MONTÓN (1980).

ANALISIS FÍLMICO

María Dolores Arroyo Fernández (profesora del departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad II, UCM)

 

Sobre Pepi, Luci y Bom y otras chicas del montón (1980) quiero destacar dos aspectos. Uno tiene que ver con la imagen en sí, construida con elementos de fotonovela, cómic, cultura kitsch,  e incluso con verdaderos cuadros en la puesta en escena. El otro, en el que se encuentra la clave de toda la película, atañe a su contenido: las mujeres y la peculiaridad de una lectura  feminista.

Fotonovela y cómic

En primer lugar, la integración de géneros es una forma específica de expresión cultural, en la que entran en juego cine, música, cómic, publicidad, escenografía, cartel, artes plásticas. Una manera nueva, libre y vitalista de afrontar el mundo, que seduce como fenómeno de una etapa creativa en plena efervescencia. El arte se confunde con las manifestaciones populares o con el kitsch. En definitiva, hablamos de un momento de auge en la correspondencia entre la alta y baja cultura, o más exacto decir: la exaltación de la cultura popular urbana, en este caso madrileña.

Los inicios de Almodóvar ya lo dicen todo. Alternaba el cine con otras actividades artísticas: escribía guiones para cómics o colaboraba en periódicos y revistas underground. Fue actor  teatral del grupo Los Goliardos y como músico creó junto a Fanny McNamara un grupo de punk-glam-rock. Manchego[i] instalado en Madrid cuando aún era un adolescente, Pedro Almodóvar, empleado como auxiliar administrativo en Telefónica, se movía en un entorno de músicos, artistas e intelectuales impacientes, gente joven que con el tiempo alcanzarían algunos de ellos la fama[ii].

De este conjunto de inquietudes era de esperar  que Almodóvar diera vida a un cine, como este primer largo Pepi, Luci y Bom…, en el que confluyeran todos aquellos géneros de la cultura que le servían de estímulo. Me refiero a la combinación de imagen audiovisual, cómic, kitsch, la pintura, además de la música pop, zarzuela o el bolero; y toda una serie de gestos ostentosos, de actitudes y de formas de hablar progre, imputadas a un sector de la juventud en el contexto de la movida madrileña. Precisamente los actores, la mayoría improvisados, al utilizar el lenguaje de la calle deslumbraron a ese público joven que abrió al recién estrenado cineasta las puertas del éxito.

Todos estos aspectos, aunque variopintos, construyen la película, lo cual no significa que ésta se vea despojada de su propia coherencia interna. Primero tenemos el guión, basado en una fotonovela[iii], que refleja unos típicos comportamientos porno, propios del género, aunque en una atmósfera de cotidianidad. Esta clara manifestación de lo popular conserva cierta estructura y el ritmo de la historieta original.  Después viene el cómic, que ya está presente en el cartel de la película y en las imágenes que ilustran los títulos de crédito. Su autor, Ceesepe, Carlos Sánchez Pérez (Madrid, 1958), supo ajustar de forma admirable la imagen y su contenido. Autodidacta iniciado en el mundo del cómic y la ilustración, este personaje se convirtió en una revelación para el mundo del Arte en la feria de ARCO de 1984, momento en el que expuso sus pinturas acrílicas. En realidad, el estilo y la iconografía de sus pinturas no se alejaban de sus ilustraciones para cómic. “El Víbora” (Barcelona, 1979) fue una de las primeras publicaciones en las que trabajó. En esta revista satírica y alternativa, que dio popularidad a todo un grupo de dibujantes españoles, aparte de Ceesepe y del también ilustrador convertido en artista plástico el valenciano Mariscal, colaboró el mismo Almodóvar realizando guiones para viñetas.

Insisto en la importancia de los distintos valores creativos en la configuración de la película porque, además, los dibujos iniciales de Ceesepe determinan su contenido: los amores y desamores, soledades, perversiones, etcétera, de las tres mujeres protagonistas, que, en definitiva, es la aportación personal del cineasta. Es decir, la iconografía y el estilo de las ilustraciones del dibujante iban acordes con el clima que pretendía crear Almodóvar para la película.

