Caballos de madera, un talón de Aquiles y la túnica vacía de una mujer EN EL NOMBRE DE HELENA DE ESPARTA Y DE TROYA Tras nueve años de guerra, Troya sigue en pie. Patroclo, el amigo de Aquiles, ha muerto a manos del troyano Héctor, hijo del rey Príamo. Aquiles, que había abandonado la lucha después de que Agamenón le robara su esclava Briseida, decide volver al combate para vengar a Patroclo. Aquiles mata a Héctor, que a su vez había matado a Patroclo, arrastra su cadáver alrededor de los muros de Troya y lo abandona a los pies de la tumba de su amigo... Y aquí empieza la diversión a lo loco en forma de película: La guerra de Troya (La guerra di Troia, Giorgio Ferroni, 1961) se encarga de dar unas cariñosas palmaditas en la espalda a Homero y Virgilio para encomendarse después a los músculos y la barbita de Steve Reeves y a la imaginación de sus tres guionistas, Ugo Liberatore, Giorgio Stegani y Federico Zardi. Aunque está bien que la imaginación llegue al poder, como pedían los jóvenes revolucionarios franceses de mayo de 1968, hay cosas que es mejor dejar como Homero las dejó. Por ejemplo, la guerra de Troya. La guerra de Troya, según la leyenda (aunque la guerra de Troya es histórica), tuvo lugar (siglo XIII a. C.) entre los aqueos (nombre usado por Homero para designar a los griegos), encabezados por Agamenón, rey de Micenas, y los troyanos mandados por el rey Príamo. Los griegos pretendían vengar el rapto de Helena (con hache), esposa de Menelao, rey de Esparta, por parte de Paris, llamado también Alejandro, hijo de Príamo y Hécuba. Los troyanos se negaron a devolver a Helena a su legítimo esposo y empezó así una guerra famosa sobre todo por obra y gracia de Homero, aunque en la "Ilíada" no se hace ninguna referencia al caballo de madera gracias al cual los griegos pudieron entrar en Troya. En este poema, Homero se centra en los sucesos de unos pocos días (cincuenta y uno) del décimo y último año de guerra, así que la historia del caballo de madera hay que leerla en el canto II de la "Eneida" de Virgilio o en el canto VIII de la "Odisea" de Homero, y no debemos buscarla en los veinticuatro cantos y 15.693 hexámetros de la "Ilíada". En la película de Ferroni el protagonista no es, sin embargo, Aquiles, ni Helena, ni Príamo, ni siquiera Paris, sino Eneas (Steve Reeves), el héroe troyano hijo de Anquises y de Afrodita. Nada que objetar. Pero de ahí a convertir a Eneas en un tipo guay (valeroso, honrado, popular, fiel, enemigo de las intrigas, amante esposo e inmune a los encantos de Helena) y a Paris (Warner Bentivegna) en un petimetre cuya primera aparición en plan reinona da vergüenza ajena, hay un largo trecho. Como venganza ante esta injusticia mítica, diremos que cuando en la película los troyanos saludan a Eneas con un «¡Salve, Eneas!», están cometiendo un anacronismo, puesto que "salve" (que tengas salud, Dios te guarde) es un saludo romano, no griego. Hala. La guerra de Troya no es una buddie movie, una película de colegas con métodos diferentes y caracteres aparentemente incompatibles pero que en el fondo se quieren y persiguen un mismo fin. Para entendernos, Eneas y Paris no son como Martin Riggs (Mel Gibson) y Roger Murtaugh (Danny Glover) en Arma letal (Lethal Weapon, Richard Donner, 1987) porque Eneas y Paris se odian de verdad (Eneas no pertenecía a la familia reinante en Troya, pero eso no es motivo para que en la película Paris y Eneas se lleven tan mal). Pase que los guionistas nos presenten un Eneas pluscuamperfecto, pero no a costa de ridiculizar a Paris. Para empezar, Paris era guapo, pero no afeminado. Inteligente, pero no taimado y mezquino. Fuerte, no un bobalicón que tiembla de miedo cuando los griegos están a punto de llegar a su palacio. Como en los casos de Edipo y Jasón, el nacimiento de Paris estuvo marcado por la tragedia: antes de su nacimiento, Hécuba soñó que daba a luz una antorcha que incendiaba Troya y Príamo, temiendo que su hijo fuera el causante de la ruina de la ciudad, ordenó a