Con permiso de Paul Thomas Anderson, David Fincher o Christopher Nolan, británico cómodamente asentado en Hollywood, Quentin Tarantino sobresale en el convulso escenario cinematográfico contemporáneo USA como uno de los cineastas más notables, personales y apasionados. Idolatrado por legiones de hinchas, que aguardan expectantes cada una de sus nuevas propuestas convencidos de estar frente al Cine con mayúsculas, y detestado, con idéntica vehemencia, por no pocos aficionados que ven en sus vistosas producciones poco más que una caprichosa sucesión de imágenes recicladas y tuneadas, a fin de erigir un aguado cóctel cinefago camuflado bajo unas estilosas instantáneas cool, el autor de Pulp Fiction consigue, todavía hoy, veinte años después de filmar su ópera prima, transformar cada uno de sus estrenos en un verdadero acontecimiento cinematográfico. Niño mimado del todopoderoso Harvey Weinstein, artista malcriado por el prestigioso Festival de Cannes, responsable de la metamorfosis experimentada por el noir fílmico a mediados de la década de los noventa, superviviente de aquel bluff, puramente propagandístico, que resultó ser el cine indie yanqui de hace veinte años, convencido y feroz individualista ajeno a cualquier moda _Maq BOWIE 17/01/13 13:51 DUEÍ1TIÍ1TM1TIÍ10 imperante en la inestable gran industria cinematográfica norteamericana, maestro del collage fílmico descafeinado, artista polémico por su tratamiento de la violencia, insaciable devorador de cultura pop, sobreviviente de sí mismo... Autodidacta furibundo, dotado de una memoria prodigiosa, aprende el oficio consumiendo desde la infancia cantidades ingentes de filmes, y a continuación gracias a su trabajo de dependiente en el videoclub Video Archives se gradúa con sobrados honores como empollón freak. Con Reservoir Dogs firma el mejor debut en décadas, esbozando una peculiar mirada que sobrepasa la excelencia con su siguiente trabajo, el carismático Pulp Fiction, tal vez, la más sobresaliente, pese a ciertos ahogos globales, cinta USA de la década, y la responsable de convertir su obra en un fenómeno social y su mirada en una reconocible marca en sí misma que no tarda en ser imitada y desvirtuada, incluso por él mismo, en angustiosos cachivaches a día de hoy, por fortuna, completamente olvidados. Con su magnífica adaptación de la novela de Elmore Leonard Rum Punch, Jackie Brown, da la vuelta a su obra empeñado en explicitar su madurez artística, demoliendo sus señas identificativas menos interesantes para confeccionar una hermosa historia de amor otoñal refugiada tras un sólido embalaje thriller, en la que pueden atisbarse las influencias de los grandes autores norteamericanos de los cincuenta. El injusto fracaso del largometraje, que junto a Malditos bastardos despunta como el más logrado de su carrera, le lleva a replantearse su identidad y trayectoria, anteponiendo entonces sus habilidades como arqueólogo del cine trash y organizador de asombrosos puzzles fílmicos elaborados a base de retales a las de vigoroso narrador, de ligera tendencia clasicista, atisbadas en su tercera película. Tras los trágicos atentados del once de septiembre en Nueva York, la venganza, siempre presente en sus adorados spaghetti western o en las cintas wusia de los setenta, consciente o inconscientemente se transforma en el detonador narrativo de sus piezas. Unas obras que le permiten ahondar en los subgéneros devorados durante la adolescencia en los cines grindhouse para reformularlos y acoplarlos a un discurso construido esencialmente alrededor de la cinefilia. Cineasta exigente y meticuloso con su obra (en dos décadas, rodeado por un equipo de fieles colaboradores, Lawrence Bender, los hermanos Weinstein, Sally Menke, Samuel L. Jackson o David Wasco, sólo ha rodado siete largometrajes), pero incapaz, en demasiadas ocasiones, de controlar su abultado ego y su tendencia a la inútil verborrea, filme tras filme, ha dejado atrás titubeos descriptivos iniciales revelándose como un admirable ilustrador capaz de organizar en imagen, sin traicionar un ápice de complejidad, sus enrevesadas creaciones literarias. Enamorado de los thriller hongkoneses de los ochenta, de Godard o de Fuller y fascinado, de igual forma, por cutres cintas de kung-fu de mísero presupuesto o exploit a la italiana, su tarea funciona impulsada por unos contrastes absolutos combinados a la perfección por un hombre que parecer vivir única y exclusivamente para el Cine. El estreno mundial del western Django desencadenado, su séptimo largometraje, devuelve a la actualidad la obra de uno de los directores más singulares, reconocibles y palpitantes de las últimas décadas, mientras anuncia una hipotética retirada que se produciría una vez registrada su décima película. El tiempo dirá. Mientras tanto, con ustedes, Quentin Tarantino...