Pedro Almodóvar: Vamos a hablar de ti, de mí y de Átame! Antonio Banderas: Hace ya casi 12 o 13 años que la hicimos. P: Muchos años, desde luego. A: Años muy buenos para ti y para mí. P: Sí, yo creo que nos ha ido bien. Yo me quejo siempre, pero de esto no. Me quejo del dolor de cabeza, me quejo mucho de la grasa, de que estoy coleccionando papadas (porque cuando tienes ya más de tres, eso es «coleccionismo»), pero no me quejo de cómo nos ha ido. Sobre todo a ti. No sé si esta fue la película que cambió el rumbo de tu carrera, porque ya habías llamado la atención antes. Pero tengo la impresión de que Átame!, para muchos directores, era la película en la que después de verla uno decía: «¿Ese quién es? Se llama Antonio Banderas y quiero trabajar con él». Y eso lo dijeron directores muy importantes. A: De alguna manera, yo siempre vi al personaje de Átame! como una especie de recopilación de todos los personajes que había hecho contigo anteriormente. Creo que los buenos genios se repiten en su obra y vuelven una y otra vez sobre los mismos temas. De alguna manera, tú también hiciste eso, aunque fuera inconscientemente. Los temas de la pasión, las relaciones humanas extremas, están ahí, en Átame!. Y, efectivamente, cuando llegué a los Estados Unidos, la película mía que más se recordaba era Átame! P: Átame! culminaba nuestra relación actor-director, marcaba la cima de todos los personajes que habíamos hecho juntos. Más que ninguna, es la película que reposa exclusivamente sobre tus hombros. En La ley del deseo estás maravilloso, pero Átame! te consagraba de un modo muy contundente. A: Tienes razón en eso de que cerraba un ciclo. No tanto en tu cinematografía, sino entre nosotros dos… que tenemos que reabrir. P: Átame! habla sobre la familia. Ricki nunca la ha tenido, por eso va de institución en institución. Y, cuando sale, lo que intenta es llevar una vida lo más normal posible. Tener familia, casarse, hijos, tarjetas de crédito, coche, trabajar en un sitio serio, a ser posible un banco. Porque nunca tuvo nada parecido a la normalidad. A: Eso es lo que lo hace distinto, porque nosotros hacemos la película en los años más locos de la Movida Madrileña. La gente no quería una vida normal, sino todo lo contrario. La noche de Madrid se convirtió en nuestro santuario, pero este personaje iba totalmente a la contra. P: Quiere la vida más normal del mundo y sabe que debe conquistarla; mejor dicho, forzarla. La sociedad no le ha dado nada. No tiene el mejor background para convencer a nadie, y menos a una chica. Cualquiera le tomaría por loco, así que, si quiere una novia, tendrá que raptarla. A: El contenido es lo que llena de normalidad al personaje, lo que descoloca es la forma en la que él pretende conseguir esa normalidad. P: Eso le convierte en un gran personaje romántico y, a la vez, en un ser aparentemente peligroso. Para mí, la película es casi un cuento de hadas, pero el momento de violencia que él tiene con el personaje de Victoria Abril confundió mucho. A: No entendían por qué este personaje, teóricamente un cabrón, que está atando a una mujer a una cama, cae tan simpático. No podían entender que ese personaje fuera tan adorable, pero sencillamente lo era. P: Es adorable desde el momento en que lo miras sin prejuicios. Él no es un sádico, no disfruta raptándola ni atándola. Lo que hace es inmovilizarla para poder decirle: «Nadie te va a querer como yo y, como no hay otro modo de demostrártelo, te vas a quedar ahí quieta. En el momento en que lo descubras, no hará falta ni que te ate ni nada». Ricki no intenta causarle dolor a la chica, no le gusta tener que atarla, solo quiere inmovilizarla. A: ¿Tú te acuerdas de lo que le pasó a Victoria? P: Victoria Abril está maravillosa. A: Un domingo íbamos a ensayar en los estudios. Y, cuando llegó a recogerme en el coche, tenía los labios como Tina Turner. Le había salido un herpes. P: El colágeno no existía entonces… Era por el esparadrapo. Y eso que Agustín, mi hermano, se preocupó de encontrar un esparadrapo bueno, poroso, no transparente, que se pegara bien, pero que no doliera… Victoria está maravillosa. ¡No se puede decir «átame» mejor que ella! A: A mí, las cosas que tú pedías me las pide un tipo que no está seguro de lo que está haciendo y probablemente me hubiera pegado un tiro. P: Hay acciones que se convirtieron en algo esencial para el personaje que improvisamos durante los ensayos y te las pedí en el último momento. Y tú, sin dudarlo, te ponías a ello. Te veía con un pelucón heavy, te mirabas al espejo y te decía: «Antoñito, hazme una cosita de guitarreo heavy» (air