Al final me di cuenta de que la propia Dina era la cosa más intrincada e historiada de la casa. Su tamaño podría resultar intimidatorio, pero su forma de decorar era una clara invitación. Miranda: Cuéntame algo acerca de tu increíble rostro, tus piercings y todo eso. ¿Cuándo empezaste con eso? Dina: Me gusta decorarme el cuerpo, aunque no debamos, vale, ya lo sabemos. Lo que pasa es que me gusta la decoración. Me gusta el arte, así que, ¿por qué no? Miranda: ¿Se puede hacer algo especial con el piercing de la lengua? Dina: Sí, se puede. ¿Me vas a pedir que te lo cuente? Miranda: Siento curiosidad. Dina: No sé si debería decir esto. Miranda: Por supuesto que puedes. Dina: De hecho, cuando fui cumpliendo años, empecé a sentir curiosidad, entonces yo... me estoy poniendo colorada. Voy a decirlo: sexo oral, sí. Esto le da un toque bien picante. Llamé a la tienda mucho antes de hacerme esto, de hecho. Tenían de los que vibraban. Miranda: No puede ser. Dina: Sí que puede ser. Así que dije: «¡Esperen un minuto! Creo que eso será estupendo para mí!» Miranda: Entonces, ¿lo has probado? Dina: Aún es demasiado pronto. Miranda: ¿Porque todavía está cicatrizando? Dina: Sí, todavía está cicatrizando. Estoy esperando. Miranda: ¿Y tienes pareja? Dina: Bueno, no del todo, pero su padre, ya sabes. Es un tipo que no acaba de decidirse, pero sí. Podría ser un candidato. Miranda: ¿Y qué es ese tatuaje? Dina: Oh, éste es el padre de los crios. No me informé bien y no sabía cuánto me costaría borrar con láser su nombre. Por tanto ¿qué es lo que hice? Puse «DEP» debajo: «Descanse En Paz.» A él le habían dicho que lo había borrado, y entonces cuando lo volví a ver se lo enseñé. Le sorprendió. Le dije: «Bueno, por lo menos no puse "DEI", "Descanse en el Infierno"», ¿entiendes lo que quiero decir? Miranda: Oh, claro, es verdad. Dijiste: «Descanse En Paz.» Dina: Sólo se lo estaba tratando de decir, bueno, de explicárselo. Porque cuando has terminado, has terminado. Puedes volver a ver a esa gente, lo que sea, pero has terminado. Quiero hacerme uno que ponga: «Respeta a la reina», en la espalda, en la línea de la cintura. Ése será el siguiente. Le pedí a Dina que me hiciera una visita guiada. Fue corta. Leí la frase de la camiseta de Popeye que llevaba Dina, «Soy lo que soy», y sentí que yo también era lo que era. Era una escritora, y mis personajes, Sophie y Jason, estaban aquí, conmigo. En realidad, eran yo misma, ambos. ¿Era posible que Jason leyera el PennySaver? Por un dato supe que sí, porque la película estaba ambientada en Los Ángeles y a todo el mundo en Los Ángeles, sea real o de ficción, le llega el PennySaver al buzón. Era tan obvio, estaba allí desde siempre, era como el puente invisible: Jason no vendía árboles sino que compraba cosas a través de los anuncios por palabras. Conocía a extraños, igual que hacía yo, y eso lo estaba transformando y uniendo con la humanidad. Estaría de pie en un salón como éste, y escucharía cantar a alguien como Lynette. Probablemente no podríamos pagar los derechos de la canción de Miley Cyrus, pero ¿quién sabe? Ahora no era el momento de pensar en los detalles. Traté de imaginar quién haría de Dina. O de Ron. O de...Domingo. La idea era ofensiva. No, era evidente que esta gente tendría que representarse a sí misma. Le dimos las gracias a Dina y yo dije adiós sabiendo que no era realmente un adiós. Quería guiñarle el ojo o darle algún tipo de indicación de que pronto estaría actuando en una película importante, pero me contuve.