—¿Por qué un interés tan repentino en las óperas? —le preguntó a Fei. —Bueno, los aficionados a este tipo de ópera pasan ahora de los cuarenta. Sienten nostalgia por el pasado, por su juventud idealista. Fuera como fuese la realidad, no quieren borrar de un plumazo sus años juveniles. Por eso estos «libros rojos de anticuario» se venden muy bien. ¿Adivina cuál es el más popular? —Fei hizo una pausa teatral—. El Libro rojo de Mao. —¿Qué? —exclamó Chen, sorprendido—. En su día se imprimieron miles de ejemplares. ¿Cómo pueden considerarlo un libro de anticuario difícil de encontrar? —¿Usted todavía conserva uno en casa? —No, claro que no. —Pues ya lo ve. La gente se deshizo de ellos poco después de la Revolución Cultural; en cambio, ahora vuelven a estar de plena actualidad. —¿Por qué? —Bueno, para los que no se han visto beneficiados por las reformas materialistas, Mao se está convirtiendo de nuevo en una figura mítica. El periodo de Mao se ve ahora como una especie de época dorada en la que no había brecha alguna entre ricos y pobres, ni corrupción incontrolada en el Partido, ni mafias y prostitución. La gente tenía acceso a servicios sanitarios gratuitos, pensiones estables y viviendas estatales. —Es cierto. Los precios de la vivienda están por las nubes. Pero ahora hay muchos edificios nuevos en Shanghai. —¿Usted puede permitirse vivir en ellos? —preguntó Fei con una sonrisa sardónica—. Quizás usted sí, pero yo no. «Mientras el vino y la carne se estropean sin que nadie los consuma en la mansión pintada de rojo, / la gente se muere de frío y de hambre en la calle.» ¿No ha oído el último dicho popular?: «Habéis trabajado a brazo partido por el socialismo y por el comunismo durante décadas, pero, de la noche a la mañana, volvéis al capitalismo». —Es bastante ingenioso. —Entonces Chen preguntó de pasa— da—: Por cierto, ¿tiene un libro titulado Nubes y lluvia en Shanghai? Es un libro sobre la época de Mao, según creo. Fei lo miró de arriba abajo. —No es el tipo de libro que suele comprar, señor. —Esta semana estoy de vacaciones. Me lo han recomendado. —Se agotó hace algún tiempo, pero conservo un ejemplar que me quedé para mí. Si es para un antiguo cliente como usted, se lo puedo vender. —Muchísimas gracias, señor Fei. ¿Realmente se ha vendido tanto? —¿Nunca había oído hablar de él? —No —respondió Chen. El ministro le había hecho la misma pregunta—. ¿No trata sobre el trágico destino de una joven? —Sí, pero también de otras cuestiones. Tiene que leer entre líneas. —¿De otras cuestiones? —preguntó Chen, ofreciéndole un cigarrillo a Fei. —Habrá oído hablar de Shang. —¿La estrella de cine? —Sí. Era la madre de Qian, la supuesta heroína del libro. Hay una máxima famosa en el Tao Dejing: «En la desdicha está la fortuna, y en la fortuna la desdicha». Es muy dialéctica. —Fei dio una larga calada a su cigarrillo—. A principios de los cincuenta, la carrera de Shang había empezado a declinar, pero de pronto resurgió. ¿Por qué? Porque bailó con el presidente Mao, susurrándole secretos al oído y apoyándose en su ancho hombro... Sólo Dios sabe cuántas veces viajó Mao a Shanghai para estar con ella, hasta bien entrada la noche, y después hasta la madrugada. Mientras bailaban, el cuerpo de Shang se estrechaba suavemente contra el suyo, como las nubes, como la lluvia... —¿El libro menciona todo eso? —No, si lo mencionara no lo habrían publicado. El autor fue con mucho cuidado al escribir el libro. Con todo, la historia de la vida de Shang era más que sugerente. Mao podría haber elegido a cualquier pareja de baile, en cualquier momento, en cualquier lugar, pero Shang contaba con el favor imperial. Todo el mundo la envidiaba. Sin embargo, acabó pagándolo muy caro: a principios de la Revolución Cultural llegó una escuadra especial enviada desde Pekín que la aisló y la sometió a un interrogatorio, eso la llevó al suicidio.