Otros componentes visuales de la cultura popular

Aparecen en la película algunas fotos fijas, como la instantánea que recoge el beso de Bom y Luci durante la fiesta underground. También los cromos de Superman que pega Pepi en un álbum al comienzo y los objetos kitch que recoge la cámara en un recorrido por su habitación;  incluso el vestuario de colores chirriantes, rojo y verde, es muy psicodélico. Collares de múltiples colores, muchos adornos de pendientes y pulseras, mucho plástico, revistas porno…

La publicidad entra asimismo en juego en los anuncios de la bragas Ponte, creados por Pepi, que trabaja en una agencia, y protagonizados por la actriz Cecilia Roth. Bragas que sirven para todo: proporciona, ante gases no deseados, agradables olores, recoge la orina o, enrollada, sirve para masturbarse. Se desmitifica, desde la perspectiva de Almodóvar, todo lo relacionado con la sexualidad y secreciones de la mujer; temas íntimos vividos tradicionalmente con distanciamiento, por feos y desagradables.

La pintura en el estudio de Costus

Junto a los anteriores, aparece la pintura como parte del decorado y, en concreto, en escenas de interior en el taller madrileño de los dos pintores que formaban el grupo Costus[iv].  El estudio de la calle La Palma nº 14  era uno de los centros de reunión de la movida, y en la ficción era el piso que compartía Bom con los pintores.

En la realidad esa casa era, además del estudio de los dos pintores, un lugar de trasiego de gente que vivía “a tope”. Allí confluían muchas personas modernas y disconformes que planteaban una ruptura cultural y social. En este piso dominaba el exceso y la frivolidad, y ese mismo ambiente del estudio es recogido en la película. Allí se hacía un poco de todo: se pintaba, se recogían muebles antiguos, se reciclaban ejemplares de revistas – “Blanco y Negro”, “Hola”, “Diez minutos”, “Pronto” – y en las paredes figuraban recortes de prensa del corazón. Se charlaba, se fumaba, se tomaba coca, se escuchaba música, se hacía el amor. Hervía la sangre de la creatividad y nacían muchos proyectos. Parecidas actitudes y comportamientos se trasladan a la narración fílmica, como el momento en que Pepi toma coca o el comportamiento travestido de algunos protagonistas.

Aparte de las tres protagonistas – Pepi, Luci y Bom - de las que inmediatamente se hablará, entre los actores improvisados se encontraban precisamente los dos pintores Costus, aunque bien es verdad que su aparición es fugaz, normalmente pintando, o cuando uno de ellos se dirige hacia la puerta a la llegada de la supuesta vendedora de Avón. Destaco este punto para poner en relación la verdadera homosexualidad de los Costus (en 1989 Enrique muere de sida y Juan se ahorcó poco después) con el lesbianismo en la ficción que practican Luci y Bom, que, tras la separación de Luci de su marido policía, comparten el piso con los pintores.

Si observamos detenidamente las dos escenas que transcurren en el piso de la calle de La Palma descubrimos varios cuadros que, si no llaman la atención a primera vista, sí podrían ayudarnos a extraer alguna conexión con el significado total de la narración. Dos de esos cuadros[v] en acrílicos que aparecen en escena[vi] son el retrato del “Sha de Persia y Farah Diva” (1979), que representa a la revista “Hola”, el de “Carmen Polo, viuda de Franco”, que encarna a “Diez minutos”, pertenecientes a la serie “Paso trascendental del Diez minutos al Hola”. Dos ejemplos de su estilo pictórico distintivo, basado en la apropiación de imágenes de las revistas de actualidad que ellos coleccionaban.

Sea o no casual la comparación que voy a establecer, el cuadro de la pareja persa -el sha y Farah- aparece en la primera escena rodada en el interior del estudio de los Costus, cuando Luci va a abril la puerta a Pepi, que viene de visita; y después, en un plano secuencia en la segunda escena, momento en que la cámara sigue a unos de los pintores que se dirige a abrir la puerta a la distribuidora de Avón (Fanny MacNamara), que en realidad venía a traer coca.

