Con el paso de los meses y de los años, las cartas entre las dos se sucedieron con cierta regularidad. A Vivien le caía bien aquella joven que se mostraba amable y educada y con la que no tenía necesidad de expresar nada acerca de su vida privada. Le admiraba que una chica española pudiese sentir ese fervor por ella y por su personaje más célebre. Pese a todo, en aquella correspondencia epistolar se hablaba, fundamentalmente, de trabajo. En cierta ocasión, Elvira felicitó a la actriz porque la prensa anunciaba a bombo y platillo que se iba a casar con Jack Merivale, su nuevo amor tras el fracaso matrimonial con Laurence Olivier. «Miss Bonet, no haga usted caso de lo que se publica en la prensa. La mayor parte no es cierta. Cuando exista alguna buena noticia yo misma se la daré», le decía en una de las cartas. Elvira, mientras tanto, se transformaba en una mujer y completaba sus estudios en el Instituto Británico de Barcelona. En parte, aprender el idioma era una buena forma de seguir manteniendo correspondencia con su actriz favorita. En 1964, no había dejado pasar en una de sus cartas a Vivien el 25 aniversario de Lo que el viento se llevó. Junto a su escrito habitual, esta vez le envió a la actriz un medallón con una inscripción en la que se podía leer «GWTW (Gone with the wind) 19391964». Al dorso del mismo se podía leer Tu Scarlett O' Hara from E. Bonet. A Vivien le hizo tanta gracia aquel detalle que la invitó a verla en Londres nada más fuese a Inglaterra. Tenía que conocerla personalmente. Probablemente en febrero del año siguiente, cuando ya se hubiese librado del rodaje de El barco de los locos. En 1965, Cristina Vives era una guía turística que había estado en Londres ejerciendo de au pair. Trabajaba en el mismo Instituto Británico en el que Elvira mejoraba su inglés. La joven supo que había encontrado a la persona perfecta para que la llevase ante Vivien y la acompañase a cumplir con la visita a la capital que le había prometido a su ídolo. El 19 de febrero de 1965 se iba a cumplir su gran sueño. No sólo viajar a Londres sino acudir al número 54 de la calle Eaton Square y conocer a su fetiche. La Vivien de aquel año había sufrido serios trastornos y probablemente no quería recibir en persona a una jovencita extraña solo porque la admirase. Sin embargo, la humildad y la sinceridad de Elvira efectuaron el milagro. Cristina Vives la acompañó al piso de la estrella ese día. «Tú sabes mejor inglés que yo», le había dicho Elvira. Vives, sin ser fanática de Escarlata O' Hara, se apuntó enseguida a la aventura de conocer en persona a la estrella que no quería ser estrella. A las 11 de la mañana de aquel 19 de febrero, las dos amigas tocaron la puerta del domicilio de la actriz. Cuando Rose Marie, secretaria personal de Vivien, les abrió la puerta, las dos se mostraron expectantes. Elvira incluso había escrito una carta para leérsela en inglés y la había repasado bien antes de hacerlo. Pero, antes que en la carta, se fijaría en un detalle fundamental. En una mesa redonda, había un estuche de piel de terciopelo negro y, dentro de él y al lado de una flor marchita, estaba el medallón que había enviado con toda su ilusión a Vivien unos meses atrás haciendo referencia al aniversario de Lo que el viento se llevó. «¡Mira, Cristina! Ese es el medallón del que te hablé!», le dijo a su amiga emocionada, no sólo por la posibilidad de conocer a su actriz favorita sino también de comprobar, por casualidad y en primera persona, que su obsequio no había caído en saco roto. De repente, otra puerta se abrió y allí apareció la mismísima Vivien. En cuanto la vio aparecer Elvira pensó: «Ahí está.Es ella, Escarlata O' Hara». Pese a la emoción del momento, también se sintió ligeramente decepcionada. Su heroína de la gran pantalla era