Si hay una mujer que puede decirse que fue la reina del destape, esa es Susana Estrada. Explosiva, excitante, sensual y provocativa, reúne todos los alicientes para que su imagen y su persona nunca pasen desapercibidas. Musa de un cine y de unos espectáculos considerados de factura cuestionable, su carrera se vio envuelta en compromisos que ella misma adquirió dado el cambio social y político de la etapa de la transición. Fotos para la historia como la que ha perdurado junto a Enrique Tierno Galván, en la que ella misma y su pecho descubierto alteraban las mentes del momento, incluso las más liberales y decididas… Para ver hasta qué punto ella se considera una de las figuras más destacadas de la época que estamos recorriendo, centro mi atención ante la respuesta que ha de darme al preguntarle qué significó, en su opinión, la cinematografía que se realizó en la etapa del destape. «Era un cine comercial. Se rodaban las películas muy rápido para estrenarlas inmediatamente, dado que había una demanda importante de este tipo de cine, no como ahora, que se hace poco y, vamos a decirlo así, no es demasiado apreciado. Muchas veces digo que ya quisiera la gente que hace películas ahora tener las taquillas que hacíamos en los setenta nosotros. Recaudábamos millones y millones, muchísimo dinero. Era un cine de consumo, que no estaba muy bien cuidado, donde los guiones tampoco eran una maravilla y lo que primaba era el humor con dos referencias, por una parte los propios humoristas y, por otra, unas señoras que estaban estupendas. Esta fórmula se utilizaba con gente como Fernando Esteso o Andrés Pajares y mujeres guapísimas, tipo Bárbara Rey, o María José Cantudo, pero ella, que sí salió enseñando cuerpo, hizo otro tipo de cine diferente, aunque enmarcado en la misma época». Mencionando a María José Cantudo, le recuerdo que trabajó con ella en uno de los primeros largometrajes que generó polémica al mostrar el primer desnudo integral en una película española. Susana nos recuerda cómo vivió el rodaje de La Trastienda, allá por el año 1975. «Como recuerdos, guardo el de los Sanfermines. Nunca había estado y jamás he vuelto a ir porque a mí, las masas, me agobian muchísimo. Eso sí, se convertía en un remanso de paz cuando acabas de rodar porque estábamos viviendo en el convento de las Clarisas, que se encontraba a las afueras de Pamplona. Desde la celda donde yo estaba se veía campo, campo y más campo y… a lo lejos, cada cierto tiempo, pasaba un tren. Y digo celda porque es como se llaman a las habitaciones en estos lugares. Muy pequeñitas, con camas muy estrechitas… muy minimalista todo. Cuando terminaba el rodaje decía: “Hemos acabado, llevadme al convento, por favor” (risas). Tanta bulla, tantísima gente… siempre le he tenido un poco de fobia a estas reuniones multitudinarias. No me verás en conciertos populares, salvo si son de música clásica en el Teatro Real, en el fútbol o en eventos a los que se acude de forma masiva. Difícilmente me encontrarás ahí. Tiene una denominación, yo digo que es “gentefobia”. Verme rodeada de muchas personas me resulta difícil. Sin embargo, estar en un escenario delante de siete, ocho o diez mil personas, eso no. No, porque lo he hecho durante muchísimos años. Además, estando ahí, tienes una salida por detrás del público, sales por el backstage, es fácil escapar». Susana Estrada recuerda el “feeling” que tuvo con Jorge Grau. «Fue una relación muy buena, es más, años después me llamó para hacer una película que, al final, no se llegó a rodar. Sí puedo decirte que se quedó contento con mi interpretación, puesto que después se puso en contacto conmigo para ofrecerme otro papel. No te puedo decir cuáles fueron los motivos por los que no se hizo realidad ese proyecto porque, la verdad, no los recuerdo». En el mismo año en el que se rodó La Trastienda, otra película en la que intervino Susana fue El Libro de Buen Amor, cinta que también generó una gran polémica en aquellos momentos. «Sí, es cierto, pero en realidad en esa película mi papel era secundario, la protagonista era mi prima Blanca Estrada». El revuelo que se montó tenía su epicentro en el hecho de mostrar en la representación de una obra clásica a una mujer en cueros. En esta producción también podemos ver a figuras que se han convertido con el tiempo en grandes del cine, como Pilar Bardem o Mónica Randall y otras que, como el caso de Josita Hernán, desgraciadamente no son recordadas como se merecen. La filmografía