LOS ACOSADORES DE SPIELBERG 
Para ser un tipo tan desgarbado, Spielberg ha atraído a una cantidad poco común de acosadores,   cada uno de ellos con una manía particular.
 En 1997 un inmigrante iraní perturbado trató de hacerse pasar por sobrino de Spielberg. El   muchacho, Anoushirvan D. Fakhran, de veintisiete años, estaba obsesionado con el famoso director,   empezó a hacerse llamar Jona-than Taylor Spielberg y se matriculó con ese nombre en un instituto   católico de Fairfax, Virginia. La empresa de seguridad personal de Spielberg advirtió a las autoridades, que lo arrestaron por cargos de pornografía infantil y lo condenaron por falsificación.
 En 1998 un hombre llamado Jonathan Norman fue arrestado y acusado de acoso por haberse   presentado en la mansión de Spielberg, en Pacific Palisades, provisto de lo que la policía definió como   un «kit de violador: esposas, cuchillas de afeitar, cinta adhesiva gris, pinzas para los pezones,   cloroformo, un cúter y una pistola paralizante. Las autoridades también le encontraron un cuaderno   con fotografías del director, de su esposa y de sus siete hijos. En el juicio salió a la luz que el   trastornado intruso tenía intención de violar a Spielberg ante la mirada de su familia, a la que   previamente habría atado y amordazado. Norman fue condenado a veinticinco años de prisión.
 En 2002 Spielberg consiguió una orden de alejamiento para lograr que un canadiense desequilibrado   de treinta años, llamado Christopher Richard Hahn, dejara de molestarlo en el recinto de   DreamWorks, en Studio City, California. Tras haberse colado en los terrenos del estudio más de   veinte veces, aquel hombre trató de meterse en la oficina de Spielberg en un vano intento de hacerse   un hueco en el mundo del cine. Cuando al final la policía lo arrestó, dio un nombre falso y afirmó que   trabajaba como figurante en Ocean's Eleven. Hagan juego.
 A finales de aquel mismo año Spielberg pidió otra orden de alejamiento, esta vez para mantener a   distancia de su casa y de su oficina a una mujer enajenada llamada Diana Louisa Napolis. La   paranoica Napolis afirmaba que Spielberg y su esposa, Kate Capshaw, formaban parte de un culto   satánico y que le habían implantado un microchip en el cerebro para intentar controlarla. «Como es   obvio -dijo el director en su testimonio ante el juez-, no tengo nada que ver con la manipulación del   cuerpo o la mente de la señora Napolis ni mediante ningún dispositivo de tecnología remota ni de otro   tipo. Más tarde ingresaron a la mujer en un hospital estatal para enfermos mentales.