Capítulo 34 EL AÑO DEL DRONE Yemen y Estados Unidos, 2010. A mediados de 2010, el Gobierno de Obama había aumentado la presencia de las fuerzas de operaciones especiales de sesenta a setenta y cinco países.16 Además de en Irak y Afganistán, el SOCOM tenía cerca de 4.000 personas desplegadas por todo el mundo.17 «Las capacitaciones para operaciones especiales solicitadas por la Casa Blanca van más allá de los ataques unilaterales e incluyen el entrenamiento de fuerzas antiterroristas locales y las operaciones conjuntas con ellos —informó el Washington Post entonces—. Existen planes para realizar ataques preventivos o de represalia en numerosos lugares de todo el mundo, destinados a ser puestos en acción cuando haya sido identificado un complot o después de un ataque vinculado a un grupo específico.» John Brennan presentó la nueva visión antiterrorista bajo la administración Obama: «No responder solo después de los hechos» a los ataques terroristas, sino «llevar la lucha contra alQaeda y sus afiliados extremistas dondequiera que tramen sus atentados y entrenen: en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y donde quiera que sea».18 Una fuente bien informada de operaciones especiales me comentó que algunos de los países donde habían sido desplegados equipos del JSOC bajo la administración Obama eran Irán, Georgia, Ucrania, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Perú, Yemen, Pakistán (también en Beluchistán) y Filipinas. Estos equipos a veces también eran desplegados en Turquía, Bélgica, Francia y España. El JSOC también apoyó operaciones de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos en Colombia y México. Pero las dos grandes prioridades fuera de Afganistán y Pakistán fueron Yemen y Somalia. «En ambos lugares, hay acciones unilaterales en curso»,19 me reveló una fuente de operaciones especiales en 2010. Un alto funcionario militar confesó al Washington Post que el Gobierno de Obama había dado luz verde para «cosas que el Gobierno anterior no había aceptado».20 Los comandantes de operaciones especiales, informaba ese diario, tenían una comunicación más directa con la Casa Blanca que bajo el mandato de Bush. «Tenemos mucho más acceso —admitió un funcionario militar al diario—. Se está hablando mucho menos de cara al público, pero se está actuando más. Están dispuestos a ser agresivos, y de forma más expeditiva.» Con Obama en la Casa Blanca, me dijo Hunter, el JSOC fue capaz de golpear «de forma más dura, más rápida y más expeditiva con el pleno apoyo de la Casa Blanca». MANDAR A ANWAR AWLAKI AL INFIERNO Yemen, 2010. A principios de febrero de 2010, el líder de AQPA, Said Alí alShihri, a quien los yemeníes habían afirmado haber asesinado en varias ocasiones, hizo pública una cinta de audio. «Le aconsejamos a nuestro pueblo en la península que se prepare y tome las armas y defienda su religión y a sí mismos, y que no dude en unirse a sus hermanos muyahidines», declaró, añadiendo que «los aviones de espionaje», en presunta referencia a los drones estadounidenses, habían estado matando a mujeres y niños.1 El 14 de marzo Estados Unidos volvió a la carga.2 Los ataques aéreos golpearon Abyan, en el sur de Yemen, matando a dos presuntos miembros de AQPA, incluido su jefe en el sur, Jamil alAnbari. Como sucedió después del atentado alMajalah, Yemen se atribuyó un ataque de Estados Unidos mientras que Washington guardaba silencio. El líder de AQPA, Qasim alRimi, confirmó la muerte en una grabación de audio hecha pública poco después de los ataques. «Ha sido un ataque de Estados Unidos contra nuestro hermano —afirmó—. Ha tenido lugar mientras nuestro hermano Jamil estaba haciendo una llamada telefónica a través de Internet.»3 En cuanto a las afirmaciones de que Yemen ha llevado a cabo el ataque, dijo Rimi, «están en la misma línea que su reivindicación de los ataques de diciembre 2009. Que Dios deshonre la mentira y a los