Representamos School Days y Mr. Green 's Reception en el Thalia durante una semana. Obtuvimos una reseña. Decía: «Los llamados Hermanos Marx lo hacen bien, pero en el peor tipo de espectáculo de vodevil. En otras palabras, son tan buenos que apestan.» Creo que no fue a vernos ninguno de los grandes agentes. Pero la fe de Minnie era inconmovible. Al día siguiente del estreno envió un telegrama al tío Al, no pidiéndole dinero, sino ayuda bajo la forma de nuevo material. El tío Al tomó el tren desde Nueva York y pudo ver la última función. Estaba de acuerdo con el crítico. Éramos buenos pero el material apestaba. El tío Al se quedó sentado toda la noche en la cocina, esbozando un nuevo espectáculo. Conservó unos pocos trozos de nuestras piezas, pero lo que confeccionó era nuevo en un noventa por ciento, incluido el título: Home Again (De nuevo en casa). […] Al final tenía que haber un Efecto Especial espectacular. Sería la cosa más grande que jamás se hubiese visto en un escenario, le dijo Minnie al tío Al con admiración, desde que Ada Isaacs Menken hizo su última entrada con un caballo vivo, allá por 1879. Todos nos amontonaríamos en el barco, y éste, que estaría montado sobre rodillos, se deslizaría a través del escenario mientras todos cantábamos y se apagaban las luces, excepto las de la cubierta. Era todo un avance en comparación con Peasie Weasie. Todo ello me parecía muy bien excepto por una cosa: el tío Al no escribió ni una sola línea para mí. Protesté. El tío Al dijo que yo aportaría un maravilloso contraste al espectáculo si actuaba en pantomima. Al diablo con eso. Improvisaría todos los parlamentos que quisiera, dije. —Bueno, bueno —dijo el tío Al—. Hazlo. […] El crítico del periódico de Cham-paign Urbana escribió algo así: «El Hermano Marx que hace el papel de Patsy Brannigan está caracterizado y vestido a la perfección e imita al inmigrante irlandés de una manera muy divertida en su pantomima. Desgraciadamente, el efecto se pierde cuando habla.» A continuación, comentaba puntos de menor interés, por ejemplo, que el climax de Home Again era la escena más emocionante que se había visto jamás en Champaign, etcétera. Cuando leí la reseña comprendí que el tío Al estaba en lo cierto. Simplemente, no podía superar a Groucho o Chico hablando, y era ridículo por mi parte intentarlo. Sin embargo, fue un duro revés para mi orgullo. Cuando le dije a Minnie que nunca volvería a decir una sola palabra en el escenario, se dio cuenta de que me sentía herido, y me miró con tristeza y compasión. Pero no me dijo: «Olvídalo, ¿qué sabrá ese tipo?» No me dijo nada. Enmudecí. Nunca más dije una palabra, ni en el escenario ni frente a las cámaras, como Hermano Marx.