su criado Agelao que abandonara al pequeño en el monte Ida; como casi siempre ocurre en estos casos, Agelao se apiadó de Paris y le crió como si fuera su hijo. Tiempo después Paris volvió a Troya, fue reconocido por su hermana Casandra y recibido con alegría. En La guerra de Troya, el papel de Paris está interpretado por un galán de telenovelas que, según cuenta Rafael de España, por entonces hacía furor en la RAI, mientras que Eneas es interpretado por Steve Reeves, Mister América, Mister Mundo y Mister Universo a finales de los años 50 del pasado siglo, el auténtico rey del peplum. No hay derecho. Así cualquiera.1 En La guerra de Troya hay bastantes, aunque entretenidas, barbaridades: decorados, digamos, eclécticos; tiendas de campaña en el campamento de los aqueos que serían la envidia de los bañistas de la playa de San Lorenzo de Gijón; una Helena (Hedy Wessel) vestida como una estrella de cine; mucho penacho de escoba en los cascos de los soldados... Analizaremos, sin embargo, dos aspectos que atañen a Paris y que son importantes para intentar reivindicar la figura del héroe troyano a los ojos del lector de este libro y del espectador de La guerra de Troya: la muerte de Aquiles y la muerte del mismo Paris. Nada más empezar la película, ya sabemos que Paris es un miserable con el que hay que tener mucho cuidado: pasa de acompañar a su padre Príamo (Nando Tamberlani) al campamento griego para intentar recuperar el cadáver de Héctor; más tarde envía a Creusa (Juliette Maynel), mujer de Eneas, como rehén tras pactar una tregua con los aqueos; es un envidioso insoportable al que ni la misma Helena parece querer demasiado... Pero el colmo es que cuando el noble Eneas y el gran Aquiles (Arturo Dominici) están combatiendo, el pérfido Paris se esconde detrás de un árbol y mata a Aquiles clavándole una flecha ¡envenenada! en el talón. ¡Pero bueno! Estos son los hechos (es decir, el mito): Poseidón y Apolo estaban decididos a vengar la muerte de Cicno (que luchaba a favor de Troya) a manos de Aquiles, así que Apolo envió él mismo o dirigió una de las flechas de Paris hacia el talón de Aquiles, su único punto vulnerable, puesto que fue por donde le cogió su madre (no sabemos si fue el talón del pie derecho o el del izquierdo) cuando le sumergió en la laguna Estigia para asegurarle la inmortalidad.2 ¿Qué es eso de una "flecha envenenada"? Por un lado, los guionistas de La guerra de Troya no quisieron introducir la evidente intervención de los dioses en los asuntos humanos (lo cual, sin duda, habría complicado el guión y puede que la comprensión de la película), a pesar de que Eneas es un personaje especialmente protegido por esos dioses (Afrodita, Apolo y Poseidón le echaron una mano en diferentes momentos de la guerra de Troya), pero por otro lado decidieron mantener la muy conocida anécdota del "talón de Aquiles",3 que la mayoría de los espectadores podría echar en falta. Solución: Paris mata a Aquiles con una flecha envenenada que se clava en el talón del héroe. Eso sí, la "flecha envenenada" da pie a un diálogo impagable entre Paris y Eneas: «Una flecha envenenada es más eficaz que una espada», dice Paris con florentina astucia. La réplica de Eneas es brutal: «¿Dónde la has mojado, en tu sangre?». La "flecha envenenada" con la que Paris mata a Aquiles y la ausencia, en general, de dioses evita que La guerra de Troya (o la Troya protagonizada por Brad Pitt) tenga que mostrar a Atenea, Hera y Poseidón apoyando a los aqueos y a Apolo, Ares y Afrodita echando una mano a los troyanos. Vamos con la muerte de Paris. En La guerra de Troya, Paris muere deshonrosamente después de que los griegos entren en Troya. Menelao le humilla obligándole a recoger del suelo la diadema de Helena y, en presencia de ésta, ponérsela sobre su propia cabeza. Incapaz de defenderse a causa del miedo, y sentado ridículamente en su cama, Menelao le atraviesa con la espada. Helena, que durante toda la película se ha mostrado fría, calculadora, indiferente al