mentirosos». Unos meses más tarde, AQPA vengaría su muerte con un fulminante ataque contra un complejo de seguridad del Gobierno en Adén, en el cual mató a once personas. Dicho atentado fue reivindicado por la «Brigada del mártir Jamil alAnbari».4 Una semana después del ataque del 14 de marzo, Michael Vickers, uno de los funcionarios clave en la guerra encubierta de la administración Obama en Yemen, acompañó a James Clapper, por aquel entonces subsecretario de Defensa en Cuestiones de Inteligencia, a mantener conversaciones con el presidente Saleh y otros funcionarios yemeníes. La embajada de Estados Unidos emitió un breve comunicado sobre la reunión en el que se limitó a decir que estaban allí «para comentar la cooperación en curso contra el terrorismo» entre los dos países y «para expresar el agradecimiento de Estados Unidos por los continuos intentos de Yemen en su lucha contra AQPA».5 Un mes después Vickers dio una conferencia a puerta cerrada ante el Comité de Servicios Armados del Senado sobre la acción encubierta de Estados Unidos en Yemen y Somalia. 6 Un correo electrónico interno que circulaba dentro de la oficina de Vickers, y que me fue mostrado en confianza, reconocía que «un grupo de trabajo que opera en Yemen ha ayudado a las fuerzas yemeníes a matar a sospechosos de terrorismo, pero también ha llevado a cabo operaciones unilaterales», y agregaba: «La Comunidad de Inteligencia, incluyendo a la Agencia de Inteligencia de la Defensa y a los veteranos de la Agencia Central de Inteligencia, redacta listas de objetivos y decide quién tiene que ser capturado con el fin de sacarle datos de inteligencia o a quién se puede matar.»7 Mientras las fuerzas del JSOC continuaban operando dentro de Yemen, a veces entrenando a las fuerzas yemeníes y, en otras ocasiones, realizando acciones cinéticas, los ataques proseguían por el aire. A finales de mayo, el general James «Hoss» Cartwright, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, informó al presidente Obama de que el JSOC había localizado a un objetivo de máximo valor. El presidente dio luz verde a un ataque. El 24 de mayo, un misil de Estados Unidos alcanzó en el desierto de Marib un convoy de vehículos que «inteligencia procesable» había concluido que se dirigía a una reunión de miembros de alQaeda. La información era solo correcta en parte.8 Los hombres del interior del vehículo no eran miembros de alQaeda, sino importantes mediadores locales yemeníes en el intento del Gobierno para desmilitarizar a los miembros de AQPA. Entre los muertos se contaba Jabir alShabwani, vicegobernador de la provincia de Marib. AlShabwani estaba en una posición clave para negociar, dado que su primo Ayad era un líder local de AQPA que las fuerzas estadounidenses y yemeníes habían tratado de eliminar en un par de ataques en enero.9 El tío de alShabwani y dos de sus escoltas también murieron en el ataque. Un funcionario local confirmó que «el vicegobernador estaba en una misión de mediación para convencer a elementos de alQaeda de que se entregaran a las autoridades».10 Al igual que en otros ataques estadounidenses, las autoridades yemeníes asumieron la responsabilidad pública, y el Consejo Supremo de Seguridad de Yemen se disculpó por lo que admitió como una incursión mal planeada.11 Pero este hecho se cobró un alto precio debido a que el ataque mató a uno de su propio pueblo. Pocas horas después del ataque, la tribu de alShabwani atacó el principal oleoducto que va desde Marib al puerto de Ras Isa, en la costa del mar Rojo. Los miembros de la tribu también intentaron tomar el control del palacio presidencial de la provincia, pero fueron repelidos por las fuerzas yemeníes y los tanques del ejército. Legisladores yemeníes exigieron que el Gobierno de Saleh explicara cómo había ocurrido el ataque y qué había realmente bajo la supuesta guerra aérea en Yemen. Meses después del ataque, algunos funcionarios