Estaba yo en mi camerino, leyendo el guion, cuando oí un golpe fuerte en la puerta. —¡Adelante! La puerta se abrió y entró Charles, todavía ataviado con la toga de senador romano propia de su personaje, Graco. Ni si quiera toda esa vestimenta abultada lograba disimular su masa redondeada. Hacía poco que se había calificado a sí mismo como «una cama sin hacer». Laughton llevaba un pequeño termo de metal. Sabía que contenía su brebaje predilecto, el bull shot: una mezcla venenosa hecha a base de caldo de ternera y vodka. Su expresivo rostro estaba inconfundiblemente contraído por la ira. —Hola, Charles —dije prudentemente. Le miré coger un vaso, para poder servirse un trago. —No he venido aquí a hacer una visita de cortesía, señor Douglas —entonó con ansiedad. —¿Qué sucede? —Desearía decirle que he informado a mis abogados. Me propongo emprender acciones legales contra usted y su empresa. Lo miré con incredulidad. Este era el hombre a quien yo había escrito una carta de admirador cuando era un chaval. Ahora iba a demandarme. —Charles. —empecé a decir. —Créame, señor. Le causaré muchos problemas. Dio media vuelta para marcharse. De pie, en la entrada, con la puerta abierta, impidiéndole la salida, estaba la actriz rubia y pe chugona Mamie van Doren. Estaba rodando otra película en el mismo estudio y le habían asignado el camerino contiguo al mío. —Discúlpeme, señora —dijo con altanería. Vi a Charles tratar de comprimir su inmensa esfera al pasar junto a la figura de Mamie, 90-60-90. La imagen me resultó tan ridícula que me eché a reír. Charles me dirigió una mirada hostil por encima del hombro. Eso bastó para que me hiciera reír con más energía aún. —¡Adelante! Demándame —le dije desde detrás—. ¡A mí qué coño me importa! Al tiempo que Charles se retiraba enfadado apareció Tony Curtis en la entrada, vestido únicamente con un taparrabos. Los ojos de Mamie se iluminaron. —Tony, llegas tarde. Ella llevaba varias semanas comiéndoselo con los ojos, sin demasiadas sutilezas. Tony le hizo un guiño. Mamie tomó nota del guiño y se marchó a su camerino con una sonrisa demasiado ancha para su rostro. Después, Tony me preguntó: —¿Qué era todo eso con Laughton? —¿Quién demonios lo sabe? Charles cree que estoy redu ciendo su presencia en la película. Es más de lo mismo: todo el mundo piensa que hay algo que tendría que cambiar.