Judy (Kim Novak), que sería su doble si no fuera la misma, acepta teñirse de rubio platino pero sin llegar a adoptar su peinado, recogido en un moño; de este modo decepciona al hombre, porque, según su maestro Alfred, esto quiere decir que está ya casi desnuda ante él pero se niega aún a quitarse las bragas. ¿Broma o delirio? En la manera en que filma el moño, y la espiral de angustia que esto simboliza, se adivina el valor alegórico del vértigo que atenaza al personaje y descubre el cineasta: moño y espiral remiten sin sombra de duda al dibujo secreto del sexo femenino. Errores que deberían ser considerados como triunfos, y que lo son, gracias a la misteriosa combinación del inconsciente y del genio. Pero no se reventarán el uno a la otra; una gran obra nace de su encuentro.