La ventana en que estaban encuadrados los Arosteguy se encogió hasta adquirir el tamaño mínimo y pasó a ocupar el rincón inferior izquierdo de la ventana de un informativo. Los ya diminutos Arosteguy siguieron charlando relajadamente, cada uno recogiendo el rebote del otro como expertos jugadores de frontón, aunque Naomi ya no oía lo que decían. En cambio, oía las serias palabras del informador que hablaba en la ventana principal: -Fue en este mismo apartamento de Célestine y Aristide Arosteguy, un apartamento cercano a la célebre Sorbona de París, donde se encontraron los tristes y descuartizados restos de una mujer identificada más tarde como la propia Célestine Arosteguy. -El teleobjetivo de la cámara se centró en el amable y dicharachero Aristide de la ventana pequeña-. Su marido, el famoso filósofo y escritor francés Aristide Arosteguy, no pudo ser localizado para hacer declaraciones. -Aristide desapareció bruscamente y en su lugar se vieron unas crudas imágenes de la cocina, filmadas seguramente de noche con cámara manual y luz directa. Las imágenes se maximizaron y la ventana del informador se retiró al ángulo superior derecho. Los agentes del equipo técnico, con guantes negros de cirujano, sacaban del frigorífico unas bolsas de plástico de superficie escarchada, fotografiaban las sucias cacerolas y sartenes que había en el horno, inspeccionaban platos y cubiertos. -Fuentes que prefieren permanecer en el anonimato -prosiguió el minimizado informadornos han explicado que hay indicios que sugieren que algunas partes del cadáver de Célestine Arosteguy fueron guisadas en la cocina de la mujer y posteriormente comidas. Corte a plano general de un imponente edificio municipal, subtitulado «Préfecture de Police, Paris». -El jefe superior de policía, Auguste Vernier, ha hablado sobre la posible huida del país de Arosteguy. Corte a una entrevista con el jefe superior de policía, un sujeto extrañamente frágil y con gafas, en lo que parecía un ancho pasillo abarrotado de periodistas. Su voz francesa, emocionalmente compleja y afectada, desapareció rápidamente para dar paso a una voz gutural, más despreocupada y con acento norteamericano: -El señor Arosteguy es una institución nacional, al igual que Madame Célestine Moreau. Ambos eran un ideal francés, la pareja filosófica. La muerte de ella representa una catástrofe nacional. -Corte a la agitada multitud de periodistas que vociferan preguntas enarbolando cámaras y grabadoras, y vuelta al jefe superior-. Aristide Arosteguy dejó el país para dar una serie de conferencias por Asia tres días antes de que se encontraran los restos de su esposa. Por el momento no tenemos ningún motivo concreto para considerarlo sospechoso de este crimen, aunque, naturalmente, nos gustaría interrogarlo. Es verdad que no sabemos con exactitud dónde está. Lo estamos buscando. El gemido de la cinta giratoria sacó a Naomi de la Jefatura Superior de Policía y la devolvió a la zona de recogida de equipajes del aeropuerto Charles de Gaulle. La multitud que esperaba se adelantó cuando la cinta transportadora se puso en movimiento. Alguien golpeó el portátil de Naomi, el ordenador le resbaló por las espinillas y le arrancó de los oídos los auriculares de tapón. Había estado sentada en el borde de la plataforma por la que corría la cinta y había sufrido las consecuencias. Tuvo que recuperar su querido MacBook Air doblando los pies hacia arriba e izando el ordenador con la punta de las zapatillas deportivas. El informe sobre los Arosteguy proseguía imperturbable en la ventana, pero Naomi cerró el portátil y por el momento lo dejó en modo reposo.