Chen se despidió del tío Wang y cruzó la calle. La barbería tenía un nombre muy refinado: SALÓN DE PELUQUERÍA WUYU. Una chica enfundada en una combinación con la espalda descubierta salió a toda prisa a recibirlo. —Bienvenido, jefe. Me llamo Jade Verde. Se dio cuenta de que había cometido un error nada más ver cómo se le marcaban los pezones a la muchacha a través de la fina tela cuando lo tomó de la mano y prácticamente lo arrastró hasta el interior del local. En la actualidad, un gran número de supuestas peluquerías no eran más que una tapadera tras la que se ofrecían diversos servicios sexuales. Había visto muchos establecimientos similares en Shanghai, por lo que tendría que habérselo imaginado. En el salón de peluquería vio a varias chicas más. Una de ellas llevaba un corpiño de seda roja bordado con un par de patos mandarines, mientras que otra sólo llevaba puesto un sujetador de encaje negro. Todas lo miraron con curiosidad: no parecía el típico cliente de un local como ése, supuso Chen. Jade Verde lo condujo hasta una habitación interior iluminada tenuemente con un único fluorescente y, nada más sentarse él en un sillón reclinable de cuero, comenzó a enumerarle la lista de servicios disponibles. —Proporcionamos todo tipo de servicios, jefe. Masaje tailandés, lavado de pies, masaje japonés, aplicación de aceites en la espalda o en todo el cuerpo, lavado de pelo... Basta con que me diga qué es lo que más le apetece. —Sólo quiero cortarme el pelo. —No, aquí no cortamos el pelo, sólo lo lavamos. Lavados sin prisas, lujosos, exquisitos. Lo relajará completamente, se lo garantizo. —Adelante —aceptó Chen con resignación. Era demasiado tarde para echarse atrás. Huang ya estaría de camino. El sillón reclinable de cuero diseñado para lavar el pelo a los clientes le permitía tumbarse casi por completo, con la cabeza sobresaliendo bajo el grifo. Jade Verde le aplicó el champú con parsimonia, frotándole y masajeándole la cabeza y presionándole las sienes con los dedos. Puede que contara con algún tipo de formación, pensó Chen mientras la muchacha se inclinaba sobre él, con los pechos casi saliéndosele de la combinación. A la luz del fluorescente, Chen se fijó en el sarpullido de color rojo intenso que Jade Verde tenía en los brazos y en los hombros desnudos. —¡Vaya! Es un ataque de alergia, ¿no? —preguntó Chen con un escalofrío involuntario. —No se preocupe. Le pasa a mucha gente de esta zona. Algunos están mucho peor que yo. Es por culpa del agua del lago, sabe? Le echan un montón de residuos industriales. Las palabras de Jade Verde constituían una nueva confirmación del gravísimo problema de contaminación por el que la gente estaba pagando un precio terrible. —Déjeme que también le frote los hombros, jefe. Los tiene nuy tensos. Debe de haber trabajado mucho, relájese —sugirió la chica mientras empezaba a darle un masaje. Sin embargo, antes de que Chen pudiera responder, Jade Verde ya había empezado a acariciarle la entrepierna con los dedos. —Déjeme frotarle también a su hermanito. —¿Qué quiere decir? —Seguro que disfrutará, y además me hará un favor. Por lavarle el pelo sólo gano diez yuanes, pero por frotarle el hermanito gano sesenta. Chen iba a protestar cuando la chica empezó a desabrocharle el cinturón, pero entonces irrumpió Huang en la habitación.