PEDRO ALMODÓVAR 24 DE SEPTIEMBRE DE 1949 SIGNO DEL ZODÍACO: LIBRA NACIONALIDAD: ESPAÑOLA MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS (1988) TODO SOBRE MI MADRE (1999) HABLE CON ELLA (2002) «El cine es un amante vampiro. No te deja hacer otras cosas.» PEDRO ALMODÓVAR No era un chico normal», reconoció Pedro Almodóvar. Esto no sorprenderá a nadie que haya visto alguna de sus películas, que exaltan lo extravagante y están invariablemente pobladas por una combinación de transexuales, toreros, asesinos, violadores, dentistas homosexuales y estrellas del porno de grandes pechos. Nacido en tierras de don Quijote, a Almodóvar le gustaba leer y ver películas, y evitaba jugar con los demás niños. Ya de pequeño estaba claro hacia dónde se dirigía, ya que prefería pasar el tiempo libre charlando sobre la vida y el legado de la pechugona Ava Gardner, la reina de la pantalla de los cincuenta. «A pesar de que no sabía del todo bien quién era ella, sabía que había tenido quince maridos, y eso me divertía más que jugar.» Su padre, que apenas sabía leer y escribir, y que trabajaba de arriero repartiendo cubas de vino y aceite a lomos de un mulo, solía sorprenderse del carácter peculiar, por decirlo de alguna manera, de su hijo. Lo miraba como si se tratara de un extraterrestre y en más de una ocasión se cuestionó su paternidad. Almodóvar estaba muy apegado a su madre, una mujer creativa y atenta, aunque limitada por la opresiva vida de un ama de casa rural de los cincuenta. «Era extremadamente intuitiva, y tenía mucha iniciativa y un gran sentido del humor», recordó Almodóvar. Fue su principal influencia en lo que suele considerarse uno de sus mayores logros como director: su habilidad para crear personajes femeninos con formas redondeadas y perfectamente desarrollados. Se lo agradeció dándole varios pequeños papeles en algunas de sus películas, hasta que murió, en 1999. Desde pequeño, Almodóvar demostró sus cualidades como escritor. Cuando tenía diez años, ganó un premio por un ensayo acerca de la Inmaculada Concepción, un tema que indudablemente le hizo ganarse puntos entre los curas de la escuela primaria católica a la que iba. Durante cierto tiempo sus padres pensaron que algún día llegaría a vestir sotana. Pero no estaba hecho para eso. Aquel ensayo acabó siendo el único y máximo exponente de su educación religiosa. Más o menos por aquella misma época empezó a cuestionar su fe. Hizo un trato con Dios en el que le daba exactamente un año para que se manifestara. «No lo hizo, de modo que llegué a la conclusión de que yo era agnóstico», comentó más tarde. Tampoco lo ayudó mucho haber sido testigo de abusos sexuales por parte de los curas. En cuanto terminó el instituto, Almodóvar abandonó su hogar y se trasladó a la capital de España. «La Mancha es una sociedad muy machista y chauvinista -dijo-. Tenía muy claro que mi vida estaba en Madrid.» Sus padres no lo aprobaron. Su padre incluso amenazó con mandarle a la Guardia Civil para que lo trajera de vuelta a casa, pero fue en vano. Llegó a Madrid en plena revolución contracultural de los sesenta y se sumergió en el submundo de la vida artística. Como no tenía dinero para pagarse la universidad, se mantenía vendiendo libros y joyas en el Rastro, hasta que al final encontró un empleo estable como empleado en Telefónica. Trabajó allí más de una década y con el dinero que ganaba financiaba su incipiente carrera como director. (Si se ha preguntado alguna vez por qué hay tantos teléfonos en las primeras películas de Almodóvar, ahí tiene la respuesta.) De 1972 a 1978 Almodóvar hizo por lo menos una docena de cortometrajes. La mayoría eran picantes comedias sexuales, rodadas con una cámara súper-8, versiones embrionarias de los largometrajes que crearía en la década de 1980. Sus primeras películas, pobladas de personajes brutos y excéntricos de la sociedad española, escandalizaron a la audiencia burguesa - por no mencionar a la Iglesia católica-, pero consiguieron numerosos seguidores. El éxito comercial le llegó finalmente en 1988 con el estreno de Mujeres al borde de un ataque de nervios, una obra mucho más comercial en la que aparecían dos de sus actores habituales, Antonio Banderas y Carmen Maura. Fue nominada a un Oscar de la Academia a la mejor película extranjera. Almodóvar, todavía con mayor ímpetu, continuó conmocionando, despertando interés y sorprendiendo a los espectadores atrevidos a lo largo de les años. ¡Átame! fue abofeteada con la clasificación X en Estados Unidos. Todo sobre mi madre señaló la llegada de temas de mayor madurez. En Hable con ella puso por primera vez como protagonistas a personajes masculinos heterosexuales, y le valió algunos de los elogios más efusivos de la crítica y un Oscar al mejor guión original. Aunque a veces se le haya ridiculizado por cierta falta de variedad y su predilección por temas estrafalarios, Almodóvar parece estar contento de que las audiencias masivas se acerquen a sus obras. «Los críticos se han dado cuenta de que todo lo que hago es auténtico», ha dicho. SOTANAS PELIGROSAS Almodóvar, al que sus padres enviaron a una escuela católica cuando tenía ocho años, pudo ver de cerca la pedofilia endémica que escandalizaría a la Iglesia a principios del siglo XXI. Aunque nunca abusaron de él, conoció a muchos niños que sí lo sufrieron. Aquello lo llevó a desarrollar un miedo físico visceral a los curas. Una de las cosas que más le molestaban era que lo obligaran a besar la mano de los sacerdotes cada vez que visitaban a los estudiantes. Almodóvar se