Santa Fe, 30 de abril de 1881. El gobernador Lew Wallace estaba sentado a la mesa de su despacho en el Palacio de los Gobernadores. Ante él tenía la orden de ejecución de un tal William Bonney, alias el Niño, alias William Antrim. Aquel documento escrito a mano ordenaba al sheriff Garrett ejecutar la sentencia de muerte de Billy, dictada por el tribunal del distrito de Mesilla, el viernes 13 de mayo, pero antes de que esto sucediera, el gobernador debía firmar la orden. Wallace, de cincuenta y cuatro años y nativo de Indiana, era un hombre extremadamente inteligente que podía hablar con conocimiento de cualquier tema. Famoso por su ingenio sarcástico, también era ligeramente pomposo, dogmático y estaba un poco a la defensiva. Su padre, un graduado de West Point, había sido tanto subgobernador como gobernador de Indiana. Wallace, que de niño soñaba con ser un héroe victorioso y famoso en el campo de batalla, interrumpió sus estudios en la Facultad de Derecho para unirse a un regimiento de Indiana en la guerra de Estados Unidos contra México de 1846-1848. Trece años después, al estallar la guerra civil, volvió a abandonar el ejercicio del Derecho para hacerse soldado. Como ayudante general de su estado, reunió y organizó seis regimientos de hombres de Indiana y después aceptó el mando de uno de esos regimientos como coronel. En marzo de 1862, Wallace había alcanzado el rango de comandante general de voluntarios con solo treinta y cuatro años. El general Wallace no era alto, pero era un hombre apuesto con su larga barba y su poblado bigote, los cabellos negro azabache y los ojos oscuros y penetrantes. Sus hombres le apodaban afectuosamente «Louisa». Sin embargo, desgraciadamente, los días de gloria de Wallace fueron breves. En la sangrienta Batalla de Shiloh, los días 6 y 7 de abril de 1862, se convirtió en el chivo expiatorio para la casi derrota de la Unión y su escalofriante pérdida de hombres cuando más de treinta mil murieron, quedaron heridos o fueron capturados. Cuando el general Ulysses S. Grant le ordenó que llevara refuerzos rápidamente al frente, Wallace mandó a su división por una ruta equivocada, y cuando se dieron cuenta del error, se habían perdido varias horas. Los hombres de Wallace no se unieron al resto de las fuerzas de Grant hasta después de terminada la batalla del primer día. Su división combatió en la batalla del día siguiente, pero aunque aquel día acabó en victoria para Grant, a partir de entonces la carrera de Wallace en la guerra civil se desvió y estuvo para siempre mancillada por las acusaciones de tardanza en Shiloh. Estas acusaciones provocaron que Wallace pasara el resto de su vida justificando sus actos. Un episodio demuestra hasta qué punto era sensible Wallace al lema de Shiloh. En junio de 1881, sentado en una sala de reuniones del Departamento de Estado, Wallace se fijó en que en una mesa había un ejemplar del primer tomo de la obra en tres volúmenes de Adam Badeau Military History of Ulysses S. Grant. Wallace cogió el libro, e inmediatamente lo hojeó hasta encontrar las páginas que trataban de Shiloh, y entonces se puso hecho una furia por la crítica que hacía Badeau de su participación. Wallace cogió una pluma y escribió un mordaz reproche al margen de la página insultante: «Hay más falsedades deliberadas en el párrafo precedente que en ningún otro de la misma longitud de la literatura inglesa. Lew Wallace». El presidente Rutherford B. Hayes había nombrado a Wallace gobernador territorial en Nuevo México (con un sueldo anual de 2.600 dólares) en septiembre de 1878, con la misión principal de poner fin a los disturbios en el condado de Lincoln. Hasta el momento, Wallace había fracasado, a pesar de sus buenas intenciones y de esfuerzos considerables. Su decreto de amnistía había permitido que algunos de los peores instigadores de la guerra salieran impunes y que otros pudieran elegir entre huir del Territorio o vivir fuera de la ley. No había logrado condenar a nadie por el asesinato de Huston Chapman, y aunque apartó del mando de Fort Stanton a Gold Lace Dudley, ese oficial fue exonerado más tarde de cualquier delito por sus actos durante la Gran Matanza de Lincoln. Y también estaba William H. Bonney y la exasperante exigencia de un indulto. De entrada, Wallace nunca entendió al chico —no muchos lo entendían, en realidad—, como no entendía la simpatía y la amistad de que gozaba el forajido con los nativos de Nuevo México. La arrogante opinión que tenía Wallace de Bonney se puso pronto de manifiesto en una carta escrita en Lincoln el 31 de marzo de 1879. «Un valioso espécimen apodado "El Niño", a quien el sheriff tiene retenido aquí, en la Plaza, como se denomina, es objeto de una admiración afectuosa. La otra noche oí canciones y música; me acerqué a la puerta y encontré a los trovadores del pueblo dándole una serenata en la cárcel». No es de extrañar que la opinión de Wallace del Niño no mejorara con el tiempo. Ahora aquel valioso espécimen era un problema y un motivo de vergüenza. Todas las menciones del forajido en los periódicos eran un recordatorio de los fracasos del gobernador en el condado de Lincoln. Así que, probablemente con cierta satisfacción, Wallace firmó la orden de ejecución del Niño, y le pegó el gran sello del Territorio de Nuevo México. Wallace sabía que su mandato como gobernador estaba a punto de acabar, pero con Billy esperando en la cárcel, era probable que todavía estuviera en Santa Fe cuando el Niño cayera por una trampilla y muriera ahorcado. Que así fuera. Aquel mismo día, más tarde, llegó un telegrama al Palacio de los Gobernadores. Wallace quizás estaría disfrutando de un cigarrillo en aquel momento —algo a lo que era aficionado— o tal vez estaba despachando la correspondencia con algunos admiradores tempranos de su nueva novela, BenHur. El libro había sido publicado por Harper & Brothers el 12 de noviembre de 1880, y el 22 de diciembre se habían vendido los cinco mil ejemplares de la primera edición. Siguió vendiéndose regularmente. En cualquier circunstancia, un mensaje por telégrafo en general indicaba que se trataba de algo importante, y Wallace leyó el telegrama de inmediato. Mandado por el ayudante del sheriff Ethan W. Eaton en Socorro, a 222 kilómetros al sur, el mensaje contenía solo una frase: «Billy el Niño escapó de Lincoln anoche, matando ayudantes sheriff J. W. Bell y Bob Olinger».