En este panorama, dos films de mayor entidad y ambiciones supieron condensar lo interiormente formulado de modo fragmentario. Es una convención admitida sin renovada argumentación que la causa nacional no tuvo su película «acontecimiento o estandarte, es decir, que careció de un film que, por su efecto aglutinador y no sólo su contenido explícito, hubiera servido de expresión cinematográfica durante la guerra. No is ésta nuestra opinión. En realidad, ésta existe por partida doble curiosamente, no suede adscribirse al DNC, aunque ni el espíritu que lo orientaba ni la personalidad de sus responsables le sea ajena. El díptico está compuesto por España heroica (Joaquín íleig, 1938) y Romancero marroquí (Enrique Domínguez Rodiño, 1938-1939). Ambas son coetáneas al ascenso del DNC (la gestación de España heroica, por ejemplo, está a caballo entre la producción de Falange y el arranque del DNC) y cuentan con todos los parabienes oficiales. Incluso, su autoría podría diluirse con los proyectos propagandísticos que dan legitimidad histórica a la sublevación. Son dos películas de síntesis (en cierto modo complementarias) sobre el Movimiento Nacional que plantean una teoría de conjunto sobre el alzamiento. Realizadas en un momento en el que ya es posible tomar perspectiva, vislumbrar la victoria y recurrir al arsenal ideológico y mitológico que rápidamente ha cristalizado entre los estrategas del Régimen, también surgen bajo la presión acuciante por obtener resultados materiales y propagandísticos. España heroica se forja en el magín de Joaquín Reig. Conocedor del mundo germano, militante a la par de Falange y del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, Reig desplegará sus artes en la reapropiación del material enemigo y lo hará siguiendo la más genuina lógica de las disyuntivas que Goebbels había convertido en martilleo de la propaganda anticomunista del Tercer Reich. Hizo del montaje la herramienta con la que edificó uno de los artefactos más contundentes de toda la propaganda nacional... sin un solo plano rodado al efecto. Romancero marroquí apunta a una Hispanidad colonial, pero laten en su factura las urgencias desesperadas por nutrir con nuevos alistamientos de marroquíes al Ejército español. Aborda, por una parte, la seña de identidad de un ejército que se formó, fogueó y adquirió protagonismo en la tortuosa y turbulenta guerra de Marruecos y que allí empleó tácticas disuasorias e inhumanas contra la población civil. Asimismo, el film aspira a seducir a los sectores nacionalistas marroquíes con la idea de ganarlos para la causa nacional, empeñándose en demostrar que ese enemigo que algunos juzgaron sempiterno del cristianismo el islam, y sobre cuya expulsión se había erigido un foco decisivo de la propaganda nacional, era, a la postre, un aliado natural, por piadoso y creyente, que se oponía a la verdadera amenaza, el comunismo ateo.