estadounidenses comenzaron a creer que en realidad el régimen de Saleh había ofrecido a Estados Unidos datos equivocados para quitar de en medio a alShabwani, después de que hubiera estallado una disputa política entre Jabir alShabwani y «miembros clave» de la familia del presidente Saleh. «Pensamos que nos habían dado gato por liebre»,12 dijo una fuente con acceso a datos «de alto nivel» del Gobierno de Obama sobre Yemen. La Casa Blanca, los militares estadounidenses y el embajador de Estados Unidos en Yemen, todos habían aprobado el ataque. «Resultó que uno no sabía realmente quién estaba en todas esas reuniones [sobre Yemen]», confesó un ex funcionario de la inteligencia norteamericana al Wall Street Journal. Un ex funcionario de Estados Unidos comentó al diario que aquel ataque demostraba que Estados Unidos era «demasiado susceptible a que los yemeníes les dijeran, "Oh, es una mala persona, id a por él". Y luego resulta que es un malo en política, no un malomalo». Brennan se mostró «cabreado» por el ataque. «¿Cómo pudo pasar?» le preguntó más tarde Obama al general Cartwright.13 El general le dijo que los yemeníes les habían dado datos falsos. Cartwright admitió «haber recibido un buen rapapolvo del comandante en jefe». Después de los ataques con misiles de crucero Tomahawk que mataron a decenas de civiles en alMajalah en diciembre de 2009 y del desastroso ataque que mató a alShabwani,14 la CIA empezó a solicitar un cambio de los ataques con Tomahawk del JSOC a un arma al gusto de la CIA, los drones. Se reposicionaron los satélites de vigilancia y se desplegaron más drones Predator en bases secretas cerca de Yemen. «Los aviones están sobrevolando Marib cada veinticuatro horas, y no hay un solo día que no los veamos», dijo el jeque Ibrahim alShabwani, otro hermano del mediador del Gobierno que fue asesinado en el ataque 25 de mayo.15 «De vez en cuando vuelan bajo y en otras ocasiones vuelan a mayor altitud. El ambiente está tenso, debido a la presencia de aviones no tripulados de Estados Unidos y al temor de que podrían atacar en cualquier momento.» Echar más leña al fuego parecía una parte central de la estrategia de Estados Unidos dirigida a provocar más inseguridad entre las tribus locales y a que consideraran letalmente peligroso apoyar a AQPA. Pero a algunos les pareció contraproducente, sobre todo si tenemos en cuenta que los líderes tribales locales a menudo tenían familiares en ambos bandos. Algunos informes alegaron que, lejos de haber pretendido que mataran a alShabwani, Saleh, que dependía de las tribus para mantener su régimen, exigió una pausa en las acciones encubiertas estadounidenses como resultado de aquel ataque. Sin embargo, los funcionarios estadounidenses insistieron en que aquello no revocó la disposición secreta que permitía a Estados Unidos realizar ataques en Yemen. «En última instancia, no es que nos dijera, "Esto se acabó" —confesó un funcionario anónimo de la administración Obama al New York Times—. Él no nos echó del país.»16 Lo que no se puede negar es que los ataques, especialmente aquellos que mataron a civiles y figuras tribales importantes, estaban dando valiosa munición a alQaeda en su campaña de reclutamiento en Yemen y su batalla de propaganda en contra de la alianza antiterrorista entre Estados Unidos y Yemen. Algunos cargos yemeníes admitieron que la serie de ataques estadounidenses desde diciembre de 2009 hasta mayo de 2010 había matado a más de doscientos civiles y cuarenta personas afiliadas a alQaeda.17 «Lo que Estados Unidos está tratando de hacer en Yemen en este momento es muy peligroso, pues realmente casa con la estrategia más amplia de AQPA, que en el fondo pretende que Yemen no sea diferente de Irak o de Afganistán», afirmó en junio de 2010 el profesor de Princeton Gregory Johnsen, después de que Amnistía Internacional publicara un informe que documentaba el uso de armamento estadounidense en los