La mañana del 26 de julio de 1938, un joven llamado John William Warde abrió una ventana en el piso diecisiete del hotel Gotham de Nueva York, se subió al alféizar y amenazó con suicidarse. Su hermana, unos cuantos amigos, dos médicos y la policía intentaron convencerlo de que volviera a la habitación. Los bomberos tendieron una red para amortiguar la caída, pero las cuerdas se enredaron inextricablemente. Más tarde, cuando ya había oscurecido, mientras cientos de personas contemplaban la escena con horror y las cámaras filmaban, Warde saltó al vacío después de once horas de tensión. Hollywood sabía reconocer una buena historia cuando la veía en la vida real, por muy morbosa que fuera y por mucho que tuviera que modificarla a fin de salvaguardar la intimidad de la familia afectada. En 1949 apareció en The New Yorker una crónica del incidente, «The Man on the Ledge», pero la Fox decidió cambiar el título y ampliar el plazo a catorce horas. Además, puesto que en aquella época ningún estudio estaba dispuesto a estrenar una película que concluyera con un suicidio, en el guión de John Paxton, el protagonista se salvaba gracias a una red y recibía los cuidados de un psiquiatra. Richard Basehart interpretó con gran sensibilidad el papel principal, un hombre desdichado en sus relaciones personales y sin la menor esperanza de triunfar en la vida, y Paul Douglas encarnó al policía que intentaba por todos los medios salvarle la vida. Grace se encontraba en Filadelfia, en casa de sus padres, cuando la rox le envió su calendario de trabajo para agosto. En palabras de Lizanne, su madre «intuyó Dios sabe qué peligros en aquella ciudad llena fle gente del mundo del cine y dijo: "La familia vería con muy buenos ojos que te acompañara una de tus hermanas"». La reina de Inglaterra no se habría expresado de un modo más formal, y las hermanas se mostraron dispuestas a cumplir el decreto materno. Como Peggy se hallaba en pleno intento de salvar su matrimonio, fue Lizanne quien, a sus diecisiete años, acompañó a Grace a Hollywood haciendo de carabina. Gracias al buen hacer de Edith van Cleve y sus colegas, las hermanas Kelly se alojaron (a cargo del estudio) en una lujosa suite del hotel Beverly Hills, en Sunset Boulevard. Al día siguiente se presentaron en la entrada de los estudios de Twentieth CenturyFox en Pico Boulevard. Enseguida condujeron a Grace a un remolque de maquillaje y, acto seguido, al de vestuario, donde la ayudaron con su atuendo: vestido, guantes, sombrero con un velo y un holgado abrigo de piel, todas ellas prendas caras. Estaba claro que su personaje era una mujer de posibles, y Grace tenía que destacar entre la multitud. A continuación un ayudante de dirección la acompañó hasta la «calle de Nueva York», al fondo del estudio, donde Hathaway la esperaba para dirigirla en su primera aparición cinematográfica: dentro de un taxi, en medio de un atasco causado por el hombre encaramado al alféizar. Las cámaras comenzaron a filmar y Grace bajó la ventanilla del taxi para decir a un policía (Douglas) que iba «a una cita muy importante... y ya llego tarde». El agente le aconsejaba que bajara del vehículo y continuara a pie, y ella obedecía. Hathaway gritó «¡Corten!» tras haber rodado desde varios ángulos. La primera escena de Grace Kelly en Hollywood duraba exactamente treinta y un segundos en su versión definitiva. A continuación un chófer del estudio llevó a la actriz y a Lizanne al hotel, desde donde llamaron a casa para contar la aventura del día. Su padre no se mostró muy impresionado: «Esa gente del cine suele ser bastante superficial», comentó como si lo supiera por propia experiencia. La segunda y última escena de Grace se rodó al día siguiente, en el decorado de un despacho de abogados. Tras escuchar a los letrados leer los complejos términos del acuerdo de divorcio y las disposiciones con respecto a la custodia de los hijos, solo pronunciaba una palabra: «Sí». A continuación el actor que interpretaba a su marido (James Warren) entraba en el plato y nos enterábamos del nombre completo del personaje de Grace —Louise Anne Fuller—, que después de haber presenciado el drama del hombre del alféizar desde la ventana del despacho de los abogados, tenía repentinas dudas sobre el divorcio. «Si hoy hubieras llegado a la hora —le decía Louise a su marido—, todo habría ido como estaba previsto. Yo quería hacerlo [es decir, seguir adelante con el divorcio], pero me he cansado de esperar y de pensar.» Queda claro que la pareja intentará reconciliarse; la escena concluye con Louise entre los brazos de su marido, mientras mira una vez más al hombre encaramado a la ventana. El sentido de la escena era deliberadamente ambiguo: ¿se siente ella tan confusa y desdichada como el suicida, o de repente se da cuenta de lo importante que son su vida y las relaciones humanas, o ambas cosas? La secuencia necesitó tres tomas porque Hathaway pidió a Grace que bajara el tono de voz hasta un registro más grave y tuvo una duración de un minuto y cuarenta y tres segundos. De ese modo concluyeron los dos días de trabajo de Grace en Hollywood. En su debut cinematográfico apareció en pantalla un total de dos minutos y catorce segundos, y su nombre figuró en décimo lugar en la lista del reparto.