Entre 1930 y 1960, las escenas de la mayor parte de los films duraban entre 2 y 4 minutos, y eran muchas las que sobrepasaban este límite. A partir de 1961, este periodo de tiempo se redujo a un margen entre 1,5 y 3 minutos. Más recientemente, el ritmo se ha acelerado: Todos los caballos bellos (Billy Bob Thornton, 2000) otorga una media de 76 segundos a cada escena, mientras las de Singles (Cameron Crowe, 1992) no pasan de los 66 (Bordwell, 57). Algo similar ocurre con la duración de las tomas. Entre los años treinta y los sesenta, la media era de 8 a 11 segundos. En las dos décadas siguientes descendió a un margen entre 5 y 8, y la influencia de Eisenstein y Godard sobre cineastas como Sam Peckinpah o Arthur Penn dio como resultado que la duración media de las tomas de Acosado (A. Penn, 1965) fuese de 3,8 segundos. En los ochenta, oscilaban entre 4 y 5 segundos y, en los noventa, títulos como The Crow (Alex Proyas, 1994), U-Turn (Oliver Stone, 1997) y Sleepy Hollow (Tim Burton, 1999) apenas promediaban 2,7 segundos. Dark City (A. Proyas, 1998) fue el primer film cuyas tomas descendieron de los 2 segundos, un récord que a continuación repetirían Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001), Réquiem por un sueño (Darren Aronofsky, 2001) y Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra (Gore Verbinski, 2003) (Bordwell, 121-123).