ataques de Yemen.18 «Ahora pueden argumentar que Yemen es un frente legítimo para la yihad —dijo Johnsen, quien en 2009 fue miembro del equipo de evaluación de conflictos de la USAID para Yemen—. Ellos han est ado esgrimiendo este argumento desde 2007, pero incidentes como estos les sirven para corroborarlo.» En el verano de 2010, después de meses de ataques aéreos y redadas de Estados Unidos y Yemen, AQPA devolvió el golpe. En junio, un grupo de miembros de AQPA vestidos con uniformes militares llevó a cabo una audaz incursión en la división de Adén de la policía secreta de Yemen, la Organización de Seguridad Política (OSP).19 Durante una ceremonia de izada de bandera en la madrugada, lanzaron granadas y abrieron fuego con armas automáticas mientras irrumpían por las puertas del recinto. Mataron por lo menos a diez agentes de seguridad y tres mujeres de la limpieza. El objetivo del ataque era liberar a presuntos miembros capturados por el OSP, y fue un éxito. Ese ataque fue seguido por una campaña de asesinatos sostenida durante el verano, dirigida a militares yemeníes y funcionarios de inteligencia de alto nivel. Durante el mes sagrado del Ramadán, que empezó en agosto, AQPA lanzó una docena de ataques.20 En septiembre, hasta sesenta funcionarios habían muerto, con un número considerable de ellos asesinado por sicarios montados en motocicletas. Este modus operandi llegó a ser tan común que el Gobierno prohibió las motocicletas en las áreas urbanas de Abyan. El uso de «motos en acciones terroristas para asesinar a oficiales de inteligencia y personal de seguridad [ha sido] usado de forma intensiva en la provincia en los últimos nueve meses», informó un funcionario del Ministerio del Interior yemení.21 Mientras el Gobierno de Yemen se encontraba en estado de sitio y se multiplicaban las acciones encubiertas estadounidenses, Anwar Awlaki dio a conocer un «Mensaje al pueblo estadounidense». En él, afirmó que el intento de Umar Farouk Abdulmutallab de derribar un avión sobre Detroit era «una represalia contra los misiles de crucero americanos y las bombas de racimo que mataban a mujeres y niños», y declaró: «Vosotros tenéis vuestros B52, los Apache, los Abram y los misiles de crucero, y nosotros tenemos armas pequeñas y simples artefactos explosivos improvisados. Pero tenemos hombres que son dedicados y sinceros, con el corazón de un león.»22 Awlaki también lanzó una diatriba contra el Gobierno de Estados Unidos y el de Saleh. Si «Bush es recordado como el presidente que quedó atrapado en Afganistán e Irak, parece que Obama quiere ser recordado como el presidente que quedará atrapado en Yemen», declaró Awlaki. Y añadió: Obama ya ha comenzado su guerra en Yemen con los bombardeos aéreos en Abyan y Shabua. Al hacer esto ha llevado a cabo una campaña de publicidad a favor de los muyahidines de Yemen, y en pocos días ha logrado para ellos un trabajo de años [...]. Estos días, los funcionarios corruptos del Gobierno yemení y algunos jefes tribales que dicen ser sus aliados se lo están pasando en grande. Entre ellos se hace correr la voz de que es el momento de extorsionar a los crédulos americanos. Vuestros políticos, vuestros militares y vuestros agentes de inteligencia están siendo ordeñados, os sacan millones. Los funcionarios del Gobierno yemení os están dando grandes promesas y entregándoos grandes facturas: bienvenidos al mundo de los políticos yemeníes. Lo más notable de aquella declaración de Awlaki en la relación con los Estados Unidos y Saleh fue lo verdadera que sonó a oídos de muchos analistas veteranos en Yemen. Durante ese tiempo, Awlaki empezó a alcanzar un estatus casi mítico entre los medios estadounidenses y dentro del discurso del Gobierno sobre amenazas terroristas. Pero la verdadera pregunta era cuán grande resultaba en realidad dicha amenaza. Aunque el conflicto no trascendió al público, había una profunda división entre los servicios