El cazador Clark Kent visita en prisión a Lex Luthor con la intención de hacerle una entrevista para su periódico, el Daily Planet. Pero, una vez allí, se encuentra con que los planes del supervillano no son otros que fugarse y urdir un diabólico plan para acabar de una vez por todas con su archienemigo: Supermán. La prisión está llena de tipos de mala calaña. Entre ellos, uno muy especial, está causando una auténtica masacre, arrasando con todo y con todos los que se encuentra a su paso y que intentan oponerse a su avance. Se trata de “El Parásito”, un ser capaz de absorber energía, junto con los superpoderes y la inteligencia de todo aquel al que consiga tocar. En un momento dado, Lex Luthor comienza a dispararle con un arma de fuego. Inmediatamente, Cark Kent se da cuenta de que algo extraño sucede: — ¡Las balas no le detienen! ¡Está convirtiendo la energía cinética en más masa! — ¡Tienes razón! —contesta Luthor. A pesar de este serio contratiempo, la lluvia de proyectiles continúa sin cesar. Hasta que, al cabo de un rato: — ¡Se le está atragantando la energía! [...] — ¡Mis balas han debido de inclinar la balanza! Se ha vuelto demasiado masivo para soportar su propio peso. El Parásito absorbe la energía cinética de las balas que caen sobre su púrpura corpachón. Bien, ¿qué tenemos aquí? Nada más y nada menos que una nueva aventura de superhéroes y supervillanos de cómic dispuestos a desafiar las leyes de la física. En esta ocasión, la cosa empieza bien, pero acaba lamentablemente mal. Veámoslo. Nuestro horripilante bicho, el Parásito, con aspecto de babosa cabezuda y dentado cual lamprea, no tiene en qué mejor emplear su tiempo que en absorber la energía cinética de las balas que caen sobre su púrpura corpachón. Muchos de vosotros sabéis que la energía cinética es aquella que poseen los cuerpos en razón de su velocidad. En física, se puede calcular multiplicando la mitad de la masa del cuerpo por el cuadrado de su velocidad. Pues bien, si les damos a las balas que salen del arma de Lex Luthor unos valores más que generosos y razonables tanto para sus masas como sus velocidades de, digamos, 40 gramos y 3600 km/h, respectivamente, enseguida se aprecia que cada proyectil posee una energía cinética de 20.000 joules. Esto puede parecer una cantidad enorme de energía y ciertamente lo es, sobre todo si te impacta en la cara, en un pie o en cualquier otra parte más sensible y delicada de tu delicada anatomía. Sin embargo, al Parásito le mola mazo. Es más, al parecer, cuanta más energía cinética mejor, pues esto le ayuda a transformarla en masa de su propio cuerpo y ser más grande y meterte más miedo por la cabeza. Ahora bien, ¿resulta plausible convertir energía en masa? Pues no me queda más remedio que admitirlo. Sí, se puede.