de la actriz se centra básicamente en la segunda mitad de la década de los setenta, aunque es destacable su intervención en la película, rodada en el año 2008, Los Años Desnudos. Clasificada “S” en la que se rememora precisamente este cine. «Películas he hecho muchísimas, mogollón». Recuerda un éxito de aquellos años junto a Fernando Esteso, Pepito Piscinas. «Tengo muy buen recuerdo, aparte de que Fernando es amigo mío. El rodaje fue bien, eso sí, con mucho calor. Se rodó en el hotel Don Pepe de Marbella y en un chalet de El Viso en Madrid. Fue en pleno agosto y, con las luces y los focos, hacía un calor infernal que, por cierto, es lo que más me quedó marcado». Otra película que le trae muy buenos recuerdos es Pasión Prohibida, una de las últimas rodadas por la actriz en aquellos años. Nostalgia y un cierto sentimiento de felicidad le invaden. «Rodamos en Madrid y en Camariñas, Galicia, también durante el mes de agosto. Se celebraba la fiesta de la Virgen del Mar. Todo era muy entrañable. Subían la imagen de la Virgen a un barco y le seguían detrás otros barquitos de un pueblo a otro, siempre por el mar. Recuerdo de manera increíble a Carmina, era una persona adorable. Algunos se hospedaban en su casa y era allí donde, entre otras cosas, nos maquillábamos. Hacía unas empanadas esta mujer… de muerte. Estaban buenísimas y, a día de hoy, me acuerdo de ellas. Siempre he tenido en mi memoria aquel lugar. Incluso, cuando terminamos la película, me fui allí durante ocho o diez días para descansar. Era un pueblo pequeño de pescadores en el que había cine un día a la semana y se vivía genial. En los alrededores encontrabas unas playas salvajes, solitarias y vírgenes en las que los accesos eran muy complicados. Una maravilla». Tras este recorrido turístico de la mano de Susana Estrada, adentrándonos en un rin concito de Galicia, me meto de lleno en materia preguntándole si le resultó incomodo realizar escenas en las que mostrara todo el esplendor de su cuerpo. ¿Qué le suponía desnudarse en la pantalla? «Nada, absolutamente nada. A mí nunca me ha costado trabajo desnudarme. Nunca lo pasé mal, la verdad. Me parece bastante absurdo avergonzarse de cómo somos. La mayor parte de las veces se trata de una falsa moral. No ocultamos nuestro cuerpo porque hayamos nacido con esa orden incorporada». ¿Pedía Susana Estrada que, en estas secuencias, se quedasen únicamente las personas imprescindibles? «Nunca, en absoluto. Todos ellos estaban haciendo su trabajo y yo el mío. Creo que en un rodaje está la gente que tiene que estar». No me puedo creer que no percibiese miradas libidinosas de compañeros de profesión cuando estaba rodando estas escenas subiditas de tono. «Esas miradas las notabas tanto vestida como desnuda. Lo cierto es que nunca me he sentido molesta si alguien me estaba observando. Todo lo que he hecho en el mundo del espectáculo ha sido en directo, y hay miradas de todo tipo. Tú ya sabes lo que quieren ver. Me he encontrado con gente en la primera fila del teatro con prismáticos para verme las amígdalas (risas) ¡Querrían contarme los pelitos!, aunque tampoco podían contar muchos porque iba depilada entera, cuando no se llevaba como ahora». Desde luego, no resulta nada extraño que aquellos que tuvieron la fortuna de poder verla en directo, tan excitante y salvajemente bella, considerasen su cuerpo como el mejor afrodisiaco para las mentes calenturientas que, en aquellos años, comenzaban a disfrutar de una libertad que les permitía satisfacer deseos que, incluso, podían ser perversos. «Soy consciente de que levantaba pasiones. Pero, vuelvo a repetir, también las he levantado vestida». Le pregunto si le hicieron alguna foto fija con la que no estuviera de acuerdo. «No, en ningún caso. La gente con la que he trabajado se ha comportado siempre con mucha profesionalidad y respeto. El director sabía perfectamente lo que quería. Además, de mí se han publicado tantas cosas y fotografías, ¿qué más da una foto más o una menos? Bueno, de mí y de todas, aunque las “todas” llegaron tiempo después. Si estaba rodando una escena sin ropa y hacían una foto fija, es lo mismo que si ocurría cuando no estaba desnuda. Además, posabas en reportajes para veintisiete revistas y se vendían en los quioscos, sería absurdo que lo tomara mal». Percibo en la actriz su necesidad de dejar constancia de que, además de no ser un problema para ella tener que mostrarse en plenitud, en aquellos momentos si te dedicabas a esto sabías