Estuve en la escuela de cine de UCLA entre 1960 y 1962 y no tuve más que un par de amigos en aquella época No había nada de la camaradería que yo había imaginado en la escuela desde mi imaginación propia de La Bohéme. Mi fantasía consistía en que mientras estabas trabajando en cine y bebiendo vino por las noches, había hermosas muchachas que también trabajaban en las películas y estábamos todos juntos. No era de este modo. Era muy solitario. No obstante, existía la oportunidad de aprender algo sobre tecnología. Había un par de buenos cursos. Una de mis profesoras de dirección era Dorothy Arzner, que conmigo era siempre muy cariñosa y animosa. Ella era una de las mejores influencias que tuve. También, a través de contactos desde la escuela, noticias en el boletín, encontré mi trabajo con Roger Corman. Roger siempre tenía la costumbre de obtener chicos y chicas brillantes de las universidades. Le decía a su secretaria: "Llama a UCLA y contrata a algún estudiante de cine que quiera trabajar por poco dinero". En aquellos instantes Coppola atraviesa apuros económicos severos. "Recuerdo que estaban a punto de cortarme el teléfono, porque no lo había pagado; llamé a la señora que llevaba la oficina de Corman y le dije que me habían dado el recado tarde y quería que me tuvieran en cuenta. "Yo te llamaré y te diré cómo están las cosas", me dijo. "Manda algo que hayas escrito". Así que ahí estaba yo, sentado al lado del teléfono, pensando "¡Por favor, por favor, no te cortes! Y por fin sonó, aunque lo cortaron un par de horas más tarde".