Sus miedos volvieron a hacerse realidad en el mes de julio, una vez que la gira con "Tito Andrónico" llegó a su fin. El teatro St. James, tan querido por Laurence Olivier, el lugar con 122 años de antigüedad donde se habían vivido gran parte de sus éxitos y fracasos como empresario y actor, el que había arrendado a largo plazo, iba a ser derruido. En el lugar que ocupaba iban a construirse unos apartamentos. A pesar de sentirse contrariado por la noticia, igual que muchos británicos amantes de la cultura, Olivier confesó a Coward que no podía hacer nada ni utilizar su influencia para salvarlo. «Es bastante difícil que ese teatro dé dinero y sea rentable», le aseguró. Vivien no pensaba lo mismo y organizó una marcha en la que parecía autoproclamarse la salvadora oficial del lugar. El 10 de julio, con una campanilla y una pancarta, gritando como una energúmena, la actriz encabezó una protesta en la que la seguían unos cuantos actores. «Espero que tengan éxito en su defensa del Teatro St. James aunque, como parlamentario, no apruebo su método desordenado», aseguró a través de un altavoz delante de todos aquellos que la acompañaban en la marcha. El tono irónico de sus declaraciones hizo que todos empezasen a reír. Las risas se volvieron asombro cuando, dos días después, Vivien entró en la Cámara de los Lores y siguió con los gritos. Tal fue el escándalo que armó que tuvieron que echarla de allí en medio de un descomunal revuelo. Churchill le mandó una nota en la que admiraba «su coraje» pero desaprobaba la forma en la que había entrado en el Parlamento. El St. James acabó siendo derruido de todas formas. Tras el escándalo, se hicieron necesarias unas vacaciones. Los Olivier las pasaron separados. Ella se iría a Grecia al lado de Leigh Holman y su hija Su- zanne, y él a Escocia junto a su hijo Tarquin. Para gran parte de la prensa, el veto para hablar con claridad de los Olivier, la realeza de la interpretación hecha carne, estaba empezando a romperse. Por eso, cuando comprobaron que elegían destinos diferentes para sus vacaciones, dieron rienda suelta a la rumorología sobre su separación. «Larry y yo seguimos estando muy enamorados», dijo Vivien, mientras que Olivier se negó a hablar «sobre algo que no existe». La laborista del Parlamento Jenny Mann dejó suelta su lengua y habló sobre el asunto en la BBC. Aseguró que el hecho de que Vivien pasase las vacaciones al lado de su primer marido era mal ejemplo para la juventud británica. «El divorcio se ha convertido en algo muy fácil. Si una señora como ella puede llevarse tan bien con su exmarido, no debería haberse rendido tan fácilmente después de casarse», aseguró. Leigh Holman salió al rescate y mandó una nota al "Times", asegurando brevemente que aquellas eran «críticas malintencionadas y de escasa consideración». Holman, siempre amigo de su ex, siempre atento a la hora de prestarle ayuda, añadía que la presencia de Suzanne en el lugar de vacaciones daba una «explicación a cualquier persona sensata».