muy bien lo que hacías. «Mira, eso, métetelo en la cabeza, son disculpas que muchísimas actrices de aquel momento utilizaban porque se avergonzaban de lo que hacían. Lo que pasa es que yo nunca me he avergonzado de mi trabajo, ni entonces ni ahora. Siempre he estado orgullosa de todo y estoy segura de haber hecho algo importante por este país al ayudar a los españoles a crecer. Entonces estaba todo prohibido, todo era malo, todo era pecado, todo era motivo de crítica y, en un momento dado, fui como un soplo de aire fresco. Las generaciones jóvenes que no vivieron aquel momento, porque muchos no habían ni nacido, ahora resulta que me tienen como un mito. Primero te dan palos sangrientos y luego te endiosan. Es estupendo. El español de a pie te aplaudía en el entorno privado y decía: “hay que ver cómo los tiene esta mujer para hacer todo esto y ponerse a un país por montera”. Hoy en día es muy diferente». Además de dejar patente su opinión respecto a la respuesta que recibía por parte del público y de la sociedad en general, arremete contra las compañeras que no aceptaron o no supieron ocultar la vergüenza que sentían por haber hecho estos trabajos. «Estas mujeres buscaban disculpas y justificaciones argumentando que lo hacían porque lo pedía el guión. Decían que, cada vez que tenían que rodar una secuencia o hacer un reportaje de desnudo, sufrían mucho y llegaban a su casa llorando. Yo lo decía entonces y lo sigo diciendo ahora, si tanto te dolía o tanto te afectaba, ¿por qué lo hacías? También las había que argumentaban que lo hacían porque tenían que dar de comer a su familia. Todos hemos tenido familia. Yo tenía dos hijos ya en aquel entonces y nunca hice alusión a que tenía que darles de comer». Ella se muestra muy segura en todas sus respuestas. Es una mujer de fuertes convicciones y que mantiene unos valores, los suyos, por encima de prejuicios y apreciaciones que no le interesa ni escuchar. Pero, ¿y la familia? ¿Tuvo algún problema Susana Estrada con ella? «No, he de decir que no. Bueno, para mis padres al principio no debió ser fácil, supongo. Ellos vivían en Gijón, una ciudad de provincias, así que, ya sabes, entras en un sitio y en seguida escuchas los cuchicheos alrededor. Que si era la madre de la que salía desnuda…». Me atrevo a preguntarle si no hubo ninguna ocasión en la que su padre le dijese: «Oye niña, ¿qué estás haciendo?, ¡ya está bien!». «No, no. Es más, pasado el tiempo, un día mi padre tuvo una conversación conmigo y me dijo que estaba muy orgulloso de mí, que pensaba que yo había hecho algo muy importante por este país y que, aunque en aquel momento no se me reconociera, pasaría a la historia. Al final, parece ser que mi padre tuvo razón y voy a tener que dársela en esto, porque se la he quitado en casi todo. Fíjate que estoy en los libros de historia y en las hemerotecas, por no hablarte de la conseguida foto con Tierno Galván que cada año, cuando llega el aniversario de la democracia, se publica indefectiblemente. Tanto él como yo seguimos apareciendo en los libros, de manera independiente, con esa fotografía. Menos mal que no me han hecho ninguna estatua todavía porque, a mí, eso de que me caguen las palomas encima no me sienta nada bien (risas)». El escritor y poeta Luis Alberto de Cuenca recuerda el impacto que tuvo la imagen que acaba de mencionar Susana Estrada, además de lo que, según su opinión, aportó la actriz en aquellos años. «La foto de Susana con Tierno Galván dio la vuelta al planeta. Yo nunca la vi en directo. Ella dijo: “aquí estoy yo y voy a revolucionar los usos y costumbres de los españolitos medios”, que, por cierto, estaban todos reprimidos. Ella jugueteaba con el sado y tenía su gracia…». Para conocer profundamente a esta mujer me parece fundamental saber que educación recibió. Resulta sorprendente comprobar que ésta fue demasiado convencional. «Efectivamente lo fue, y mucho. He estudiado en Las Ursulinas desde los cuatro años hasta los dieciséis». No puedo evitar decir en voz alta: «¿en serio?», ya que me he quedado completamente pegado a la silla e incluso me sorprende que yo haya sido capaz de poder articular estas dos palabras. «Sí, sí, totalmente en serio». Susana sigue hablando. «Bueno, es que todos no somos iguales. Siempre he dicho que estoy muy agradecida por la educación que he recibido, en el sentido de que he sido muy bien instruida. De las monjas me quedó casi todo. Lo único que no entró en mí fue la moralina, la hipocresía… Eso