guitar, se llama ahora). Y tú te meas primero, pero lo haces en ese instante. A: Y hacer el pino para llamarle la atención. P: A una mujer con tanta experiencia como ella, con Francisco Rabal que ha estado dándole vueltas alrededor con la silla de ruedas, era difícil llamarle la atención. Y yo te dije: «Para llamarle la atención, ¿por qué no haces el pino?». Tú en ningún momento te planteabas si aquello podía ser ridículo, sino que te ponías, lo hacías y lo rodábamos, sin más. Probablemente tú y Carmen Maura sois los actores a los que más cosas que no están en el guion os he pedido. A: Yo lo hacía por confianza total en un estilo y una forma de hacer cine. Otro director me pide lo mismo y le digo que está mal de la cabeza. P: Hay una gran escena de amor por la cual he recibido muchísimas felicitaciones y muchos halagos como director. Me aplaudían por haberme atrevido a hacerla, pero fuisteis vosotros, Victoria y tú, quienes la hicisteis. Hay un montón de cosas que dependen de un director, pero una escena erótica, donde además hay que actuar, depende exclusivamente de vosotros, los actores. A: Yo tengo mucho que agradecer a Victoria porque tiene una falta de pudor y una gracia para hacer ese tipo de secuencias… P: Se nota mucho que no la han educado los salesianos como a mí. A: Probablemente. Fue una tarde muy divertida. Yo creo que las escenas de amor se hacen con humor y que todos supimos estar a la altura. P: En el guion hay una revelación importantísima para el personaje de Victoria que solo le puede llegar vía rabo. Ella había olvidado que había estado antes con Ricki y lo recuerda por el rabo. Así que, para que eso se entendiera, no había más cojones que hacer una escena de sexo para que ella lo recuerde y recuerde que este mismo hombre le prometió que algún día vendría a por ella, la sacaría de donde estuviera y la convertiría en su mujer. Era una escena imprescindible. A: Cuando rodamos esa escena, no costó ningún trabajo. He hecho otras escenas de ese tipo en otras películas que me han resultado mucho más duras. Quizá por la falta de disposición de la otra persona, o incluso el director, que no sabe cómo rodarla. P: Estuvimos rodándola nueve horas. Y la última toma es la que se montó. El sudor era real, tú estabas asfixiado, la habíamos hecho no sé cuántas veces. Yo quería realmente que se viera que estabais exhaustos, que llevabais horas. Ella te dice continuamente «no te salgas» y tú continúas ahí. Los sonidos que emitís son auténticos, las risas, los gemidos… Y no era obscena, ni a Victoria se le ve ni el pecho ni a ti se te ve nada. A: El único momento en que se ve algo es un reflejo que hay en el techo, multiplicado como un caleidoscopio. P: Era un plano general. A pesar de que no se ve nada, a los miembros de la M.P.A.A. les pareció que aquello era demasiado y nos quisieron poner una «X». A: Para ellos era un problema que yo raptara a una mujer y esa mujer terminara amando al personaje que la había raptado. Pero en ese momento había otra película, La bella y la bestia, en la que la bestia rapta a una chica y la chica se enamora de la bestia. Y es una película para niños, con un personaje que prácticamente es el mismo. Y, además, con bestialismo. P: La violencia no les supone ningún problema. Litros de sangre, kilos de vísceras. Eso no les parece peligroso, pero el hecho de que dos personas se amen… Pero conseguimos una cosa histórica en el sistema de calificación de la censura americana: se inventaron una clasificación nueva, la NC 17. A: Yo, en cualquier caso, apostaría que esa película se ha visto muchísimo en los Estados Unidos. Para mí supuso una carta de presentación. Yo me iba a los estudios y me preguntaban «¿usted qué ha hecho?» y yo decía Átame!y la puerta se abría. P: Yo no concibo esta película sin ti. Y creo que la película te debe muchísimo, que este personaje es tan grande porque lo has hecho tú. A: Años más tarde viví uno de los momentos más bonitos de mi carrera, que es cuando te veía venir desde tu asiento y yo tenía el oscar de Todo sobre mi madre en la mano para ti. Me hizo recordar no solo a Ricki, que es probablemente el personaje que más quiero de todos los personajes que hice contigo. Fueron muchos años juntos, Pedrito. P: ¿Y vamos a intentar repetir este logro? A: Totalmente. Anunciemos ya que tenemos que hacer Tarántula. P: Venga… (N. del A. Aunque esta entrevista tuvo lugar en 2002, Pedro Almodóvar ya había comenzado a trabajar en el desarrollo de Tarántula, la novela de Thierry Jonquet que en 2011 se convertiría en La piel que habito con Antonio Banderas como protagonista.)