de inteligencia estadounidenses sobre cómo abordar el tema de Awlaki. Había pruebas abundantes de que este había elogiado los ataques contra Estados Unidos después de los hechos y también de que había estado en contacto con Hasan y Abdulmutallab. También había pruebas de que llamó a una yihad violenta contra Estados Unidos y sus aliados. Pero no había pruebas concluyentes, o al menos no públicamente, de que Awlaki hubiera jugado un papel operativo en los ataques. En octubre de 2009, la CIA supuestamente había concluido que «la Agencia no tenía pruebas concretas de que amenazara las vidas de estadounidenses —lo que es el baremo para cualquier operación de apresamiento o muerte [contra un ciudadano estadounidense]—».23 El presidente Obama ahora no estaba de acuerdo con dicha evaluación. Awlaki tenía que morir. Una vez más, el periodista Abdulelah Haider Shaye logró encontrar a Awlaki en febrero de 2010 y llevó a cabo la primera entrevista con este ciudadano estadounidense desde que se hiciera pública la noticia de la amenaza de asesinato a manos del Gobierno de Estados Unidos. «¿Por qué crees que los americanos quieren matarte?» le preguntó Shaye a Awlaki.24 «Porque yo soy musulmán y difundo el Islam», respondió Awlaki, y agregó que las acusaciones en su contra en los medios de comunicación —y no en un tribunal de justicia— se basaban en la idea de que había «incitado» a Nidal Hasan y a Abdulmutallab, y que se habían encontrado sus enseñanzas grabadas en poder de varios conspiradores acusados de más de una docena de presuntos complots terroristas. «Todo esto forma parte del intento de acallar la voces que llaman a la defensa de los derechos de la umma [la comunidad musulmana mundial].» Y agregó: Hacemos un llamamiento al Islam que fue enviado por Alá al Profeta Mahoma, al Islam de la yihad y la sharia gobernante. Pero ellos, a cualquier voz que llame a este Islam, o bien matan a la persona o al personaje, matan a la persona con el asesinato o la encarcelación, o matan al personaje distorsionando su imagen en los medios de comunicación. «¿Cree usted que el Gobierno de Yemen facilitaría su asesinato?», le preguntó entonces Shaye Awlaki. A lo que Awlaki respondió: El Gobierno de Yemen vende a sus ciudadanos a Estados Unidos, y para obtener esos fondos mancillados suplica a Occidente sangre a cambio. Las autoridades yemeníes les dicen a los norteamericanos que ataquen lo que quieran y les piden que no reivindiquen los ataques para evitar la ira de la gente, y luego el Gobierno yemení reivindica descaradamente los mismos ataques. Los pueblos de Shabua, Abyan y Arhab han visto esos misiles de crucero, y algunas personas vieron las bombas de racimo que no explotaron. El Estado miente cuando asume la responsabilidad, y lo hace para negar la colaboración. Los aviones no tripulados de Estados Unidos vuelan continuamente sobre Yemen. ¿Qué estado permite a su enemigo espiar a su gente y luego lo considera como una «cooperación aceptada por ambas partes»? En Yemen, Awlaki estaba ahora completamente escondido y tenía dificultades para publicar los sermones. Su blog fue cerrado por el Gobierno de los Estados Unidos, y los drones se cernían sobre los cielos del estado de Shabua. Si bien los medios de comunicación estadounidenses, los «expertos» en terrorismo y los prominentes agentes gubernamentales identificaban a Awlaki como líder de AQPA, lo cierto es que dichas acusaciones eran dudosas. Awlaki se había adentrado en un territorio peligroso al alabar abiertamente los ataques terroristas contra Estados Unidos y pedir a los musulmanes americanos que siguieran el ejemplo de Nidal Hasan. Pero las pruebas disponibles sobre la relación de alQaeda con Awlaki en 2010 sugieren que Awlaki no era un miembro operativo del grupo y que solo buscaba conseguir una alianza entre personas de ideas afines. Algunos, como su tío, argumentaban que fue empujado a realizar una alianza