sufrimiento de los troyanos (se acicala y se pone guapa mientras arde Troya) e incluso muy interesada por los músculos de Eneas (recuerde, Steve Reeves), tiene un último gesto de cariño hacia Paris, pues rechaza la espada de Menelao con la que éste pretendía que rematara a Paris y en su lugar le acaricia el rostro. Paris muere, y Helena y Menelao se van juntos (tremendo el modelito que luce Helena en esta escena). Vale, muy adecuado para terminar de hundir la reputación de Paris a los ojos del espectador, pero absolutamente falso. Paris murió antes de la caída de Troya (y, por tanto, antes del episodio del caballo de madera), y no lo mató Menelao, sino Filoctetes, que tenía las flechas de Hércules (envenenadas esta vez sí con la sangre de la hidra de Lerna). Filoctetes había sido cruelmente abandonado por los griegos en Lemnos (es, como dice Pascal Quignard, el primer Robinson Crusoe, el primer relegado a una isla), después de que la mordedura de una serpiente le produjera una herida incurable, pestilente y tan dolorosa que no podía reprimir los gritos; pero como Filoctetes poseía las armas de Hércules, que eran imprescindibles para tomar Troya, Ulises fue a Lemnos para persuadirle de que, ahora sí, le acompañara. Filoctetes desafió a Paris a un combate con arcos, un arma no aristocrática, puesto que el guerrero ideal homérico lleva lanza y lucha cuerpo a cuerpo. Aunque Paris usa el arco (Diomedes, en la "Ilíada", dice, refiriéndose a Paris: «Flechero insolente, únicamente experto en manejar el arco»), hay que recordar que en su duelo con Menelao que no aparece en la película de Ferroni lucha con lanza. Por otro lado, en la "Ilíada" también encontramos palabras amables hacia arqueros como el troyano Pándaro, y en los juegos funerarios tras la muerte de Patroclo se incluyó una competición de tiro con arco, sin olvidar que Ulises, en la "Odisea", mata a todos los pretendientes En el nombre de Helena de Esparta y de Troya| 1103 con su arco, que sólo él podía tensar. Filoctetes consiguió herir a Paris mortalmente. Los troyanos llevaron a su príncipe a presencia de la ninfa Enone (su primer amor) con intención de que le curara, pero ésta se negó y, cuando se arrepintió, ya era demasiado tarde. Por cierto, después de la muerte de Paris, Helena se casó con Deífobo, hijo de Príamo. Y, también por cierto, Paris y Helena tuvieron cinco hijos.4 Ni rastro de ellos en la película de Ferroni. En la película Helena de Troya (Helen of Troy, 1956), dirigida por Robert Wise, con música de Max Steiner y la intervención en un pequeño papel de una jovencísima Brigitte Bardot, nada menos, Paris (Jacques aquí, Jack Sernas) también muere en brazos de Helena (Rossana Podestá). Menelao (Niall MacGinnis) dice que su barco ha vuelto a por ella, y que se limpie la sangre de Paris. «Eso no lo haré jamás: es mi propia sangre», dice Helena. Al final, Helena abandona Troya en el barco de Menelao, pero con el recuerdo de Paris. Es un bonito final: la silueta del caballo se recorta sobre un fondo de Troya en llamas, y luego se funde con el rostro de Helena. Sin embargo, las voces en off que cierran la película son un poco empalagosas: «Siempre estarás conmigo»; «Y tú conmigo». Según algunas versiones del mito, Menelao quiso matar a Helena por haberle deshonrado tras su infidelidad con Paris, pero Helena se refugió en el altar de Apolo y, cuando Menelao iba a matarla, vio sus pechos desnudos. Renació así el amor. El deseo. La pasión. Desde luego, Paris no pudo morir en brazos de Helena antes de que ésta se fuera con Menelao porque Paris murió bastante antes, pero entendemos que el cine necesite que Paris muera en brazos de su amada Helena. Aunque Livia (Nancy Mar chand), la madre de Tony Soprano (James Gandolfini) en la serie televisiva "Los Soprano", afirma que «al final, no mueres en los brazos de nadie», Livia se equivocaba. Queremos creer que Marco Antonio murió en los brazos de Cleopatra, y nos gusta ver en el cine cómo Paris muere en brazos de Helena.