Un ejemplo de esa nueva utilidad lo encontramos en el silencio de toda la bibliografía de la Gran Guerra consultada para este libro, sobre las últimas horas del conflicto. Salvo una alusión genérica de Marc Ferro, el resto de historiadores simplemente obvia una de las mayores ignominias cometidas en el campo de batalla cuando firmado el armisticio a las 5,30 horas del 11 de noviembre de 1918, no entraba en vigor hasta las 11 de la mañana. En esas casi seis horas, más de trece mil soldados aliados murieron por conquistar terrenos o posiciones que a las 11,01 horas iban a ocupar pacíficamente; ¿olvido? ¿Omisión voluntaria?¿Se considera algo irrelevante? No lo sabemos, pero esa canallada supuso una enorme metonimia de lo que fue aquel horrible conflicto armado y que solo hemos podido estudiar gracias al documental producido por la BBC, El último día de la Primera Guerra Mundial (2008). Ha tenido que ser el cine, en este caso el de no ficción, el que recupere para el gran público y describa para el futuro, la historia de aquel día.