bajita, menuda, tenía una voz desgarrada por los años y parecía bastante demacrada por los problemas de salud que justo entonces habían vuelto a su vida. La actriz se sentó en un sillón rojo de terciopelo con un taburete para apoyar los pies y atender a las dos muchachas. Elvira quiso leerle su carta y Vivien se mostró encantada. Cristina Vives la advirtió: «No sabe hablar muy bien inglés». «No se preocupen por su inglés. Yo le hablaré muy despacio en mi idioma y así me entenderá», le dijo a la joven que, temblorosa e incrédula ante el momento que estaba viviendo, le leyó una misiva sentimental que logró emocionar a una Vivien que había vuelto bastante afectada, emocionalmente, del rodaje de El barco de los locos. Las dos jóvenes hablaron durante veinticinco minutos de los próximos proyectos profesionales de la actriz. Cuando llegó el momento de marcharse, Elvira reparó en el detalle que suponía que la propia Vivien les acompañase hasta la puerta. En su memoria también quedó grabado el chico repartidor de leche que en ese momento ocupaba el ascensor y que hizo que ella y su amiga tuviesen que bajar por las escaleras. Unos meses más tarde, a finales de noviembre, la siempre viajera Elvira se encontraba en París junto a su amiga argentina María Teresa Vidal. El trato era que la segunda enseñase a la primera la capital de Francia. Después, Elvira sería la encargada de enseñarle Londres. Nada más llegar a la capital británica, Elvira marcó el 1955 que no sólo era el año en el que había conocido a Vivien Leigh sino también su número telefónico. Había visto la cifra en la firma de las cartas que le mandaba la actriz. Fue Rose Marie, la secretaria personal de Vivien, la que atendió la llamada. «Oh, Miss Bonet. Lamento decirle que Lady Olivier no se encuentra en casa. Llame usted esta noche y le diré si puede recibirla», le dijo a Elvira. Esa misma noche del viernes, la joven barcelonesa volvió a llamar por teléfono y le anunciaron que Escarlata O' Hara volvería a recibirla en su domicilio. Si haberla visto una vez ya era un milagro, verla de nuevo sonaba demasiado ficticio como para ser real. Vivien podría haber puesto cualquier excusa, haberse escabullido de la visita española, maxime tratándose de un fin de semana en el campo y de sus frecuentes viajes a Tickerage con Jack Merivale, pero no lo hizo. El 27 de noviembre decidió volverla a recibir. Ese día, Vivien llevaba un traje gris, joyas en las manos y una peluca grisácea que ya había lucido en La primavera romana de la Sra. Stone. Elvira sentía una enorme curiosidad por saber qué había ocurrido con la obra "La condesa", pero la actriz se vio obligada a mentirle y a no contarle sus graves problemas de salud. «La hemos retirado porque no ha tenido el éxito que yo esperaba». «¿Y qué planes tiene usted ahora?». Vivien le contó sus deseos de representar "Ivanov". Elvira se dio cuenta de lo nerviosa que era, lo mucho que se movía y de cómo sonreía cada vez que ella y su amiga le contaban alguna anécdota graciosa. «Su inglés ha progresado mucho», le dijo la actriz. «¿Cuándo va a venir a Barcelona con una de sus obras?», le preguntó Elvira. Vivien le aseguró que haría todo lo posible por ir a la ciudad catalana pero que, de momento, ese viaje no entraba en sus planes. La amiga de Elvira le habló en francés durante el encuentro y la actriz comentó que en Argentina también era grande la admiración que le habían demostrado. Acompañándolas a la salida, como hiciese con Elvira y otra amiga meses atrás, Vivien Leigh se mostró afectuosa y hasta les abrió la puerta del ascensor. La joven catalana no sabía aún que aquella iba a ser la última vez que viese a su Escarlata O' Hara. Siempre recordaría, durante años, que el ascensor puso fin a la bella visión de la protagonista de Lo que el viento se llevó.