Hunter se pone los auriculares mientras observa a White Mike, que entra en un taxi. Le apetece caminar. Piensa en Nana, y luego no piensa en nada. Cuando mejor se está en la ciudad, por si no lo sabíais, es por la noche. No hace calor, y notas el aire en la cara, y no hay tanta gente; pero ahora nieva más y hace más frío. De todos modos, Hunter sigue andando. Va escuchando a James Taylor. Cuando llega a la esquina de Park Avenue y la calle 79 el compact va por la última canción. Hunter quiere que termine justo cuando entre por la puerta del edificio de apartamentos de su familia, para poner otra vez «Fire and Rain» y pulsar la tecla de repetición. Hunter nunca le ha dicho a nadie que escucha música de James Taylor, pero no le importa mentir porque sospecha que todo el mundo escucha música más suave y lo esconde. Stveet dreams andflying machines in pieces on the ground, canta James Taylor mientras Hunter pasa por delante del portero, que lo saluda inclinando la cabeza. Hunter llama el ascensor, se apoya contra la pared. Las puertas se abren y Hunter entra en la cabina, vuelve a apoyarse contra la pared y clava la mirada en el techo. Hay un agujero en el centro de la lámpara; Hunter sabe que dentro se esconde una cámara. No se enteró de ello hasta mucho después de que un día, cuando tenía once años, se sacara la polla de preadolescente y se pusiera a sacudirla en el ascensor, agitándola entre las piernas, haciendo ver que follaba antes de saber siquiera lo que era follar.