El segundo cuadro en formato apaisado, el de Carmen Polo, está colgado en la pared del salón, sobre un sofá donde Pepi y la pareja Bom y Luci mantienen una conversación vulgar y al mismo tiempo emotiva. En otra escena, reaparece el cuadro en el plano dedicado a la charla que mantiene Bom por teléfono con Pepi. Le manifiesta el aburrimiento de encontrarse sola, con pena y preocupación ante la falta de noticias de Luci, que la había abandonado  en la discoteca y había vuelto con su marido. La llegada del cartero con un telegrama que le informa que Luci está ingresada la dirige después, acompañada de Pepi, hacia el hospital. Parece escogido ese rincón del estudio adrede, por el contraste entre dos mundos: el elegante retrato de la mujer de Franco saludando y las preocupaciones banales, pero desafiantes y reales, de las protagonistas del film. Y, una vez más, la gran cultura dialoga con la baja cultura: la imagen propagandística del poder por un lado, y por otro el empuje de una subcultura con sus demandas de libertad.

Si seguimos la tónica general con la que se ha concebido la película, podemos percibir de nuevo el contraste e intercambio entre alta y baja cultura, entre la clase poderosa y el ciudadano; entre las mujeres de grandes hombres (monarcas o dictadores), y estas mujeres que, en el sofá del salón de una casa de ambiente bohemio y marginal, intentan dar solución a cuestiones afectivas e internas. En la película no hay ninguna pareja convencional, parece sólo la encarnada  en el cuadro del sha y Farah.

En definitiva, Pepi, Luci, Bom… forma parte de todo un volcán que explota en una sociedad anclada en un sistema. Y esos dos cuadros, pintados al estilo de un cartel y extraídas las imágenes de las revistas de moda, completarían el discurso amplificado de la posmodernidad  en el que Almodóvar participaba.

Pedro Almodóvar era testigo de la época e iniciaba su carrera profesional;  como también era el comienzo algunos de sus actores y colaboradores – entre ellos los Costus, Ceesepe, Alaska, etcétera - y de mucho espectador joven que asistía y era cómplice de los cambios generados durante esa etapa de transición a la democracia.

Se ha hecho referencia a la visión entre buen y mal gusto, aspectos que convergen en la película y en la misma obra de los Costus. Quizá esta perspectiva sea algo accidental en comparación con el resto del film: la dinámica interna de los personajes creados por el cineasta, su psicología, emociones  y sentimientos a flor de piel; un universo de  pasiones, de amistad, de mujeres y de soledades.

 



[i] Nació en Calzada de Calatrava, provincia de Ciudad Real, el 24 de septiembre de 1949.

 

[ii] En los comienzos de la década de los ochenta los participantes de la película no eran conocidos, salvo Carmen Maura, que fue la que apoyó la iniciativa de la película junto a Félix Rotaeta; su entrega, igual que ocurrió con el resto de amigos, fue por pura y altruista amistad.

[iii] El origen del guión parece ser un encargo de una fotonovela de la revista “Star”. No conforme  Almodóvar  con seguir un estilo y pautas marcadas para su publicación, la fotonovela inicial se convirtió en su primer guión. Pasó de corto (4 minutos) a largo (Nuria Vidal: El cine de Pedro Almodóvar. Madrid: Instituto de Cinematografía y las Artes Audiovisuales; p.20 ).

[iv] Costus, de costureras, ya que  trabajaban a todas horas. Alguien los llamó así como una broma y de ahí nació el nombre del dúo.  Nace en 1977 y se acaba con la muerte de ambos en 1989.

 

[v] Expuestos en la galería  Fernando Vijande de Madrid en 1981 en una muestra titulada   “Chochonismo ilustrado”.

 

[vi] Otros cuadros bien distintos lucen también en las paredes del estudio: una bailarina flamenca, “Marina” (1980), una visión muy kitsch, como todo lo que creaban estos pintores, y algunos retratos de amigos sobre un fondo pictórico de un azul muy psicodélico.