con AQPA después de haber sido sentenciado a morir junto a sus líderes. El jeque Saleh bin Farid había sido el protector de Anwar en Yemen. Fue el liderazgo tribal de Bin Farid lo que permitió a Awlaki adentrarse a través de Shabua y de otras áreas tribales. Pero el jeque sufría una gran presión del régimen yemení para que entregara a Anwar. El padre de Awlaki, Nasser, estaba convencido de que Anwar seguiría en la clandestinidad y de que el Gobierno de los Estados Unidos no dejaría de intentar matarlo. Bin Farid decidió darle una oportunidad más. Fue a visitar a Anwar a Shabua. Cuando llegó, dijo que vio drones «sobrevolando el valle las veinticuatro horas, ni un minuto menos. Por supuesto, los vemos cuando el sol se ha puesto, pero podemos oírlos claramente. Y van, me temo, a por Anwar», me dijo.25 Cuando Bin Farid se encontró con su sobrino, Anwar le dijo que había oído que Obama había firmado su sentencia de muerte. «En Saná ahora, creo, están bajo presión —le dijo Bin Farid a Anwar —. Ahora que el presidente ha dado la orden de que o bien te capturen o bien te maten.» Awlaki le dijo a Bin Farid que no había sido acusado de ningún delito por el Gobierno de los Estados Unidos y que no se entregaría para enfrentarse a cargos que no existían. «Diles que a día de hoy no tengo nada, nada que ver con alQaeda —le comentó Anwar a su tío—. Pero si [Obama] insiste en no retirar [su orden], y me quiere, tal vez me van a llevar al infierno entre todos. No me queda otra opción.» Bin Farid me comentó que creía que las amenazas contra Anwar inadvertidamente lo acercarían más y más a AQPA. «Por supuesto, nos dimos cuenta de que [Anwar] no tenía otra opción. Y en realidad, sí, lo llevaban al infierno.» Bin Farid me confesó que el anuncio hecho por el Gobierno de Estados Unidos de que Anwar estaba sentenciado a muerte «fue un grandísimo error». El 23 de mayo de 2010, alMalaeim, el medio de comunicación afín a alQaeda en Yemen, dio a conocer un vídeo titulado «La primera y exclusiva reunión con el jeque Anwar alAwlaki».26 En el vídeo, Awlaki agradecía a su interlocutor, un hombre barbudo vestido de blanco, por «tomarse tantas molestias para llegar hasta aquí». Awlaki estaba sentado, vestido con el atuendo tradicional de Yemen, y a su espalda quedaba una estantería llena de libros religiosos. De su cintura colgaba una daga jambiya, un símbolo tribal usado por muchos hombres en Yemen. En la entrevista, Awlaki elogió un reciente discurso pronunciado por Aiman alZawahiri, el número dos de alQaeda, pero también se refirió a «vosotros los de alQaeda», y no pretendió ser un miembro del grupo. El entrevistador, que en repetidas ocasiones le dio las gracias por concederles una entrevista «en exclusiva», tampoco se refirió a Awlaki como un compañero miembro de alQaeda. El entrevistador de este vídeo de propaganda de alQaeda fue muy directo, interrogando a Awlaki acerca de los ataques contra civiles, sobre su relación con Nidal Hasan y Abdulmutallab y su interpretación de varias fetuas. También le preguntó a Awlaki por los informes que afirmaban que dichas fetuas habían sido dirigidas por él. Hablando en árabe, Awlaki le dijo a su entrevistador: «No es cierto que yo sea un fugitivo. Me muevo entre mi tribu y en otras zonas de Yemen, ya que la gente de Yemen odia a los estadounidenses, y apoya a quienes luchan por la verdad y los oprimidos. Me muevo entre la tribu Aulak, y tengo el apoyo de amplios sectores de la población de Yemen.» Awlaki elogió a varios movimientos muyahidines de todo el mundo, desde Irak y Afganistán hasta Somalia. «Los musulmanes en general y especialmente los habitantes de la península debemos participar en esta yihad contra Estados Unidos», añadió. Sin duda, Awlaki estaba demostrando cierta afinidad con los principios de alQaeda y sus declaraciones públicas se estaban volviendo indistinguibles de las declaraciones de alQaeda. Sin embargo, son palabras