de poder hacerlo todo pero guardando las apariencias... Al final, todo el mundo hace lo que quiere, luego se confiesan, te ponen una penitencia, la cumples y ya te han perdonado. Yo no quiero eso, lo que tengo que hacer es tener unas normas y cumplirlas. A lo mejor mis normas son más estrictas que las que se llevan ahora. De ahí que yo viva y deje vivir, no me avergüenzo de mi cuerpo, de hablar abiertamente de sexo y de muchas cosas que a la sociedad de entonces le ponían de mil colores». Estoy tan sorprendido de que la musa del destape nacional estuviera durante tantos años recibiendo la educación que se suponía evitaba que las jovencitas hicieran precisamente lo que ella llegó a hacer hasta límites extraordinarios, que necesito seguir indagando en su etapa con las monjas. «Recibí una educación para saber estar en cualquier situación. El orden y la limpieza dependen de cómo uno sea realmente. Siempre he sido, desde pequeñita, muy ordenada. Supongo que influyó el hecho de no tener hermanos, así que nadie tocaba mis cosas ni me las descolocaba. He nacido con ello. Me gusta mucho la pulcritud y la limpieza. Respeto mucho a los demás y lo que piensan, no juzgo. No me gusta hablar de la vida de ninguna persona, aunque tenga mi opinión, porque creo que no soy quién para valorar el comportamiento de nadie. Tengo bastante con lo mío, que es suficiente. Respeto muchísimo la convivencia social, quiero decir, que cada uno en su casa es libre de hacer lo que quiera siempre y cuando lo que haga, de alguna manera, no entre en la casa del vecino. En la calle la gente se cree que tiene el derecho a hacerlo todo sin preocuparse por los demás. Para mí el respeto es la base de mi educación». Disfrutar de su presencia ya colma muchos de mis deseos, pero me atrevo a decir que me seduce más la personalidad que, en cada respuesta, voy descubriendo. Teniendo en cuenta todo lo que sabemos hasta ahora, quiero que tenga la confianza para decirme si tuvo alguna vez una situación violenta o desagradable con algunos de los compañeros con los que tenía que compartir las escenas peligrosas, perdón, amorosas. «No he tenido muchas de esas secuencias amorosas. Tuve una con Juan Luis Galiardo, que es un gran profesional. Éramos dos actores e hicimos lo que teníamos que hacer con las indicaciones del director, que es el que te marca esto o aquello. Luego, en Pasión Prohibida, también tenía alguna secuencia fuerte con un actor muy joven que hacía de hermano mío en la película. Era una relación incestuosa y tampoco fue desagradable para mí». ¿Ha habido algún actor que se haya propasado con Susana Estrada? «No, en absoluto. De hecho, he de reconocer que he ligado muy poco en mi vida. Los hombres, parece ser, me han tenido bastante miedo, seguramente porque suponían que era una mujer que sabía mucho de sexo al llevar un consultorio sobre el tema, por el cual estuve procesada catorce veces. Por decirlo de alguna manera, yo no me quedaba esperando a un lado de la pista para que me sacasen a bailar. Y, claro, eso a los hombres os impone bastante. Incluso hoy en día también sorprende encontrarse con una mujer fuerte que sabe lo que quiere». Susana parece un poco sorprendida cuando le confirmo que compañeras de profesión han confesado que sí tuvieron situaciones en las que peligraba su integridad como personas. «Vamos a ver, el que quisieran es una cosa, el que se propasaran es otra. Yo no voy a decir que no quisieran, no lo sé. Unos querrían y otros no, pero nunca me pasó ni con mis productores, ni directores… Es más, nunca he tenido nada con gente del espectáculo». Supongo que tendrá conocimiento de la dudosa práctica de algunos directores que pedían a las actrices que se desnudasen delante de ellos. «Sí, sé que eso ocurría, pero conmigo no hubo lugar. Mi boom fue muy rápido. No fui la clásica actriz que se tira años haciendo pequeñas intervenciones diciendo que el té está servido. Lo mío fue comenzar y despegar con Historia del Strip-Tease. La mayor parte de los largometrajes en los que trabajé fueron rodados después de haberme desnudado, por primera vez en un escenario, con esta función. Ya era una persona súper conocida, muy popular, una estrella, así que no procedía que llegase a un despacho y me dijesen que me desnudara. Antes había hecho La Trastienda, pero nadie me pidió que me desnudase, y un par de cosas más como Lo Verde Empieza en los Pirineos. Luego ya, en las siguientes películas, siempre fui protagonista. En mi