indignaba y se negaba a hacerlo, y solía salir corriendo cada vez que veía acercarse una sotana. «Pero había un cura que me iba a buscar y se quedaba parado delante de mí, me alargaba la mano y me obligaba a que se la besara -recordó tiempo más tarde el director-, Y después de que se la hubiera besado, me agarraba con fuerza las manos hasta que lograba zafarme y salir corriendo. También eso me parecía bastante abusivo.» Almodóvar recuerda a un cura muy libertino que había llegado a reunir un «harén» de casi veinte chicos. Al final lo descubrieron y fue trasladado a otra escuela. CHICO TRAVESTÍ Almodóvar podía vivir sin los curas, pero hay un colectivo que apoya de manera incondicional: los transexuales. «Son una bofetada en la cara a la idea de que Dios creó al hombre - dice el director-. Lo que ellos hacen es cambiar su naturaleza.» No es de sorprender que los cambios de género ocupen un lugar importante en sus películas. «Colocar a un transexual en una historia dramática como elemento narrativo es algo muy poderoso porque cambia la actuación de los demás personajes, y acaba siendo un reto para todos ellos.» LA LUNÁTICA Los primeros años de Almodóvar en Madrid fueron uno de sus períodos creativos más fértiles y uno de los más raros. Colaboraba con artículos y tiras cómicas clasificadas X en periódicos clandestinos y en revistas como Star, El Víbora y Vibraciones. Escribió una fotonovela de pornografía blanda sobre un magnate de tampones liado en un triángulo amoroso. Y se solía poner peluca, sombra de ojos y medias de rejilla para cantar en un dúo punk-rock travestido, Almodóvar y McNamara, con su amigo Fabio de Miguel, más conocido por Fanny McNamara, su nombre de transformista. (Uno de sus numeritos con más éxito se llamaba «Suck it to me».) Y lo que quizá sea lo más raro de todo: Almodóvar se creó un álter ego, una estrella porno llamada Patty Diphusa, cuyas escandalosas memorias enviaba cada semana al periódico La Luna. ENCUENTRO CON WARHOL A principios de los ochenta los extraños espectáculos de Almodóvar y sus películas experimentales en 8 Mm. hicieron que se lo denominara el Andy Warhol español. Por aquella época tuvo la oportunidad de conocer a su homónimo, ya que el pálido artista pop montó una exposición en su casa de Madrid. Después de la fiesta Warhol le preguntó por qué lo llamaban así, y Almodóvar le comentó que posiblemente era porque utilizaba como actores a travestís. Los dos hombres no hicieron precisamente buenas migas. Aunque Warhol tomó un montón de fotos del director -es bien conocida su fascinación por tomar fotos en las fiestas-, se negó a pintar un retrato del director porque todavía no era lo bastante famoso. AL ESTILO WOODY El sexo, frecuente y desbordante, tiene un papel primordial en las películas de Almodóvar. (Uno de sus primeros filmes llevaba el título de Folie... folie... folíeme Tim.) De manera que es un tanto sorprendente descubrir que afirma no haber tenido más que tres amantes en su vida. Puede que eso se deba a que no quiere comprometerse. Almodóvar evita los enredos amorosos y prefiere las relaciones en la distancia. «En eso estoy con Woody Alien. Siempre les he dicho a mis amantes que lo mejor es vivir en apartamentos diferentes y, si es posible, en ciudades diferentes.» POLLO ALMODÓVAR La próxima vez que el club de fans de Almodóvar organice una fiesta no hará falta que busquen un proveedor de catering. La famosa cocinera Ra-chael Ray, una gran admiradora del director manchego, llevó al que luego fue su marido, John Cusimano, a ver Hable con ella en su primera cita. Tras colgar un cartel del film, firmado por Almodóvar, en la pared de su casa, Ray incluso ha puesto el nombre de su director favorito a uno de sus platos. Su «Pollo Almodóvar» tiene un sabor decididamente español; consiste en un pollo cubierto de ajo, cebolla, aceitunas verdes, pimientos, uvas doradas y almendras tostadas, que se sirve con arroz al azafrán. HOMBRE RAQUETA Aunque no es una persona demasiado deportista, Almodóvar está obsesionado con el tenis femenino. «Lo que a la vez me fascina y me aterroriza del tenis es el hecho de que los jugadores actúan delante del público y que éste responde casi de inmediato -dice el director-. Lo encuentro muy interesante porque es precisamente lo que no pasa con mi trabajo.» Almodóvar se ha definido a sí mismo como españolista, por lo que no es de extrañar que una vez dijera que la tenista española Arantxa Sánchez era su favorita, dejando a Mónica Seles en el segundo lugar. CEGADO POR LA LUZ Hay una razón por la que Almodóvar suele aparecer en las fotos con gafas de sol oscuras, y no tiene nada que ver con querer dar una imagen cool ante la cámara. Durante muchos años el director ha sufrido molestos dolores de cabeza acompañados de una gran sensibilidad a la luz, o fotofobia. Esa enfermedad crónica, que heredó de su familia paterna, se recrudeció de manera alarmante en 2007, tras una gira bastante agotadora durante la promoción de Volver (2006). Como sufría jaquecas de manera ininterrumpida, se pasó los meses siguientes tumbado en su casa con un dolor insoportable. Consultó a un neurólogo y realizó varios tratamientos, pero sin ninguna mejoría. «No podía leer, ni ver películas, ni utilizar el ordenador», confesó en su blog personal. Sin embargo, prometió llevar aquella experiencia a su siguiente obra maestra cinematográfica. «Es raro que nadie haya hecho todavía ninguna película sobre la migraña - escribió-, una enfermedad terrible y misteriosa con un nombre que suena a una plaga de arañas.»