y no actos. Para Joshua Foust, un ex analista de la DIA, parecía como si dentro de los servicios de inteligencia norteamericanos algunos estuvieran elevando el estatus de Awlaki basándose en el miedo que era capaz de inspirar con sus palabras. Aunque admitía la alabanza de Awlaki a alQaeda y juzgaba reprobable su apoyo a los ataques terroristas contra Estados Unidos, Foust no creía que dichas declaraciones constituyesen una prueba clara de un papel operativo de alto nivel dentro de alQaeda. «Incluso dentro de la propia AQPA él no es más que un mando medio, como mucho —me confesó Foust—. Es más, los líderes de AQPA lo tratan como si fuera un subordinado, como alguien que tiene que callarse y hacer lo que se le dice». Y agregó: «Creo que este interés por Awlaki no tiene ningún sentido, porque le conferimos una especie de importancia e influencia de la que en realidad carece.»27 Después del complot del día de Navidad, la Casa Blanca modificó su postura sobre Awlaki, diciendo que se había vuelto operativo. Algunos funcionarios lo comparaban con Osama bin Laden. A este respecto, Nakhleh, el ex agente de la CIA, me dijo: «Francamente, creo que es una exageración pensar que es necesariamente un nuevo Bin Laden. No habríamos pensado en él si no fuera por Abdulmutallab, el terrorista de la ropa interior.» 28 Aunque Awlaki estaba entablando relaciones con diversas figuras de alQaeda en Shabua y en otros lugares, y su estatus crecía dentro de sus filas, algunos yemeníes bien informados que habían entrevistado a dirigentes de AQPA me dijeron que no era un miembro operativo del grupo. «Anwar alAwlaki no era un líder de alQaeda, no poseía ningún cargo oficial, en absoluto», me contó el periodista Abdul Rezzaq alJamal.29 Me dijo que AQPA veía a Awlaki como un aliado y que «lo que les unía a él y alQaeda es la hostilidad contra Estados Unidos. [Awlaki] se mostraba de acuerdo con alQaeda en cuanto a visión, fundamentos y estrategias. Los intentos que hizo Awlaki en el marco de trabajo con AQPA, en especial en términos de reclutamiento en Occidente, habían sido considerables.» Nasser Awlaki reconoció que en las entrevistas su hijo comenzaba a referirse a los miembros de alQaeda como «mis hermanos», pero que no creía que su hijo fuera un miembro de AQPA.30 «Él nunca admitió ser miembro de alQaeda», me comentó, especulando con que «tal vez en cuanto a ideología sí, tal vez Anwar llegó compartir algunas de las ideas de alQaeda, como que no se puede recuperar la tierra por medios pacíficos y que hay que luchar por ella. Si alguien te ataca, tienes que defenderte —agregó Nasser—. Anwar es un hombre muy valiente. Te lo digo como lo siento, y sin duda conozco a mi hijo: si hubiera sido miembro de esa organización, no habría tenido problemas para admitirlo.» Después de todo, ya había sido sentenciado a muerte por Estados Unidos, no tenía nada que perder. Incluso había algunos miembros del Gobierno yemení preocupados por el hecho de que Estados Unidos estuviera exagerando el estatus de Awlaki como líder terrorista. Abu Bakr alQirbi, ministro de Asuntos Exteriores de Yemen, dijo esto a la prensa en Saná: «Anwar alAwlaki ha sido siempre considerado como un predicador y no como un terrorista, y no debe ser considerado como terrorista a menos que los estadounidenses tengan pruebas de que él se ha visto involucrado en actos de terrorismo.» Awlaki no había sido acusado de ningún delito por el Gobierno de Estados Unidos. Y, por mucho que lo dejaran caer de vez en cuando, tampoco los norteamericanos habían ofrecido públicamente ninguna prueba de que Awlaki fuera un cabecilla de AQPA. El caso de Awlaki parecía traer a colación una de las cuestiones fundamentales planteadas por el creciente papel que los asesinatos selectivos estaban jugando en la política exterior de Estados Unidos: ¿podía el Gobierno estadounidense asesinar a sus propios ciudadanos sin el debido proceso legal?