caso fue llegar y… ¡boom! A partir de ese momento siempre he sido una estrella, un mito erótico». Lo que no me podrá negar es que, en más de una ocasión, le ofrecerían el oro y el moro por permitir que alguien sucumbiese a sus preciados encantos. «He tenido relaciones en las que me han hecho regalos estupendos y buenísimos, pero, ya existía la relación. Nadie, de verdad, me propuso lo que me dices. Eso es una asignatura que tengo pendiente, fíjate lo que te digo, el que me manden el ramo de rosas y el brazalete de brillantes dentro». Y, lo más probable, es que la proposición fuese acompañada de una invitación a cenar, ¿no? «Le diría, mira, cenamos después» (risas). Ésta no es la única asignatura pendiente que Susana Estrada tiene en la vida. Después de un momento hilarante y lleno de sentido del humor, su semblante y el tono de su voz se tornan más mesurados cuando menciona una cuestión que también está deseando realizar. «Hacer cine ahora. En estos momentos está mucho mejor realizado, mejor tratado. Hemos aprendido a rodar. Siento que eso lo tengo pendiente, lo cual no indica que no se vaya a cumplir porque, este mismo año, voy a firmar una película». Con todas, o casi todas, las estrellas que consiguen que éste libro tenga su auténtica alma me sorprendo al ver como en muchos casos se mantienen con una actividad que es admirable y, me atrevo a decir, como si estuvieran comenzando sus carreras. Susana no es una excepción. «No es el papel que a mí me gustaría que me ofreciesen. De hecho, no creo que vaya a ser el personaje de mi vida ni que me concedan un Goya y, no por el premio, sino por el reconocimiento que merezco porque, aunque hiciese un tipo de cine en un momento dado, soy una profesional que además de ser actriz, soy cantante y bailarina. Puedo hacer cualquier cosa, desde interpretar personajes que abarcan la alta comedia hasta papeles dramáticos». Se suele decir que no hay dos sin tres y, a pesar de que puede que, dada mi insistencia, me mande a freír espárragos, vuelvo al ataque preguntándole cuantos hombres han intentado retirarla de los escenarios para tratarla como a una reina. En esta tercera ocasión, no responde con un no rotundo. «No tantos, si no tenía ni tiempo. De verdad, no podía en esos momentos conocer hombres. Mira, he conocido señores estupendos y, la mayor parte de las veces he sentido un pelín de frustración, al no poder tratar a esa persona. En la distancia es muy difícil mantener una relación. Es posible, desde luego, con personas que ya conoces, pero no con alguien con el que no tienes ningún vínculo. Sí alguno creyó que por su poder económico podía comprarme estaba equivocado». Aunque sigue sin aportar ningún dato concreto de posibles admiradores que quisieran retirarla, me parece toda una declaración de principios sus planteamientos respecto a lo que para ella significan las relaciones humanas y su concepto de la amistad. «Las relaciones se producen por contacto continuo, por roce, por estar juntos y compartir cosas con esa persona. Si con los amigos no te ves llega un momento en el que te distancias. En ocasiones he conocido a un hombre estupendo y, si las circunstancias hubieran sido diferentes y hubiéramos podido seguir viéndonos, podía haber sido algo precioso. La vida del artista cuando estás en la cresta de la ola es muy dura. Siempre de un sitio para otro con muchísima soledad. Sales a un escenario y tienes aquello lleno, abarrotado de gente. Acaba el espectáculo y cuando sales ya no queda nadie. He estado viajando durante diecisiete años y medio con una gata siamesa, porque era la única que me daba compañía. Para llegar a tener una buena relación tienes que dedicarle el tiempo necesario». En esta profesión hay quien ha ganado mucho dinero y quien lo ha despilfarrado… «He ganado mucho dinero, precisamente por eso no era importante para mí esa cuestión. He dado trabajo y de comer a mucha gente, bailarines, técnicos de sonido, de luces, managers, gente que te hace la ropa… muchísimos empresarios han ganado cantidades ingentes de dinero conmigo. Con lo cual no solamente yo he ganado, sino que se lo he hecho ganar a mucha gente, por lo tanto para mí eso no representa un problema ». ¿Ha ganado Susana Estrada una fortuna? «Ha ganado dos, yo diría que hasta tres. He ganado, he ganado mucho dinero de aquella época, ahora hubiera obtenido mucho más, claro, porque se cobran mayores cantidades y, además, percibes también por los royalties, que antes no existían».